Emiliano Zolla Márquez*
DOI: doi.org/10.53368/EP60MACred03
Resumen: Este artículo explora la manera en que el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, una organización campesina de la zona metropolitana del valle de México, logró construir un espacio de oposición a la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM). Se muestra cómo un movimiento campesino tradicional consiguió renovar su lucha política al incorporar un discurso socioambiental basado en la defensa del agua, la oposición al cambio climático y la preservación de un sistema de humedales fundamentales para la vida de todos los habitantes de la cuenca de México.
Palabras clave: megaproyectos, aeropuerto, lago de Texcoco, cambio climático, campesinos
Abstract: This article explores how the Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra, a peasant organization from the metropolitan area of the Valley of Mexico, created a political space to protest against the construction of Mexico City’s New International Airport (NAIM). It describes how a traditional peasant movement managed to renew its political struggle by incorporating a socio-environmental discourse, based on the protection of water sources, the fight against climate change and the conservation of a system of wetlands that sustain the life of all the inhabitants of Mexico’s Central Basin.
Keywords: mega-projects, airport, Lake Texcoco, climate change, peasants
Introducción
En la actualidad, el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (en adelante, FPDT), un movimiento campesino de la periferia oriental de la Ciudad de México, puede presumir de haber tenido que luchar dos veces contra la construcción de un megaaeropuerto encima de sus tierras, y dos veces logró que el proyecto aeroportuario se cancelara (Alfaro Izarraraz, et al; 2011).
La historia política de los campesinos rebeldes de esta zona semi-rrural de la Zona Metropolitana del Valle de México (ZMVM) es rica y compleja, y ha dado lugar a una extensa literatura académica. Durante los últimos veinte años, los investigadores de los movimientos sociales han escrito sobre «la gente de Atenco» o «los macheteros de Atenco» (como suelen preferir sus adversarios), llamados así por asistir a manifestaciones y actos políticos con sus machetes, instrumentos de labranza que, particularmente en México, están cargados de una formidable simbología política (Camacho, 2008; Kuri, 2008; Zamora, 2010; Ramonetti, 2016).
Esos campesinos, identificados a partir del nombre de un solo pueblo, San Salvador Atenco, provienen de numerosas comunidades de la orilla noreste de lo que históricamente se conoce con el nombre de «lago de Texcoco». Se trata de habitantes de las poblaciones de Nexquipayac, Santa Isabel Ixtapan, San Miguel Chiconcuac, San Andrés Chiautla, Papalotla, La Magdalena Panoaya, San Andrés Riva Palacio, San Miguel Tocuila, Tulatongo, La Resurrección, San Simón, San Luis Huexotla y Tezoyuca, todas ellas comunidades semirrurales sometidas a fuertes presiones urbanísticas y cuya vida económica combina los trabajos rural y migrante en la ZMVM.
Desde la perspectiva de los habitantes de la Ciudad de México, del Estado mexicano y de los grandes capitales mexicanos y trasnacionales, el «lago de Texcoco» hace referencia a una entidad cuasi mítica, una suerte de ruina o algo de plano inexistente.
Para los habitantes urbanos del valle de México, el lago de Texcoco es un referente prehispánico de un sistema de lagos en un área equivalente a la que hoy ocupa la Ciudad de México y una porción al oriente del área metropolitana. En la imaginación colectiva urbana, este lago fue un gran cuerpo de agua en el que se asentó la antigua Tenochtitlan y que, tras la conquista española, fue secado por la acción humana hasta prácticamente desaparecer y quedar reducido a pequeñas masas acuosas diseminadas por la vasta geografía del valle de México.
Visto desde la Ciudad de México, el lago de Texcoco es un objeto arqueológico que, desde el aire, aparece como una suerte de polígono vacío, rodeado por los superpoblados y muy urbanizados municipios de Nezahualcóyotl, Ecatepec y Chimalhuacán.
Para una gran mayoría de los mexicanos, ese polígono es solo un lecho seco y salino; un lugar infértil, muerto, albergue de una periferia semirrural que no atrae ni al turismo (como sí lo hacen los canales de Xochimilco, considerados un remanente de ese gran lago que cobijó a la ciudad). Por el contrario, suele ser considerada una zona pobre, degradada y atrasada.
Esa concepción, compartida y alentada por el Estado mexicano y por el gran empresariado nacional, ha implicado que, desde el año 2001, se aliente la idea de que en la superficie de ese lago extinto se puede llevar a cabo la construcción de un gigantesco aeropuerto, capaz de atraer al capital trasnacional hacia México y, al mismo tiempo, de insertar a los grandes capitales mexicanos en el mercado global.
Imagen 1: Machete enterrado en los terrenos del NAIM. Autora: Ariadna Ramonetti Liceaga.
