Juan David Arias-Henao*
DOI: doi.org/10.53368/EP63IVCrdr02
Resumen: A partir del estudio de un movimiento por la defensa del río Samaná Norte, en los Andes colombianos, argumento que la resistencia no es una facultad excepcional del ser humano, sino una forma de interacción con el mundo. En este sentido, los movimientos ambientalistas resisten con otras especies, acudiendo a ellas para sobrevivir y para encontrar herramientas que permitan defender los territorios. Siendo así, ¿cómo pensar estos procesos de resistencia desde una ecología política multiespecies latinoamericana? Para responder esta pregunta señalo tres claves: a) comprender las maneras en que el extractivismo degrada las condiciones de supervivencia de diferentes especies (incluido el humano), b) poner a otras especies vivas en el primer plano de las investigaciones; c) pensar la vida en común con una amplia diversidad de seres en constante interdependencia.
Palabras clave: ecología política latinoamericana, interdependencia, resistencias, ecología política multiespecies
Abstract: Based on the study of a movement for the defence of the Samaná Norte River, in the Colombian Andes, I argue that resistance is not an exceptional faculty of the human being, but rather a form of interaction with the world. In this sense, environmental movements resist with other species, turning to them to survive and to find tools to defend their territories. This being the case, how to think about these resistance processes from a Latin American multispecies political ecology perspective? To answer this question, I point out three keys: a) understand the ways in which extractivism degrades the survival conditions of different species (including humans); b) put other living species at the forefront of research; c) think about life in common with a wide diversity of beings in constant interdependence.
Keywords: Latin American political ecology, interdependence, resistance, multispecies political ecology
Resistir con los peces en el río Samaná
La primera vez que escuché acerca de los bocachicos (los peces más representativos de Colombia), me encontraba participando en una manifestación social. Fue en marzo de 2019, en una de las jornadas de las Mesas por la Defensa del Agua, la Vida y el Territorio (en adelante, las Mesas). Este movimiento había utilizado un amplio repertorio de acciones jurídicas y políticas con el fin de mantener al río Samaná Norte fluyendo libre por la cordillera central de los Andes colombianos. Durante la movilización me llamó la atención una pancarta que decía: «El bocachico no salta los muros» (ver imagen 1). Se refería a los muros de dos centrales hidroeléctricas que pretendía construirse en dicho río. «Queremos agua para el bocachico, no para el capital», era también una de las consignas en la movilización. De este modo, las Mesas no solo reivindicaban la posibilidad de vivir de los humanos, sino que reconocían en el río y en los peces la condición misma de supervivencia de las poblaciones ribereñas.
Imagen 1: «El bocachico no salta los muros». Movilización de las Mesas. Fuente: elaboración propia (2019).
Las Mesas habían comenzado su defensa del río en 2010, año en que se enteraron de que las empresas Celsia e Isagen pretendían construir los proyectos hidroeléctricos Porvenir II (352 megavatios) y Palaguas (98 megavatios) sobre el río Samaná Norte. Mientras dichas empresas avanzaban con los trámites y obtenían sus licencias ambientales, los activistas de las Mesas buscaron aliados que permitieran defender el río de las intervenciones extractivistas de las hidroeléctricas. Los bocachicos se convirtieron en uno de los aliados del proceso de resistencia, y aparecieron en el discurso de este movimiento como una condición necesaria para la supervivencia de las poblaciones ribereñas que existían en constante interdependencia con los peces (las Mesas, 2019).
Los bocachicos son peces viajeros que llegan cada año hasta el río Samaná Norte con la finalidad de reproducirse. Entre los meses de diciembre y febrero, en el verano, los niveles del agua disminuyen. Los bocachicos suben por el cauce principal del río Magdalena buscando afluentes como el Samaná Norte (ver imagen 2), en donde permanecen durante la estación seca. Entre marzo y junio, con las nuevas lluvias, los peces reciben estímulos para reproducirse (Berdugo y Narváez, 2014). El invierno trae de nuevo mayor disponibilidad de alimentos y de refugio aguas abajo, por lo que comienzan su viaje de regreso al Magdalena (Angarita et al., 2020).
Imagen 2: Ríos Samaná Norte y Magdalena en los Andes colombianos. Fuente: elaboración propia (2021).
