Lisset Coba*
DOI: doi.org/10.53368/EP61FCep04
Resumen: Durante la pandemia, el desplome de la cascada de San Rafael y el derrame de miles de barriles de crudo han provocado daños en los ecosistemas acuáticos, una cadena de catástrofes que afectan la salud y el bienestar de los pueblos. Las cosmologías amazónicas, que conciben las cascadas como cuerpos magníficos que protegen las vidas que las habitan, observan su muerte, pasmadas. En el paisaje dislocado del Capitaloceno neoliberal, cuya precondición es el encauzamiento de energía vital para el crecimiento del capital, observo cómo el fetichismo descorporalizador de los afectos vuelve cifras financieras el trabajo de reproducción ampliada de la vida. Esta es una lectura ecofeminista de las dislocaciones financiarizadoras y las corporalizaciones rebeldes, insurrecciones que combinan nuevos parentescos entre luchas diversas. El desafío es una mirada ecosistémica que desplace la soberanía del sujeto, una visión chamánica de doble conciencia: materialidad histórica y contigüidad material del mundo.
Palabras clave: catástrofe, agua, afectos, financiarización, pandemia, insurrección
Abstract: During the pandemic, the collapse of the San Rafael waterfall and the spill of thousands of barrels of crude oil has caused serious damage to aquatic ecosystems, a chain of catastrophes that affect the health and well-being of people. The Amazonian cosmologies that view the waterfalls as magnificent bodies that protect the lives that inhabit them, watch their death in amazement. In the dislocated landscape of the neoliberal Capitalocene whose precondition is the channeling of vital energy for the growth of capital, I observe how the de-corporalising fetishism of affects turns the work of the extended reproduction of life into financial figures. This is an ecofeminist reading of financializing dislocations and rebellious embodiments, insurrections that combine new kinships between diverse struggles. The challenge is an ecosystem look that displaces the sovereignty of the subject, a shamanic vision of double consciousness: historical materiality and material contiguity of the world.
Keywords: catastrophe, water, affects, financialization, pandemic, insurrection
Introducción. El afecto mariposa.
Solo conectar: esto sintetiza de qué va la perspectiva.
Shiva y Mies, 1997.
Imagen 1. Cascada de San Rafael, Ecuador. Ministerio del Ambiente Ecuador[1], 2019
Imagen 2. Operaciones de la hidroeléctrica, la cascada y el oleoducto. Jaime Pozo. RevistaVistazo[2], 2020.
La represa de Coca Codo Sinclair no está ubicada en el río, pero la presa de captación sí y cuenta con un sistema de desarenadores que retiran los sedimentos para que no se afecte el funcionamiento de la hidroeléctrica. «Cuando un río pierde los sedimentos, el agua aumenta su capacidad erosiva, un efecto que se llama aguas hambrientas», afirma Cobo y añade que esto podría haber jugado un papel importante en la aceleración del proceso erosivo y en el socavamiento del lecho del río, ayudando así al colapso de toda la estructura geológica donde estaba la cascada [de San Rafael].
Cardona, 2020
Muchos bosques han desaparecido y muchos seres ya no tienen a dónde acudir. Esos virus son como nosotros, quieren vivir en su estado natural, pero, ¿si queman todo?, ¿si destruyen toda la naturaleza? Ellos también quieren sobrevivir, por eso están en nuestros cuerpos, dañando, matando a nuestra gente. ¿Por qué? Porque hemos matado su hábitat.
Canelos, 2020[3]
El 2 de abril de 2020, la cascada de San Rafael, la más alta de Ecuador (ciento cincuenta metros), se desplomó. Cinco días después, en las zonas aledañas se rompieron los oleoductos que van de la Amazonía a la costa ecuatoriana, lo que provocó el derrame de más de 15.800 barriles de crudo en los ríos Coca y Napo, principales afluentes del Amazonas. Ríos abajo, 120.000 personas de pueblos ancestrales encontraron las corrientes transformadas en brea espesa que atrapaba peces, pájaros, en fin, todas las vidas que habitan los ríos. Informes técnicos señalan que la construcción de la hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, proyecto ubicado a siete kilómetros del lugar, emblemático para elevar el crecimiento del PIB del país, pudo provocar la catástrofe debido a que los terrenos sobre los que se construyó son de alta inestabilidad geológica, volcánica y sísmica (Morán, 2020). Vemos la reacción en cadena: la construcción de la hidroeléctrica, el reencauce de los ríos, la desaparición de la cascada, la ruptura de oleoductos, la contaminación y muerte de la fauna y la flora, los peligros sanitarios y de salud. Una catástrofe en plena pandemia que las mujeres, encargadas de alimentar a sus pueblos, deben sanar.
