Diana Vela Almeida*

 

Resumen: Este artículo expone el vínculo entre la industria extractiva y la extrema derecha dentro del debate ambiental global. En particular, se enfoca en las narrativas y prácticas de las corporaciones multinacionales para cooptar propuestas ambientales como la sostenibilidad y, más recientemente, la transición energética. Estas narrativas y prácticas muestran un arraigado proceso de neoliberalización de la crisis ambiental, así como las conexiones entre el extractivismo, el fascismo, el racismo y la misoginia. Para terminar, se reitera la necesidad de plantear soluciones a la crisis ambiental sin recurrir a mecanismos corporativos que atenten contra la vida humana y no humana.

Palabras clave: extractivismo corporativo, extrema derecha, sostenibilidad, transición energética, crisis ambiental

 

Abstract: This article exposes the link between the extractive industry and the far-right within the global environmental debate. In particular, it focuses on the narratives and practices of multinational corporations to co-opt environmental proposals such as sustainability and, more recently, the energy transition. These narratives and practices illustrate a deep-rooted process of neoliberalization of the environmental crisis, as well as the connections between extractivism, fascism, racism and misogyny. Finally, the article restates the need to propose solutions to the environmental crisis without resorting to corporate mechanisms that serve against human and non-human life.

Keywords: corporate extractivism, far-right, sustainability, energy transition, environmental crisis

 

 

 

Introducción

La relación entre la extrema derecha y el (anti)ambientalismo es un campo de reciente exploración en la ecología política (Forchtner, 2019). Una de las asociaciones más explícitas es la evidencia de que los principales negacionistas del cambio climático son Gobiernos y partidos de la extrema derecha en el mundo (Hultman et al., 2019). Otra es la relación entre grupos de extrema derecha y la industria extractiva. De hecho, el negacionismo siempre fue auspiciado por transnacionales petroleras, a pesar de que desde 1960 estas empresas conocían el impacto de las emisiones de carbono sobre el planeta. Sin embargo, grupos de poder bloquearon por más de cincuenta años cualquier esfuerzo para combatir el cambio climático (Goldenberg, 2016). Así, grandes corporaciones multinacionales como Chevron, Shell, BP, Exxon Mobil, BHP Billiton, Rio Tinto, entre otras, siguen amasando incalculables sumas de dinero, a pesar de la creciente crisis ambiental.

Aunque parezca contradictorio, un vínculo igual de oscuro se detecta en el creciente interés de incluir el tema ambiental en las narrativas y prácticas extractivas. Sin duda, las corporaciones multinacionales son pioneras en proponer respuestas rápidas a los problemas sociales y ambientales; y la crisis ambiental actual representa un nuevo escenario de oportunidades para los mismos grupos que se han beneficiado históricamente de la destrucción ambiental. La capacidad de engranaje político de las corporaciones se extiende globalmente y se entrelaza con múltiples sectores del poder político, lo cual hace posible que las iniciativas corporativas no solo controlen la agenda global ambiental, sino que definan los términos y formas de proceder multilateral. Más aún, debido a que en pleno siglo xxi la preocupación ambiental pesa de manera definitiva en la conciencia social, la estrategia corporativa ya no es la negación, sino la cooptación. (www.almostthererescue.org)

 

De la negación a la cooptación

Uno de los principales logros del extractivismo corporativo en los últimos treinta años ha sido penetrar las narrativas culturales de la sociedad y construir nuevas subjetividades de responsabilidad social y ambiental con el fin de blanquear sus acciones destructivas. Estas corporaciones han logrado convertir propuestas inicialmente transformadoras, como la sostenibilidad, en significantes vacíos, al despojarlas de todo contenido de justicia social y ambiental. La propuesta de sostenibilidad planteada a finales de los años ochenta se extendió tanto globalmente que pronto las multinacionales extractivas se vieron forzadas a considerar las dimensiones sociales y ambientales de sus operaciones, sin por ello articular una crítica radical a su crecimiento económico (Worrall et al., 2009). Al ser tan rentables los proyectos extractivos, no podían paralizarse antes de que el costo reputacional de las compañías fuera más alto que sus ingresos. La sostenibilidad fue cooptada dentro de las prácticas corporativas con la propuesta de que cualquier proyecto extractivo podría volverse sostenible a través de mecanismos de mercado que internalizaran las externalidades cometidas, generaran mecanismos de compensación monetaria, plantearan desarrollos tecnológicos más eficientes y limpios y se autorregularan con estándares ambientales y sociales propios.

