Entrevistador: Santiago Gorostiza

 

Desde sus inicios, el uso de la cartografía ha ido ligada al poder. Mapear los territorios y sus recursos ha sido el paso previo a su explotación. Sin embargo, con la emergencia de las nuevas tecnologías de la información esta poderosa herramienta también puede ser usada por los grupos de resistencia. ¿Hasta qué punto crees que esto representa un cambio histórico?

No creo que llegue a ser un cambio histórico, es decir, que refuerce tanto las comunidades locales como para que cambie la pauta del metabolismo social mundial. Eso no vendrá por los inventarios y mapas de conflictos sino por la resistencia local y global, y los mapas son una pequeña ayuda. Muchos grupos indígenas hace años que piden mapas para establecer los límites de sus territorios, no se fían de los mapas oficiales.

La idea de hacer inventarios y mapas de conflictos ambientales tiene para mí dos orígenes. Desde 1990 nos habíamos reunido Víctor Toledo, Bina Agarwal, Ramachandra Guha, Enrique Mayer y Stefano Varese para ver si conseguíamos financiación para un gran proyecto de estudio de conflictos ambientales, del «ecologismo de los pobres e indígenas». Algo hicimos pero no conseguimos la financiación que queríamos. Algunos continuamos en la misma línea, otros (como Ramachandra Guha) se han ido en otras direcciones y no hay nada que criticar. Víctor Toledo presenta ahora un inventario de 200 casos en México y está en plena forma. Al aumentar el metabolismo social aumentan los conflictos ambientales.

En 1992 publiqué De la economía ecológica al ecologismo popular, luego con Ram Guha publiqué Varieties of Environmentalism. Essays North and South en 1997 (con el paralelismo entre el movimiento de justicia ambiental en EEUU y el ecologismo de los pobres en el Sur del planeta), y en 2002 publiqué El ecologismo de los pobres: conflictos ambientales y lenguajes de valoración. En esos libros mencionaba y analizaba someramente unos ciento cincuenta o doscientos casos de conflictos ambientales en el mundo, en un estilo anecdótico que me dejó algo insatisfecho, no en un estilo sistemático como estamos haciendo en las fichas de EJOLT para el Atlas de Justicia Ambiental. En esos libros está la raíz principal de EJOLT. Y a la vez, en el contacto personal, la amistad y los inventarios y cartografías de organizaciones ecologistas como OCMAL (el observatorio de conflictos mineros en América Latina), el WRM con Ricardo Carrere recopilando casos de estudio sobre conflictos en el tema «las plantaciones no son bosques»… Es un enorme trabajo. Lo hacen por militancia y para ayudar a quienes protestan. Al mismo tiempo, es una información excelente. Lo mismo el mapa de las injusticias ambientales de Marcelo Firpo Porto, Tania Pacheco en Brasil con 400 casos, el intento de Oilwatch ayudada por Andrés Barreda de mapear conflictos
de petróleo en el mundo. De ahí, y de la India (de Anil Agarwal y Sunita Naraindel CSE desde la década de 1980 y tantos otros), y de Nnimmo Bassey y ERA en Nigeria, vino la idea de EJOLT.

Imagino que se puede seguir la génesis de EJOLT siguiendo la revista Ecología Política que empezamos en la editorial Icaria en 1990. Por ejemplo, conflictos sobre las plantaciones de pinos de FACE en Ecuador para absorber dióxido de carbono holandés, conflictos de biopiratería con Shaman Pharmaceuticals, una entrevista hace muchos años con Ashish Kothari – quien es ahora tan conocido con su propuesta de una Radical Ecological Democracy – todo eso está ya hace 20 años en la revista Ecología Política. Pero en Ecología Política no hemos hecho buenos mapas.

El historiador del anarquismo Max Nettlau (1865 – 1944) viajó por toda Europa recogiendo información sobre los movimientos sociales de su época, y su trabajo dio lugar a la creación del International Institute for Social History (IISH) de Amsterdam. ¿Ves alguna vinculación entre el compromiso personal de Nettlau y las aportaciones que realizan los activistas que contribuyen a proyectos como EJOLT?

