- Editores: T. PERREAULT, G. BRIDGE, J. McCARTHY y R. L. BRYANT
- The Routledge Handbook of Political Ecology y The International Handbook of Political Ecology
- Editorial: Routledge Press, Oxon y Edward Elgar Press, Cheltenham
- Año:2015
- ISBN: 9781138794337 y 9780857936165
- Idioma: Inglés
- 648 pp. y 720 pp.
- Crítica de los libros: Diego Andreucci* y Creighton Connolly**
Dos impresionantes libros de ensayos publicados en 2014 nos dan una idea del debate actual en la ecología política anglófona[1]: el Handbook of Political Ecology (Routledge), editado por Tom Perreault, Gavin Bridge y James McCarthy, y el International Handbook of Political Ecology (Edward Elgar Press), editado por Raymond Bryant. Ambos tienen alrededor de setecientas páginas, organizadas en unos cincuenta capítulos breves escritos por distintos autores. A pesar de las similitudes en el título y los contenidos —muchos autores y temas se repiten en los dos libros—, se trata de dos proyectos distintos y paralelos. Cabe preguntarse si más recopilaciones de ensayos es lo que la ecología política necesitaba: es cierto que estos dos textos representan una contribución importante a la disciplina, actualizando y expandiendo el debate actual y proponiendo reflexiones interesantes. No superan, sin embargo, algunas limitaciones intelectuales y políticas de una teoría crítica hecha exclusivamente por académicos y para académicos.
Una contribución al pensamiento crítico
El Handbook of Polítical Ecology es una colección de ensayos editada y por la mayor parte escrita por autores enmarcados en la tradición intelectual de la geografía crítica, y refleja esta tendencia. Presenta actualizaciones interesantes del debate en la disciplina, particularmente en relación a la gobernanza ambiental y el neoliberalismo, en cuyas discusiones los geógrafos han destacado. El texto se posiciona como una contribución teórica al pensamiento crítico sobre relaciones socionaturales —“una lente teórica y política para entender, desafiar y estructurar la investigación sobre las relaciones sociedad-naturaleza en el mundo contemporáneo” (p. 621).
El pasado verano, durante la presentación del Handbook en un evento de la red ENTITLE[2] en Estambul, Gavin Bridge, uno de sus editores, explicó que esta recopilación “entiende y aborda la ecología política como un campo que combina la investigación académica y la práctica política”. Por ende, la colección presta atención a “los conocimientos y las estrategias prácticas” de los que resisten políticas y proyectos ambientales no deseados.
El libro transmite la tensión que sufre la ecología política, relacionada a su posición ambigua entre crítica y propuesta política. Las contribuciones de Brent McCusker y Tony Bebbington, por ejemplo, reflexionan sobre los desafíos implícitos en tratar de influir en políticas oficiales desde la ecología política. Por otro lado, los capítulos de Alex Loftus, Nik Heynen y Levi Van Sant expresan optimismo sobre la capacidad de la disciplina de relacionarse con movimientos sociales inspirados en la tradición anarquista y en la praxis gramsciana.
Paul Robbins captura otra tensión, entre desconstrucción crítica y producción de conocimiento empírico, asociando la ecología política a la figura antropológica del trickster [3]. La “característica principal [de la ecología política] —para Robbins— es la habilidad de avanzar simultáneamente rigurosas evaluaciones empíricas de condiciones y cambios socioambientales, adoptando libremente los métodos y aparatos conceptuales de tradiciones de investigación relacionadas, y al mismo tiempo constantemente criticar y socavar los proyectos de estos otros campos” (p. 89).
Tres compromisos y un desafío
La forma de entender la ecología política que se expresa en el Handbook —según explicó Tom Perreault, uno de sus editores, en el Congreso Latinoamericano de Ecología Política (Santiago de Chile el 24 de octubre de 2014)— se caracteriza por tres compromisos interconectados. Primero, un compromiso teórico con el conocimiento crítico y un entendimiento postpositivista del mundo —inspirado por el marxismo y el pensamiento postestructural— que presuponen que no se puede separar el conocimiento sobre la naturaleza de las relaciones de poder que lo moldean. Segundo, un compromiso metodológico con el postpositivismo y con métodos etnográficos abiertos, cualitativos y en profundidad. Una metodología plural que, según Perreault, “no está en contra del análisis cuantitativo, pero entiende que existen aspectos centrales de las relaciones sociales y socionaturales que se pueden entender únicamente a través del análisis cualitativo”. Y tercero, un compromiso político y ético con la justicia social y ambiental: según Perreault, los activistas e investigadores en ecología política “buscan no solamente entender los procesos ecológicos, sino también construir un entendimiento de las relaciones socionaturales con una orientación hacia la justicia ambiental y las políticas radicales”[4].
Un desafío importante está relacionado con la necesidad de unificar el campo interdisciplinario e internacional de la ecología política a través del reconocimiento y la inclusión de las múltiples tradiciones académicas, lingüísticas y geográficas que lo componen. Hoy, según Gavin Bridge, la ecología política “es un marco intelectual muy amplio, un campo bulliciosamente diverso” que se ha expandido rápidamente e institucionalizado de forma desigual. Pese a las crecientes conexiones internacionales, siguen habiendo importantes desigualdades.
