Débora Assumpção e Lima, Paloma Guitarrara y Vicente Eudes Lemos Alves *
Palabras clave: capital chino, Brasil, conflictos territoriales, soja
Resumen: El crecimiento de la económica china en las últimas décadas generó una gran demanda de productos primarios, tanto para la industria como para la alimentación de la población. A partir de 2004 se firmaron acuerdos chinobrasileños que convirtieron la región económica Matopiba en una de las principales zonas de abastecimiento chino de productos agrícolas, principalmente soja. Más allá de la adquisición de los granos, China también se ha involucrado en otras etapas de la cadena productiva con el objetivo de aumentar su control sobre ella y también sus ganancias. Para ello, ha invertido capitales en áreas estratégicas como la logística, la infraestructura y la adquisición de tierras. Asociada al capital brasileño, la territorialización del capital chino acompaña los movimientos de expropiación de las comunidades campesinas tradicionales y los impactos ambientales para garantizar los procesos de acumulación, lo que crea desigualdades cada vez más arraigadas en el territorio.
Keywords: Chinese capital, Brazil, territorial conflicts, soy
Abstract: The growth of the Chinese economy in the last decades generated a great demand of primary products, both for the industry and for feeding the population. This was a constant concern of the government. Since 2004 Chinese-Brazilian agreements have been signed, where the Matopiba economic region has become one of the main areas for Chinese agricultural commodities, mainly soy. Beyond the acquisition of this grain, China has also involved in other stages of the production chain with the aim of increasing profits and having greater control of the soy supply chain, investing capital in strategic areas such as logistics, infrastructure and land acquisition. Associated with Brazilian capital, Chinese capital accompanies movements of expropriation of traditional peasant communities, and causes environmental impacts to ensure the processes of accumulation, creating inequalities that are increasingly rooted in the territory.
Introducción
Desde la segunda mitad del siglo xx China ha pasado por un intenso proceso de industrialización que ha tenido como consecuencia su reestructuración territorial. Esa nueva estructura económica ha posibilitado cambios en la dieta de la población china, actualmente compuesta por una gran diversidad de frutas, granos y principalmente proteínas. Así, China experimenta un aumento de la demanda de granos que supera su capacidad productiva, lo que impulsa la búsqueda de nuevos mercados para su abastecimiento. Con la gradual apertura y liberalización del mercado chino, esta nación se ha reposicionado en el panorama económico global, y Brasil ha sido uno de sus principales colaboradores comerciales. A partir de 2004 se han firmado acuerdos chino-brasileños que han convertido los estados de Maranhão, Tocantins, Piauí, Bahía (región económica denominada Matopiba) y Mato Grosso en una de las principales zonas de abastecimiento chino de productos agrícolas, sobre todo soja (Imagen 1). Más allá de la adquisición de la soja, China también se ha involucrado en otras etapas de la cadena productiva (circulación y maquinaria, por ejemplo) con el objetivo de garantizar su ganancia y aumentar su control del abastecimiento para su mercado interno, el mayor consumidor de este grano en el mundo. Con este fin, ha invertido capitales en áreas estratégicas, como la logística, la infraestructura (especialmente la energía) y la adquisición de tierras.
Imagen 1. Expansión de la producción de soja en el bioma del Cerrado, en el centro-norte de Brasil. Fuente: Instituto Brasileño de Geografía y Estadística. Elaboración propia.
Las reformas implantadas en la década de 1970 señalan una revalorización del sector agrícola en el marco de la recuperación económica china. La actividad agrícola se mantuvo vinculada a las cadenas productivas industriales. Así se repetían patrones de las décadas anteriores y se contribuía a la perpetuación de un modelo que colocaba en segundo plano el abastecimiento de la población. Las inversiones gubernamentales en el sector aumentaron sensiblemente hasta principios de la década de 1980, pero fueron contrarrestadas por la escasez de tierras chinas disponibles para el cultivo y por la consecuente sobrecarga y saturación estructural y química de las que estaban en uso (Hoering y Sausmikat, 2011).
