Marianna Fernandes* y Natalia Salvático**
DOI: doi.org/10.53368/EP64NPVep03
Resumen: Este artículo explora las contradicciones de los pactos verdes a partir de dos ejes. Primero, de las vivencias de mujeres en territorios afectados por extracción de litio y transición energética en el norte de Argentina. Segundo, de acúmulos feministas en el debate y acción por la justicia energética y climática. A partir de estas experiencias, se argumenta que los pactos verdes actuales despliegan en los territorios dinámicas que atentan contra la reproducción de la vida al articular extractivismo y transición energética. Se contrastan con esto las propuestas feministas populares sobre la justicia climática y energética que reúnen, por un lado, las críticas feministas al orden económico y político y, por el otro, la problematización de la organización capitalista del metabolismo entre la naturaleza y el trabajo. Al hacerlo, aportan elementos teóricos y prácticos para pactos verdes efectivos basados en un sistema socioeconómico que sostenga la vida.
Palabras clave: pactos verdes, extractivismo, feminismos, transición energética, justicia climática
Abstract: This article explores the contradictions of green deals. First, based on the experiences of women in territories impacted by lithium extraction and energy transition in northern Argentina. Second, based on feminist debates and actions for energy and climate justice. We argue that ongoing green deals articulate extractivism and energy transition, generating territorial dynamics that threaten the reproduction of life. In contrast, grassroots feminist agendas on climate and energy justice connect, on the one hand, feminist critiques of the economic and political order, and on the other, critiques of the capitalist metabolism between nature and labor. In doing so feminists provide theoretical and practical elements for effective green deals based on a socio-economic system that sustains life.
Keywords: Green deals – extractivism – feminisms – energy transition – climate justice
Introducción
En los últimos años, propuestas sobre cómo responder al cambio climático han proliferado en diversas esferas sociales, políticas y económicas. En el ámbito de la política institucional estatal y regional de algunas partes del mundo, cada vez más se habla de pactos verdes. El Pacto Verde de la Unión Europea, por ejemplo, figura desde 2019 entre las prioridades estratégicas de esta región, que ambiciona convertirse en «el primer bloque climáticamente neutro» para 2050 a través de la modernización de su economía (Comisión Europea, 2020). En 2020 fue el turno de Corea del Sur de anunciar su versión del pacto verde como una estrategia nacional para recuperar y transformar su economía. En agosto de 2022, se aprobó una importante ley del clima en Estados Unidos, en el marco de las demandas de un nuevo pacto verde por parte de sectores socialistas-democráticos en el país.
Uno de los puntos nodales de los pactos verdes actuales es la transición energética monopolizada por corporaciones transnacionales y dependiente de la explotación de minerales críticos, incluido el litio. Este artículo interroga la efectividad de dichos pactos a partir de la injusticia socioecológica en los territorios actualmente sacrificados en nombre de soluciones al cambio climático.
Argumentamos que los pactos verdes que tenemos hoy generan dinámicas territoriales que articulan transición energética con extractivismos, atentando contra la posibilidad de reproducir la vida con dignidad en las localidades donde existen minerales estratégicos como el litio. En Argentina, dicha transición energética está directamente conectada con políticas de desarrollismo verde que inscriben mujeres, territorios y naturaleza en dinámicas de zonas de sacrificio, subordinación y dependencia. Ante esto, posicionamos como alternativas las críticas feministas al orden económico y político y su problematización de la organización capitalista del metabolismo entre la naturaleza y el trabajo. Nuestro objetivo es problematizar las falsas soluciones al cambio climático con una mirada feminista popular del Sur global, centrada en los territorios sacrificados en la actualidad en el marco de los pactos verdes que se desarrollan en otras partes del mundo.
A continuación, discutiremos brevemente la relación entre pactos verdes, extractivismo y transición energética en Argentina. En seguida, presentaremos las experiencias de mujeres en territorios afectados por la extracción de litio en el norte de este país. Con estas experiencias, contrastaremos los acúmulos de movimientos feministas populares[1] en el tema de la justicia climática y energética.
Al traer la dimensión territorial argentina y los acúmulos de movimientos sociales del Sur global al debate, esperamos contribuir a las reflexiones acerca de la importancia de promover cambios sistémicos que respondan a la crisis climática y que no reproduzcan ni agudicen desigualdades y dependencias entre regiones, personas y territorios.