El ciclo de subidas y bajadas de los bocachicos a través del río se da dos veces por año. Su llegada al Samaná Norte es un evento importante que dinamiza la economía y la cultura de las poblaciones ribereñas. A orillas de este río, la comunidad pesca y comercializa localmente los bocachicos, lo que representa uno de sus medios de sustento más importantes (las Mesas, 2019). Los peces se convirtieron en aliados de la lucha ecológico-política de las Mesas, y se ha logrado hasta el momento mantener al río fluyendo libre por su cauce. Cuando las Mesas solicitaron al Estado declarar al Samaná como «sujeto de derechos», la supervivencia de los bocachicos fue uno de los componentes más importantes de la argumentación jurídica. Los peces fueron un elemento clave en la discusión con las empresas hidroeléctricas y el Estado, y también aliados en relaciones de interdependencia con los ribereños del Samaná Norte. Así, resistir no es simplemente una facultad excepcional del ser humano, sino una forma de construir acuerdos con los peces para mantener la trama de la vida en el río. Se resiste con otras especies, acudiendo a ellas para sobrevivir y para encontrar herramientas en el proceso de defensa de los territorios.
Claves para una ecología política multiespecies desde América Latina
A continuación, señalo tres claves que considero necesarias para pensar la defensa de los territorios como una forma de interacción con otras especies vivas.
El extractivismo y sus impactos en diversas formas de vida
Los trabajos desarrollados por varios ecólogos políticos latinoamericanos (Machado, 2017; Alimonda, 2011) nos permiten comprender la forma en que la naturaleza del continente ha sido colonizada y se ha convertido en un elemento fundamental para la consolidación de la modernidad colonial euronorteamericana. Durante la conquista, la naturaleza americana se transformó, junto con «los salvajes», en el nuevo descubrimiento imperial, que se integró al orden internacional en una posición subordinada. Aunque estas reflexiones nos han permitido avanzar en la comprensión de las maneras en que se domina a la naturaleza y los pueblos, también es cierto que la entidad naturaleza sigue apareciendo en la ecología política como algo demasiado general y abstracto.
Está claro que la naturaleza es una víctima de las prácticas extractivistas. Pero, si pensamos desde una ecología política multiespecies latinoamericana, debemos prestar mayor atención a la forma diferenciada en que los efectos destructivos del extractivismo afectan a otras especies vivas. Los impactos del extractivismo hidroeléctrico sobre los peces del río Samaná Norte[1] son un ejemplo de cómo esas otras especies vivas pueden verse perjudicadas en sus ciclos ecológicos. Por esta razón, pensar con otras especies una ecología política continental implica tener en cuenta que esos otros seres vivos también importan, merecen vivir, tienen historias y ecologías de las cuales los humanos formamos parte.
Otras especies en primer plano
Para seguir las historias de vida de otras especies, es necesario dejar de verlas como una entidad pasiva a través de la cual los humanos acumulan capital, conflictúan, gestionan o resisten; es decir, dejar de verlas como el escenario «natural» sobre el cuál se desarrollan las acciones humanas. En lugar de ello, las otras especies también son protagonistas y cuentan con capacidad de influir en los mundos de los humanos. Allí es donde resulta fundamental poner en el primer plano de la investigación a las otras especies y captar su capacidad de acción. Sin embargo, ¿para qué sería útil poner en el centro de atención a estas otras especies? ¿Qué es lo que está en juego cuando esto sucede? Y más aún: ¿qué aporte tendría esto para la ecología política latinoamericana?
Durante mucho tiempo hemos considerado a los humanos como portadores de capacidades y habilidades excepcionales, mientras la «naturaleza» constituiría tan solo el sustrato de nuestras acciones o los recursos que las mantienen (Haraway, 2016; Tsing, 2015). Contrario a ello, señalo que constantemente nos encontramos y mezclamos con innumerables microorganismos, animales, plantas y otros seres que nos hacen ser quienes somos.[2] Por esa razón, si queremos superar el antropocentrismo que está presente en buena parte de los estudios críticos, es necesario narrar las maneras en que construimos el mundo en colaboración con otros, comprender el modo en que los seres vivos se originan y viven en comunidades multiespecies, y las razones por las cuáles ningún organismo puede vivir o reproducirse de forma aislada (Durand, 2020).
La vida en común y las redes multiespecies en constante interdependencia
Uno de los aspectos más importantes para pensar una ecología política multiespecies desde América Latina es reconocer las redes de interdependencia que mantienen muchos pueblos del continente con otras especies. América Latina es la región más biodiversa del mundo, y las vinculaciones entre humanos, bosques, animales, hongos y microorganismos se han desarrollado a lo largo de varios milenios, creando relaciones de interdependencia a través de las cuales se mantiene la trama de la vida. Como dicen Navarro y Gutiérrez (2018: 45), la interdependencia es un «conjunto de actividades, trabajos y energías en común para garantizar la reproducción simbólica, afectiva y material de la vida». Dichos trabajos en común no son simples actividades humanas, sino que se dan a través de relaciones de coevolución con otras especies vivas.
