Pablo Villegas N.*
Entre el segundo semestre del 2006 y el primero del 2008, los precios de los alimentos en el mundo subieron a los niveles más altos de los últimos 30 años produciendo una crisis alimentaria mundial (FAO, 2009). No se trataba solo de una crisis alimentaria, sino de una crisis que impactó en la agricultura misma, y no solo de un país, sino de manera general en los países en desarrollo. Un aspecto importante de la crisis fue, según la FAO, que el incremento de los precios no favoreció a los pequeños productores porque la diferencia de precios a su favor fue absorbida por el precio de los insumos para la agricultura. Esto quiere decir que la economía de los pequeños productores, aparentemente independientes y tradicionales, ya ha caído bajo la influencia decisiva del capital internacional.
La producción de agrocombustibles fue, según Don Mitchell, economista del Banco Mundial, causante del 75% del aumento de los precios de los alimentos y el petróleo del restante 15%. Esta posición fue ratificada por otros organismos como la FAO. ¿Cómo afectaron los agrocombustibles a los alimentos y a la agricultura?
Según la FAO, esto ocurrió por el desvío de alimentos hacia la producción de agrocombustibles; el desvío de tierras a la producción de materia prima para agrocombustibles y a la especulación generada por las fuertes inversiones en el sector. Todo esto no podría darse efectivamente sin el sello del monopolio.
Bien, si un solo sector de la economía agrícola ha adquirido el poder de alterar el mundo en tal medida y en tan poco tiempo, es que nos encontramos ante un fenómeno que no puede ser subestimado. El sistema de producción de los agrocombustibles es resultado de un proceso de concentración de capitales sin precedentes en la historia, de bancos, petroleras, empresas de transgénicos, etc., que ha establecido su monopolio sobre la tierra y los recursos naturales necesarios para la agricultura. Este sistema ha puesto, como nunca, al gran capital en la posibilidad de controlar planetariamente la agricultura, especialmente, la producción de alimentos; y está en posibilidades de matar de hambre a cualquier país que se le resista. Un país bloqueado económicamente puede sobrevivir pero no el que ya no puede producir sus alimentos.
La crisis alimentaria también llegó a Bolivia, pero antes de esta, Bolivia, junto a Ecuador, Haití, Nicaragua y República Dominicana, eran parte de los cinco países latinoamericanos que integraban las 37 naciones del mundo con mayor déficit en materia de alimentos. La cantidad de población con estos problemas en Bolivia es de dos millones de personas (Centro de Noticias OPS/OMS Bolivia, 13-10-2009), casi un tercio de su población. El problema, por tanto, tiene antecedentes históricos.
Como ha sucedido internacionalmente, la deficiencia alimentaria en Bolivia es parte de una crisis en la agricultura. Veremos sus causas.
La producción agraria de Bolivia se caracteriza por dos componentes básicos, la basada en la gran propiedad de la tierra en el oeste del país, dirigida a la exportación, y la basada en la pequeña propiedad cuya producción principal son los alimentos y está destinada al mercado interno. Los cultivos industriales son básicamente caña y soya.
Hay una estructura de la tenencia de la tierra donde los grandes propietarios (5% de la población) poseen el 89% de la tierra y el restante 95% solamente el 11% (Tabla 1).
En Bolivia no existe sino una producción incipiente de etanol, a pesar de ello, los agrocombustibles ya han provocado un gran impacto. El sector latifundista desempeñó un rol de vanguardia en la reciente crisis política que estuvo a punto de fragmentar Bolivia. Este mismo sector, se halla desde hace varios años realizando una costosa campaña con financiamiento del Centro de Promoción de Importaciones de Holanda (CBI), la Secretaría de Estado de Economía de Suiza (SECO) y USAID-EEUU, por la introducción de agrocombustibles no solo en el oeste del país sino a escala nacional. A pesar del debilitamiento de la derecha, la influencia política de los latifundistas es demasiado grande, como veremos a continuación.
Este sector llegó con una reducida minoría a la Asamblea Constituyente, el 2006. Sin embargo, a traves de negociaciones directas con el gobierno logró cambios sustanciales en la Constitución aprobada por la Asamblea Constituyente, cambios que por negociación fueron introducidos por el parlamento.
Inicialmente este sector redactó un estatuto autonó- mico que amenazaba ser la base de una nueva república y contenía todas sus demandas. Como resultado de las negociaciones lograron eliminar de la Constitución la posibilidad del monopolio económico de Estado (Art. 316.4), de su intervención directa en la producción (Art. 316.3), y de la conducción de la economía (Art. 316.2).
En cuanto a los agrocombustibles, tanto la Constitución aprobada por la Constituyente como el Estatuto Autonómico (EA) los aprobaban, pero el EA se atribuía una competencia exclusiva sobre estos; ahora la Constitución negociada les reconoce esa competencia. Finalmente, ambos documentos aprueban los transgénicos. Con esto se han abierto las puertas, más que a un determinado tipo de tecnología, a un modelo de producción y explotación (Villegas y Vargas, 2009).