Desarrollismo verde: extractivismo, transición energética y pacto verde en Argentina
En América Latina, como respuesta al incremento de la demanda global de minerales críticos, se consolida una tendencia de promoción de políticas que buscan combinar, por un lado, crecimiento económico, y por el otro, la reducción de impactos ambientales en sectores como la minería y la energía. La Comisión Económica por América Latina y Caribe (Cepal), por ejemplo, aboga desde 2018 por el Gran Impulso Ambiental (GIA) como una iniciativa que articula crecimiento económico, adopción de innovación tecnológica, generación de empleos, reducción de emisiones y la preservación y uso sustentable de recursos naturales (Cepal, s. d.).
En 2021, Argentina tradujo el GIA a nivel nacional con un plan de desarrollo productivo verde (Kulfas, 2021). Buscando congeniar los aspectos social, macroeconómico y ambiental, una de las principales proposiciones de este plan es que Argentina aporte a la transición energética con la minería (de litio, cobre y otros), la fabricación de baterías y vehículos eléctricos y las energías renovables. En ese mismo año se lanzó la «Estrategia nacional de consumo y producción sostenibles» (Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, 2021) que se inspira, en parte, en el Pacto Verde Europeo y su énfasis en el crecimiento sostenible, la descarbonización, la eficiencia energética y el uso de recursos naturales. Como apuntan Féliz y Melón (2022), el desarrollismo verde de Argentina no cuestiona el paradigma hegemónico de desarrollo sostenible. La estrategia argentina busca promover una transición que desacople el crecimiento económico de la degradación ambiental y del uso intensivo de los recursos naturales, como ocurre en la megaminería. Pero, paradojalmente, lo que ocurre es el opuesto: en la actualidad se incrementan los proyectos de extracción mineral en nombre de las soluciones al cambio climático.
Argentina posee importantes reservas de minerales estratégicos para lo que se propone hoy como transición energética y descarbonización. El país cuenta con el 9 por ciento de las reservas mundiales de litio y, junto con Bolivia y Chile, conforma el llamado Triángulo del Litio Sudamericano. Es ahí donde se concentran el 65 por ciento de las reservas mundiales de este mineral (Secretaría de Minería, 2021).
Con el boom de las commodities que se inició en 2000, Argentina se convirtió en el cuarto exportador mundial de litio. Entre 2015 y 2020, el país tuvo un incremento en la producción de litio del 72,2 por ciento (Secretaría de Minería, 2021). Esto significó una nueva ola de avance extractivista en los territorios, sobre todo en el norte del país. Existen al menos treinta y seis proyectos de explotación de litio hoy, en su gran mayoría llevados adelante por empresas trasnacionales (Secretaría de Minería, 2022) de capital australiano, chino, estadounidense y surcoreano, entre otros. De esos treinta y seis proyectos, veinte se encuentran en una fase de exploración avanzada y dos están ya operativos: Fénix, de la empresa Livent (de origen estadounidense) al norte de la provincia de Catamarca, y Salar de Olaroz, de la empresa Allkem (de origen australiano) en la provincia de Jujuy, cuyos territorios y pueblos están recibiendo los impactos de la extracción de litio.
Así, se observa que, mientras el Norte global realiza pactos verdes para un cambio de matriz energética, en Argentina se despliega en los territorios un modelo de desarrollo verde que refuerza desigualdades y dependencias, reprimariza la economía y daña la soberanía energética. Además, se fomenta una lógica extractivista que impone sacrificios a diversas formas de vida, reforzando relaciones patriarcales, racistas, neocoloniales y de dependencia. De este modo, se garantizan baterías y energía «limpia» en algunas regiones del mundo mientras que se sacrifican otras históricamente marginalizadas.
Además, el caso norteño demuestra cómo en el marco del capitalismo la relación entre trabajo y naturaleza es organizada de forma predatoria, y se deja a las personas en situaciones complejas en las cuales su subsistencia se contrapone a la justicia socioecológica. En este sentido, los pactos verdes que tenemos hoy no solucionan los problemas sistémicos que enfrentan los territorios en el Sur global. Al contrario, se dañan las capacidades colectivas e individuales de sostener la vida con dignidad.