A pesar de tímidos tentativas de diversificar el canon sobre la ecología política —con la inclusión de dos capítulos sobre las tradiciones latinoamericana (Enrique Leff) y francófona (Denis Gautier y Christian Kull)—, el Handbook refleja cierta hegemonía de la academia anglosajona en el campo, en particular, de la geografía. Según Bridge, sin embargo, el Handbook considera que la geografía “no tiene el monopolio sobre el estudio de las relaciones socionaturales”, sino que ocupa solo un espacio de “un campo más amplio” que incluye otras ciencias sociales.
Internacionalizar la ecología política
La internacionalización o descolonización de la ecología política es el foco y la razón de ser principal del otro manual, el International Handbook of Political Ecology. La intención del editor de promover la internacionalización de la disciplina es visible no solo en la diversidad de los perfiles de los contribuidores, sino también en el enfoque en diferentes tradiciones regionales y lingüísticas de la ecología política. El libro también expresa preocupación sobre el estado de la ecología política como comunidad académica internacional y como proyecto intelectual común, que hasta ahora ha sido fragmentado y, de alguna forma, incoherente.
Mientras aquí también el núcleo de los autores es formado por geógrafos anglófonos, las contribuciones revelan una mayor diversidad. Aunque los resúmenes sobre las tradiciones francófona y latinoamericana son muy parecidos, curiosamente, a los capítulos del Handbook, en esta colección de ensayos se aprecia mayor trabajo empírico sobre —y desde— Oriente Medio, América Latina y, sobre todo, Asia.
Shangrila Joshi, por ejemplo, explora el tema de la división Norte-Sur y sus usos y apropiaciones; una dicotomía que, según la autora, se tiene que cuestionar con la misma urgencia con que la ecología política se ha enfrentado a otros falsos binomios como naturaleza-cultura. Otros autores, como Anna Zimmer y Beth Rose, argumentan que la disciplina no ha prestado suficiente atención a tradiciones académicas no occidentales y a epistemologías indígenas. Por último, Shanti Nair invita a considerar la diferencia religiosa como un área de estudio, demostrando en su análisis de la realidad de Arabia Saudí como cuestiones religiosas son centrales para entender temas clave como gobernanza, salud y activismo.
Partiendo de la crítica al anglocentrismo de la ecología política, el libro muestra también la vitalidad de este campo de estudios, presentando una variedad muy amplia de nuevas investigaciones y discusiones teóricas originales. El International Handbook incluye, por ejemplo, contribuciones de la economía ecológica al paradigma del decrecimiento (por Hali Healy, Joan Martínez Alier y Giorgos Kallis). Analiza, además, temas hasta ahora descuidados por la ecología política académica, como la relación entre movimientos ambientales y laborales (Stefania Barca) y el rol de las emociones en la estructuración de las relaciones entre sociedad y naturaleza (Farhana Sultana).
Menos que radicales, y nada baratos
Ambos libros son hitos importantes que marcan el avance de la disciplina desde sus orígenes, hace cuatro décadas. Pero también nos desafían a enfrentarnos con las muchas carencias que todavía existen para que la ecología política se convierta en una práctica intelectual capaz de inspirar transformaciones socioecológicas radicales. Entre ellas cabe mencionar la distancia que permanece —a pesar de las buenas intenciones y honrados esfuerzos de los editores— entre la ecología política como disciplina académica y los movimientos sociales. Esta distancia se manifiesta en el carácter autorreferencial que muchas contribuciones demuestran, ya que en ellas movimientos de resistencias o transformación aparecen como objeto de investigación, pero casi nunca como sujetos productores de conocimiento. Es necesario aumentar los esfuerzos para generar un dialogo más productivo. No ayuda en este sentido que los dos Handbooks tengan unos precios inaccesibles (ambos, alrededor de 200 €). A fin de evitar que estas ambiciosas y caras colecciones se queden entre los muros de la academia, cabe esperar que algún generoso activista las convierta cuanto antes en conocimiento de acceso libre para todas y todos.
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* Institut de Ciència i Tecnologia Ambiental, Universitat Autònoma de Barcelona (diego.andreucci@gmail.com)
** Departamento de Geografía, Universidad de Manchester
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[1] Esta reseña expande material previamente publicado por los autores en el blog de la Red Europea de Ecología Política (ENTITLE). www.entitleblog.org.
[3] La figura del trickster, pícaro o embaucador, es común a distintas mitologías, así como al carnaval medieval. Hace referencia a un dios o diosa, hombre, mujer o criatura que goza de una gran inteligencia y conocimientos, pero que los usa para bromear y que desobedece las normas de comportamiento convencionales.
[4] Tom Perrault (2014). “Repensando las raíces y trayectorias de la ecología política”. Ponencia magistral presentada en el Congreso Latinoamericano de Ecología Política, en Santiago de Chile, el 24 de octubre de 2014. Disponible en http://entitleblog.org/2014/11/04/repensando-las-raices-y-trayectorias-de-la-ecologia-politica
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