Este tipo de compromiso ambiental invisibilizó las interdependencias entre el crecimiento económico y la creciente degradación ambiental, y contribuyó a reducir la praxis ambiental a una idea mercantilizada del cuidado de la naturaleza. Las soluciones de mercado se construyeron con un planteamiento perverso, funcional para la acumulación de capital y la reproducción de injusticias entre los grupos más vulnerables. En nombre de la sostenibilidad, se han impulsado desarrollos tecnológicos más eficientes y se ha logrado que la innovación tecnológica conquiste nuevas fronteras extractivas en lugares antes inaccesibles (Cleveland y Ruth, 1998).

Esta presunción de sostenibilidad también se asumió a través de mecanismos de responsabilidad social corporativa y de prácticas de autorregulación. Es decir, sin comprometer sus rendimientos financieros, las corporaciones definen sus propios parámetros de sostenibilidad y no están sujetas a regulaciones legales ni rendiciones de cuentas estatales que garanticen la protección de los derechos humanos o el cumplimiento de las normas ambientales (Hilson y Murck, 2000). La autorregulación de supuestas prácticas sostenibles en realidad es parte de un proceso de neoliberalización ambiental que ha legitimado el funcionamiento corporativo en varios sectores, a la vez que ha limitado el rol del Estado en el control y la regulación de las prácticas extractivas (Gifford et al., 2010). Por ejemplo, mientras Chevron informa públicamente su compromiso social de «colocar las personas al centro de todo lo que realizan» (Chevron, s. f.), sigue evadiendo responsabilidades legales sobre una de las peores catástrofes ambientales de contaminación petrolera en el mundo sucedida en la Amazonía ecuatoriana (Serrano, 2014); evasión de responsabilidades facilitada por un sistema político de disciplinamiento aliado a los intereses de la empresa petrolera.

Imagen 1. Una plataforma petrolera offshore ilustra la conquista de nuevas fronteras extractivas. Fuente: https://www.flickr.com/photos/

El extractivismo y sus prácticas perversas

El ambientalismo sigue en riesgo de cooptación por los sistemas de dominación más recalcitrantes y perversos, y las narrativas y prácticas ambientales continúan en peligro permanente de ser vaciadas de contendido no solo por un extractivismo corporativo, sino también por sus ramificaciones más fascistas, racistas y misóginas. Las conexiones entre fascismo, racismo y extractivismo se reflejan claramente en el Gobierno de extrema derecha de Jair Bolsonaro, quien, desde su llegada a la presidencia de Brasil en 2018, ha impulsado la expansión petrolera y minera en la Amazonía como parte de la otrora conquista militar de las dictaduras pasadas. Estas acciones han promovido que la industria extractiva se posicione en los territorios indígenas y ha colocado a sus poblaciones en peligro de exterminio, mientras se facilitan mecanismos corporativos de desregulación ambiental (Menton y Milanez, 2018).

Las conexiones entre extractivismo y misoginia se ejemplificaron recientemente en las acciones de la empresa petrolera canadiense X-Site Energy Service, la cual distribuyó pegatinas con el logo de la compañía junto a la espalda desnuda de una niña, de cuyas trenzas tiran dos manos, en una clara demostración de violencia sexual (Grey Ellis, 2020). Junto a esta imagen, aparece el nombre Greta, en alusión a la joven activista Greta Thunberg, quien durante 2019 se convirtió en un referente del activismo mundial contra el cambio climático. Estos son solo dos ejemplos de la calidad moral de las corporaciones extractivas unidas a la extrema derecha y del valor que confieren a la dignidad de la vida de las personas. Más aún, estas acciones ilustran la necesidad de intimidar, dominar o incluso destruir a personas o grupos que incomoden su ambición económica.

