María Prieto Castillo. Miembro de 350 BCN y Equo (maria.prietocastillo@gmail.com)

 

Nos encontramos en un momento en el que nos es imposible ignorar la urgencia de tomar medidas ante el cambio climático. A pesar de la reticencia que han mostrado hasta la fecha los países ricos a crear soluciones reales, las periódicas conferencias sobre cambio climático, como la reciente COP21 en París, despiertan el interés y la esperanza de buena parte de la sociedad. Sin embargo, parece difícil creer que se vaya a llegar a un pacto que amenace el sistema capitalista desregulado que se lleva implementando de manera feroz a escala global durante las últimas décadas.

Gobiernos nacionales y científicos comenzaron a hablar seriamente de posibles recortes radicales en las emisiones de efecto invernadero en 1988, coincidiendo con el comienzo de lo que hoy conocemos como el proceso de globalización a raíz de la firma del acuerdo de libre comercio NAFTA. Echando la vista atrás: a estos últimos veinticinco años de debate sobre el cambio climático, observamos que el proceso ha sido escabroso, sufriendo numerosos altibajos y sin llegar nunca a alcanzar sus objetivos. En este mismo periodo de tiempo, el proceso de globalización ha avanzado de forma vertiginosa (Klein, 2015). Desde la década de 1990, las emisiones no han parado de aumentar, hasta alcanzar un ritmo anual de crecimiento de un 3,4% durante la primera década del siglo XXI. Estas tasas se han mantenido hasta nuestros días, sólo interrumpidas en 2009 debido a la crisis financiera mundial (Lé Queré, 2009).

Justo cuando todo ese engranaje se estaba poniendo en marcha, en 1988, Bill McKibben escribió El fin de la naturaleza, considerado el primer libro de divulgación científica sobre el calentamiento global. Esta obra, junto con otros libros como Global Warming in an unequal world: A case of environmental colonialism, de Anil Agarwal y Sunita Narain (1991), ha sido considerada de referencia para la divulgación del cambio climático y la consecuente creación de movimientos por la justicia ambiental. El término “justicia ambiental” comenzó a usarse en Estados Unidos, se aplicó después en Sudáfrica y en Brasil y se aplica ahora a los movimientos y organizaciones que en cualquier lugar del mundo resisten contra las industrias extractivas y protestan contra la contaminación y el cambio climático (Martínez-Alier, 2014). En 2008, Bill McKibben fundó también uno de los movimientos de base que más relevancia han tomado en las últimas décadas, la organización 350.org. Este movimiento toma el nombre del límite máximo de dióxido de carbono en la atmósfera que los científicos han determinado como seguro: 350 partes por millón (ppm). Actualmente, la atmósfera ya tiene más de 400 ppm de CO2 y está subiendo aproximadamente 2 ppm cada año. Desde su fundación, 350.org se ha extendido por distintos continentes y ha movilizado el apoyo ciudadano y político en aras de la adopción de medidas urgentes para hacer frente a la crisis climática. Aunque 112 países han adoptado como propio el objetivo de 350 ppm en las negociaciones en las Conferencias sobre Cambio Climático, los principales países emisores rechazan aceptar la necesidad de cumplir con este objetivo (350.org).

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Es cierto que durante el último cuarto de siglo la forma en que el cambio climático ha sido asimilado por las sociedades del Norte y del Sur ha sido distinta. Algunos acusaron al ecologismo promovido en el Norte durante la década de 1990 de ser un movimiento de países ricos, monotemático, propio de sociedades prósperas. Nada más lejos de la realidad. Por un lado, el ecologismo —con otros nombres— no era nuevo, y además también existía un ecologismo de los pobres y de indígenas empobrecidos que pocos habían advertido en los países ricos hasta el asesinato de Chico Mendes en diciembre de 1988, por más que en el Sur había tantísimos ejemplos (Martínez-Alier, 2005). Por lo tanto, aunque de manera diferente, movimientos del Sur y los del Norte han hecho suyo el reclamo del movimiento de justicia ambiental pidiendo un cambio social radical que evite el camino impuesto por la economía de mercado generalizada.

Como no podía ser de otra forma, ya que las crisis son épocas de grandes cambios, esta presión sobre una sociedad que ha visto sus prestaciones sociales desmanteladas y sus derechos recortados, ha servido como catalizador de movimientos sociales. Es en este contexto en el que surge 350 BCN, un grupo local del anteriormente mencionado 350.org. Este movimiento ciudadano por el clima surgió de manera espontánea a raíz de la organización de la People’s Climate March en Barcelona el 21 de septiembre de 2014. Se define como un movimiento creativo, pacífico, horizontal y abierto a todos los individuos que deseen formar parte de la solución de la crisis climática. 350BCN es un buen ejemplo de movimiento de base en el que el cambio climático ha servido como cemento para unir diferentes inquietudes, motivaciones y perspectivas.