En última instancia, estos pactos institucionalizados vaciaron el contenido radical de transformación económica y política de las propuestas de los movimientos por justicia climática y socioambiental que están en su origen, incluso en sus acúmulos feministas. Dicho vacío se ocupó con la agenda de empresas transnacionales y del capital financiero que encontraron en el cambio climático una fuente de ganancias. Al hacerlo, impusieron también a cuerpos, territorios y comunidades la injusticia socioecológica de la cual depende el modelo capitalista en que están insertos.
Zonas de sacrificio en el norte de Argentina
Hace mucho tiempo que el feminismo constata y denuncia la contradicción entre las dinámicas de acumulación de capital (que promueven empresas como las del sector extractivo) y los procesos de reproducción de la vida (de los humanos y otros seres vivos del planeta) sostenida mayoritariamente por las mujeres y la naturaleza. A esto se lo llamó conflicto capital-vida (Pérez Orozco, 2014). En las calles y otros lugares de protesta, se afirma desde hace mucho que «para las feministas, el capitalismo no tiene eco» (SOF, 2020: 8), evidenciando la problemática de las falsas soluciones del mercado capitalista que resultan en injusticia climática y ecológica (Fernandes, 2018). Falsas soluciones utilizadas para enmascarar el hecho de que el sistema económico vigente está en guerra contra los vínculos y relaciones que sostienen la vida (Herrero, 2020).
Todo ello queda visible en contextos extractivistas. El desarrollo capitalista dependiente de la extracción mineral está íntimamente conectado con violencias patriarcales contra cuerpos, territorios y naturaleza (Cabnal, 2010; Ulloa, 2016). Lo que se produce son zonas de sacrificio en nombre de un imaginario de desarrollo nacional (Bolados García et al., 2017). En el caso argentino, esto ocurre hoy bajo el desarrollismo verde. En muchos casos, los proyectos extractivistas rearticulan relaciones patriarcales en el territorio rompiendo con los ciclos de reproducción de la vida, conformando estructuras laborales patriarcales, promoviendo el control social y la violencia machista y despojando a los pueblos de sus territorios (Colectivo Miradas Críticas del Territorio desde el Feminismo, 2017). Muchos de estos rasgos subrayados por la literatura feminista sobre extractivismo se repiten en territorios donde se está desarrollando minería de litio en el norte de Argentina. A continuación, discutiremos experiencias de mujeres en territorios afectados por la extracción de litio en la provincia de Catamarca, a partir del trabajo de campo realizado en la región.
Reproducción de la vida amenazada
El hecho de que la extracción de litio ocurra en zonas de alta montaña, donde se alimentan ríos, pone en riesgo la disponibilidad del agua para poblaciones situadas en localidades cercanas. Esto dificulta la reproducción de la vida de las personas y de otros seres vivos, y también amenaza la biodiversidad en una zona ya marcada por la escasez hídrica.
Una mujer entrevistada en una comunidad norteña afectada por la minería cuenta que el pueblo donde vive ya experimenta esta escasez y que este problema se agudiza por la extracción de litio. En su caso, ella se quedó un mes y medio sin agua en el verano y las tareas de reproducción de la vida se dificultaron, con el agravante de que tiene cuatro hijos y es la principal responsable de cuidarlos.
La minería de litio se ubica a menudo en áreas importantes por la diversidad de flora y fauna que abrigan. Algunas incluso han recibido reconocimiento internacional, como es el caso de sitios Ramsar. En este sentido, la reproducción de diversas formas de vida animal y vegetal se ve amenazada con la extracción del mineral.
Las empresas litíferas instaladas en el norte de Argentina asumen el control del territorio. Desvían los cursos de agua y en muchos casos impiden el acceso a ellos, y lo mismo ocurre con los caminos de montaña. Además, asumen un rol de control y represión que puede incluir el establecimiento de prohibiciones y restricciones de uso de los recursos naturales, lo que transforma la relación de las poblaciones habitantes con la naturaleza (Soliz, 2017). También impactan en las infraestructuras ya existentes, imponiendo un flujo intenso de camiones, máquinas y artículos de construcción pesados.