En las cosmologías kichwas, las cascadas son cuerpos vivos y sitios de poder a quienes protege la boa magnífica o Yakumama, ser cosmológico que se encuentra en sitios de alta biodiversidad acuática. A decir de los pueblos indígenas, San Rafael fue asesinada por la ambición capitalista. Según ecologistas, este es un acto ecocida (Vallejo et al., 2020). De cualquier manera, el colapso del metabolismo que asegura la regeneración biótica de las aguas ha puesto en peligro la seguridad alimentaria, sanitaria y la salud de cuerpos que reclaman alivio y justicia. La muerte de la cascada y la pandemia son desastres socioambientales simultáneos. Rosa Canelos (2020) —experta kichwa en plantas medicinales— define el virus del COVID-19 como un ser que, «al no encontrar en dónde vivir [por la destrucción de su hábitat], debe trasladarse a los cuerpos de las personas». Estos acontecimientos son solo algunos eslabones en la cadena de desastres que ocurren simultáneamente, indicadores de la huella ecológica provocada en los cuerpos del agua, de los animales, de las personas, en la historia geológica del planeta, aquello que algunas autoras han definido como Capitaloceno (Haraway, 2016).
En el paisaje del hipercapitalismo actual, estos cuerpos diversos están conectados a la política financiera transnacional de los Estados. La contaminación provocada es un serio indicador de ello. Lideresas indígenas, activistas en contra de la devastación ambiental, observan un mundo desigualmente interconectado, la red de la vida en devastación, que solo los afectos comunes son capaces de zurcir: ¿cómo se articulan las catástrofes socioambientales a los movimientos financieros virtuales?, ¿cómo opera este encadenamiento sobre los cuerpos?, ¿cuál es la insurrección corporal de las mujeres indígenas bajo estas condiciones?
Las cosmovisiones amazónicas conciben los cuerpos como parte del flujo constante de los materiales del mundo, el encuentro entre sentir y conocer como experiencia vital, como capacidad de afectación mutua (Surrallés, 2009). El aleteo de la mariposa expone la fragilidad socioecológica de la Amazonía, campo minado por las operaciones extractivas. La profundización de la contradicción capital-vida se levanta sobre el encauzamiento de las energías vitales —agua y petróleo— para la acumulación capitalista cuyos efectos son la descorporalización de la materia y la dislocación de tiempos y lugares (Moore, 2015; Pérez, 2019; Rolnik, 2019). El desafío es reconocer que la convergencia de estas catástrofes ambientales no es un hecho natural, corresponde a acciones concretas de funcionarios del Estado en el marco del capitalismo neoliberal. Para ello es necesario deconstruir el fetichismo que oculta los ensambles de poder y las dislocaciones espaciotemporales que afectan los cuerpos.
Esta reflexión asume con prudencia los límites de los ecosistemas-mundos-cuerpos; reconoce las luchas por la reproducción ampliada de la vida como posibilidades de construcción de lo común más allá del sujeto revolucionario. El ejercicio descolonizador implica una perspectiva chamánica que reconoce la contigüidad de las materias, su transformación en cuerpos distintos como camino ético político (Gago y Mezzadra, 2015; Gebara, 1998; Rolnik, 2019). Para una mejor explicación, he dividido el texto en dos partes. En la primera, observo las descorporalizaciones, y asumo tres puntos de análisis: «Finanzas y futuros», «La masculinidad colonialista y el trabajo de las aguas» y «Explosión de contradicciones». En la segunda parte, abordo la corporalización y las luchas por lo común, las alianzas contaminadas para la reproducción de la energía vital.
Desde el año 2013 realizo investigación en la Amazonía. En este artículo presento noticias de periódicos, testimonios y apuntes etnográficos para provocar la reflexión. El hilo temporal no siempre es lineal, registra diversas simultaneidades.
Descorporalizaciones
Finanzas y futuros
Proyectos como la hidroeléctrica y la reciente crisis de deuda de Ecuador están más conectados de lo que parece. Es que una gran parte de la deuda externa del país fue contraída con bancos de China para realizar megaproyectos como los de Codo Sinclair. Recientemente, el Gobierno ecuatoriano reperfiló 891 millones de dólares de deuda contraída con el China Development Bank y el Eximbank. La misma institución, esta última, que financió la presa.
