Hace pocos meses, el economista ecológico chileno Manfred Max-Neef, premio Right Livelihood Award, premio Kenneth Boulding, exrector de la Universidad de Valdivia, excandidato presidencial, y conocido especialmente por su teoría de las necesidades humanas, cumplió 80 años.

Nacido en Chile el año 1932 Manfred Max-Neef estudió economía e hizo carrera como empleado de la empresa Shell. En 1957 dio las espaldas a la industria en un proceso que él mismo explica así:

“Recién graduado de la Universidad de Chile, a los 21 años de edad, recibí una oferta de trabajo de la Shell. Me sentí legítimamente orgulloso de ser contratado por una de las mayores empresas del mundo. Hice muy buena carrera en unos pocos años, convirtiéndome en un muy joven y exitoso ejecutivo. Pasados cuatro años me encontré una noche solo en mi sala de estar, escuchando la Primera Sinfonía de Brahms. Al llegar el segundo movimiento tuve la súbita sensación de que Brahms me preguntaba: «¿Qué haces con tu vida?» Fue una sensación tan intensa que comencé a imaginar visiones de mi futuro como ejecutivo a nivel mundial, realizando grandes negocios petroleros, en medio de connotados magnates. De pronto tuve la certeza de que ese personaje no encajaba conmigo. No logré reconocerme a gusto en esas imágenes. Una semana después renuncié sin revelar, por cierto, las verdaderas razones «brahmsianas». Regresé a la Universidad a completar mis estudios de postgrado. Adquirí así con Brahms una deuda de gratitud de por vida.”

Fue profesor en Berkeley, y se dedicó a estudiar los problemas de los países en desarrollo. Trabajó para organizaciones de la ONU y en diversas universidades de EE.UU. y América Latina. Inspirado por el imperativo de E.F. Schumacher “Small is beautiful”, desarrolló tesis que denominó «economía descalza» y «economía a escala humana», cuyos criterios definió ya en los años 80 en una matriz que abarca diez necesidades humanas básicas. El concepto principal tras la “economía descalza” en ocasiones lo describe así:

“La economía surgió como hija de la Filosofía moral y, por tanto, como disciplina preocupada por el bienestar humano. Con el correr del tiempo, especialmente a partir del neo-clasicismo, comienza a deshumanizarse sistemáticamente. La economía neoliberal dominante hoy en día es una disciplina «desmadrada» (que se olvidó de su madre). Hemos llegado a un punto en que en lugar de que la economía esté al servicio de las personas, son las personas las que deben estar al servicio de la economía. Los ejemplos abundan. Baste sólo con recordar que las políticas de ajuste estructural impuestas a casi todos los países en desarrollo, por parte del Fondo Monetario Internacional, pueden definirse como políticas que arreglaron las economías a costa de destruir las sociedades. (hypecloth.com) Es el mundo al revés, el mundo patas arriba en términos de prioridades.

La «economía a escala humana» representa por así decirlo, un retorno a la sensatez y al sentido común. Es la economía que se fortalece a niveles locales y regionales, donde la gente realmente está, sin caer en el deslumbramiento con el gigantismo y con lo macro como fines supremos. Es la economía de la diversidad, de la interdependencia, y de la solidaridad. Es la economía que reconoce que el desarrollo tiene que ver con las personas y no con objetos. Es la economía que se reconoce como subsistema de un sistema mayor, que es la biosfera sin cuyos servicios ninguna economía sería posible. Es una economía que no confunde el crecimiento con el desarrollo. Es una economía que sin ser espectacular, apunta a la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales. Es una economía orientada por valores, y en la que caben el afecto y la belleza“.

En los años 90 formuló con la hipótesis del «umbral» la idea de que a partir de determinado punto del crecimiento económico, la calidad de vida comienza a disminuir.

A continuación reproducimos una entrevista realizada por Amy Goodman (2011) traducida por Solidaridad Manchega en la cual nos da visión sobre la crisis económica actual y expone algunos aspectos centrales de sus teorías económicas.

AMY GOODMAN: En Bonn, Alemania tuve oportunidad de conversar con Manfred Max-Neef, el reconocido economista chileno que ganó en 1983 el Right Livelihood Award, dos años después de haber publicado su libro “Economía Descalza: Señales desde el Mundo Invisible”. Empecé preguntándole que explique el concepto de la economía descalza.

