Josep Maria Antentas y Esther Vivas*
RESUMEN
El Foro de Belem fue el primero después del estallido de la crisis económica. Sus debates estuvieron marcados por la misma y por la voluntad de buscar alternativas globales a las políticas dominantes. Belem marcó un cierto punto de inflexión en la evolución experimentada por el Foro en los últimos años dominada por un alejamiento progresivo de las luchas sociales y un perfil crecientemente institucionalizado.
El Foro Social Mundial (FSM) de Belem no fue un Foro cualquiera. Fue el primero después del estallido de la «gran crisis» del 2008, en un momento donde el fracaso del neoliberalismo y el carácter destructivo del capitalismo global se manifiestan con toda su crudeza. Su emplazamiento, la Amazonía brasileña, era, además, un lugar privilegiado para denunciar la ligazón entre la crisis social y la ecológica. De hecho, Belem fue la primera movilización internacional contra la crisis capitalista desde el crash de Wall Street (después de las protestas del 15 de noviembre de 2008 en ocasión de la cumbre de del G20 en Washington).
El Foro de Belem fue uno de los más masivos hasta ahora celebrados con más de 130.000 participantes, la mayoría jóvenes. Entre ellos, la presencia de los pueblos indígenas destacó de forma especial. La tonalidad general del mismo estuvo marcada por una radicalidad en los planteamientos y por una profundización de las críticas a las políticas dominantes.
Tres temas sobresalieron en los debates: el análisis de la crisis sistémica contemporánea en sus múltiples facetas y la crítica a las políticas del G20 y de los principales gobiernos del planeta; la masacre israelí en Gaza, junto con la crítica ya habitual de la ocupación de Irak y Afganistán; y los problemas y luchas de los pueblos indígenas del Amazonas y los Andes, tanto en su vertiente ecológica como en su vertiente cultural. Este tema constituye una novedad específica de esta última edición del Foro y su relevancia ha sido destacada por un gran número de participantes y analistas. También conviene señalar la importancia de la crítica a la actividad de las empresas transnacionales no solo del norte sino también de Brasil en el resto de América Latina (Toussaint, 2009). La crítica de la izquierda brasileña al rol subimperialista de Brasil en el continente fue más marcada y visible que en otras ediciones precedentes y señala una creciente toma de conciencia del papel jugado por este país y por empresas como Petrobras y otras. La decepción creciente de buena parte de la izquierda brasileña con el gobierno de Lula, y en particular con su política ambiental, quedó también fuertemente reflejada en el Foro.
La Asamblea de los Movimientos Sociales tuvo un rol significativo en la dinámica del Foro. La declaración aprobada tiene un contenido programático más elaborado que las anteriores. La declaración hace un diagnóstico de la crisis actual como una verdadera crisis sistémica con múltiples facetas, económica, financiera, ecológica energética, alimentaria…, y no sólo como una simple fallida del sistema financiero producto de algunos «excesos» y comportamientos «irresponsables». Frente a la crisis y a las respuestas emprendidas por los gobiernos del G20, se plantea otra lógica distinta: «Estamos ante una crisis global provocada por el capitalismo que no tiene salida dentro de este sistema. Todas las medidas adoptadas para salir de la crisis sólo buscan socializar las pérdidas para asegurar la supervivencia de un sistema basado en la privatización de sectores estratégicos de la economía, de los servicios públicos, de los recursos naturales y energéticos, la mercantilización de la vida y la explotación del trabajo y de la naturaleza, así como la transferencia de recursos de la periferia al centro y de los trabajadores y trabajadoras a la clase capitalista.»
La crisis empuja a la búsqueda de soluciones globales y al aumento del debate estratégico y político, como quedó patente en los debates en Belem. Así, una de las actividades más notorias fue el encuentro auspiciado por el Movimiento Sem Terra (MST) brasileño entre movimientos sociales y Chávez, Morales, Correa y Lugo. En él quedó patente como, si bien buena parte de los movimientos ven con simpatía a dichos gobiernos frente a sus oposiciones conservadoras y a los Estados Unidos, su política genera igualmente críticas y decepción por sus contradicciones y límites.
¿UN NUEVO IMPULSO TRAS BELEM?
Belem marcó un contraste claro respecto a la anterior edición del Foro en Nairobi en enero de 2007. En Nairobi el Foro ofreció un perfil muy institucionalizado, alejado de las luchas sociales. En él se agudizaron algunos problemas que el Foro venía arrastrando desde su comienzo, adquiriendo magnitudes preocupantes. En particular: las tendencias a la mercantilización del evento, a la institucionalización y su «oenegización» y el alejamiento de los movimientos sociales de base (AAVV, 2008; Antentas y Vivas, 2008). El resultado de Nairobi era fruto de una doble dinámica: por un lado, de la particularidad del proceso del Foro Social en el continente africano, que desde el comienzo estuvo hegemonizado por sectores poco ligados a los movimientos sociales de base; y por el otro, de una evolución de fondo en el proceso del FSM.