Veo muchas vinculaciones, yo tengo una gran admiración por Nettlau y por el IISH en Amsterdam. Además los papeles de la editorial anti-franquista Ruedo Ibérico (con la que colaboré bastante entre 1965 y 1980) están en el IISH. Alguna vez he hablado con gente del IISH de que se debería hacer un esfuerzo para recoger los archivos y guardarlos (se pueden digitalizar) de las organizaciones de justicia ambiental en el mundo, como la confederación de Friends of the Earth International (que además tiene la sede en Amsterdam) o muchas otras como Acción Ecológica de Ecuador, ERA de Nigeria, WALHI de Indonesia… centenares de organizaciones, para poder hacer más adelante la historia del ecologismo popular. Estas organizaciones son en general de la década de 1980. Es una cosa urgente. Por ejemplo, no sé en qué estado pueda estar el archivo de Ecologistas en Acción en Madrid, o el archivo del CEPA en Catalunya, y el de muchas organizaciones locales, algunas habrán desaparecido y también sus archivos.

Uno de los riesgos del uso de mapas y estadísticas para la descripción y análisis de conflictos es que a escala global la disponibilidad de información es muy diferente, debido, por ejemplo, a los distintos contextos políticos. Esto podría llevar a equívocos en el análisis estadístico. ¿Cómo crees que se puede afrontar este tema? ¿Supone una limitación importante para casos como el proyecto EJOLT?

Ya veremos. Depende del análisis estadístico que hagas. Los datos del Atlas se convertirán en artículos de periódico, o a veces en documentales, pero también en artículos para revistas académicas y veremos qué ocurre, qué críticas recibimos y cómo las solucionamos. Hay cuatro o cinco artículos ya enviados. La idea de hacer un inventario global de conflictos ambientales y de ponerlos en mapas es muy ambiciosa, vino en parte del entusiasmo juvenil de Leah Temper que ha acabado en octubre de 2014 su doctorado en la UAB. Ella estuvo unos meses en Berkeley en 2010 y se la explicó a Michael Watts, quien por lo visto le dijo que era imposible. Pero sin embargo la pusimos en el proyecto EJOLT. Nos tomó un año, todo el 2011 y algo más, ponernos de acuerdo en el contenido de las fichas. Está todo inspirado por la historia social, por Charles Tilly, y también por los inventarios y mapas de algunas organizaciones ecologistas.

El problema que tenemos no son los contextos políticos, es decir si en Honduras o Guatemala hay tanta represión (que sí la hay) que nos impidiera recoger las fichas con los 10 o 15 conflictos ambientales más importantes. No hay problema en recoger datos a distancia, a través de organizaciones o de académicos. En China, nuestra colaboradora principal es una profesora de universidad pero queremos también encontrar organizaciones ecologistas. El problema es que en el pequeño equipo en la UAB no tenemos por ahora un buen conocimiento de China. Además es un territorio muy grande, también lo es Indonesia, por ejemplo. En Filipinas recién empezamos pero no es porque sea difícil conseguir datos, es porque no abarcamos todo. No podemos cubrir todo el mundo con el mismo esfuerzo, por falta de medios económicos. Pero lo vamos a lograr. Nuestro objetivo es alcanzar unos 3000 casos para final de 2017, con amplia cobertura geográfica y temática, si conseguimos financiación adicional. El Atlas ha contado hasta ahora con unos 50 colaboradores (incluyo los que han llenado más de 5 fichas), la mitad de ellos voluntarios.

Se pueden hacer análisis comparativos y estadísticos, en una nueva ecología política estadística, por países o por temas. Por ejemplo, minería de oro, conflictos en manglares… Por ejemplo, si tienes 80 casos de conflicto en plantaciones de palma de aceite (en América, en Asia), ya puedes hacer alguna estadística, que te dé alguna hipótesis. Por ejemplo, las empresas de palma de aceite ¿son transnacionales o son locales? ¿Fracasan más las transnacionales o las locales? Otro ejemplo, ¿es más fácil frenar proyectos de extracción de biomasa o proyectos mineros? El trabajo de análisis está empezando ahora, ya veremos qué problemas hay de representatividad estadística.

Para que exista un conflicto tiene que haber una base material. Pero los conflictos emergen sólo en determinadas condiciones sociales. Por ejemplo, en función de la existencia previa de asociacionismo, de la posibilidad política de expresarse, etc. ¿se puede establecer una relación directa entre conflicto y base material?

Todo el Atlas se basa en un enfoque material. Los impactos sociales y ambientales y los discursos de los participantes en el conflicto son por supuesto recogidos en las fichas. Pero los conflictos se clasifican en primer lugar por el tipo de extracción o contaminación: ¿es un conflicto de minería, un conflicto por infraestructuras, por extracción de combustibles fósiles, por extracción de biomasa, por acceso al agua…? Y dentro de esto, ¿qué producto está en juego: cobre, hidroelectricidad, uranio, soja…? Una lista de unos 70 productos, y puedes también poner otros nuevos que no estaban en la lista. Por ejemplo, ilmenita para titanio.

