Claudio Cattaneo[1]
Introducción: derecho a la ciudad y okupación
Este artículo de opinión analiza el rol de las okupaciones “políticas” en el contexto urbano. Estas okupaciones son aquellas que no se limitan a dar un uso exclusivamente privado al espacio okupado si no utilizan el espacio, entre otros objetivos, para llevar a cabo proyectos de resistencia al capitalismo, para crear alternativas de vida, siempre mediante procesos de decisión horizontales y comunitarios. Esta categoría de okupaciones políticas constituye el movimiento okupa que, desde hace al menos cuatro décadas, se va desarrollando en Europa y, desde los años 1980, también en la península ibérica[2]. El artículo desarrolla la relación entre las okupaciones, sus reivindicaciones políticas y la dimensión ecológica. Para ello argumentaré, por una parte, que hay una componente visible y directa, una dimensión ecológica que se explicita claramente en la manera de definirse y estructurarse de ciertos proyectos de okupación. Y por otro lado, que existe otra componente, indirecta pero aplicable a la mayoría de proyectos okupas urbanos, que también tiene una cierta relevancia en ecología política.
El movimiento okupa es principalmente un movimiento urbano (SqEK, 2013) presente en muchas ciudades europeas y que se afirma en reivindicaciones como el derecho a una vivienda accesible opuesto al concepto de vivienda como mercancía para la especulación inmobiliaria y, en general, apoya el derecho a la ciudad en la formulación de Lefebvre (1968). En ésta, la ecología y la escala humana juegan un rol importante: la defensa de la movilidad sostenible a pie o en bicicleta, el desarrollo del espacio público -incluyendo parques, jardines y huertos urbanos-, la aplicación de energías renovables y la reducción de la contaminación de suelos, aguas y aire son algunas de sus características.
La forma que el movimiento okupa emplea para poner en práctica el derecho a la ciudad, su dimensión ecológica, humana y no mercantil, es a través de la apropiación directa de espacios vacíos. En la geografía de una ciudad la prevalencia y el crecimiento de espacios comercializados encuentra su frontera en aquellos espacios libres del capitalismo y que son objeto de apropiación por parte del movimiento okupa. En estas islas -propiedades abandonadas, sujetas a planes de reconversión o no vendidas tras la crisis inmobiliaria- se constituyen espacios de lucha, tanto legal como política.
La ecología política de las okupaciones: ejemplos directos
En algunos casos, el movimiento okupa resiste los procesos de transformación urbana a través de la defensa de la dimensión verde. Barcelona es un claro ejemplo. Okupaciones como Kan Pasqual o Can Masdeu[3] en la sierra de Collserola han hecho de la ecología su caballo de batalla, a través de la defensa de la autonomía energética o de la agricultura ecológica. La infraestructura física de estos espacios -antiguas masías agrícolas- ha favorecido la construcción de proyectos de ecología política. Sin embargo, en el centro de la ciudad, el caso del Forat de la Vergonya es uno de los mejores ejemplos de cómo el movimiento okupa ha puesto en práctica el derecho a la ciudad exaltando la compenetración de la dimensión social con la ecológica[4]. En esta línea van proyectos de okupación como los huertos urbanos comunitarios o los que fomentan la cultura de la bicicleta a través de la okupación de las calles a través de la masa crítica o, con objetivo permanente, de espacios para crear talleres de autoreparación. Estas tipologías de okupación son muy frecuentes en las ciudades de la península ibérica, y más allá; Engels di Mauro y Cattaneo (2014) ofrecen un análisis de cómo tanto en Barcelona como en Nueva York estas representan una forma de alternativa al capitalismo.
Un análisis detallado de la relevancia de la dimensión ecológica en casos de okupación rurbana (rural-urbana) en el Parc de Collserola (Barcelona) muestra la gestión sostenible de elementos vitales como el agua, el techo, la comida y la energía mediante el cierre de los ciclos de energía y de materia, el apoyo de tecnologías conviviales y la autogestión comunitaria centrada en el apoyo mutuo. También se ofrece una cuantificación del nivel de autonomía energética de estos proyectos, donde las energías no renovables representan menos del 30% del total consumido en las actividades que allí se desarrollan (Cattaneo y Gavaldá, 2008, 2010). Además, el activismo político llevado a cabo en estos espacios también tiene una importante matriz de protección ambiental, como en el caso de la Sierra de Collserola, con el lema “hacer que Collserola baje a la ciudad” para evidenciar el conflicto con el crecimiento urbano de Barcelona hacía la montaña[5].
La ecología política de las okupaciones: ejemplos indirectos
Aunque hablar de ecología política de las okupaciones rurales y las rurbanas tiene mucha relevancia, representan, al menos en Europa, una minoría de los casos de okupación. La forma urbana de la okupación es la tipología más frecuente, por lo cual es necesario especificar hasta qué punto se puede hablar de su ecología política. De hecho, las okupaciones urbanas no son, a primera vista, de carácter ecológico, más bien de carácter social.