Infobae, 2020
Un país rentista vive de la explotación de sus materias primas, recursos que respaldan las deudas externas que contrae con el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o el Banco Chino para el Desarrollo, que financia hidroeléctricas, oleoductos u otras obras de ingeniería. El negocio es redondo: los bancos de los países prestamistas aportan el dinero y sus constructoras realizan la obra, el país paga los gastos y se queda con la deuda. A inicios del milenio, el boom de commodities permitió el pacto entre el neoliberalismo financiero y los socialismos del siglo xxi (Moulang-Boutier, 2010). La justificación era aumentar la capacidad energética para mejorar la productividad y solucionar las crisis laborales y los déficits fiscales. Con preventas de valores como banano, oro, petróleo, agua y biodiversidad, los productos de la vida de un país fueron comprometidos en pagarés a futuro. La aceleración de la circulación de datos financieros y el acceso a la información privilegiada sobre los movimientos en la bolsa permiten a los tenedores de deuda saber cuándo elevar o dejar caer los precios de las acciones en su beneficio, lo que afecta a los países exportadores de materias primas (Moulang-Boutier , 2010: 149). La aceleración de los cambios tecnológicos requiere flujos energéticos que agilicen las transacciones del dinero;[4] la especulación ocurre en el trayecto del flujo de información, en las coordenadas de los mercados y en las interfaces que empujan su metabolismo.
La esquizofrenia se dispara, y espacio y tiempo se dislocan, se multiplican las simultaneidades. Los hipervínculos conducen a otros ensambles de algoritmos; el tiempo se acelera porque el metabolismo del mercado exige recursos en mayores cantidades (Moore, 2015; Sassen, 2015). Los consumos intensivos del primer mundo y la obsolescencia programada de la tecnología fomentan el crecimiento sin límites del capital tecnofinanciero que organiza la naturaleza, pero provoca un desequilibrio temporario (Moore, 2015). La cascada de San Rafael desaparece de la geología del planeta y en su lugar emergen ecosistemas de vulnerabilidad, expulsión de poblaciones, migraciones y necropolítica racializada. El tiempo que define el encuentro colonial, adelanto y retraso, justifica la violencia de la desposesión. En cada movimiento virtual, las transacciones financieras acumulan la fuerza vital del agua encauzada y el aceite extraído del suelo; la contextura de los cuerpos reales se desintegra en el mar de datos y contaminación.
La ubicuidad financiera fragmenta el planeta; los valores subastan el despojo de los medios de vida; las mujeres sostienen la vida en la huella ecológica con la búsqueda de alimentación y agua, que se vuelven escasas. La deuda con China para la construcción de la hidroeléctrica y la preventa de acciones de petróleo descarnan los cuerpos de quienes sufren el derrame.
La masculinidad colonialista y el trabajo de las aguas
Imagen 3. Hidroeléctrica Coca Codo Sinclair. Miguel Jiménez, Diario El telégrafo, 7 de junio 2021[5]
Rafael Correa y Xi Jinping accionaron, desde el ECU 911 de Quito, el botón de mando con el que se dio el inicio a la generación eléctrica de las ocho turbinas que componen la megainfraestructura, mientras que desde la casa de máquinas, ubicada en el cantón Gonzalo Pizarro (Sucumbíos), Jorge Glas verificó el óptimo funcionamiento de la central hidroeléctrica.
Vicepresidencia de la República del Ecuador, 2006
Proyectos como la hidroeléctrica Coca Codo Sinclaire o los oleoductos que surcan el país constituyen orgullosas demostraciones de alta ingeniería, ejemplos de la potencia masculina de los gobernantes de un país, capaces de reencauzar grandes caudales de aguas y crudo, de conducir su energía para alcanzar el progreso. Estas infraestructuras son obras de delicada operación que pueden provocar colapsos de ecosistemas, rupturas metabólicas de los tiempos ecológicos, violación de los resguardos de biodiversidad, impacto en las relaciones de contigüidad (Shiva y Mies, 1997). Los territorios indígenas administrados como colonias internas de las naciones blancas-mestizas aseguran el abastecimiento energético mediante la subordinación, la racialización, la feminización, la inferiorización de los cuerpos en las zonas de extracción.