La perspectiva campesina del lago de Texcoco
Sin embargo, el lago de Texcoco, al que generalmente el Estado y el capital se refieren con expresiones como «exlago de Texcoco», «exvaso de Texcoco», «lago seco», «desierto salino», «zona degradada» o «espacio vacío», es, desde la perspectiva campesina, un lugar vivo que abriga tierras de labor y pastoreo y un conjunto de cuerpos de agua estacionales que, además de una barrera para la urbanización, son el refugio de una antigua cultura lacustre y el asiento de ecosistemas fundamentales para la existencia de un modo de vida campesino, así como para la supervivencia ambiental de la Ciudad de México y su área metropolitana .
Los saberes ambientales sobre la región y el papel de los humedales del lecho de Texcoco forman parte de un conocimiento local que los poderes hegemónicos siempre han negado o minimizado, incluso con el recurso a la violencia (Boyer, 1978; González Jácome, 1995; Candiani, 2014; Mundy, 2018).
No obstante, entre los años 2016 y 2018, esos campesinos (que marchaban a contracorriente de un proceso en apariencia inevitable) lograron forjar una serie de alianzas con ambientalistas de muy distinto cuño y origen, con científicos críticos del modelo de desarrollo y con un sector de la sociedad civil de la Ciudad de México, preocupada por la viabilidad ambiental de la urbe.
A finales del 2016, el FPDT llegó a la conclusión de que, para formar una oposición fuerte, capaz de volver a detener el aeropuerto (que ahora llevaba el nombre de Nuevo Aeropuerto Internacional de México) era necesario dar un giro a sus discursos basados en el agrarismo clásico mexicano, y hacer visible que aquello que llamamos «lago» es, en realidad, un sistema de humedales vivos y estacionales, fundamentales para evitar el calentamiento de la ciudad y para la recarga de acuíferos de todo el valle de México, y que preservar esos ecosistemas requiere respetar la forma de vida de los campesinos que los mantienen.
La construcción de una praxis político-ambiental
En poco menos de dos años, el FPDT logró construir un sujeto y un objeto políticos que, al erosionar la distancia entre naturaleza y sociedad, consiguió dar rasgos novedosos a su práctica. La acción del movimiento campesino clásico latinoamericano se potenció al construir un espacio de acción ambientalista caracterizado por su amplitud, horizontalidad y escasa jerarquización, enmarcado en un anticapitalismo pragmático y en demandas socioambientales concretas, más que en un programa político explícito.
Tras años de sostener un discurso centrado sobre todo en la tradición del agrarismo mexicano (que parte de la defensa de la tierra como un derecho colectivo expresado en el ejido), el FPDT logró renovar una forma «clásica» de hacer política al asumirse como sujeto de la lucha contra el cambio climático, la crisis ambiental capitalista y aquello que los campesinos identifican como «proyectos de muerte», sustentados en una economía de mercado basada en el crecimiento infinito que usa la violencia estatal para abrirse paso.
La estrecha interrelación entre la vida campesina y los cuerpos estacionales de agua construyó una nueva legitimidad y renovó los cauces para las reivindicaciones del FPDT, que enriqueció sus demandas territoriales al agregar un inédito componente ambiental a la lucha política. Así, a la «defensa de la tierra» como eje de su práctica, se añadió «la defensa de la vida», entendida en sentido amplio y no antropocéntrico.
El FPDT amplió su espacio de acción y así evitó que su lucha quedara circunscrita al conflicto de clases o a la disputa entre campesinos tradicionales y urbanitas modernos. Al recurrir a las redes y por medio del hashtag #YoPrefieroElLago (una campaña digital que se desarrolló en paralelo a las movilizaciones tradicionales del movimiento), el Frente cerró la brecha entre los intereses opuestos del campo y la ciudad. Presentó a los campesinos como guardianes de un importante ecosistema lacustre, puso en evidencia los altos costos ambientales asociados a la construcción del aeropuerto en una zona de recarga acuífera y demostró a la población urbana su papel como actor necesario para enfrentar la crisis hídrica, que afecta, sobre todo, a las zonas más pobres de las ciudades de la cuenca del valle de México.
El conocimiento ambiental de los pobladores de la región de Texcoco adquirió un nuevo valor cuando, por ejemplo, científicos expertos en modelos digitales de terreno (MDT) llevaron a cabo simulaciones que demostraron que el sitio del aeropuerto continuaría inundándose pese a las obras para drenarlo, tal como estimaba la gente del Frente. De igual forma, expertos en ciencias atmosféricas calcularon que la temperatura en la Ciudad de México podría aumentar hasta cuatro grados centígrados de completarse la desecación de los humedales cercanos a Atenco (Ruiz Angulo y López-Espinoza, 2015). Esta interlocución con las ciencias ambientales transformó al Frente en un sector clave para la opinión pública: ya no eran los enemigos del progreso con sus amenazantes machetes, sino los custodios de un saber y de un espacio necesarios para la viabilidad de toda la ZMVM.