En la práctica, lo más usual es que se desarrollen formas de okupación que combinan elementos sociales y elementos ecológicos. Se puede observar una forma de ecología social que emerge desde la okupación urbana. Un ejemplo, como se ha explicado anteriormente, es el fenómeno de los huertos urbanos en solares okupados, que tienen más valor por las relaciones sociales que se desarrollan allí que por la cantidad de comida producida. Sin embargo, la okupación de huertos urbanos es una forma de manifestación indirecta de la relevancia que tiene la ecología política en el movimiento okupa[6].
De forma menos directa, se puede observar una dimensión ecológica en el caso de los discursos y prácticas de distintas okupaciones. Como protesta contra el capitalismo, el desarrollo de alternativas de vida pasa por soluciones más sostenibles desde la perspectiva social y ambiental. No conozco casos de huertos okupados que no practiquen la agricultura ecológica, así como en tema de movilidad, en las okupaciones se desarrollan talleres de autoreparación de bicicletas más que de coches. Tal vez esto no sea debido a motivos ecológicos sino a cuestiones de autonomía: es más simple poner en práctica el “hazlo-tu-mismo” para el mantenimiento de la bicicleta que del coche. Sin embargo, evidencia su dimensión ambiental, pero -y este es mi principal argumento- como condición indirecta, el “hazlo-tu-mismo”[7] termina siendo una práctica anticapitalista, tanto a nivel social -porque elimina la explotación laboral- como a nivel ecológico – porque desarrolla prácticas que emplean tecnología de más bajo nivel y bajo impacto ambiental. Un ejemplo puede ser la práctica de modificaciones de motores a combustión para el empleo de aceites reciclados (a menudo se ofrecen este tipo de actividades formativas en los centros sociales okupados). A pesar de necesitar unos conocimientos y un empleo de tecnología más elevados que los requeridos para la puesta a punto de una bicicleta, el resultado final tiene consecuencias ecológicas positivas, en tanto porque evita la industria petrolera (extracción-refinación-distribución) como porque recicla los aceites usados en la fritura de alimentos.
La ecología de los okupas es análoga al ambientalismo de los pobres (Martinez-Alier, 2002). Desde esta perspectiva, la conservación ambiental no es necesariamente resultado del crecimiento económico, sino que es posible gracias a la gestión sostenible de los recursos naturales, de gran importancia para sustentar la vida de aquellos cuyas economías no dependen del capital productivo y el dinero. De forma análoga, la economía ecológica de los okupas se centra en la gestión y conservación de los recursos disponibles en el medio ambiente urbano: se trata de una forma de vivir que, relacionándose muy poco con el capitalismo, aprovecha recursos “no de mercado” del entorno local, empezando por lo que sobra del sistema capitalista. La reutilización de casas, campos y solares abandonados es el ejemplo más claro; otros son el recicle de aceites vegetales que alimentan motores diésel automodificados, o el reciclaje de comida que los comercios tiran y las okupas aprovechan. Ésta última es además una fuente de energía endosomática necesaria, por ejemplo, para moverse en bicicleta. Por tanto, la ecología de los okupas no es un ambientalismo “pijo”, interesado en la protección y conservación de áreas naturales a menudo lejanas, o en el consumo de comida biológica obtenida a través de los mismos canales de producción y distribución capitalista, sino más bien un ambientalismo hecho casi sin dinero.
La reutilización de inmuebles urbanos es la dimensión más importante de la ecología política de las okupaciones, porque siempre está presente. Dos son sus principales efectos: por un lado se rehabilitan espacios que llegarán a tener uso de vivienda o de centro social a bajo coste (tanto social -mediante el apoyo mutuo- como ambiental -mediante el empleo de tecnologías de bajo impacto). Y por otro lado a menudo se posponen planes de desarrollo capitalista, cuando no se paran del todo. En Europa, es emblemático el caso de los okupas de Amsterdam, que en las décadas de los 70 y 80 del siglo pasado okupaban para contrarrestar el desarrollo capitalista de su ciudad y consiguieron incluso boicotear la candidatura de la ciudad para los Juegos Olímpicos de 1992 (Pruijt, 2014).
En general, la práctica de la okupación se relaciona con la crítica cultural a la sociedad de mercado, de la opulencia y del consumismo. Pattaroni (2014) documenta el caso de Ginebra, en el cual en los años 1990 se desarrolló un importante movimiento okupa que, reivindicando el derecho a la ciudad, ponía en práctica unos estilos de vida de bajo impacto ambiental. Si es cierto que muchas okupaciones se conectan a la redes de electricidad y de agua de forma abusiva y, al no pagar, tienen un incentivo para consumir más, su forma de vivir al margen de los esquemas del capitalismo implica el uso de poco dinero para vivir, y por tanto más tiempo liberado para la actividad política. En síntesis, la ecología política de las okupaciones pasa por el estilo de vida de los okupas que en ellas actúan y, aunque se trate de una generalización, se puede sostener que estos estilos de vida tienen un bajo impacto ambiental y contribuyen a liberar tiempo para el activismo político contra el desarrollo capitalista.