Desde la perspectiva amazónica, las aguas están vivas y los seres que las habitan tienen conciencia de sí. Entonces la lucha contra el despojo no solo es de clase, ecologista o feminista, también es ontológica; confronta un principio de realidad dominante que separa lo humano de lo no humano y coloca al primero sobre el segundo (Danowski y Viveiros de Castro, 2019). «¿Dónde está la lucha de clases en el extractivismo?», plantea Caffentzis (2018). Una falsa contradicción es develada: la oposición naturaleza-humanidad, ciega ante de la reproducción ampliada de la vida que tejen todos los seres en su conjunto (Moore, 2015). Siguiendo el argumento cosmológico, si las aguas son cuerpos, por tanto, sujetos con agencia, sus ciclos de regeneración también implican creación y trabajo. Luego, su desaparición no solo atenta contra los derechos de la naturaleza, sino que es crimen de Estado.
El desafío es no rendirse ante la seducción de las materias primas para solventar las demandas sociales —como solución al déficit del presupuesto nacional—, porque solo se posponen las crisis y se aceleran los colapsos ecológicos. De acuerdo con la reflexión de Rosa Canelos, tanto la pandemia como la ruptura del oleoducto son efecto de la ruptura de los equilibrios en los ecosistemas que arrinconan y enferman los cuerpos entrelazados conformadores de la vida. En los restos de las chagras arrasadas, las mujeres buscaron rescatar lo que quedaba de sus sembríos.
Explosión de contradicciones
Imagen 4. Cascada de San Rafael en colapso. Diario La República, 2020[6]
Imagen 5. Afectados por derrame. Iván Castaneira/Agencia Tegantai[7].
[…] los miembros de estas comunidades se quedaron en casa cumpliendo la cuarentena dispuesta, por lo que dependían por completo de los ríos para proveerse de agua, ya que no podían visitar las ciudades cercanas. Pero el líquido que discurre por las laderas se puso negro y tóxico por el derrame que se dispersó por los ríos amazónicos Quijos, Napo y Coca.
El Universo, 2020
«El cielo se ha caído muchas veces», dijo el jefe yanomami Kopenawa en Brasil, refiriéndose a las invasiones, esclavitud y expulsión cruel de los pueblos en sus territorios ancestrales (Danowski y Viveiros de Castro, 2019). Ni las autoridades locales ni las empresas operadoras de los oleoductos alertaron oportunamente a la población afectada, que se enteró del derrame por redes sociales, por las radios comunitarias y al final por la densidad del aceite retenido en las laderas de los ríos y en las plumas de los pájaros que no podían alzar el vuelo. La contaminación de los ríos abrasó, impactó, desgarró, asesinó los cuerpos de agua que filtran sedimentos químicos a cientos de kilómetros, en los riachuelos más recónditos, e ingresó en los cuerpos sin capacidad de control. Las personas que buscaban refrescarse se llenaron de llagas, quemaduras y sarpullido; sedientas y hambrientas, comieron peces y sufrieron graves afecciones estomacales (Vallejo et. al., 2020: 107).
El estado de excepción, declarado por las autoridades nacionales debido a la pandemia, que buscaba impedir la libre circulación de los ciudadanos y del virus del COVID-19, colocó en situación de secuestro a las comunidades afectadas. Las familias recibieron de Petroecuador, empresa operadora del oleoducto transecuatoriano, unos cuantos galones de agua y kits de alimentos. Los insumos fueron insuficientes para beber, preparar comida, bañarse y protegerse del virus; el trabajo se recargó en los cuerpos, que debieron ir a buscar fuentes de agua remotas (Vallejo et al., 2020). En una demostración de racismo ambiental, que considera la vida de los pueblos indígenas sacrificable, el ministro de Energía y Recursos no Renovables René Ortiz declaró la ruptura del oleoducto como efecto de los riesgos naturales y garantizó «la provisión de hidrocarburos tras la paralización del Sistema de Oleoducto Transecuatoriano (SOTE) y del Oleoducto de Crudos Pesados (OCP)». Como cuidadoras del agua, las mujeres tienen a su cargo sanar las crisis que el capitalismo catastrófico provoca.