Un ejemplo de esto es la relación de interdependencia entre los peces, los movimientos por la defensa del territorio y las poblaciones ribereñas del río Samaná Norte, en Colombia. Pero también podríamos poner como ejemplo el vínculo entre abejas y agricultores familiares que permite mantener la reproducción de la vida, tal como se muestra en el trabajo de la investigadora Marcela Cely-Santos (2020). E incluso la relación de interdependencia entre bosques, pájaros y vacas, junto con campesinos y biólogos de la conservación en Chile (Fonck y Jacob, 2019). Este tipo de estudios, que proliferan cada vez más en el continente, muestran la compleja red de trabajos y energías que se han establecido entre las sociedades humanas de América Latina y el resto de los seres vivos del planeta.
Referencias
Alimonda, H., 2011. «La colonialidad de la naturaleza. Una aproximación a la ecología política latinoamericana». En: H. Alimonda, La naturaleza colonizada. Ecología política y minería en América Latina. Buenos Aires, Clacso, pp. 21-60.
Angarita, H., A. Santos-Fleischmann, C. Rogéliz et al., 2020. «Modificación del hábitat para los peces de la cuenca del río Magdalena, Colombia». En: L. Jiménez-Segura y C. Lasso, Peces de la cuenca del río Magdalena, Colombia: diversidad, conservación y uso sostenible. Bogotá, Recursos Hidrobiológicos y Pesqueros Continentales de Colombia, pp. 265-292.
Berdugo, G., y J. Narváez, 2014. «Genetic Diversity and Population Structure of Bocachico Prochilodus Magdalenae (Pisces, Prochilodontidae) in the Magdalena River Basin and Its Tributaries, Colombia». Genetics and Molecular Biology, 37 (1), pp. 37-45.
Cely-Santos, M., 2020. «La diversidad biológica y cultural como bien común: una mirada desde las abejas». En: D. Roca-Servat y J. Perdomo-Sánchez, La lucha por los comunes y las alternativas al desarrollo frente al extractivismo: miradas desde las ecología(s) política(s) latinoamericanas. Buenos Aires, Clacso, pp. 85-106.
Durand, L., 2020. «Covid-19 y el retorno de los animales. Apuntes desde la etnografía multiespecie». Notas de Coyuntura del CRIM, 19, pp. 1-5.
Fonck, M., y D. Jacob, 2019. «Escuchando el llamado del bosque: explorando las dimensiones afectivas de la conservación ambiental desde la etnografía multiespecies. Santuario El Cañi, Chile». Revista Austral de Ciencias Sociales, 35, pp. 221-238.
Haraway, D., 2016. Staying with the Trouble: Making Kin in the Chuthulucene. Durhman, Duke University Press.
Las Mesas, 2019. Acción de tutela para la declaración del río Samaná Norte como sujeto de derechos. Medellín, Mesas por la Defensa del Agua, la Vida y el Territorio.
Machado, H., 2017. «“América Latina” y la ecología política del Sur. Luchas de re-existencia, revolución epistémica y migración civilizatoria». En: H. Alimonda, Ecología Política Latinoamericana, vol. II. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Clacso, Universidad Autónoma Metropolitana, pp. 193-224.
Navarro, M., y R. Gutiérrez, 2018. «Claves para pensar la interdependencia desde la ecología y los feminismos». Bajo el Volcán, año 18, 28, pp. 45-57.
Tsing, A., 2015. The Mushroom at the End of the World. On the Possibility of Life in the Capitalist Ruins. Nueva Jersey, Princeton University Press.
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* Universidad Pontificia Bolivariana, Medellín, Colombia. E-mail: juandavidariashenao@gmail.com
[1] Las centrales hidroeléctricas modifican la regulación del caudal y la temperatura del agua de los ríos, afectando la capacidad de los peces para percibir señales que les permiten migrar y reproducirse en los períodos de verano o invierno. Además, se constituyen en una barrera física para el desplazamiento de los peces migratorios (Angarita et al., 2020). Alteran también el transporte de alimentos para los peces y modifican la concentración de oxígeno que es vital para muchas especies (las Mesas, 2019).
[2] Llegar a ser algo o alguien solo es posible estableciendo relaciones con otros y otras (no solo humanos). Es lo que Donna Haraway llama «devenir-con»: nada existe previamente ni por fuera de las relaciones que lo constituyen. «Naturalezas, culturas, sujetos y objetos no preexisten a sus configuraciones entrelazadas del mundo» (Haraway, 2016: 36).
Foto: Juan Camilo Trujillo
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