Con respecto al uso del suelo, se redujo el área sembrada a partir de 1978, cuando las principales reformas económicas en China condujeron a una relativa liberalización y a su mayor inserción en los circuitos económicos globales. Mientras los espacios destinados a la producción se encogían, la productividad absoluta crecía: China produjo 304, 765 millones de toneladas de granos en 1978, de los cuales 7,565 millones correspondían a la soja (USDA, 2016). Estas cifras subieron a 394,081 millones de toneladas en 1988 y 512,295 millones de toneladas en 1998, con una producción de soja de 11, 645. y 15, 15 millones de toneladas en los respectivos periodos. En los últimos dos años, la producción de soja ha llegado a 12,9 millones de toneladas en 2017 y 14,2 millones de toneladas en 2018 (Bernardes, 2018). Sin embargo, el área plantada de granos se redujo en un 8,67 % entre 1978 y 1988, periodo de implantación de las primeras medidas responsables de la mayor apertura económica del país (Hoering y Sausmikat, 2011). Si se toma como referencia solo la soja, el crecimiento relativo fue del 13 % en ese mismo intervalo de tiempo (USDA, 2016). Pero, aunque la producción crece a pasos acelerados, resulta insuficiente para cubrir la demanda interna, que también tiende al aumento exponencial. La principal alteración en los hábitos alimentarios (Brown, 1995) es el crecimiento del consumo de proteínas animales, y, por consiguiente, el consumo indirecto de granos destinados al mantenimiento del stock vivo.
Empresas chinas en Brasil
La solución a la demanda china de alimentos se encontró en el mercado externo. En un momento en que la política macroeconómica china se volvía hacia la atracción de empresas extranjeras a su territorio y la formación de alianzas en otras partes del globo, se reanudaron las relaciones diplomáticas entre Brasil y China, interrumpidas durante la dictadura militar brasileña. Para Biato (2010), la década de 1990 representó la consolidación de esta asociación estratégica, sobre todo por la diversificación de las áreas de cooperación, entre las que destacaron la tecnología y la agricultura. Esta década estuvo marcada por un cambio en las exportaciones brasileñas hacia China: el intenso proceso de industrialización que tuvo lugar en el país asiático redujo su necesidad de importar productos manufacturados y semimanufacturados de Brasil, y aumentó considerablemente la adquisición de productos primarios, como la soja en grano y el mineral de hierro (Biato, 2010).
La inserción del capital chino en la agricultura brasileña, más específicamente en Matopiba, no se llevó a cabo solo a través de la comercialización directa de los productos primarios no procesados. Interesadas en ampliar la producción y la productividad de la agropecuaria brasileña con la finalidad de suplir su propia demanda interna, China pasó a participar en distintas etapas de la cadena productiva. Así, a partir de 2003 empezó a adquirir tierras para la producción (Oliveira, 2015). Sin embargo, el análisis de las inversiones realizadas por el Consejo Empresarial Brasil-China revela que la actuación de las empresas chinas en la región nordeste de Brasil es más reciente (Soares y Cariello, 2014). Entre los proyectos de adquisición de tierras en el centro-norte del país, Oliveira (2015) destaca el caso de la Zhejiang Fudi Agriculture Company y la Heilongjiang State Farm Company, que, en sociedad con capital brasileño, adquirieron dos haciendas en el estado de Tocantins, una de 16.000 hectáreas y otra más pequeña al sur. Pero las expectativas de las empresas no se cumplieron y Fudi revendió su participación en el emprendimiento al Chongqing Grain Group en 2011. En el estado de Mato Grosso, la empresa estatal china Cofco International invirtió en la producción de soja, estableció alianzas económicas con empresas brasileñas para la producción y el procesamiento de granos y también financió estructuras logísticas en el puerto de Barcarena (estado de Pará). Además, esta empresa adquirió el 51 % de las acciones de Nidera, el mayor operador del sector alimentario de Holanda, y 51 % de la asiática Noble Agri; así formó una asociación empresarial y pasó a controlar dos grandes empresas cerealistas a nivel mundial (Bernardes, 2018).
Imagen 2. Estructuras de almacenamiento de granos de la empresa Cofco en el municipio de Santa Rosa, Tocantins. Autora: Débora Assumpção e Lima (febrero de 2018).
