Milson Betancourt Santiago [*]

«Hasta que los leones tengan sus propios historiadores, las historias de cacería seguirán glorificando al cazador»
Proverbio africano (Citado por Galeano, 1997).

 

La historiografía clásica nos ha acostumbrado a ciertos nombres y cartografías, que hacen parte de nuestras geografías mentales y reales, sin cuestionarlas, asumiendo el punto de vista de las vencedoras y sus hacedoras de historia y geografía. Nombres como América Latina, Colombia, Brasil, Chile, Bolivia y Ecuador no se discuten en el grueso del pensamiento geográfico e histórico; por el contrario, se dan como hechos dados. Sin embargo, si escudriñamos un poco en sus orígenes – sobre todo en las múltiples violencias que necesitaron, y aún necesitan, para establecerse como hechos dados – saltarán a nuestros ojos montañas y selvas pobladas de realidades que continúan hoy ignoradas, oprimidas, dominadas, sub-alternizadas pero, sin embargo, r-existentes (Porto-Gonçalves ,2001) frente a las configuraciones geográficas hegemónicas de la geopolítica de América Latina y sus Estados nación. Desde estas montañas se r-existe, esto es, se resiste a partir de una existencia propia, y diferenciada, frente al proceso de construcción, expansión/invasión de las geopolíticas moderno-desarrollistas de los proyectos hegemónicos nacionales y latinoamericanos.

En las últimas décadas se ha venido fortaleciendo una corriente de pensamiento, que se ha autodenominado como «Grupo Modernidad-Colonialidad», pero que también es conocida como «Giro Descolonial», y que busca entender la compleja y múltiple escalaridad de un mismo proceso global, la de la formación del capitalismo y del sistema moderno-colonial. Esta corriente tiene entre sus principales tesis afirmar: a) que el fin del colonialismo no significó el fin de la colonialidad, b) que la colonialidad y la modernidad son dos caras de la misma moneda, c) que la colonialidad y la modernidad fueron procesos mutuamente constitutivos, desde siempre, en la formación del capitalismo, y d) que el Estado-nación es el aparato ideal y necesario para la continuidad de la expansión de la colonialidad a todos los rincones del mundo, allí donde no llegó en la época de la colonia[1].

En este marco de comprensión estamos de acuerdo con el grupo modernidad-colonialidad cuando se afirma que la colonialidad, como proyecto epistémico, económico, social, político y cultural, no terminó con el fin del régimen colonial formal (Quijano, 2007); más bien se prolongó, expandió y profundizó, a lo largo de la conformación de los Estados-nación latinoamericanos y sus políticas de desarrollo y modernización (Betancourt et al., 2013). Esto ha sido denominado como la colonialidad del poder, del saber, del ser, que se continúa proyectando, expandiendo/invadiendo, sobre la otredad de las formas de vida que existen en este continente.

Así, entendemos que no es casual que la mayoría de conflictos ambientales, por obras de infraestructura o por proyectos de extracción de recursos naturales, ocurran en estos espacios, donde aún subsisten comunidades y pueblos, que han constituido desde hace miles de años sus raíces sociales, su hábitat – y por tanto sus territorialidades – como base material de su existencia, en los márgenes espaciales de los ordenamientos territoriales de la colonia, de los Estados-nación y de los recientes planes de modernización y desarrollo. Desde allí aún reclaman el derecho a una existencia diferente y un espacio territorial en donde puedan practicarla. Si bien sus luchas son múltiples y centenarias, más recientemente, desde la ecología política, se les ha venido denominando como luchas eco-socialistas, o como ecologismo popular, o ecologismo de las desposeídas. Pues no sólo buscan cuidar su territorio – su hábitat – para conservar la naturaleza separada de la cultura (como en el episteme más moderno) sino cuidarlo para, con el poder seguir viviendo, seguir existiendo con dignidad. (curlygirldesign.com)

Desde estas múltiples perspectivas de los pueblos y comunidades indígenas y campesinas subalternizadas no deja de ser una violencia epistémica, con su componente de violencia física, llamar sus territorios ancestrales de América: Europa homenajéandose a sí misma. Peor aún es llamarles territorios ancestrales de América Latina, y es que ¿por qué, a pesar de que el 99% de lenguas habladas en esta porción de territorio no son latinas, se califica el territorio total como latino? ¿Por qué no se reconocen las raíces amerindias y africanas en el carácter de definición geo-cultural del continente? Como señala la socióloga aymara Silvia Rivera Cusicanqui, «América Latina» no deja de ser un invento francés: un recorte espacial denominado desde Europa para diferenciar la América Anglosajona (colonizada por los pueblos anglosajones) de la América Latina (colonizada por los pueblos latinos) con el fin de fortalecer sus lazos coloniales y la continuidad de sus hegemonías latinas sobre América, en el contexto de las disputas geopolíticas entre los estados franceses e ingleses. Como sugiere el geógrafo brasileño Pedro Quental (2012), la historia de nombres y conceptos determina formas de ver la realidad, por lo que la desnaturalización del concepto de América Latina tiene consecuencias políticas y epistémicas. En el mismo sentido, afirma Mignolo (2003) que la constitución de América Latina dentro de la constitución del sistema-mundo moderno-colonial se forjó a partir de la subalternización de saberes, epistemologías y representaciones propias del mundo, con sus nombres determinados.

