Joan Martínez Alier
El binomio “ecología política” puede significar dos cosas. En primer lugar, la política que hacen los ecologistas; así usó Alain Lipietz esas palabras, por ejemplo. En esta revista hemos prestado atención intermitente a los intentos malogrados de crear partidos verdes, o a las políticas y programas de los Verdes alemanes. En un segundo sentido, “ecología política” se refiere a la influencia de la política, en el sentido más amplio (es decir, en el de la distribución del poder), en la distribución de los productos y funciones de la naturaleza y en la distribución de las cargas de la contaminación entre distintos grupos, clases o categorías de humanos. Sucintamente, ecología política es el estudio de los conflictos ecológico-distributivos. A partir de ahí, existen muchas ramificaciones posibles. La revista se llama Ecología Política porque estudia y anima esos conflictos ecológico-distributivos o, lo que es lo mismo, esos conflictos socioambientales.
La revista la lanzamos en Barcelona, sin preocuparnos por la definición del tema, como una revista abierta a activistas y académicos, inspirados por la revista Capitalism, Nature, Socialism, fundada en 1988 y dirigida por el economista marxista James O’Connor y por las revistas hermanas en Francia (con Jean-Paul Deléage) y en Italia (con Giovanna Ricoveri, una sindicalista amiga de James O’Connor desde muchos años antes). La revista Ecología Política, semestral, que nunca ha fallado en su periodicidad, se nutrió de trabajo voluntario y fue acogida por la Editorial Icaria y su activa directora, Anna Monjo.
Al principio publicamos bastantes traducciones de las tres revistas hermanas; después, cada vez más, materiales que llegaban de América Latina. En el primer número, hubo un importante artículo de Víctor Toledo, y me complace que el número 50 contenga una entrevista al propio Toledo, más maduro y más sabio, y no menos combativo. La revista se benefició de mis estancias y colaboración con Acción Ecológica en Ecuador, pero también de otras colaboraciones conseguidas en América Latina y en la India. Algunos colegas editaron números especiales, lo que fue muy de agradecer. En los inicios nos hicimos eco de los debates sobre la “segunda contradicción del capitalismo” que había propuesto James O’Connor, quien nos animó a publicar la revista, y que nunca intervino en su curso para orientarla en ningún sentido. A menudo bromeaba que, siendo publicada en Barcelona, por supuesto iba a ser algo más anarquista que la suya —y campesinista también, o zapatista, con tantos latinoamericanos en el consejo de redacción.
Al cabo de treinta números y quince años, con todas las obligaciones universitarias que yo tenía y las que me imponía; con el crecimiento internacional de la economía ecológica y la ecología política, que nos llevaba, a todos nosotros, a publicar libros y artículos en revistas en inglés; no tenía yo tiempo ni ánimos para continuar la revista, y ahí afortunadamente intervinieron dos antiguos alumnos y amigos, Miquel Ortega Cerdà e Ignasi Puig Ventosa, uno físico y el otro ingeniero, ambos doctores en ciencias ambientales, personas inteligentes y prácticas que habían fundado una pequeña consultora llamada ENT, que es la que ahora edita la revista. Tuvieron empuje y buscaron recursos para, sin cambiar su línea en absoluto, iniciar (sin interrupción) una nueva serie, que nos ha llevado al número 50. Ellos introdujeron dos modificaciones exitosas: hacer números monográficos y poner toda la colección en la web. El éxito de la revista, que combina artículos de divulgación de tono académico con descripciones de conflictos socioambientales en una perspectiva mundial pero con hincapié en América Latina y la península Ibérica, es mayor que nunca. El acceso libre a la antigua colección ha multiplicado el número de lectores jóvenes. En los últimos años, muchas veces me han dicho en México, en Colombia, en Argentina: “Qué buena está esa revista que diriges.” Lo que me hace sonreír.
En una tercera etapa, que empieza en 2015, se han incorporado a la redacción nuevos jóvenes que de ninguna manera quieren dar la revista por difunta ni cambiar la línea, pues ellos piensan que acertamos con el nombre y con los contenidos hace ya veinticinco años. Han iniciado también una nueva página web. La revista continúa, por lo tanto, su publicación semestral impresa, y ciertamente busca y necesita nuevos suscriptores, y al mismo tiempo difunde sus páginas con acceso libre doce meses después de la publicación de cada número.
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