En la cadena de desastres, la represa Coca Codo Sinclair, que «debía producir más de mil quinientos megavatios de energía “limpia y renovable” y cubrir el 30 por ciento de la demanda eléctrica de Ecuador», está llena de fisuras, se usaron materiales inadecuados, hubo errores de ingeniería y es posible que ocurra otro desastre (Infobae, 2020). La construcción de la hidroeléctrica está rodeada de escándalos, transacciones grises y corruptas de altos funcionarios que depositan sus lucros por soborno en paraísos fiscales (Plan V, 2018), necesarios para el sostenimiento del hipercapitalismo (Moulang-Boutier, 2010).
San Rafael era un cuerpo poderoso, pero los seres protectores también mueren. Si los cuerpos humanos son en su mayoría agua, entonces el ecocidio es también un crimen de lesa humanidad. Las comunidades afectadas y la Confederación de Nacionalidades Amazónicas emprendieron acciones de protección y solicitaron medidas cautelares ante el tribunal penal de la provincia amazónica de Orellana. Después de cinco meses, la justicia falló en su contra, al señalar que no era tema de su competencia, sino un asunto administrativo del Ministerio de Ambiente (GK, 2021). Durante la pandemia, el Estado amplió las concesiones extractivas, sobre todo mineras, evidenciando la alianza para el despojo (Ministerio de Energía y Recursos no Renovables, 2020). En los tiempos desquiciados, la cadena de crisis deja huellas en la geología del planeta, en los cuerpos afectados y en las mujeres que además los cuidan. (https://pixelsmithstudios.com)
Corporalización. Acuerpar las luchas por lo común
Ecuador es un país dependiente del petróleo, lo que continúa creando desigualdad y sosteniendo un modelo económico obsoleto.
Mujeres Amazónicas Defensoras de la Selva (Amazon Frontlines, 2020)
Las mujeres lavan, se bañan, conversan en los ríos, construyen temporalidades basadas en los ciclos de la lluvia, en el metabolismo del agua que nutre los cuerpos que habita. Las mujeres de la Amazonía son reconocidas por la radicalidad de sus liderazgos en contra del cambio climático, por asumir la voz política de los cuerpos de la selva y criticar el modelo de desarrollo dominante (Coba y Bayón, 2019). Como una premonición de los sucesos analizados, en octubre de 2019, las protestas a nivel nacional de organizaciones indígenas, feministas, de mujeres, sindicales y campesinas denunciaron el pacto entre el Estado y el Fondo Monetario Internacional y los nuevos endeudamientos por medio de una carta de intención que elevó los precios de combustibles y alimentos. Las lideresas amazónicas señalaron la profundización del modelo extractivo en sus territorios y la obsolescencia del modelo de desarrollo que busca imponerse.
La voluntad de vida mueve a los agentes de la insurrección: mover, movilizarse, romper el miedo, el silencio, reconocer la agencia de todos los seres, poner límites a la explotación de cuerpos, a la acumulación y colonización de frecuencias. El capitalismo no se acabará como si fuese un organismo vivo que llega a su propia extinción; solo será combatido por la emergencia de nuevos nodos e interfaces de resistencia (Caffentzis, 2018). Los movimientos de rebeldía emprenden luchas diferenciadas, entrecruzadas, divergentes, sostienen la insurrección desde lugares heterogéneos. Feministas, indígenas, ecologistas y trabajadores buscan desfetichizar el capitalismo y poner límites a la acumulación de capital, en contra del colonialismo y la precariedad.
En el Capitaloceno, la conciencia política nace de escuchar los lamentos de los bosques, el réquiem por la muerte de una cascada, conmoverse ante los afectos en los cuerpos de todos los seres cuya energía ha sido vuelta mercancía (Rolnik, 2019: 81). El ecofeminismo descolonial exige asumir una conciencia planetaria, de los ríos, la biósfera, del saber de lo vivo, de la contigüidad cotidiana de la materia. La dimensión geológica de los cuerpos implica reconocer la explotación de su fuerza vital, la destrucción masiva de hábitats para la biodiversidad (Caffentzis, 2018; Rolnik, 2019). Las alianzas entre frecuencias y emociones vitales, invocaciones chamánicas sanadoras de la capacidad de regeneración de la materia, constituyen una política del vínculo y los afectos para la proliferación anticapitalista (Danowski y Viveiros de Castro, 2019; Haraway, 2016; Rolnik, 2019).