Lugares de importancia comunitaria ancestral están amenazados o dañados, como algunos sitios arqueológicos de enorme valor histórico y cultural. Existen denuncias acerca de un antiguo cementerio en un pueblo en la provincia de Catamarca, amenazado por la construcción de un parque industrial relacionado con la extracción de litio. Las dimensiones culturales y ancestrales del territorio son sacrificadas en nombre de las ganancias extractivistas. Esto se articula, a través del control territorial por parte de las empresas mineras, con la imposibilidad de reproducir diversas formas de vida con dignidad.
Estructuras laborales patriarcales, conflictividad social y violencia machista
La tensión entre acceso a empleos mineros y protección de la naturaleza es un tema recurrente dentro de las comunidades, que involucra sobre todo a las mujeres en zonas de sacrificio. Por un lado, a las comunidades las preocupa ver afectada la vida por falta de agua o su contaminación. Por otro lado, la minería es una posibilidad laboral para los habitantes de los poblados, en especial para la población masculina, pero es una opción laboral reducida para las mujeres (Carrillo et al., 2017). Por la división sexual del trabajo, son los hombres quienes acuden a estos espacios laborales, altamente masculinizados. A las pocas mujeres de las comunidades incorporadas en la minera, les toca hacer trabajos feminizados, como la limpieza. Una mujer entrevistada en Catamarca que está desempleada nos cuenta sus dudas acerca de trabajar o no para la minera; dice que «ahí se pagan bien» los trabajos de limpieza, pero el hecho de que la minería ponga en riesgo el futuro de sus hijos la preocupa, pues quiere que tengan acceso a un medio ambiente sano.
El panorama se complica para las personas que no aspiran a trabajar en la minera, dado que esta conlleva una variedad de afectaciones a otros recursos utilizados en otras actividades económicas, como el riego para la agricultura o el turismo. Esto representa un desafío incluso para la juventud que no desea incorporarse a la minería. Una mujer entrevistada resalta que el éxodo de jóvenes en busca de oportunidades laborales es una realidad preocupante:
Se trasladan para capacitarse, se van a estudiar a Tucumán, a La Rioja, a San Fernando del Valle. Y el que se queda acá es porque no tiene las posibilidades de continuar sus estudios, y no le queda otra […]. Lo digo porque lamentablemente no hay fuentes laborales […], no hay nada para el joven.
Además, aunque sea una aspiración para muchos pobladores trabajar en la empresa minera, es muy frecuente que la mano de obra provenga de otras localidades, incluso del extranjero. La respuesta de la empresa para no contratar empleo local es la falta de capacitación. Actualmente, la empresa firma convenios con el Estado para generar instancias de educación formal para jóvenes en oficios mineros.
Las empresas extractivistas muchas veces reemplazan al Estado en sus funciones de provisión de servicios (Soliz, 2017); generan vínculos con altos grados de incidencia política con instituciones estatales de los tres poderes locales y provinciales. Refiriéndose a un convenio firmado entre una institución de enseñanza y una empresa minera, una entrevistada de la provincia de Catamarca cuenta que le duele mucho saber que una empresa privada controlará un servicio público. Pregunta: «¿Por qué se debe relacionar la educación pública con las empresas? […]. No estoy de acuerdo».
Mientras tanto, a las mujeres también las preocupa la presencia de muchos hombres desconocidos en las comunidades, sobre todo en el período del invierno, cuando es común que las mujeres recojan leña para la calefacción y temen sufrir violencia sexual mientras realizan esta tarea, dada la gran cantidad de hombres provenientes de las ciudades.
Por todo ello, se nota una conflictividad social extrema y fracturas comunitarias, incluso con episodios de violencia contra quienes se manifiestan contra la minería. Otra mujer entrevistada nos cuenta: «En una de las movilizaciones que habíamos realizado, una persona […] como que nos quiso atropellar, insultándonos, que nosotros estábamos en contra del progreso».
Zonas de sacrificio y contradicciones de las transiciones energéticas extractivistas
La creación de espacios que radicalizan la injusticia ambiental al atentar contra la reproducción de diversas formas de vida genera zonas de sacrificio (Svampa y Viale, 2014). De forma específica, en el caso de los territorios «afectados por el abastecimiento, el transporte, la instalación y el funcionamiento de las soluciones para alimentar las transiciones con bajas emisiones de carbono», se habla de zonas de sacrificio verdes (Zografos y Robbins, 2020: 543).