MANFRED MAX-NEEF: Bueno, es una metáfora, pero es una metáfora que se originó en una experiencia concreta. Yo trabajé alrededor de diez años de mi vida en áreas de pobreza extrema, en las sierras, en la jungla, en áreas urbanas en distintas partes de Latinoamérica. Al comienzo de este periodo, estaba un día en una aldea indígena en la sierra de Perú. Era un día horrible; había estado lloviendo todo el tiempo. Estaba parado en una zona muy pobre y enfrente de mí estaba otro hombre parado sobre el lodo (no en el barrio pobre sino en el lodo). Y bueno, nos miramos. Este era un hombre de corta estatura, delgado, con hambre, desempleado, cinco hijos, una esposa y una abuela. Yo era el refinado economista de Berkeley, maestro de Berkeley, etc. Nos mirábamos frente a frente y de pronto me di cuenta de que no tenía nada coherente que decirle en esas circunstancias; que todo mi lenguaje de economista era obsoleto. ¿Debería decirle que se pusiera feliz porque el producto interno bruto había subido un 5% o algo así?

Todo era completamente absurdo. Entonces descubrí que no tenía un lenguaje para ese ambiente y que teníamos que inventar un idioma nuevo. Ese es el origen de la metáfora “barefoot economy” o economía descalza, que, en concreto, significa la economía que un economista usa cuando se atreve a meterse en los barrios bajos. El punto es que los economistas estudian y analizan la pobreza desde sus oficinas lujosas, poseen todas las estadísticas desarrollan todos los modelos y están convencidos de que saben todo lo que hay que saber sobre la pobreza. Pero ellos no entienden la pobreza. Ese es el gran problema. Y es también el motivo por el cual la pobreza aún existe. Esto cambió completamente mi vida como economista. Inventé un lenguaje coherente para esas condiciones de vida.

AMY GOODMAN: ¿Y cuál es ese idioma? ¿Cómo aplicas un sistema económico o haces que las circunstancias expliquen esos cambios?

MANFRED MAX-NEEF: No, la cosa es mucho más profunda. Es decir, no es como una típica receta que te da alguien de tu país, en donde te dicen «te garantizamos quince clases o la devolución de tu dinero.» Ese no es el punto. Deja ponértelo de esta manera. Hemos alcanzado un punto en nuestra evolución en el que sabemos muchas cosas. Sabemos muchísimo pero entendemos muy poco. Nunca en la historia de la humanidad ha habido tanta acumulación de conocimiento como en los últimos cien años. Mira cómo estamos. ¿Para qué nos ha servido el conocimiento?

El punto es que el conocimiento por sí mismo no es suficiente. Carecemos de entendimiento. La diferencia entre conocimiento y entendimiento te la puedo explicar con un ejemplo. Vamos a pensar que tú has estudiado todo lo que puedes estudiar desde una perspectiva teológica, sociológica, antropológica, bioquímica y biológica sobre un fenómeno llamado amor. El resultado es que tú sabrás todo sobre el amor, pero tarde o temprano te vas a dar cuenta de que nunca entenderás el amor a menos de que te enamores. ¿Qué significa esto? Que sólo puedes llegar, aspirar a entender aquello de lo que te vuelves parte. Como dice la canción latina, somos mucho más que dos. Cuando perteneces, entiendes. Cuando estás separado, solo acumulas conocimiento. Y esa ha sido la función de la ciencia. Ahora bien, la ciencia se divide en partes pero el entendimiento es completo. Holístico. Eso sucede con la pobreza. Yo entendí la pobreza porque estuve allí; viví con ellos comí con ellos y dormí con ellos. Entonces comienzas a entender que en ese ambiente hay distintos valores, y diferentes principios-–comparados con los que existen allí de donde tú provienes- y te das cuenta de que puedes aprender cosas fantásticas de la pobreza. Lo que he aprendido de los pobres supera lo que aprendí en la universidad. Pero pocas personas tienen esa oportunidad, ¿te das cuenta? Ellos ven la pobreza desde afuera en lugar de estarla viviendo desde dentro. Aprendes cosas extraordinarias. Lo primero que aprendes, y que los que quieren mejorar el sistema de vida de los pobres no saben, es que dentro de la pobreza hay mucha creatividad. No puedes ser un tonto si quieres sobrevivir. Cada minuto tienes que estar pensando, ¿qué sigue? ¿qué puedo hacer aquí? ¿qué es esto y lo otro y lo otro? Así que el estado creativo es constante. Además, están los contactos, las cooperativas, la ayuda mutua y toda una gama de cosas extraordinarias que ya no se encuentran en las sociedades dominantes, las cuáles son individualistas, avaras, egocentristas… Allá encuentras exactamente lo opuesto de lo que ves acá. Y es sorprendente porque a veces llegas a encontrar gente más feliz entre los pobres que la que encontrarías en tu propio ambiente. Lo que ya te dice que la pobreza no solo es una cuestión de dinero. Es algo mucho más complejo.