Otro aspecto donde los latifundistas lograron importantes resultados fue en el régimen de tierra. La extensión máxima de la tierra fue resuelta por el referendum de límites entre 5.000 o 10.000 hectáreas, donde la mayoría votó por la primera alternativa. Sin embargo, previamente se había introducido otro cambio en la Constitucion estableciendo que los resultados del referendum no afectarían a quienes actualmente están en posesión de la tierra, sino a los latifundistas del futuro. Además de esto, se introdujo otro cambio velando justamente por estos. Según el artículo 315-II, estas personas que se constituyan con posterioridad a la Constitución tendrán una estructura societaria con un número de socios no menor a la división de la superficie total entre cinco mil hectáreas. Esta disposición podría dar lugar al camuflaje del latifundio en sociedades familiares o similares, además, no sujetas a la función económica social, lo cual inutilizaría la decisión del pueblo expresada en el referendum (Villegas, 2008).
Como vemos los latifundistas, pese a ser minoría en la Asamblea Constituyente, han logrado constitucionalizar un régimen de tierras que no solo garantiza sus propiedades actuales sino que también les da total soberanía en la implantación de agrocombustibles y cultivo de transgénicos.
Por tanto es sólo cuestión de tiempo y de la evolución de la crisis económica mundial que también ha afectado a este sector, que Bolivia se integre a la producción de agrocombustibles. Entonces la produccion de alimentos y la existencia de la pequeña producción caerán en una situación peligrosa porque la estructura de la tenencia de la tierra y de la producción agricola dominada por los latifundistas que hemos visto, avanzarán rapidamente sobre los pequeños productores.
Pasando a la cuestión alimentaria, hoy, los alimentos son mercancías y aunque parte de los alimentos tradicionales solo se comercian limitadamente, para los productores equivalen al pago por su trabajo y su valor se calcula de acuerdo al valor del trabajo en el mercado; de ahí resulta la conveniencia o no de seguirlos produciendo. Estos productos compiten en un mercado controlado por el capital internacional, con mercancías respaldadas por subsidios y proteccionismo disfrazado de normas sanitarias y similares, no precisamente de un «capitalismo puro». Por esta competencia «desleal», cuando el productor tradicional y/o pequeño llega al mercado con su producción, sufre el robo del valor de su trabajo; esto influye naturalmente en el valor del trabajo en general. Así el productor pequeño es liquidado como productor y con eso la producción tradicional.
En estas condiciones de mercado la supervivencia de los alimentos tradicionales, de la soberanía alimentaria y de los pequeños productores es imposible si no se liquida lo más preciado del neoliberalismo, el libremercado. Detrás de los productos del mercado está el trabajo de los productores. Esto es que la liberación de los mercados, el neoliberalismo, abre el mercado de trabajo a la rapiña del monopolio capitalista, pero, la protección del valor del trabajo y del trabajador y, por ende del valor del ser humano, es un campo donde el ruidoso «anti-neoliberalismo» de nuestros días no quiere entrometerse.
En conclusión, el monopolio de la agricultura y de sus requisitos (tierra, agua, etc.) bajo una fusión de capital transnacional extranjerizante se ha constituido en un determinante estable del contexto agrícola mundial. Los acontecimientos políticos recientes en Bolivia hacen ver que ya se ha producido una alianza del capital transnacional con el sector de latifundistas que no solo pretende definir la cuestión agrícola sino la estructura política nacional y ha logrado grandes avances en ese sentido. En este marco, la supervivencia de los pequeños productores y el autoabastecimiento nacional de alimentos son el gran desafío para el país. La agricultura del siglo XXI en Bolivia, más que problemas tecnológicas plantea la necesidad, por una parte, de modificar la actual estructura de propiedad de la tierra y, por otra, de una política económica de estado destinada a recuperar el control del mercado interno para estimular la producción nacional y la soberanía alimentaria. Esto implica un rompimiento con el actual modelo primario, exportador y dependiente cuya vigencia se mantiene.
REFERENCIAS
Centro de Noticias OPS/OMS Bolivia. «Según FAO el 23% del país sufre hambre.» 13 de octubre de 2009.
FAO. El estado de los mercados de productos básicos agrícolas. Los precios altos de los alimentos y la crisis alimentaria: experiencias y lecciones aprendidas. Roma, Italia: FAO, 2009.
«High Level Expert Forum – How to Feed the World in 2050». Roma, 12-13 de octubre 2009.
VILLEGAS, Pablo. Los Recursos Naturales en Bolivia. Cochabamba, Bolivia: CEDIB, 2008.
VILLEGAS, Pablo, y Mónica VARGAS. «Agrocombustibles: más un problema que una solución.» Petropress (CEDIB), nº 14 (marzo 2009): 22-29.
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* CEDIB (Centro de Documentación e información, Bolivia).
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