En estos territorios, es posible identificar las contradicciones de las transiciones energéticas extractivistas que no desafían el paradigma de crecimiento económico infinito y la acumulación de capital que encabeza el ataque sistemático a la reproducción de la vida. Los territorios que abastecen la cadena de energía «limpia» del mundo conviven con situaciones extremas de pobreza energética. En algunas localidades del norte de Argentina donde se extrae litio, falta energía mientras que se convive con enormes parques de paneles solares. Pero la energía que estos paneles solares generan no llega a toda la comunidad.
En el caso de una mujer entrevistada en Catamarca, la empresa privada que controla la distribución de energía se niega a ampliar la línea eléctrica hasta su casa. Su solución fue adquirir un panel de electricidad solar que aún está pagando. Hoy sus ingresos se destinan a comprar comida, mantener a sus hijas y pagar el panel de electricidad. Otra mujer en Catamarca relata que con frecuencia se queda sin agua, y que, cuando la hay, el otro problema es no poder pagar la electricidad para lavar ropa.
Otra entrevistada enfatiza la contradicción entre el hecho de que se extraiga litio para baterías de vehículos eléctricos y en cambio la población local no tenga dinero para cubrir los costos de la electricidad, ni mucho menos para adquirir vehículos con batería de litio. «Nosotras no somos empresarios multimillonarios para adquirir un auto eléctrico», afirma.
Ejes feministas de acción y reflexión para pactos verdes que sostengan la vida[2]
En la sección anterior, presentamos algunos de los impactos territoriales que provocan las transiciones energéticas de base extractivista inscritas en los pactos verdes. Los territorios del Sur global se ven crecientemente afectados por transiciones energéticas injustas y la tendencia indica la intensificación de estas afectaciones. Pero esto no quiere decir que la multiplicación de las fronteras extractivistas y el sacrificio de cuerpos, territorios y naturaleza puedan resolver el cambio climático.
Movimientos feministas, ecologistas, campesinos y obreros en todo el planeta están involucrados en procesos de construcción colectiva de agendas de transformación que combinan críticas y combates al orden económico y político vigente con la construcción de alternativas que articulan otras formas de organizar la relación metabólica entre naturaleza y trabajo. En el marco del feminismo popular, es relevante enfatizar los análisis y las acciones sobre los pactos verdes a partir de dos ejes interconectados. Primero, la apuesta política por la economía feminista como herramienta de análisis y lucha, o sea, como proyecto político. Segundo, el reto de organizar la relación entre trabajo y naturaleza desde la reproducción de la vida. Desarrollaremos estos dos puntos.
Las militantes feministas populares por la justicia climática hacen preguntas importantes: ¿en qué tipo de política y economía feminista se basa una transición energética justa y feminista?, ¿cómo, qué y para quién producimos y reproducimos hoy en nuestras sociedades?, ¿cómo, qué y para quién queremos producir y reproducir en el marco de una transición energética justa? (Fernandes, 2021).
Estas preguntas son claves para promover pactos verdes que cuestionen el vigente sistema económico y las dinámicas de apropiación de cuerpos y territorios que el actual sistema energético y extractivista sostiene. Sirven también de brújula para construir alternativas emancipatorias. En el marco de los pactos verdes de hoy, la producción y la reproducción se organizan para garantizar la acumulación de capital por parte de algunas empresas transnacionales a través del extractivismo, en detrimento de la calidad de vida y de los bienes comunes en los territorios donde la extracción ocurre. En el norte de Argentina, las mujeres presentan el ecoturismo, la agricultura y la artesanía, en los marcos de la economía solidaria feminista, como alternativas económicas sostenibles a la minería, y reclaman inversión pública en estos sectores. Esto implica cambiar el rol del Estado, que en la actualidad funciona como facilitador de los intereses de las empresas mineras. En este sentido, lo que se reclama en estos territorios es que la superación de la injusticia medioambiental esté articulada con democracia económica y superación de desigualdades, demandas que resuenan con la agenda de los movimientos por otros pactos verdes feministas en Europa (Barca, 2020) y Estados Unidos (Bhattacharya, 2019).
Las transiciones energéticas en verdad justas son procesos políticos populares, colectivos, horizontales y democráticos al servicio de la vida de las personas y del planeta. Situaciones como las que se describen arriba, en las que las infraestructuras de paneles solares y extracción de litio están al servicio del extractivismo, del endeudamiento de las mujeres y de la acumulación de capital por parte de empresas transnacionales no contribuyen a construir pactos verdes efectivos. Esto es aún más grave si se considera que la población convive con la pobreza energética y la falta de acceso a recursos básicos como el agua.
