Desde el 2003, la economía Argentina ha crecido de forma sostenida, como también lo han hecho sus exportaciones en términos monetarios y físicos. En el año 2008 Argentina fue el 4to y 5to productor de oro y cobre de América Latina (USBM 2011) y el 3r y 4to productor mundial de soja y maíz (FAOSTAT 2010). Sin embargo, este proceso también se ha visto acompañado por un aumento significativo de la conflictividad socio-ambiental en torno de actividades extractivas como la minería y la soja (Svampa y Antonelli 2009, Binimelis et al 2009, Walter y Martinez Alier, 2010).

Los análisis económicos tradicionales que evalúan el desempeño de una economía a través de indicadores como el Producto Bruto Interno o la Balanza Comercial no permiten evaluar cuáles son las presiones y costos ambientales que se ocultan tras estas contabilidades. El análisis de Flujo de Materiales forma parte de una familia de indicadores del metabolismo social, como también son el agua virtual o el HANPP (Apropiación Humana de la Producción Primaria Neta) que busca trasparentar y caracterizar algunas características de las economías y sus intercambios desde un punto de vista material y ambiental.

Este artículo presenta los principales resultados de un análisis de los flujos de materiales de la economía Argentina entre los años 1970 y 2009 y discute los vínculos entre estos flujos materiales y la creciente conflictividad socio-ambiental en Argentina. Se trata del primer estudio de este tipo para Argentina basado en fuentes de información nacionales y por un período de 40 años. Esta metodología de análisis ha sido ya aplicada y sistematizada en la mayor parte de los países de la OECD. En América Latina, se ha desarrollado para Chile, Perú, México, Ecuador, Colombia y Brasil (Giljum, 2004; Russi et al. 2008; Gonzalez-Martinez y Schandl, 2008; Vallejo, 2010; Vallejo et al. 2011; Eisenmenger et al. 2007) y muy recientemente la UNEP ha publicado el primer análisis para América Latina y el Caribe (West y Schandl, 2012).

El análisis económico del flujo de materiales es la compilación consistente de todos los ingresos materiales a una economía nacional, la acumulación material en el sistema económico (e.g. stock de viviendas, ganado) y las salidas de materiales hacia otras economías o el ambiente (EUROSTAT 2001, p.17). Estos flujos pueden ser directos o indirectos, como las toneladas de cobre que un país importa o la mochila ecológica que la extracción de este metal dejó en su país de origen o se emitieron a la atmósfera durante su transporte transoceánico. El estudio realizado para Argentina solo considera los flujos directos de lo que se importa, exporta y extrae en Argentina, dejando de lado el agua y el aire (Fischer-Kowalski et al. 2011).

Balance comercial físico y monetario de Argentina

La figura 1 ilustra la evolución de las importaciones y exportaciones en términos físicos y monetarios de la economía Argentina entre 1970 y 2009. Los datos provienen de las estadísticas de comercio internacional de las Naciones Unidas (COMTRADE, UNSG, 2009). La figura indica lo que se pagó y se cobró por la compra y venta de bienes y por otro lado lo que se exportó e importó en cantidad de toneladas. La diferencia entre lo que se exportó e importó en términos materiales y monetarios es la balanza comercial física y monetaria. No es posible, por falta de espacio, realizar un análisis de la figura incorporando la historia económica de Argentina, pero destacamos algunas características claves de los últimos años para enmarcar la reciente conflictividad socio-ambiental en torno del extractivismo.

MW1

Se observa como desde mediados de los años 1990 se produce un aumento sustancial en la exportación de materiales (biomasa de bajo valor agregado principalmente) y que, mientras la balanza comercial física es crecientemente negativa (se exporta mucho más de lo que se importa en toneladas), desde el 2000 la balanza monetaria comienza a ser positiva, aunque no en la proporción inversa a la física. En el año 2009, por cada tonelada exportada Argentina podía comprar menos de 0.4 toneladas (España 1.6). Aunque los términos de intercambio han mejorado levemente desde los años 90, se mantienen desfavorables, aumentando sostenidamente la presión extractiva y exportadora de commodities en Argentina. Esta figura ilustra así la trampa en la que Argentina se encuentra, en la que, para aumentar sus ingresos necesita exportar crecientes cantidades de materiales. Pero, ¿a qué costo socio-ambiental?

Extracción de materiales en Argentina

Uno de los aspectos más novedosos del estudio de flujo de materiales de Argentina es la cuantificación de la cantidad y tipo de materiales que se extraen anualmente en Argentina (Figura 2). Priorizando fuentes nacionales y utilizando fuentes internacionales cuando fue necesario (Perez-Manrique et al. 2013), se cuantifica la extracción anual de biomasa (cereales, soja, madera, pasturas y pienso para ganado, pesca, caza), minerales industriales (e.g. fosfato), metalíferos (e.g. oro, cobre), combustibles fósiles (gas, petróleo) y materiales de construcción (e.g. arenas, mármol), obteniendo un perfil de la evolución de la presión extractiva de la economía Argentina en su territorio.