Conclusión
La dimensión ecológica del activismo político okupa es el resultado del desarrollo de alternativas al capitalismo que primariamente se relacionan con el derecho a la vivienda y con los aspectos de ecología humana presentes en el derecho a la ciudad. Tratándose el okupa de un movimiento principalmente urbano, la relación con la ecología no es siempre evidente. Si bien es cierto que existen okupaciones con una dimensión ecológica explícita (okupaciones rurbanas, huertos urbanos, talleres de autoreparación de bicicletas), y que pueden llegar a tener un impacto en las políticas urbanas, se trata de una minoría de casos. Más relevantes son los ejemplos indirectos presentes en todas las okupaciones: ejecutando el derecho a la vivienda y a la ciudad, los okupas contribuyen también a la sostenibilidad ecológica gracias a la reutilización y conservación de inmuebles abandonados a bajo coste social y ambiental. Dicho de otra forma, la economía ecológica de las okupas se centra primariamente en la práctica de la autonomía y tiene como resultado el desarrollo de experimentos de vida de bajo impacto ambiental (Cattaneo, 2008).
Esta observación, más allá de la dimensión teórica que conlleva, representa también una invitación a que los movimientos okupas globales puedan considerar de forma más explícita en sus reivindicaciones los valores de la lucha ecologista y de prácticas de bajo impacto ambiental, porque de hecho ya las están llevando a cabo de forma indirecta.
Referencias
CATTANEO, C. (2008), The Ecological Economics of Urban Squatters in Barcelona, Tesis Doctoral, Barcelona, ICTA-UAB
CATTANEO, C. y GAVALDÀ, M. (2008), La experiencia autogestionaria, Ecologia Politica, vol. 35, p. 73-75.
CATTANEO, C. y GAVALDÀ, M. (2010), The experience of rurban squats in Collserola, Barcelona: what kind of degrowth?, Journal of Cleaner Production, vol. 18 (6), p. 581-589.
LEFEBVRE, H. (1968), Le droit a la ville, Paris, Anthropos.
ENGEL-DI MAURO, S. y CATTANEO, C. (2014), Overcoming the Social and Ecological Catastrophes of the Capitalist City, In SQEK (ed.), The Squatters’ Movement in Europe. Everyday Commons and Autonlomy as Alternatives to Capitalism, London: Pluto Press.
MARTINEZ-ALIER, J. (2002), The Environmentalism of the Poor: A Study of Ecological Conflicts and Valuation, Cheltenam, Edward Elgar.
PATTARONI, L. (2014), The Fallow Lands of the Possible: an inquiry into the enacted critic of capitalism in Geneva’ squats, In SQEK (ed.), The Squatters’ Movement in Europe. Everyday Commons and Autonlomy as Alternatives to Capitalism, London: Pluto Press.
PRUIJT, H. (2014), The Power of the Magig Key: The Scalability of Squatting in the Netherlands and the United States, In SQEK (ed.), The Squatters’ Movement in Europe. Everyday Commons and Autonlomy as Alternatives to Capitalism, London: Pluto Press.
SQEK (ed.) (2013), Squatting in Europe: Radical Spaces, Urban Struggles, London, Minor Compositions and Autonomedia.
—
[1] Can Masdeu (www.canmasdeu.net) and Research and Degrowth Barcelona (www.degrowth.eu)(claudio.cattaneo@liuc.it),
[2] Aunque se trata de una generalización no aplicable a todos los casos, aquel tipo de ocupación que se deletrea con “k” pertenece a la categoría de ocupación política.
[3] http://kanpasqual.wordpress.com/; http://www.canmasdeu.net
[4] Tras su desalojo, el movimiento vecinal pudo acordar el mantenimiento del proyecto de huerto comunitario: http://lhortetdelforat.blogspot.com.es/
[5] Las declaraciones que en 2007 se incluyeron en un manifiesto, impulsado desde la Plataforma en Defensa de Collserola – en la que participan Kan Pasqual y Can Masdeu- (http://www.collserola.org/manifest_Solana.html) fueron en parte recogidas por el Ayuntamiento de Barcelona en 2011, con el proyecto de las puertas de Collserola http://w1.bcn.cat/portesdecollserola/es/)
[6] Por ejemplo el portal okupa http://squat.net -que concentra una considerable cantidad de información sobre programación y actividades en distintas okupaciones de toda Europa- no tiene una sección de búsqueda relacionada con la ecología y el medioambiente. Sin embargo, sí que tiene una relación con la agricultura: http://radar.squat.net/index.php?mode=search&profile=radar&what=29&where=0
[7] También conocido como Do-It-Yourself (DIY) se trata de una forma de satisfacer las necesidades en gran medida sin la mediación del mercado y de sus actores, tratándose a menudo de empresas capitalistas. El DIY representa entonces una estrategia de lucha contra el capitalismo.
—