Pablo Cotarelo Álvarez [1]
Introducción
Algo se mueve en el mundo de la energía. Es un hecho que no se puede ocultar. 2015 es probablemente el año de la historia reciente del Estado español en el que más atención y esfuerzos se están dedicando no sólo a repensar la relación de las sociedades y comunidades con las energías, sino a crear las alternativas desde el ámbito local. Este nuevo impulso en realidad no es tan nuevo: podemos recordar a tantas personas y colectivos que han desarrollado propuestas pioneras, como la ordenanza solar de Barcelona impulsada por Pep Puig a caballo entre los dos siglos, o los y las valientes de todo el territorio que se atrevieron en las últimas dos décadas a colocar paneles solares en sus tejados o terrazas. Pero a pesar de no ser tan nuevo (en verdad casi nada lo es) este fenómeno sí que reúne algunos desencadenantes que no se habían encontrado en el pasado de manera tan numerosa, intensa y diversa.
La creciente preocupación por los abusos recibidos por la población infligidos por el sector energético, que transmite cierta sensación de impunidad para una de las partes y de indefensión en la otra: una reforma eléctrica incomprensible para el gran público, enormemente criticada por los especialistas y con grandes desequilibrios en el reparto de los costes y los beneficios (2013); una decidida política del gobierno del Estado para recentralizar las competencias de las administraciones públicas, con especial atención a las energéticas (ya altamente centralizadas); omo consecuencia de las dos anteriores, un fenómeno de emergencia social como la pobreza energética, que excluye del acceso a un suministro tan básico como la energía a amplias capas de la población (hasta un 17% en 2012) (ACA, 2014); a avalancha de peticiones para comenzar labores de extracción de hidrocarburos, tanto gas de esquisto mediante fractura hidráulica en tierra como petróleo en el mar (Mediterráneo y Canarias, principalmente); el auge del movimiento municipalista como respuesta o solución a la extendida preocupación por las carencias democráticas y el empeoramiento de las condiciones de vida de la población.
Todos ellos han contribuido a que el foco de las alternativas energéticas se haya acercado a la esfera local. Pero si se pudiera identificar un catalizador de la reacción social, éste sería el fenómeno de la pobreza energética. La confluencia de la percepción generalizada de que se estaba extendiendo un problema energético muy cercano a la emergencia social, por una parte, más la escalofriante novedad de una patente pérdida de derechos asociada al impedimento a acceder a los suministros básicos, y las limitaciones o condiciones impuestas por una legislación de marcado carácter centralista, interpeló directamente a la acción a organizaciones sociales de diferentes procedencias y campos de especialización. Este tipo de pobreza es muy especial ya que se produce como consecuencia de la confluencia de tres factores: la reducción del poder adquisitivo de la población común como resultado del desigual reparto de las cargas de la reestructuración económica llamada crisis, un deficiente estado de las condiciones de aislamiento del parque de edificios, y un aumento muy acusado de los precios de la energía (electricidad y gas en todo el territorio español) y el agua (en muchos municipios). Es decir, el efecto de decisiones activas por parte de las capas altas de la sociedad en el primer y último caso (crisis y aumento de precios), y pasivas en el segundo caso (mal estado de los edificios).
Iniciativas de relocalización energética
En este nuevo contexto, donde es patente que no se pueden desligar las cuestiones sociales y económicas de las energéticas en ámbitos muy cercanos a la vida de las personas, surge el interés por analizar lo que se está haciendo con la energía con enfoque local en diferentes lugares y con diversas aproximaciones. Y se descubren numerosas experiencias con distintas características, edades y grados de madurez.