AMY GOODMAN: ¿Qué crees que debamos cambiar? 

MANFRED MAX-NEEF: ¡Oh!, casi todo. Somos dramáticamente idiotas. Actuamos sistemáticamente en contra de las evidencias que tenemos. Conocemos todo lo que no debemos hacer. No hay nadie que no sepa esto. Especialmente los grandes políticos saben exactamente lo que no se debe hacer. Y aún así lo hacen. Después de lo que pasó en octubre del 2008, tú pensarías que van a cambiar porque se han dado cuenta de que el modelo económico no funciona. Que incluso tiene un alto nivel de riesgo. Es drásticamente peligroso. Y uno se pregunta: ¿Cuál fue el resultado de la última reunión de la Comunidad Europea? Ahora son más fundamentalistas que antes. De tal modo que lo único de lo que se puede estar seguro es que ya viene la próxima crisis y que será mucho más fuerte que la actual. Pero para entonces ya no habrá suficiente dinero. Esas son las consecuencias de la estupidez humana.

AMY GOODMAN: Si tú estuvieras al cargo de la economía ¿qué harías para evitar otra catástrofe?

MANFRED MAX-NEEF: Primero que nada, necesitamos economistas más cultos, que sepan historia, de dónde vienen, cómo se originan las ideas, quién hizo qué, y así sucesivamente. Lo segundo es que un economista se percibe como un subsistema dentro de un sistema más grande que es finito: la biosfera. También entiende que el crecimiento económico es imposible. En tercer lugar, un sistema que entiende lo anterior sabe que no puede funcionar sin tomar en serio los ecosistemas.

Pero los economistas no saben nada de ecosistemas. No saben nada de termodinámica, ¿sabes? Nada de biodiversidad. Quiero decir, son totalmente ignorantes con respecto a estos temas.

Realmente no entiendo en qué puede dañar a un economista saber que si los animales desaparecen él también desaparecerá, porque entonces ya no habrá qué comer. Pero él no sabe que dependemos completamente de la naturaleza, ¿te das cuenta? Más bien ocurre al contrario, para los economistas que tenemos hoy en día, la naturaleza es un subsistema de la economía. ¡Es completamente absurdo! Además, debemos acercar al productor con el consumidor. Yo vivo en el sur de Chile y ésa es una zona fantástica, tenemos toda la tecnología para la creación de productos lácteos de calidad. Hace unos meses estaba en un hotel desayunando. Noté estos paquetitos de mantequilla sobre la mesa. Tomé uno y descubrí que la mantequilla venía de Nueva Zelanda.

Es absurdo ¿sabes? ¿y por qué sucede una cosa así? Porque los economistas no saben calcular costos. Traer mantequilla desde un lugar que queda a 20,000 kilómetros a un lugar en donde se produce la mejor mantequilla, bajo el pretexto de que es más barato, es una estupidez descomunal. ¿No toman en cuenta el impacto que causan esos 20,000 km de transporte sobre la naturaleza? Por si fuera poco, es más barato porque está subsidiado. Es un caso muy claro entre otros muchos en el que los precios no revelan la verdad. Todo tiene un doble fondo ¿sabes? Si se acerca al productor con el consumidor  comeremos mejor, tendremos mejores alimentos y sabremos de dónde vienen. Incluso podrías llegar a conocer a la persona que lo produjo. Se humaniza el proceso ¿sabes? Pero hoy en día lo que los economistas hacen está totalmente deshumanizado.

AMY GOODMAN: ¿No crees que la misma tierra nos forzará a actuar de diferente modo? ¿Estamos llegando al fin?

MANFRED MAX-NEEF: Sí claro. Ya algunos científicos lo están diciendo aunque yo aún no he llegado a ese punto. Muchos creen y piensan que la catástrofe es definitiva: estamos fritos. Dentro de algunas décadas no habrá más humanos. Yo personalmente no he llegado a tanto, pero si diré que «ya cruzamos el primero de los tres ríos». Y si observas lo que está pasando en todos lados sí es alarmante en qué medida la cantidad de catástrofes ha ido  aumentando. Y se manifiestan de todas formas: tormentas, terremotos, erupciones volcánicas. El número de eventualidades crece dramáticamente y nosotros seguimos haciendo lo mismo, no cambiamos.

AMY GOODMAN: ¿Qué has aprendido en las comunidades en las que has trabajado que te dé esperanza?