El foro de Belem llegó después de un largo proceso donde las sombras parecían ser más fuertes que las luces en el FSM. Desde su lanzamiento en el año 2000, el FSM ha ido evolucionando en consonancia con la coyuntura política y de la movilización internacional. Después de una primera etapa de ascenso, de aumento de su visibilidad y de creciente capacidad de atracción, el Foro entró en los últimos años en una crisis de perspectivas y un futuro incierto. El FSM no quedó al margen del reflujo del movimiento altermundialista y de las protestas internacionales en motivo de las contracumbres. En este contexto de pérdida de empuje central del movimiento altermundialista y de mayor fragmentación y dispersión de las protestas, el proceso del FSM experimentó fuertes tendencias a una creciente institucionalización del evento, al alejamiento respecto de las luchas sociales y a una creciente hegemonización político-organizativa por parte de los sectores menos orientados a la acción. Aunque no perdió poder de convocatoria estrictamente (cuestión difícil de medir por otra parte debido a sus rotaciones geográficas), el FSM experimentó una disminución de su impacto e influencia. La visibilidad e interés por el FSM ha ido descendiendo en los últimos años, así como su utilidad concreta aparente. A pesar de ello, sigue siendo el mayor punto de referencia simbólico de las fuerzas altermundialistas.
Belem ha marcado un cierto punto de inflexión en esta dinámica. La crisis empuja de nuevo a la coordinación internacional de las resistencias y a la profundización de la crítica a las políticas dominantes y ello da más sentido concreto y simbólico a un proceso como el del Foro, si bien el futuro de su evolución sigue siendo incierto.
EL FORO Y LOS RETOS DE LA CRISIS
La crisis plantea el desafío de renovar perspectivas estratégicas y dar respuestas a los retos del momento, marcados por el ascenso de un rechazo, aunque difuso, al actual sistema económico. Un mero enfoque «antineoliberal» no basta. Pasar al «anticapitalismo» consecuente aparece como un desarrollo estratégico necesario para avanzar hacia este «otro mundo posible» del cual el Foro ha sido una referencia.
Es la hora de profundizar en las alternativas y radicalizar su contenido, y de elevar el listón de la crítica planteando una agenda de ruptura con el paradigma neoliberal desde una lógica anticapitalista. Junto a las demandas «clásicas» planteadas en los últimos años (la Tasa Tobin, la anulación de la deuda externa, la supresión de los paraísos fiscales…) hay que agregar nuevas propuestas, «descatalogadas» hasta hace muy poco, como la puesta bajo control público democrático del sistema bancario y muchas otras.
La crisis incrementa el malestar social frente al actual sistema económico, hará aumentar las contradicciones y las resistencias sociales, aunque en clave muy defensiva y abre posibilidades para la articulación de un proyecto alternativo. Pero al mismo tiempo multiplica los riesgos de un fracaso en este terreno, en términos de mayor desánimo o desmoralización de los sectores populares o de crecimiento de alternativas reaccionarias.
El impacto de la crisis refuerza de nuevo la necesidad de avanzar en el desarrollo simultáneo de las resistencias «por abajo» y su articulación general. El Foro de Belem conjuntamente con las movilizaciones en Londres en ocasión de la cumbre del G20 y en Estrasburgo durante la cumbre de la OTAN han marcado un cierto renacimiento de las protestas internacionales.
Hace ya cinco años, en una de las ediciones más interesantes del FSM, la celebrada en Mumbai, la escritora Arundhati Roy señalaba «necesitamos urgentemente discutir las estrategias de resistencia. Necesitamos centrarnos en blancos reales, librar batallas reales e inflingir daño real». Ante los retos de la crisis contemporánea, esto parece más evidente que nunca.
REFERENCIAS
AAVV (2008), El futuro del Foro Social Mundial. Icaria, Barcelona.
ANTENTAS, J.M. y VIVAS, E. (2008), «El Foro Social Mundial en perspectiva» en América Latina en Movimiento ALAI n. 429, febrero.
Toussaint, E. (2009), «Le rebond du Forum Social Mundial» en http://www.cadtm.org/spip.php?article4163.
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* Josep Maria Antentas es Prof. del Departamento de Sociología de la UAB. Miembro de la redacción de la revista Viento Sur (www.vientosur.info) . Email: josepmaria.antentas@uab.cat, y Esther Vivas es Miembro del Centre d’Estudis sobre Moviments Socials (CEMS) de la UPF y de la redacción de la revista Viento Sur (www.vientosur.info). Email: esther.vivas@pangea.org.
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