Así, nos encontramos en primer lugar con iniciativas promovidas desde las instituciones locales. El caso de Rubí brilla [2], por ejemplo, lleva en marcha desde 2011 y se ha propuesto convertir este municipio de 74.000 habitantes en un referente internacional de la eficiencia energética y el uso de energías renovables en entornos industriales, comerciales y domésticos, como factor de mejora de la competitividad y mejora ambiental del territorio. Los ámbitos de actuación del programa de Rubí brilla son el industrial, el de las instalaciones del propio ayuntamiento, el sector comercial, el doméstico y el internacional. En otro lugar de Cataluña también se encuentra Ordis, un pequeño municipio que tiene un ambicioso Plan de acción (2013) [3] elaborado en el contexto del Pacto de Alcaldes promovido por la Comisión Europea y que, mediante 51 actuaciones en diferentes ámbitos energéticos, se propone reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero más de un 40% respecto a las producidas en 2005. Para ello las líneas estratégicas que desarrolla están relacionadas con: el aumento de la eficiencia energética en los edificios públicos, edificios residenciales y el sector terciario, disminuir las emisiones asociadas al transporte urbano, incrementar la producción local de energía en el municipio y el consumo de energía renovable, y disminuir las emisiones asociadas al tratamiento de residuos sólidos urbanos. Por otra parte, Centelles [4] es un pueblo cuyo ayuntamiento posee la rareza de gestionar una distribuidora de electricidad, en un sector tan monopolizado como el español. Dicha distribuidora, además de ofrecer un servicio de calidad a los habitantes del pueblo, supone una fuente de ingresos para las arcas públicas, con los que acometer inversiones de interés colectivo. (https://expo.aspe.org)
Con un perfil distinto descubrimos otras iniciativas, digamos más politizadas y de base. Son lo que sus promotores denominan Okupaciones rurbanas, y tienen sus máximos exponentes en el área de influencia barcelonesa: Can Masdeu [5] y Can Paskual. En ellas, la autonomía energética y alimentaria se encuentran en el centro de todos los planteamientos de vida, de convivencia con los barrios de los alrededores y de la actividad política de transformación a través de la propia experimentación diaria, tanto de las mismas habitantes de las comunidades como de las personas que participan de manera estable o esporádica en la red de proyectos que gestionan en los espacios que comparten. Dicha experimentación requiere y deriva de un minucioso análisis del reparto del tiempo entre diferentes tipos de actividades de las personas que conviven en las comunidades, de las necesidades de energía endosomática y exosomática [6], de cómo obtenerlas y cómo se utilizan, y de la evolución de ambas. De esta manera se puede decir que en estas iniciativas se produce de manera natural una relación íntima entre el universo energético desde un punto de vista tradicional y el de la agroecología. Una de las conclusiones más interesantes a las que llegan los estudios realizados desde estos lugares muestran que la energía exosomática se puede invertir y redirigir. Puede invertirse aumentando el uso de energía y órganos endosomáticos, como cambiando coche por bicicleta para la movilidad; y puede redirigirse usando los recursos exosomáticos de naturaleza biológica, como el efecto climatizador de la sombra de los árboles o la madera como combustible calorífico (Cattaneo, 2009).
En otra vertiente tenemos las ciudades en transición o Transition towns [7], cuya iniciativa nace en el Reino Unido y se extiende con el tiempo por zonas de Madrid, Baleares, Cataluña, Andalucía,etc., y que poniendo el acento en la construcción de comunidades que vivan la realidad futura sin combustibles fósiles, aporta la atención prestada a la formación de redes descentralizadas y autosuficientes, la auto-formación continua, la creatividad y la necesidad de la sostenibilidad como principio rector. Esta propuesta es voluntaria y determinadamente ajena a la política, con lo que rehuye el conflicto y no contempla la relaciones de poder entre los diferentes actores del sector energético como potenciales palancas de transformación o transición energética.
Finalmente, las últimas iniciativas en aparecer son las que se podrían considerar integradoras, en la medida en que reúnen diversas propuestas bajo un mismo enfoque, e intentan articularlas. A este grupo corresponderían tanto la Xarxa per la Sobirania Energètica [8] como la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético [9]. Ambas han desarrollado sendas propuestas de programa o medidas dirigidas a influir en el debate previo a las elecciones municipales. De hecho, existe una estrategia de acercamiento energético, no sólo de las infraestructuras sino también de las personas a la toma de decisiones energéticas, denominada “relocalización” por parte de la Xarxa, que considera esencial reivindicar la soberanía de los pueblos para transformar los sectores energéticos en espacios sostenibles a través de la democracia real. Esta estrategia, central en las actividades de esta red de grupos y personas con sensibilidad social y ambiental radicada en Cataluña, parte de un análisis conceptual de las relaciones entre los diferentes apartados de lo que académicamente se considera energía y de las relaciones de poder (y sus dinámicas) existentes entre los actores que configuran este amplio sector.
Una transición energética diferente
Estas últimas propuestas nos muestran indicios de que vivimos un momento de transición dentro de los ambientes transformadores (académicos, movimientos sociales, economía social, etc.) que piensan y actúan en materia energética desde el ámbito local. No se trata únicamente de la necesaria transformación de la matriz energética basada en combustibles fósiles y nucleares, en una más razonable ambiental y socialmente. Se trata de una transición en el “interior” del propio movimiento energético alternativo. Probablemente se encuentre en una fase embrionaria o muy primitiva, pero ya se vislumbra un cambio conceptual e incluso estructural.