Ante esta situación existen diversas luchas por el derecho a autonombrarse; no son luchas menores, sino reivindicaciones epistémicas y políticas con todos sus contenidos sociales y económicos. Tal vez la más conocida sea la fórmula Abya Yala/América Latina, como expresión de otra geopolítica, en la medida que busca reconocer la forma propia como los pueblos originarios autodenominan su territorio, este continente, desde su tiempo-espacio propio. Abya Yala significa «tierra madura», «tierra viva», o «tierra en florecimiento» en la lengua del pueblo Kuna que habita la esquina noroccidental suramericana, en las actuales costas caribeñas de Colombia y Panamá. Diversos movimientos indígenas reivindican su uso en preferencia y frente a América, y la reivindican como signo de unidad de los pueblos de Abya Yala que justo sufrieron la construcción de esa América. La frase que exige contundentemente «No más América Latina sino Abya Yala» resalta el contenido profundo de esta otra geopolítica. Esta expresión fue usada en una carta de reconocidos intelectuales del mundo a Hugo Chávez en el contexto de la muerte de una importante líder indígena del pueblo Yukpa en la Sierra de Perijá en la frontera entre Colombia y Venezuela, dónde la expansión de la explotación de minerales y ganadería, tienen arrinconados, como en muchos otros lugares de Abya Yala, a los pueblos originarios[2].

Esta frase y toda su lucha epistémica y política cobra importancia central justo hoy, cuando diversas obras de infraestructura de desarrollo e integración de América Latina, con sus componentes de megaproyectos de extracción de recursos naturales, avanzan sobre Abya Yala, sus pueblos y comunidades, provocando cientos o miles de conflictos en los territorios por ellos ancestralmente habitados. Parafraseando al sociólogo portugués Boaventura de Souza Santos («no hay justicia social sin justicia cognitiva global»), de igual manera afirmamos aquí: no habrá justicia social y ambiental, sin justicia epistémica y territorial global.

Referencias

Betancourt, M.; Hurtado, L., Porto-Goncalves, C. (2013) Tensiones territoriales y Políticas públicas de desarrollo en la Amazonia. Los casos del Territorio indígena y Parque Nacional Isiboro-Secure en Bolivia y el Área de Manejo Especial de la Macarena en Colombia. Concurso CLACSO-Asdi 2013 «Estudios sobre políticas públicas en América Latina y el Caribe: Ciudadanía, democracia y justicia social». Publicado en:  http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D9261.dir/TrabajoFinal.pdf

Mignolo, W. D. (2003) Histórias Locais / Projetos Globais: Colonialidade, saberes subalternos e pensamento liminar. Belo Horizonte: UFMG.

Quental, P. (2012) «A Latinidade do conceito de América Latina.» GEOgraphia (UFF), v. 14, p. 21-45, 2012.

Quijano, A. (2007) «Colonialidad del poder y clasificación social» en: Castro-Gómez, Santiago y Grosfoguel, Ramón (comp.) El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Siglo del Hombre Editores, Bogotá.

Porto-Gonçalves, C.W. (2001) Geo-grafías. Movimientos sociales, nuevas territorialidades y sustentabilidades. México. D.F.

[*] Doctorante en geografía de la Universidad Federal Fluminen­se, Brasil. (betancourt.milson@gmail.com)

[1] Un resumen de estos postulados básicos puede ser visto en un documento de reciente publicación por Clacso en: http://biblioteca.clacso.edu.ar/gsdl/collect/clacso/index/assoc/D9261.dir/TrabajoFinal.pdf. Entre los autores más destacados de esta corriente de pensamiento podemos mencionar a los contem­poráneos: Pablo González Casanova, Silvia Rivera Cusicanqui, Anibal Quijano, Ramón Grossfoguel, Arturo Escobar, Carlos Walter Porto-Goncalves, Walter Mignolo, pero hunden sus raíces en pensadores como Aimé Césaire y Frantz Fanon, entre otros.

[2] Ver: http://web.laclase.info/content/la-lucha-de-sabino-no-mas-america-latina-sin-abya-yala/

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