«Es de necios confundir valor y precio»
Antonio Machado
Introducción
La primera mención sobre Economía Verde surgió de la Organización de Naciones Unidas, específicamente del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente, PNUMA. Este organismo propuso al mundo en la reciente Cumbre Mundial del Clima (julio de 2012), cuya sede fue nuevamente Río de Janeiro consolidar ese camino, que se está construyendo desde hace varios años, aunque sólo hasta ahora toma ese nombre[1].
¿Qué es la economía verde y cómo se llegó a su formulación más acabada? ¿Cómo se relaciona con la falsa solución o profundización de la crisis sistémica y por qué en círculos ambientales y sociales se argumenta que esa propuesta agudiza la privatización, mercantilización y financiarización de la naturaleza? ¿Qué elementos coyunturales han permitido su avance y aceptación?
Para comenzar, conviene indicar que el alcance que se ha buscado de la propuesta de Economía Verde consiste, en palabras de Naciones Unidas, en definir un “nuevo marco conceptual dentro del cual se dan en la actualidad los debates, negociaciones y procesos de formulación de políticas de prácticamente todos los organismos multilaterales”. Ese alcance lo presenta así la ambientalista Silvia Ribeiro (2011): la promoción de una economía verde está pensada para “enfrentar la crisis financiera y climática redirigiendo las inversiones al “capital natural”, dando estímulos fiscales a empresas para energías “limpias” (como agrocombustibles), ampliar los mercados de carbono (…), “un reordenamiento discursivo y geopolítico global, consolidando nuevos mercados financieros con la naturaleza y más control oligopólico de los recursos naturales, legitimando nuevas tecnologías de alto riesgo y creando las bases de una nueva estructura de gobernanza ambiental global que facilite el avance de una “economía verde” en clave empresarial».
También es útil aclarar que los debates sobre la mercantilización de la naturaleza son anteriores a estas menciones y en ese camino, las negociaciones del clima (en las que se aprobaron el comercio de emisiones y carbono, los proyectos de implementación conjunta, los mecanismos de desarrollo limpio (MDL), y la más reciente iniciativa, la Reducción de Emisiones de carbono derivadas de la Deforestación y Degradación de bosques (REDD, por su acrónimo en inglés)) han sido fundamentales para instaurar una ideología que hoy facilita la promoción del discurso de la Economía Verde. Todas ellas soluciones asociadas con el mercado de bienes y servicios ambientales.
En esta antesala del artículo, sirve traer la precisión de Lohmann acerca de que «la solución mercantil al calentamiento global no habría alcanzado tal preponderancia si no hubiera formado parte de toda una corriente histórica de neoliberalismo» en la que se instauraron formas de control de los bienes comunes[2] mediante tratados e instituciones internacionales conductoras de ese paradigma (Banco Mundial y la Organización Mundial del Comercio OMC).
Antecedentes
Del modelo verde se habla hace ya bastantes años. En 1992, la Cumbre de la Tierra impulsó el concepto «Desarrollo Sostenible» y puso un notorio acento en los aspectos económicos del desarrollo, lo que redundó en legitimar la globalización neoliberal, en boga por entonces y que pasó a presentarse como sostenible (véase Lander, 2011: 3). El nexo entre desarrollo y ecología o ambiente se puso de manera cada vez más relevante a jugar en todos los escenarios mundiales, pero más ahora en el contexto del encumbramiento de la ideología de mercado, propia del neoliberalismo.
En esas condiciones, varios años más tarde, se dieron los primeros avances para ir consolidando una visión sobre la economía verde. La base fue redefinir las funciones de la naturaleza y de la biodiversidad, que ahora prestaban “servicios” que se podían pagar, servicios como la captación de carbono de la atmósfera, como función para afrontar el cambio climático. Esa redefinición permitía mercantilizar la naturaleza y la biodiversidad o sus servicios y se crearon esquemas de pago por servicios ambientales (PSA); hubo que inventar “dueños” (condición que ocuparon ONG o grupos dentro de las comunidades) de las funciones ecosistémicas, de los conocimientos sobre biodiversidad, de los cuidados tradicionales del agua, cuencas y bosques, pues siempre habían sido bienes comunes y colectivos que no se podían mercantilizar (véase Ribeiro, 2011).
Los principales servicios ambientales que prestan los océanos, bosques o suelos se refieren a absorción del carbono emitido a la atmósfera o a la capacidad para evitar que éste se produzca y los mecanismos para tasarlos o comercializarlos se conocen como MDL, REDD y en general, comercio de carbono o de gases efecto invernadero.
El papel del discurso sobre el clima
Como se ve, fue trazada una relación estrecha y casi exclusiva entre el cambio climático y la economía o desarrollo. Pero en realidad, la humanidad y el planeta Tierra tienen un conjunto de crisis, entre las que está la climática, que se relaciona con las otras dos, igualmente importantes: la crisis energética y la ambiental.
El modelo de desarrollo y de acumulación hegemónico se basa en el consumo de combustibles fósiles: gas, petróleo y carbón, y es este modelo el que origina la crisis climática[3]. Pero hoy la industria petrolera abre camino hacia lugares antes jamás explorados, lejanos, complejos y prístinos, pues son significativas las evidencias de que estamos dejando la era del «petróleo fácil» y entramos a un período de «petróleo difícil». De esto se trata la crisis energética. Esta realidad agrava aún más la situación de crisis climática y ambiental. La industria de hidrocarburos busca desesperadamente, incluso, petróleos no convencionales, como las arenas y esquisto bituminosos, el petróleo y gas de pizarra o esquisto (shale gas y shale oil) y el gas de arenas profundas/compactas (tight gas) (Di Risio, 2012) que antes no interesaban por sus altos costos de explotación y los bajos precios. Por ello, en varias regiones del mundo, ya se han agotado fuentes hídricas limpias y accesibles, avanzan los procesos de desertificación y son graves los procesos de desforestación de selvas que ponen en riesgo la vida y la cultura de pueblos indígenas y la existencia de diversas especies de animales y plantas.