El elemento diferenciador de los nuevos movimientos respecto a los que atesoran un recorrido de años e incluso décadas es elemento “democracia”. En este movimiento nunca se había experimentado con la decisión de dar prioridad a la democracia tan intensamente, por delante de cuestiones como el ahorro energético y la promoción de las energías renovables, que también están muy presentes, pero desde una posición no central sino más bien subalterna a la principal, que es la englobada en la triada democracia-soberanía-participación popular. De esta forma conviven en el espacio y en el tiempo propuestas muy interesantes, que comparten círculos de afinidad, pero que empiezan a tener diferentes fuerzas motrices para la transformación energética, y la social asociada a ella.
La evolución viaja desde planteamientos generalistas adaptados a los municipios, basados en indicadores de sostenibilidad ambiental fundamentalmente, y donde la promoción de las energías renovables (y la eficiencia energética) marcan la lógica de análisis estratégico y de acción subsiguiente, hacia planteamientos más relacionados con lo que podríamos denominar soberanía energética, en los que predominaría una visión más política, en un sentido amplio e integrador de la palabra, donde lo que marca la estrategia y las iniciativas son las necesidades humanas y la articulación social para participar determinantemente en la toma de decisiones para satisfacerlas. La soberanía energética bajo este marco se definiría entonces como el derecho de los individuos conscientes, las comunidades y los pueblos a tomar sus propias decisiones respecto a la generación, distribución y consumo de energía, de modo que éstas sean apropiadas a las circunstancias ecológicas, sociales, económicas y culturales, siempre y cuando no afecten negativamente a terceros (Cotarelo et al., 2014). La traducción de dicha definición a la acción se refleja en los ejes en los que desarrollar medidas concretas: la Alimentación, la Movilidad, los Hogares, el Ocio y la Socialización, y los Bienes. Y dentro de ellos se presta especial atención a las Tierras cultivables y los Tipos de cultivo, la Distribución de bienes, la Electricidad, la Movilidad laboral, el Trabajo, y las Materias primas. Estos puntos de partida conducen a objetivos similares a los tradicionales pero por caminos un tanto distintos, en los que los compañeros de viaje son más diversos y los tiempos con los que se trabaja más exigentes, lo cual obliga a intensificar y mejorar el debate.
Conclusión
Uno de los impulsos que ha acelerado dicha nueva transición energética lo podemos encontrar en el auge del municipalismo y la necesidad de encontrar respuestas políticas por parte de crecientes capas de la población movilizada, desde un enfoque más institucional que en el pasado. Ya en la misma articulación de las propuestas se percibe el encuentro entre dos maneras diferentes de enfocar las alternativas energéticas locales que conviven, y en algunos casos colisionan. De la colisión ordenada de las propuestas debería surgir una nueva cultura energética en el ámbito local, que podría empujar hacia arriba una transformación de un modelo energético que tantos problemas genera a las sociedades humanas en forma de afecciones a la salud, agresiones a los derechos humanos y deterioro ambiental.
Referencias
ASOCIACIÓN DE CIENCIAS AMBIENTALES (ACA) (2014), La Pobreza Energética en España. Análisis de tendencias.
CATTANEO, C. (2009), “Análisis energético del valle Can Masedu de Barcelona: la relevancia de la energía endosomática en la bioeconomía” en BARCENA, I., LAGO, R., VILLALBA, U., (eds.) Energía y deuda ecológica. Transnacionales, cambio climático y alternativas, p. 405-434. Barcelona, Icaria.
COTARELO, P., LLISTAR, D., PÉREZ, A., GUILLAMÓN, A., CAMPUZANO, M., BERDIÉ, L. (2014), “Definiendo la soberanía energética” en Ecologista, vol. 81, p. 51.
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[1] Observatori del Deute en la Globalització (pablo.cotarelo@odg.cat)
[2] http://www.ajrubi.net/ajrubi/apartats/index.php?apartat=3339
[3] http://www.ordis.cat/media/sites/159/paes_ordis_26_08_13definitiu.pdf
[4] http://www.centelles.cat/serveis-equipaments-servei-electric-ajuntament-centelles.asp
[5] http://www.canmasdeu.net/
[6] La energía endosomática es la transformada en el interior del cuerpo procedente de los alimentos ingeridos y la exosomática es la utilizada por las personas pero exterior al metabolismo humano.
[7] http://movimientotransicion.pbworks.com/w/page/21695346/Movimiento%20de%20Iniciativas%20de%20Transici%C3%B3n
[8] http://xse.cat/
[9] http://www.nuevomodeloenergetico.org/pgs2/
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