MANFRED MAX-NEEF: La solidaridad de la gente. El respeto por los otros. La ayuda mutua. Nada de avaricia. He visto que la avaricia es poco frecuente dentro de la pobreza, cuando tal vez es allí donde debería estar más presente, donde podría tener alguna justificación; es decir, que los que tienen menos no quieran perder eso poco que tienen. Pues no, suele ocurrir al contrario: cuanto más tienes más quieres. Incluso los que tienen muchísimo aún hacen todo lo posible -y lo imposible a veces- por tener aún más. En ese sentido podemos decir que esta crisis es el producto de la avaricia. La avaricia es el valor dominante del mundo actual. Mientras persista, estamos acabados.

AMY GOODMAN: ¿Cuáles serían los principios que enseñarías a los jóvenes economistas?

MANFRED MAX-NEEF: Los principios de los economistas deberían estar fundamentados en cinco postulados y un valor esencial.

  • Primero: la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía.
  • Segundo: el desarrollo es para las personas, no para las cosas.
  • Tercero: crecimiento no es lo mismo que desarrollo y el desarrollo no necesariamente requiere del crecimiento.
  • Cuarto: no hay economía que sea posible sin un escrupuloso respeto al ecosistema.
  • Quinto: la economía es un subsistema de un sistema mayor y finito: la biosfera. Por ende, el crecimiento infinito es imposible y nos lleva al fracaso.

Y el valor esencial para sostener una nueva economía debería ser que ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar por encima de la reverencia a la vida.

AMY GOODMAN: Explica lo que acabas de mencionar.

MANFRED MAX-NEEF: Nada puede ser más importante que la vida. Y digo vida, no seres humanos porque, para mí, el centro es el milagro de la vida en todas sus manifestaciones. Pero el interés económico no sólo se olvida de la vida y otros seres vivientes, sino de los humanos. Si recorres esta lista que acabo de mencionar, punto por punto, verás que lo que tenemos ahora es exactamente lo contrario.

AMY GOODMAN: Ve al tercer punto, crecimiento y desarrollo y explícalo por favor.

MANFRED MAX-NEEF: El crecimiento es una acumulación cuantitativa. Desarrollo es la liberación de posibilidades creativas. Cada sistema vivo de la naturaleza crece hasta cierto punto y después deja de crecer. Tú ya no estás creciendo, yo tampoco. Sin embargo continuamos desarrollándonos, de otro modo no estaríamos dialogando en este momento. El desarrollo no tiene límites pero el crecimiento sí. Y este es un concepto muy importante que políticos y economistas no entienden. Están obsesionados con el crecimiento económico. He estado trabajando a lo largo de varias décadas y hemos hecho muchos estudios. Soy el autor de una famosa hipótesis: la «hipótesis liminal», que dice que en cada sociedad hay un periodo de crecimiento económico-–entendido convencionalmente o no-–que trae una mejora en la calidad de vida; pero sólo hasta cierto punto, el «punto liminal», a partir del cual, si sigue habiendo crecimiento, la calidad de vida comienza a decaer. Esta es la situación en la que nos encontramos actualmente. Es decir, tu país es el ejemplo más extremo que puedes encontrar. En una parte de mi libro, titulado «La economía desenmascarada» -próximo a publicarse en Inglaterra- se encuentra un capítulo llamado «Estados Unidos, una nación en vías de subdesarrollo». Y ésta es una nueva categoría, porque tenemos los conceptos de desarrollado, subdesarrollado y en vías de desarrollo. Pues bien, yo creo que podemos introducir este nuevo concepto de «en vías de subdesarrollo», y tu país, Estados Unidos, es el mejor ejemplo. El 1% de los americanos cada vez tienen más y viven mejor, pero el 99% van en franca decadencia, lo que se refleja en todo tipo de situaciones. Por ejemplo: las personas que viven en sus autos. Sí, esos que ahora duermen en sus carros, ¿sabes?, estacionados enfrente de la casa que un día fue suya. Millones de personas que uno conoce lo han perdido todo. Pero aquellos que especularon, los que trajeron consigo todo este inmenso problema.., esos están muy bien. Para ellos no hay crisis, ¡sino todo lo contrario!

AMY GOODMAN: ¿Entonces, cómo cambiarías las cosas?

MANFRED MAX-NEEF: Bueno, no sé cómo cambiarlas. O más bien pienso que van a cambiar solas, ¿sabes?; pero de forma catastrófica. No entiendo cómo no hay millones de personas en las calles de Estados Unidos, y en otras partes del mundo, rebelándose contra todo esto. Pero puede llegar a suceder. No lo sé. La situación es dramáticamente mala. El hecho de que el país más poderoso del mundo siga con sus guerras absurdas, gastando miles de millones de dólares… O el que tantos cientos de miles hayan ido a los bolsillos de los especuladores… ¡y ni un centavo para las personas que perdieron sus casas! ¿Qué tipo de lógica es esa?

 

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