Impactos de las empresas chinas en las comunidades tradicionales de la frontera agrícola
Los dos últimos informes de la red Dataluta (2016 y 2017) apuntan inversiones en tierras en el estado de Bahía, donde tres empresas chinas adquirieron propiedades entre 2013 y 2017: Bahia Speciality Cellulose, Chongqing Grain Group y Cofco Agri. La última es la más presente en el territorio brasileño, con un total de treinta propiedades en otros siete estados. (https://www.sliderrevolution.com) Entre las empresas internacionales involucradas en el agronegocio brasileño, destacan cinco chinas: además de las tres mencionadas, Chinatex Grãos e Óleos Imp. & Exp. y Sanhe Hopefull. Pero, como ya se ha mencionado, los financiadores chinos también intervienen en otras ramas de las cadenas productivas en el territorio brasileño, especialmente en la soja. Uno de los principales sectores de creciente interés de las compañías chinas es el logístico, sobre todo la instalación de terminales portuarias y la construcción o ampliación de líneas férreas. Dos proyectos con participación directa del capital chino tienen grandes impactos en el ordenamiento espacial de Matopiba: la Ferrovía de Integración Oeste-Leste (FIOL) y un terminal portuario en el litoral de Maranhão. El primero ha causado la expulsión de la población local, así como daños permanentes en la fauna y la flora locales. En cuanto al puerto en Maranhão, se proyectó su construcción en Cajueiro.
En el territorio de Cajueiro viven cerca de quinientas familias en cuatro comunidades de pueblos tradicionales, Parnuaçu, Andirobal, Guarimanduba y Morro do Egito, las cuales obtienen su sustento de la pesca artesanal y la agricultura (Duran, 2017).
Estas comunidades han desarrollado una lucha constante contra el avance del capital internacional y los procesos de acaparamiento de tierras. En Cajueiro también sufren los impactos de las usinas y las refinerías de la empresa de capital mixto Vale S.A., así como de otros emprendimientos de generación de energía y construcción civil (Nogueira, 2018). Además, la ruta de salida de las mercancías destinadas a la exportación pasa cerca de las tierras de las comunidades (Duran, 2017).
Como medida de defensa de su territorio, desde 2003 las comunidades intentan que el Estado reconozca que el suyo es un territorio de pueblos y comunidades tradicionales y plantean la creación de la unidad de conservación Reserva Extractivista de Tauá-Mirim.
Las amenazas de expulsión están directa e indirectamente vinculadas al capital chino, ya que China Communications Construction Company (CCCC), la mayor compañía china del sector de infraestructura, es la empresa que firmó un acuerdo con la nacional WTorre para construir la terminal portuaria. La WPR São Luís Gestión de Portos y Terminales, subsidiaria de WTorre, es la responsable de las ofensivas directas contra la población de Cajueiro, que ha sufrido frecuentes amenazas y otras formas de violencia. La compañía afirma tener los documentos que garantizan su derecho de propiedad sobre la tierra. Sin embargo, la comunidad está registrada en el Instituto de Colonización y Tierras de Maranhão (ITERMA), lo que significa que ya se la ha reconocido como una comunidad de campesinos poseedores de esas tierras (Nogueira, 2018). Entretanto, el interés de mantener los procesos de acumulación capitalista hace que el Estado cambie políticas y acciones y rechace los derechos constitucionales, pues procede a expropiar las tierras de las comunidades indígenas y campesinas y permite cambios ambientales irreversibles en el paisaje.
Conclusiones
La presencia del capital chino en los sectores industriales, agrícolas, de infraestructuras y financieros en Brasil inaugura una nueva etapa de extranjerización de capital en el territorio brasileño, caracterizada por el gran volumen de inversión en la adquisición de empresas nacionales de diversos sectores económicos y de productos primarios (enviados a China como materia prima o semiprocesada, especialmente el mineral de hierro, la soja, el algodón y la madera). También se desarrollan nuevas estrategias capitalistas para garantizar mayores entradas de capitales financieros al país. Es decir, el aporte de inversiones para adquirir tierras, explotar recursos naturales (minerales y agroforestales) y emprender grandes obras de construcción de infraestructura suele suponer alianzas o fusiones económicas entre el capital nacional brasileño y el de otros países, en este caso chino. Esto hace difícil dimensionar la real participación del capital chino en Brasil, en la medida en que ese capital se mezcla en nuevas modalidades globales de composición económica, como ocurre con los fondos del mercado financiero.
Sin embargo, en los últimos diez años el capital chino ha aumentado considerablemente en el territorio brasileño, sobre todo en las regiones de frontera agromineral, donde el acceso a los recursos naturales es más abundante, y en los lugares que promueven el flujo de la producción, como las carreteras, las ferrovías y las áreas portuarias. Estas nuevas inversiones tienen diversos tipos de impactos socioambientales, y las comunidades campesinas e indígenas son las más perjudicadas.
Bibliografía
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* Departamento de Geografía. Universidad Estatal de Campinas (UNICAMP), Brasil. E-mail: deborassumpcaolima@gmail.com.
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