La insurrección no es una obra de ingeniería, sino de horticultura, como la de las mujeres en sus chagras, temporalidad lenta que permite ensamblar injertos transmutables, sobrellevar el aislamiento de las causas, combinar lenguajes impuros: lucha de clases, (eco)feministas, mujeres y pueblos ancestrales, todos quienes devuelven politicidad a las fuerzas sociales para el cuidado de la reproducción ampliada. Derrotar el monopolio del diseño de tecnologías y economías, participar en su proyección y volverlo común, relacional, con los afectos y el cuidado como tropos de conocimiento, esa es la reivindicación (Federici, 2020; Pérez, 2019).
La radicalidad está en la crítica del inconsciente colonial patriarcal capitalista reproducido por los agentes del Estado y las agencias financieras y extractivistas transnacionales (Rolnik, 2019). Los sujetos revolucionarios no son individuos únicos, sino una red biótica de vínculos entre mujeres, indígenas, ecologistas, obreros, feministas, bosques, ríos, pájaros, seres protectores de las aguas como la Yakumama, que desplazan la centralidad del sujeto. Durante las convulsiones del eco-sistema-mundo, la perspectiva amazónica acuerpa parentescos con los seres de la biósfera en un intento de recuperar las memorias de las aguas y de las plantas para el alivio de los cuerpos afectados durante la pandemia y las catástrofes gemelas. El afecto mariposa conecta vidas, cuerpos y desastres.
Referencias
Amazon Frontlines, 2019. «Las mujeres amazónicas conminamos al presidente Lenin Moreno que respete los derechos humanos durante el paro y escuche al pueblo». Disponible en: https://www.amazonfrontlines.org/chronicles/pronunciamiento-mujeres-amazonicas-ecuador-paro-nacional/, consultado el 31 de mayo.
Caffentzis, G., 2018. «¿Trabajo o energía o trabajo/energía? Sobre los límites de la acumulación capitalista». En: G. Caffentzis, Los límites del capital. Deuda, moneda y lucha de clases. Buenos Aires, Tinta Limón, pp. 55-91.
Canelos, R., 2020. Sacha Samay, aliento de vida durante la pandemia (serie documental).
Cardona, A. J. C., 2020. «San Rafael. ¿Cómo la cascada más alta de Ecuador desapareció repentinamente el 2 de febrero?», Mongabay (18 de febrero). Disponible en: https://es.mongabay.com/2020/02/cascada-san-rafael-desaparecio-en-ecuador/, consultado el 30 de mayo de 2021.
Coba, L., y M. Bayón, 2019. «La traducción política de la selva». En: D. T. Cruz y M. Bayón (coords.), Cuerpos, territorios y feminismos. Compilación latinoamericana de teorías, metodologías y prácticas políticas. Quito, Abya Yala, pp.141-160.
Danowski, D., y E. Viveiros de Castro, 2019. ¿Hay un mundo por venir? Ensayo sobre los medios y los fines. Buenos Aires, Caja Negra.
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Federici, S., 2020. Reencantar el mundo. El feminismo y la política de los comunes. Madrid, Traficantes de Sueños.
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* Flacso Ecuador. E-mail: lcoba@flacso.edu.ec.
[1] En: https://es.mongabay.com/2020/02/cascada-san-rafael-desaparecio-en-ecuador/
[2] En: https://www.vistazo.com/actualidad/nacional/coca-codo-en-peligro-PWVI182836
[3] Entrevista realizada a una mujer kichwa amazónica para la Miniserie documental Sacha Samay (Coba et. Al 2020) En: https://www.youtube.com/watch?v=H40VlU3pbUc.
[4] En 1989, el Consenso de Washington dedicado especialmente a América Latina consolida el gobierno de mercados y finanzas, y así conforma una red de interconexiones que se sostiene sobre las reformas institucionales impulsadas por los Estados. A inicios de 1990, la tecnología digital y la aceleración de las operaciones estimulan las transacciones de bienes a futuro, lo que permite ensamblajes sociotécnicos.
[5] En: https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/economia/4/coca-codo-sinclair-dota-el-40-de-energia-al-pais
[6] En: https://www.larepublica.ec/blog/2020/02/10/colapso-de-la-cascada-de-san-rafael-debe-alertar-ante-construccion-de-nuevas-infraestructuras/cascada-2/
[7] En: https://www.amazoniasocioambiental.org/es/radar/ecuador-juez-niega-accion-de-proteccion-para-comunidades-afectadas-por-derrame-de-petroleo-en-el-rio-coca/
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