 

La transición corporativa

La cooptación de la propuesta ambiental no es una discusión nueva. Aun así, las multinacionales extractivas siguen penetrando nuevas reivindicaciones sociales. Debido a la constante presión para generar acciones contundentes frente a la crisis climática y las crecientes propuestas para una transición energética, las corporaciones apuntan hacia ese horizonte para manipular la conciencia ambiental, y el propio concepto de transición corre el riesgo de convertirse en un nuevo significante vacío. En este ejercicio de poder, la industria extractiva no se encuentra desvinculada de los grupos de derecha. El reciente documental de Michael Moore, Planet of the Humans, evidencia la participación de los hermanos Koch, multimillonarios estadounidenses asociados a grupos de derecha conservadora, en nuevos proyectos de transición energética.

En un escalofriante relato sobre su participación en un taller organizado por el think tank interno de Shell en octubre del 2019, Malcolm Harris (2020) señala que la compañía planifica activamente la integración de las demandas ambientales actuales a su perfil corporativo. Harris apunta que las actividades extractivas siguen siendo altamente rentables. Sin embargo, la coyuntura es distinta:

No es necesariamente un mal momento para ser una compañía de petróleo y gas […], pero es un mal momento para parecerlo. Estas compañías no planean un futuro sin petróleo y gas […], pero desean que el público las considere parte de la solución climática.

Entre los escenarios a futuro, Shell plantea la necesidad de persuadir y cooptar el movimiento ambiental mediante la construcción de un mensaje esperanzador de cambio.

Estas empresas utilizan de manera deliberada la propuesta de transición hacia energías limpias en sus perfiles corporativos y vuelcan grandes sumas de dinero en publicidad verde (Holden, 2020). British Petroleum fue rebautizada debido al catastrófico derrame en el golfo de México en 2010 y ahora se presenta como BP (Beyond Petroleum), una compañía de energía solar, aunque mantiene su producción petrolera y de gas. Otras como Exxon Mobil invierten en combustión con algas y Shell está involucrada en energía eólica. Sus proyectos buscan crear un nuevo nicho de mercado mientras controlan las políticas energéticas a nivel mundial. Estas corporaciones aspiran a convencer a los consumidores de su conciencia ambiental y alientan a los Gobiernos aliados para generar inversión pública en estos proyectos energéticos (Harris, 2020). Su propuesta neoliberal busca construir una narrativa de reivindicación según la cual las multinacionales ayudarán a superar el cambio climático, al tiempo que se financian con fondos públicos.

 

Conclusión

La lucha ambiental actual representa un imperativo dentro de la constante pugna política, económica y cultural a nivel mundial. Hay demasiado en juego como para permitir los estragos de una derecha o extrema derecha en el poder, cuyas acciones protegen a las corporaciones extractivas, mientras estas cooptan las narrativas ambientales. Una transición justa nunca va a encontrar respuesta en el mercado ya que el modelo extractivo continuará bajo el mismo paradigma de acumulación y destrucción. Un extractivismo corporativo pintado de verde no podrá convertirse en solución a la crisis porque seguirá transformando la naturaleza en mercancía y usurpando la posibilidad de una vida digna para las personas.

La crisis ambiental se presenta cada vez más y con más fuerza en la cotidianidad de la vida de millones de personas a nivel mundial; personas afectadas por la contaminación, las sequías, los incendios, la deforestación, la reducción de la biodiversidad, el aumento del nivel de los océanos, las olas de calor, los huracanes y ahora las pandemias. Escribo este texto en medio de la emergencia sanitaria de la COVID-19, emergencia que nos ha enseñado que una catástrofe mundial no es una abstracción lejana, sino que se registra, de forma desigual, en la materialidad de nuestra vida diaria. Por la fuerza o voluntariamente, la COVID-19 nos ha hecho modificar nuestros patrones de comportamiento social y replantear las políticas globales necesarias para enfrentar una situación crítica.

