Neorrurales[1]

Rita Calvário[2] y Iago Otero[3]

Los y las neorrurales son personas sin experiencia agraria que migran de la ciudad al campo para adoptar un estilo de vida agrícola o artesanal radicalmente nuevo. Sus motivaciones están vinculadas a la búsqueda de una forma de vivir más simple, autosuficiente, autónoma (libre del trabajo asalariado y del mercado), próxima a la naturaleza y ecológica. Hacen esto a partir de una crítica de la cultura consumista vigente, de las modernas prácticas agrícolas, y de la globalización de los sistemas agroalimentarios. Las personas neorrurales consideran su elección como un proyecto por un nuevo estilo de vida y un medio para la transición social hacia la sostenibilidad ecológica. Esto explica por qué pueden formar parte de una estrategia diversificada de cambio socio-ecológico hacia un futuro de decrecimiento.

La agricultura orgánica a pequeña escala, la relocalización de la producción y del consumo, las economías y redes alternativas son algunas de las cualidades que los neorrurales asocian con ‘lo rural’. Estas cualidades entran en conflicto con otras representaciones de la ruralidad (por ejemplo, la perspectiva del agronegocio). Aun cuando las ‘ruralidades radicales’ a menudo adoptan la oposición entre campo y ciudad como marco discursivo de referencia, las conexiones con ‘la ciudad’, a través de las redes y economías alternativas, son frecuentes.

Vilaplana (Autores: Jordi Cardona Miracle y Mar Grau Satorras)

Vilaplana (Autores: Jordi Cardona Miracle y Mar
Grau Satorras)

El regreso al campo no es algo nuevo en la historia de Occidente. Desde la aparición del capitalismo, el ‘campo’ ha jugado un papel en la crítica a la abstracción racionalista, la mercantilización de la tierra y de la mano de obra, el estado y la política modernos, la alienación individual, y la disolución de los lazos sociales. Estas críticas – con fuerte presencia en el discurso decrecentista – han sido expresadas de diferentes maneras por diferentes intereses a lo largo del tiempo. Por ejemplo, el campo ha sido un lugar para el duelo de las élites por un pasado perdido, y también para las búsquedas de un nuevo orden social por parte de proyectos libertarios y socialistas utópicos. Alternativamente, el campo ha sido un lugar donde refugiarse de las degradantes condiciones del trabajo industrial y de la vida urbana. Los estados también han promovido la migración de la ciudad al campo, el capitalismo agrario a pequeña escala, o una indiferenciada ‘condición campesina’ como vías para trasladar los costes de la reproducción social hacia el auto-abastecimiento, reduciendo así los pagos asistenciales y evitando las revueltas urbanas durante los períodos de crisis.

Las décadas de 1960 y 1970 son de considerable importancia para los ideales de regreso al campo, la reestructuración del capitalismo y el cambio rural. Los movimientos hippie y de mayo de 1968 provocaron un aumento de neorrurales, que corrió en paralelo al más amplio proceso de contra-urbanización, es decir, la emigración de urbanitas hacia áreas rurales atraídos principalmente por una mejor calidad de vida, pero sin ninguna motivación contracultural. El regreso al campo se hizo eco de la creciente conciencia ecologista, la reacción al consumismo y los discursos sobre los límites al crecimiento después de la crisis energética de la década de 1970. Se inspiró en un retorno tanto a la ‘naturaleza’ como a una sociedad rural idealizada, para así rechazar el fetichismo de las mercancías, la alienación del trabajo asalariado, y los modernos valores del progreso y el avance tecnológico. Varias de estas experiencias de regreso al campo y de comunas rurales fracasaron debido a conflictos internos, desilusión, deudas y pobreza, mientras que otras progresaron y siguen hoy existiendo.

Plantación de olivas (Autores: Jordi Cardona Miracle y Mar Grau Satorra)

Plantación de olivas (Autores: Jordi Cardona Miracle y Mar Grau
Satorra)

La persistencia de experiencias neorrurales puede en parte ser explicada por su participación en las dinámicas de conversión del campo en un creciente espacio de consumo para la población urbana. Las áreas rurales han cambiado como resultado de cambios culturales y de estilos de vida propiciados por una economía de servicios. Paradójicamente, los proyectos neorrurales podrían haber oficiado de pioneros de la gentrificación rural y de la mercantilización, facilitando la (re)producción de la ‘naturaleza’ y de la ‘ruralidad’ valorizada por las nuevas demandas de consumo. La integración en los nuevos mercados de actividades emprendidas por neorrurales inicialmente radicales, así como el acceso a financiación estatal para recrear un medio rural nostálgico, fueron algunas de las formas utilizadas para absorberles. En líneas generales, esta absorción refleja el modo en que la crítica de la alienación de la vida cotidiana de la década de 1960 fue recuperada dentro del ‘nuevo espíritu del capitalismo’ que fue tomando forma a partir de la década de 1970. Ideas tales como autonomía, funcionamiento en redes, creatividad, flexibilidad, iniciativa individual y libertad, fueron incorporadas al discurso (neoliberal) dominante. La remoción de este ethos anticapitalista inicial de muchas de estas experiencias socavó el poder de crítica social del movimiento neorrural.