MW2

Entre 1970 y 2009 la extracción de materiales en Argentina pasó de 386 millones a 660 millones de toneladas, con una tasa de crecimiento superior a la de la población del país. Esto significa que el aumento en la extracción de materiales no está impulsada por el consumo doméstico pero, fundamentalmente, por la exportación de commodities (agricultura y minería). Comparando con otros países exportadores de la región, Argentina tiene la mayor extracción de materiales per cápita, 16.46 ton/cap. Colombia tiene un extracción per capita promedio de 8.3 ton/cap (Vallejo et al. 2011) y Ecuador de 7.4 ton/cap (Vallejo, 2010).

La biomasa representa el 70% del flujo material, y se compone en un 71% por las pasturas y piensos para ganado, en un 2% por pesca y extracción maderera y en un 27% por cultivos. Entre 1997 y 2009, la extracción de cultivos pasó de 50 Mt a 137 Mt, siendo la soja el cultivo que más creció, saltando de 26,000 toneladas a 30.9 Mt en el mismo período. El área cultivada con soja también se vio disparada, pasando de 38,000 Ha en 1970 a 18 millones de Ha en el 2009, lo que representa más de la mitad de la tierra cultivada (MAGyP 2011). Pengue (2001) señala que la soja ha desplazado otros cultivos de consumo doméstico como cereales tubérculos y vegetales. También ha habido una reducción de las áreas de pastoreo para ganado, así como la práctica de la rotación de cultivos (PEA2 2010; Santarcángelo y Fal, 2009). La expansión espacial de la soja es indisociable de la aprobación, en el año 1996, de la soja transgénica y el despliegue de su paquete productivo (siembra directa, gifosato) en el país (Teubal, 2006). Desde el año 1996 la soja pasó a representar alrededor del 26% de todos los cultivos.

La expansión de la frontera agropecuaria impulsada por la soja, principalmente, ha promovido crecientes conflictos con comunidades indígenas y rurales que han sido desplazadas (Aranda, 2013), desposeídas de sus recursos, envueltas en protestas y conflictos por la contaminación del aire, el agua y las personas por el uso de químicos como el glifosato (Binimelis et al. 2009, Paganelli et al. 2010, Aranda, 2013), y las tasas de deforestación más altas de la historia del país (UMSEF 2007). Más recientemente también ha aumentado la violencia y criminalización ejercida sobre los movimientos locales que se oponen al despojo de sus tierras en el norte del país (Aranda, 2013).

El Segundo flujo que consideramos en este artículo es la extracción de minerales metalíferos que entre 1970 y 2009 aumentó 27 veces. Entre 1997 y 1998 la, extracción de metales pasó de 9.6 Mt a 34.4 Mt. Es durante estos años que se abrieron 3 emprendimientos mineros de gran escala para la extracción de oro, cobre, plata y litio (Bajo la Alumbrera, Cerro de la Vanguardia y el Salar de Hombre Muerto). El valor de estas exportaciones ha crecido significativamente, pasando de 150 millones dólares en 1990 a 1,200 millones en 1999 (Prado, 2005). Durante la última década el gobierno Argentina ha promovido la minería metalífera como una de las claves para el desarrollo del país, un proyecto que ha encontrado con una creciente oposición de las comunidades locales. Desde el referéndum minero de Esquel en marzo del 2003, una ola de conflictos y mobilizaciones locales ha impulsado la prohibición de la actividad en 6 de las 23 provincias Argentinas (Walter y Martinez Alier, 2010; Urkidi y Walter, 2011; Svampa y Antonelli, 2009). Así como con el avance de la frontera sojera, también ha habido un aumento en la criminalización y represión de las comunidades opuestas a la minería, una tendencia que resuena en otros países de América Latina (Chérrez et al. 2011, Encuentro Memoria Verdad y Justicia, 2012).

Conclusiones

La economía Argentina sigue un modelo crecientemente intensivo en extracción de materiales para exportación con una balanza comercial física negativa. Las consecuencias de este modelo de crecimiento se plasman en un aumento en la presión ambiental y la conflictividad en las comunidades que se oponen al avance de la frontera extractiva en sus territorios.

Las tendencias identificadas para Argentina se replican en la mayor parte de los países Latinoamericanos donde la presión extractiva (West y Schandl, 2012) y la conflictividad socio-ambiental (OCMAL, 2013) aumentan, promoviendo nuevos marcos de reflexión. Análisis sobre cambios en el metabolismo social global (Muradian et al. 2012), la consolidación de un nuevo modelo extractivista (Gudynas, 2009) y el surgimiento de un nuevo “consenso de las commodities” (Svampa, 2012) están señalando el inicio de una nueva etapa que conflictos territoriales en América Latina.

Autores: Walter, Mariana; Brun, Julien; Perez-Manrique, Pedro; Gonzalez-Martinez, Ana C.; Martinez-Alier, Joan.  Institut de Ciències i Tecnologies Ambientals, Universitat Autònoma de Barcelona

Referencias

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