Así es precisamente como se ve la crisis ambiental, el momento en que el planeta entero se enfrenta a las contradicciones entre proteger la vida o la acumulación del capital. En esta crisis, el mercado y la propiedad privada son incapaces de solucionar el problema. Esta es quizás una oportunidad gigantesca de evaluar prioridades y exigir políticas globales que comiencen y terminen en lo público y lo colectivo. La COVID-19 marca un precedente histórico porque hemos llegado al punto de la supervivencia donde toda decisión política marcará una diferencia entre la dignidad de la vida humana y no humana o la muerte.

 

Bibliografía

Chevron, sin fecha. «Sustainability Enabling Human Progress». Disponible en: https://www.chevron.com/sustainability, consultado el 25 de marzo de 2020.

Cleveland, C. J., y M. Ruth, 1998. «Indicators of Dematerialization and the Materials Intensity of Use». Journal of Industrial Ecology, 2 (3), pp. 15-50.

Forchtner, B. (ed.), 2019. The Far Right and the Environment: Politics, Discourse and Communication. Londres, Routledge.

Gifford, B., A. Kestler y S. Anand, 2010. «Building Local Legitimacy into Corporate Social Responsibility: Gold Mining Firms in Developing Nations». Journal of World Business, 45 (3), pp. 304-311.

Goldenberg, S., 2016. «Oil Company Records from 1960s Reveal Patents to Reduce CO2 Emissions in Cars». The Guardian (20 de mayo). Disponible en: https://www.theguardian.com/business/2016/may/20/oil-company-records-exxon-co2-emission-reduction-patents, consultado el 26 de marzo de 2020.

Grey Ellis, E., 2020. «Greta Thunberg’s Attackers Reveal a Grim Pattern». Canada’s National Observer (8 de marzo). Disponible en: https://www.nationalobserver.com/2020/03/08/news/greta-thunbergs-attackers-reveal-grim-pattern, consultado el 10 de marzo de 2020.

Harris, M., 2020. «Shell Is Looking Forward. The Fossil-Fuel Companies Expect to Profit from Climate Change. I Went to a Private Planning Meeting and Took Notes». Intelligencer (3 de marzo). Disponible en: https://nymag.com/intelligencer/2020/03/shell-climate-change.html, consultado el 10 de marzo de 2020.

Hilson, G., y B. Murck, 2000. «Sustainable Development in the Mining Industry: Clarifying the Corporate Perspective». Resources Policy, 26 (4), pp. 227-238.

Holden, E., 2020. «How the Oil Industry Has Spent Billions to Control the Climate Change Conversation». The Guardian (8 de enero). Disponible en: https://www.theguardian.com/business/2020/jan/08/oil-companies-climate-crisis-pr-spending, consultado el 23 de marzo de 2020.

Hultman, M., A. Björk y T. Viinikka, 2019. «The Far Right and Climate Change Denial: Denouncing Environmental Challenges Via Anti-establishment Rhetoric, Marketing of Doubts, Industrial/Breadwinner Masculinities Enactments and Ethno-nationalism». En: B. Forchtner (ed.), The Far Right and the Environment: Politics, Discourse and Communication. Londres, Routledge, pp. 121-135.

Menton, M., y F. Milanez, 2018. «Now the Real Fight Begins: Brazil’s Next President Threatens the People and Forests of the Amazon». New Scientist (7 de noviembre). Disponible en: https://www.newscientist.com/article/mg24032034-500-brazils-next-president-threatens-the-people-and-forests-of-the-amazon/, consultado el 23 de marzo de 2020.

Serrano, H., 2014. «Caso Chevron-Texaco. Cuando los pueblos toman la palabra». Revista del Servicio Exterior Ecuatoriano AFESE, 60, pp. 195-199.

Worrall, R., et al., 2009. «Towards a Sustainability Criteria and Indicators Framework for Legacy Mine Land». Journal of Cleaner Production, 17 (16), pp. 1426-1434.

* Departamento de Geografía, Norwegian University of Science and Technology. Colectivo de Geografía Crítica del Ecuador. E-mail: diana.velaalmeida@ntnu.no.

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