Muchos conflictos ambientales nacen (debido al aumento del metabolismo social) en las fronteras de la extracción. Y como tú dices, intervienen factores sociales. Por ejemplo, si las afectadas pertenecen a grupos indígenas, ¿eso ayuda a que haya conflicto abierto? También las fichas permiten decir si el conflicto es latente, de intensidad mediana o de gran intensidad (con muertos, etc). Seguramente se pueda estudiar everyday forms of environmental resistance.

Al mapear conflictos ambientales estamos plasmando sobre un punto o un área una determinada configuración de las relaciones entre el medio ambiente, la sociedad y la economía. ¿Por qué mapear conflictos y no alternativas, por ejemplo? 

Si estudias la historia del movimiento obrero, ¿por qué recopilar y mapear huelgas, boycotts, lockouts, y no ocupaciones de fábricas y exitosas cooperativas obreras? Podrías hacer esta pregunta. Una razón es que hay más conflictos que alternativas exitosas que salgan de esas resistencias. Es verdad que las alternativas (la gestión de bosques en los pueblos mancomunados de la Sierra Norte de Oaxaca, por ejemplo) nacen de conflictos (la lucha contra la deforestación por empresas comerciales). Pero muchas veces los conflictos acaban en derrotas del movimiento de justicia ambiental, al igual que muchas huelgas han acabado en derrotas pero merecen ser recordadas y algún efecto histórico han tenido. En el Atlas, por ahora, los casos de «éxito» son más o menos el 20 por ciento. Pero desde luego las alternativas (tanto si salen de conflictos, como me parece que es habitualmente el caso, como si no lo son) también podrían ser inventariadas y mapeadas.

Una vez creados mapas como los de EJOLT, ¿qué interacciones y reacciones habéis recibido por parte de los movimientos de base?

Esto está por ver todavía. En el Atlas estamos llegando a 1300 casos en noviembre de 2014, hay áreas todavía muy vacías, como China. El Atlas se nutre de trabajo de estas organizaciones ecologistas y de académicas. Con OCMAL yo estoy en excelentes relaciones, pero su reacción final va a depender de qué tipo de estudios salgan del Atlas. En Colombia, las organizaciones del ecologismo popular como CENSAT, están contentas del inventario y mapas de EJOLT que ha realizado Mario A. Pérez Rincón, ya han colaborado con él y lo usan. Les parece bien, pero esas organizaciones ya conocen el tema, mejor que nosotros. En Nigeria, en la India, tenemos muchos conflictos recogidos en el Atlas, pero no ha habido análisis todavía.

En general, que la gran cantidad de conflictos sean más visibles, es algo que a las ecologistas populares les gusta. Muestra que esos casos no son NIMBYs (Not In My Back Yard, que se podría traducir como: «no en mi patio»), hay un gran movimiento mundial de resistencia. Seguramente viste que el secretario general de la OTAN, Anders Fogh Rasmussen, declaró hace poco tiempo en Londres que la resistencia al fracking del gas en Europa la pagaba Putin. En la India, el primer ministro Modi o los servicios secretos dicen que las ecologistas están pagadas por países europeos o por Estados Unidos. Un inventario y mapa como EJOLT muestra que eso son tonterías. El reciente libro de Naomi Klein sobre la justicia climática, con la idea de Blockadia, va a ayudar también. Su inspiración viene del ecologismo local, a menudo indígena, en Canadá y Estados Unidos y también de los Ogoni e Ijaw en Nigeria con la propuesta de dejar el petróleo en tierra para no contaminar localmente y para impedir que se produzca más CO2 al quemar el petróleo, la campaña Amazonía por la Vida de Acción Ecológica desde su fundación y la propuesta Yasuní ITT. Una de las protagonistas del libro de Naomi Klein es Esperanza Martínez, de Oilwatch. Esa idea del ecologismo del Sur de leave oil in the soil, coal in the hole, gas under the grass («deja el petrolio bajo el suelo, el carbón en la mina y el gas bajo el césped») ahora se usa en las campañas contra el fracking en Europa, contra prospecciones de petróleo en Canarias… El Atlas de EJOLT y los informes y libros que salen de EJOLT son una contribución a todo este movimiento global de justicia ambiental, que también existiría por supuesto aunque no hubiera EJOLT. Nosotros somos amanuenses, como lo fue Nettlau. Somos como recicladoras de basuras, una profesión muy útil: recogemos los conflictos ambientales, los clasificamos, mejoramos y limpiamos la información, los mapeamos, los ponemos ordenadamente en la web, en libros o artículos, para que no se pierdan y para que alimenten el movimiento.

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