Los y las neorrurales se sostuvieron también por el desarrollo de economías y redes alternativas críticas con los sistemas agroindustriales cada vez más globalizados. Parte de la literatura sostiene que las economías y redes alternativas crean espacios fuera del capitalismo, construyendo redes de contrapoderes locales que resisten y subvierten la hegemonía ideológica capitalista. Esta perspectiva nos permite apreciar las experiencias neorrurales como modos de construir imaginarios de una sociedad (post-capitalista) de decrecimiento. Otra parte, no obstante, sostiene que las alternativas que refuerzan las nociones de soberanía del consumo, de incapacidad del estado y de comunidades autosuficentes y ordenadas, están reproduciendo las subjetividades y prácticas neoliberales. O que vivir en un mercado capitalista altamente competitivo hace muy difícil que los proyectos alternativos conserven sus intencionadas diferencias. Otra crítica es que al permanecer pequeñas, locales y marginales, tales alternativas no son capaces de impugnar los canales convencionales de producción agrícola y de distribución, ni las causas fundamentales del desigual acceso social a alimentos de calidad superior. Además, el auto-abastecimiento a nivel micro puede facilitar la actual acumulación de capital a un nivel más macro.

Los proyectos neorrurales tienen el potencial para transformar el modelo agroalimentario dominante y un mundo rural cada vez más mercantilizado, factor que les convierte en actores de una transición al decrecimiento. El desafío consiste en ir más allá de ser una fracción residual del sistema agroalimentario y del espacio rural. Para esto, y ante el riesgo de ser absorbidos, resulta esencial una acción política que incluya alianzas estratégicas con otros movimientos a favor de la emancipación de las relaciones sociales capitalistas. Más que los modelos de las experiencias locales, lo que realmente cuenta es la dirección que toman. Abrir pequeñas ventanas de emancipación puede ser importante para favorecer imaginarios de decrecimiento y para empoderar a los individuos. Pero en un mercado global capitalista, formular la emancipación como una posibilidad concreta implica una lucha colectiva por el cambio social que sea más amplia y articulada, también contando con las redes de experiencias locales. La acción de estas redes alternativas ha sido importante en luchas contra la especulación del suelo, la privatización de recursos, la gentrificación y mercantilización de los espacios rurales, y la expansión del agronegocio. Este trabajo en red, en muchos casos, ha ampliado la capacidad de resistencia de las poblaciones locales. Reclamar los bienes comunes   es un punto clave para estos movimientos sociales que están basados en la tierra y en el territorio. Más que una defensa de sus propios intereses, este trabajo en torno a los comunes debería ser entendido como un ejercicio para trascender las relaciones capitalistas asentadas en la propiedad privada y para reconectar las poblaciones con sus territorios.

Referencias

BOYLE, P. y HALFACREE, K. (eds) (1998), Migration into Rural Areas: Theories and Issues, Chichester, UK: John Wiley & Sons.

BROWN, D. (2011), Back-to-the-Land: The Enduring Dream of Self-Sufficiency in Modern America, Madison: University of Wisconsin Press.

HALFACREE, K. (ed.) (2007), “Back-to-the-Land in the Twenty-first Century – Making Connections with Rurality”, Tijdschrift voor economische en sociale geografie, vol. 98 (1), p. 3–67.

JACOB, J. (1997), New Pioneers: The Back-to-the-Land Movement and the Search for a Sustainable Future, Filadelfia: The Pennsylvania State University Press.

WILBUR, A. (2013), “Growing a Radical Ruralism: Back-to-the-Land as Practice and Ideal, Geography Compass, vol. 7, p. 149–60.

[1] La versión inglesa de este artículo se ha publicado en el libro Degrowth: a vocabulary for a new era (2014, eds. Giacomo D’AlisaFederico DemariaGiorgos Kallis). La versión traducida al castellano puede encontrarse en Decrecimiento: vocabulario para una nueva era, Icaria Editorial (2015)

[2] Instituto de Ciencia y Tecnología Ambientales (ICTA), Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y ENTITLE (European Network of Political Ecology) (ritamcalvario@gmail.com)

[3] Recerca & Decreixement; IRI THESys, Humboldt-Universität zu Berlin, Alemania (iago.otero.armengol@hu-berlin.de)

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