El pasado 10 de noviembre, 350 BCN presentó su documental Corazones verdes contra el cambio climático en el Festival Internacional del Cine del Medio Ambiente (FICMA). A través de las voces de los miembros del movimiento, de especialistas y de activistas de largo recorrido en la defensa de derechos ciudadanos, Corazones verdes frente al cambio climático habla de las consecuencias medioambientales de los gestos diarios y de la necesidad de un cambio radical en los hábitos de consumo. Pero también pone sobre la mesa que estos gestos individuales resultan insuficientes si no van más allá del ámbito personal. Es necesario unirse a la gran lucha social de nuestros tiempos. Porque, en definitiva, el cambio climático es el punto en el que confluyen los principales problemas de la humanidad y el mayor reto al que esta se haya enfrentado jamás (350.bcn).

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Imagen 1. Cartel promocional del documental Corazones verdes contra el Cambio Climático (Fuente: 350.bcn)

Distintos elementos confluyen para el nacimiento de 350 BCN. Por un lado, la crisis económica en España ha generado un aumento del empoderamiento ciudadano. La indignación de los ciudadanos ante un sistema que se les antoja injusto propicia que se interesen por formas alternativas de vivir en sociedad. Crece el interés por temas como la procedencia y la gestión de la energía, el consumo responsable, la deuda ecológica del Norte con el Sur, el decrecimiento, etc., de tal modo que se generan dinámicas de vida más sostenibles. También aumenta el interés general por la economía por parte de ciudadanos que ahora reclaman una mayor información a los bancos. Basándose en esta motivación, 350 BCN lanzó su campaña de desinversiones (divestments) ante la indignación de los ciudadanos al comprender que el mismo sector bancario que les expolia se enriquece con la quema de combustibles fósiles, destruyendo así el planeta. Es importante destacar que el ejemplo de movimiento social que representa 350 BCN tiene numerosas limitaciones. Al no contar con financiación, el tiempo que sus integrantes le pueden dedicar es limitado, y muchas de las acciones tienen que ser pensadas de manera muy ingeniosa para poder llevarse a cabo con un coste cero o muy bajo. No obstante, las herramientas como las redes sociales y campañas de financiamiento colectivo hacen que estos movimientos tengan un alcance cada vez mayor. Y no hay que olvidar que 350BCN es solo una muestra local del amplio movimiento de base 350.org, que se extiende por cientos de ciudades de todos los continentes.

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Sólo cuando el capitalismo se vea obligado a tolerar la presencia de sociedades no capitalistas como estos movimientos de justicia climática dentro de su seno será posible un cambio. No parece, por lo tanto, sensato esperar que ese cambio ocurra en las grandes salas de actos en que se celebran conferencias sobre cambio climático. Hay que mirar más allá, a las personas que tanto en el Sur como en el Norte reclaman un sistema más sostenible y más justo.

Referencias

350.org, http://350.org/about/what-we-do/, consultado el 20/11/2015.

350 BCN, http://world.350.org/350bcn/, consultado el 20/11/2015.

AGARWAL, A.; NARAIN, S. (1991). Global Warming in an unequal world: A case of environmental colonialism. Nueva Delhi: Centre for Science and Environment.

KLEIN, N. (2015). Esto lo cambia todo, el capitalismo contra el clima. Barcelona: Paidós.

LÉ QUERÉ, C.; et al. (2009). “Trends in the sources and Sinks of Carbon Dioxide”, Nature Geoscience, p. 831, según se cita en: N. KLEIN (2015). Esto lo cambia todo: el capitalismo contra el clima. Barcelona: Paidós.

MARTÍNEZ-ALIER, J. (2005). El ecologismo de los pobres: Conflictos ambientales y lenguajes de valoración. Barcelona: Icaria.

MARTÍNEZ-ALIER, J. (2014). “La justicia ambiental y el decrecimiento económico. Una alianza entre dos movimientos”, Decrecimiento: http://www.decrecimiento.info/2014/03/la-justicia-ambiental-y-el.html, consultado el 19/11/2015.

MCKIBBEN, B. (1990). El fin de la naturaleza. Barcelona: Ediciones B.

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