Aunque de manera parcial, el Frente logró revertir la imagen dominante de un movimiento violento y atávico, amenazador de la seguridad y la prosperidad económica de la población urbana. La emergencia de un espacio de lucha ambiental urbano-campesino, sumada a una interesante convergencia con ecólogos, biólogos y otros científicos ambientales, tuvo el enorme mérito de impugnar un proyecto que se asumía como la cúspide de la modernidad. Más aún, la campaña #YoPrefieroElLago consiguió colocar en el espacio público las ideas de que los costos ambientales del NAIM rebasaban los beneficios financieros y de que el modelo económico detrás del aeropuerto era incompatible con un mundo amenazado por la crisis climática. Además, y quizás lo más importante, contribuyó a la organización de una consulta pública de carácter vinculante, que obligaría al nuevo Gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador a decidir si continuar con la construcción del NAIM o cancelarla.
Imagen 2: Vista de la Ciénaga de San Juan, adyacente a los terrenos del NAIM. Autor: Juan Pablo Murillo.
Conclusiones
La elección de López Obrador en el año 2018 significó para el Frente y sus aliados la posibilidad de abrir una discusión pública sobre el destino del aeropuerto. Al nuevo Gobierno le interesaba cancelar la obra, pero más por intereses fiscales y políticos que por una genuina preocupación ambiental. No obstante, es innegable que el espacio abierto por el Frente y el nuevo Gobierno permitió ampliar la base opositora al atraer a comunidades y sectores de la población afectada por la construcción del megaproyecto.
El referente socioambiental construido bajo la consigna #YoPrefieroElLago no solo reforzó a los opositores más cercanos a la obra, sino que atrajo a comunidades más lejanas: pueblos afectados por las minas a cielo abierto utilizadas para extraer material destinado a desecar los humedales; habitantes de zonas expuestas a la contaminación auditiva y ambiental provocada por el dragado de los suelos arcillosos del aeropuerto, poblaciones de la Sierra de Texcoco cuyos manantiales alimentarían al aeropuerto y una ciudadanía preocupada por la especulación inmobiliaria y el suministro de agua.
Esta novedosa práctica política de convergencia rindió frutos cuando se llevó a cabo la consulta, la cual resultó favorable a la cancelación del aeropuerto. El Gobierno recién electo, ante la presión mediática, las amenazas de las calificadoras de deuda y la fuerte oposición empresarial, aceptó el resultado que terminó con el segundo intento de construir el aeropuerto. El FPDT había conseguido así su segunda victoria. Si es definitiva, está aún por verse. Pero lo cierto es que la acción de las comunidades campesinas posibilitó una inusitada toma de conciencia ambiental. (sharonsteelerealestate.com) Para un gran sector de la población del valle de México, el lago de Texcoco ya no sería un lejano objeto arqueológico, sino un espacio vivo que debía ser preservado y restaurado por el bien de todos los habitantes del campo y la ciudad.
Referencias
Alfaro Izarraraz, R., 2011. «El traslado fallido del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México a Texcoco». Argumentos, 65, pp. 295-319.
Boyer, R. E., 1978. La gran inundación. Vida y sociedad en México (1629-1638). México, Secretaría de Educación Pública.
Camacho, D., 2008. Atenco arma su historia. México, Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco (tesis de grado de Maestro en Desarrollo Rural).
Candiani, V., 2014. Dreaming of Dry Land: Environmental Transformation in Colonial Mexico City. Stanford, Stanford University Press.
González Jácome, A., «Población y agricultura en ambientes aluviales: la Cuenca del Alto Lerma». Papeles de población, 6, pp. 42-62.
Kuri, E., 2008. Tierra sí, aviones no. La construcción social del movimiento de Atenco. México, FES-Acatlán (tesis de doctorado en Ciencias Políticas y Sociales).
Mundy, B., 2018. La muerte de Tenochtitlan, la vida de México. México, Grano de Sal.
Ramonetti, A., 2016. «(Re)inventar la tradición: actos políticos de resistencia y significaciones rituales en la región de Atenco, estado de México». Textual, 68 (2), pp. 65-79.
Ruiz Angulo, A., y E. D. López-Espinoza, 2015. «Estimación de la respuesta térmica de la cuenca lacustre del valle de México en el siglo xvi: un experimento numérico». Boletín de la Sociedad Geológica Mexicana, 2 (67), pp. 215-225.
Zamora, C., 2010. Conflicto y violencia entre el Estado y los actores colectivos. Un estudio de caso: el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra en San Salvador Atenco, estado de México, 2001-2009. México, El Colegio de México (tesis de doctorado en Ciencia Social con orientación en Sociología).
—
* Universidad Iberoamericana-Ciudad de México. E-mail: emiliano.zolla@ibero.mx.
—