El feminismo plantea que los pactos verdes estén al servicio de garantizar condiciones colectivas dignas de la reproducción de la vida. Esto incluye asegurar la soberanía alimentaria a través de la agroecología, e incorporar las prácticas agroecológicas como fuentes de conocimiento a favor de la construcción de transiciones que van más allá de las energéticas. Estos saberes enseñan la interdependencia entre los seres humanos y la ecodependencia entre humanos y naturaleza (SOF, 2020). En Argentina, esto lo hace, por ejemplo, la Red Nacional de Municipios y Comunidades que Fomentan la Agroecología (Renama) (Féliz y Melón, 2022). Reproducir la vida con dignidad también implica poner en común el cuidado en las sociedades, el acceso a salud y educación de calidad, fuera de las manos de empresas transnacionales. Significa superar la pobreza energética al mismo tiempo que se defiende la energía como bien común (Transición Energética, s. d.). En este sentido, es imprescindible transformar la noción misma de trabajo y de economía.
Estos principios y prácticas nos permiten reivindicar y construir un metabolismo diferente entre trabajo y naturaleza, que no impone a las clases populares el dilema entre trabajar en las industrias extractivas para alimentarse y subsistir o proteger sus territorios. En el caso del norte de Argentina, el turismo comunitario, la agroecología y el desarrollo de economías locales centradas en la sostenibilidad de la vida podrían ser caminos interesantes.
Conclusiones
El feminismo popular está aportando elementos teóricos y prácticos para dar soluciones efectivas al cambio climático basadas en un sistema socioeconómico que sostenga la vida. Estos acúmulos sirven como contrapunto a la lógica de acumulación de capital y a la reproducción de desigualdades presentes en las versiones institucionalizadas de los pactos verdes, pues estos impulsan una agenda de transición energética que privilegia a las empresas transnacionales, como ocurre hoy en el norte de Argentina y en otros territorios latinoamericanos.
Las contribuciones feministas para entender los riesgos de los pactos verdes a partir de experiencias en territorios del Sur global son centrales, en especial cuando en algunas partes del mundo la izquierda propone disputar políticamente la noción de pactos verdes. Como hemos argumentado en este artículo, disputar esta noción implica necesariamente un proyecto político que ponga la vida en el centro; que cambie los actuales marcos capitalistas de organización del metabolismo entre naturaleza y trabajo, y que cuestione en última instancia las nociones mismas de trabajo y economía.
En el contexto pospandémico en América Latina, en el que cada vez más se presentan agendas verdes como camino para la recuperación económica con igualdad y sostenibilidad, es importante estar atentas a las falsas soluciones que refuerzan desigualdades entre personas, territorios y regiones. Las experiencias de mujeres en territorios norteños argentinos muestran la centralidad de promover soluciones efectivas a los cambios climáticos que garanticen la reproducción de la vida, despatriarcalicen las estructuras laborales y rompan con la perpetuación sistémica de las zonas de sacrificio.
Referencias
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* Departamento de Antropología y Sociología y Centro de Estudios Ambientales Internacionales, Instituto de Posgrado de Estudios Internacionales y de Desarrollo (Iheid), Ginebra, Suiza. E-mail: marianna.fernandes@graduateinstitute.ch
** Coordinadora del Área Agua y Sustentabilidad, Tierra Nativa, Amigos de la Tierra Argentina. E-mail: agua@amigos.org.ar
[1] Entendemos el feminismo popular como los procesos políticos de resistencia y transformación construidos desde las bases, con perspectiva de clase y raza, en lucha contra la violencia, por derechos, igualdad y autonomía de mujeres y disidencias. El feminismo popular busca cambios estructurales, relevando la defensa de la naturaleza, los territorios y bienes comunes (Amigos de la Tierra Internacional, 2020).
[2] En esta sección, recuperamos los acúmulos de encuentros virtuales organizados por Amigos de la Tierra, que reunieron a más de cien mujeres de diversos movimientos sociales de África, Asia, América Latina, el mundo árabe, Europa y Oceanía. La síntesis de estos encuentros se puede consultar Amigos de la Tierra Internacional (2021).
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