Pero aunque todas las crisis son dramáticas y podrían tener graves repercusiones en el corto y medio plazo, la atención principal se enfoca en el tema climático opacando el significado y la importancia de las crisis mencionadas, incluida la misma realidad de la crisis del clima. ¿Cómo puede ocurrir esto? Porque el encumbramiento del tema climático, que como se dijo oculta las reales dimensiones y características de todas las crisis, se basa en negocios con los que se instala la idea de que se está enfrentando el problema, pero que en realidad son falsas soluciones.
Mecanismos flexibles
En las negociaciones sobre el clima y particularmente en el Protocolo de Kyoto, los países contaminantes suscribieron acuerdos para aplicar mecanismos flexibles de combate al cambio climático. Flexibles en el sentido de que las medidas que cada país tuviera que tomar para cumplir con sus cuotas de disminución de emisiones de gases de efecto invernadero no fueran tan drásticas para sus estilos de producción y consumo. Esos mecanismos se conocen como comercio de emisiones[4] y como MDL[5].
En el comercio de emisiones o mercados de carbono, se compran y venden permisos para contaminar mediante los llamados «créditos de carbono», o permisos de emisiones. La premisa básica de este comercio de emisiones es que los países contaminantes pueden pagar a otros para que limpien en sus territorios los daños que hacen sus industrias contaminantes y no tener que hacerlo ellos mismos (Gilbertson, 2011: 164). Así quienes quieren seguir contaminando en el mundo industrializado, pueden negociar los llamados servicios ambientales que prestan los océanos, los bosques o los suelos de otras latitudes para absorber carbono.
Eso es posible porque a partir de la obligación de los países de reducir sus emisiones, las reducciones de emisiones de gases efecto invernadero se volvieron mercancías con precio, para comprarse y venderse, o dicho de otra manera, se creó un mercado artificial. Este comercio de carbono ha venido creando de hecho «derechos de contaminación». De forma que a los países industrializados y empresas contaminantes en Europa, Asia o Norteamérica les resulta más económico reducir emisiones en países como México, China, Colombia o Ecuador (Lohman, 2010).
En términos prácticos, un actor de un país industrializado responsable de altas emisiones, puede comprar créditos de carbono provenientes de un proyecto MDL en un país, donde los costos de instalación y mano de obra, entre otros, son ostensiblemente menores. Algunos ejemplos de MDL son monocultivos de árboles y represas para generación de energía; los primeros usados por la capacidad de los árboles de absorber gas carbónico durante la fotosíntesis, y las represas por constituir una fuente de energía que produce menores emisiones que otras como la quema de combustibles fósiles. No obstante, el efecto real de ambos tipos de proyectos se encuentra en entredicho por el hecho que finalmente las plantaciones son cortadas, con lo que pueden generarse nuevas emisiones, y en el caso de la represas el balance final de emisiones puede ser negativo al incluir en las cuentas la generación de gases como el metano, con mayor poder de efecto invernadero que el gas carbónico.
En 2007, la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático, COP 13, realizada en Bali reelaboró el concepto de “compensaciones forestales” y adoptó medidas REDD, sobre la base que éstas representan una gran oportunidad, otros más críticos, consideran que REDD significará la pérdida de autonomía y control de las comunidades sobre los bosques y las selvas en favor de la codicia de las corporaciones y las agencias estatales (Lohmann, 2012: 127).
Los programas REDD fueron aprobados en diciembre de 2010, durante la Convención de Cambio Climático, COP 16, realizada en Cancún (México), ofreciendo los bosques a los mercados financieros especulativos. REDD se fundamenta en que, para detener la deforestación[6], hay que compensar económicamente a los que deforestan. Y además de incentivar a quien deforesta, se le permite que lo sigan haciendo, «ya que REDD acepta que por dejar un 10 por ciento del área que piensan deforestar, puedan recibir créditos de carbono o pagos por “deforestación evitada”. (Ribeiro, 2011)[7].
Pablo Solón[8] lo explica de manera muy sencilla «Si no talas árboles no podrás emitir certificados de disminución de la deforestación cuando entre en funcionamiento el mecanismo de REDD. Consecuencia: deforesta ahora si quieres prepararte para REDD».
Planteamiento en redondo
Una vez aceptada la flexibilidad para actuar frente al cambio climático sin dejar de contaminar y de actuar con el paradigma económico, es comprensible la aseveración del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA 2011:5) con respecto a los alcances de la Economía Verde: no se busca realizar transformaciones estructurales sino más bien superar las «fallas del mercado» e incorporar en los cálculos económicos asuntos como «el agotamiento del capital natural ocasionado por la producción y el consumo».
Por otra parte, entender la naturaleza en lógica de bienes y servicios para imprimirles precio, volverla mercancía y además crear negocios alrededor de ella, ha invitado al sector de la inversión y los servicios financieros a garantizar la financiación necesaria para esta transición a una economía verde (Lander, 2011). El cambio climático ya cumplió su cometido y se puede ahora ampliar el espectro de acción, hacia la economía global. Por eso ahora el tema por excelencia es la economía verde.
Referencias
Barbier, Edward B. “A Global Green New Deal”, Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente – PNUMA –DTIE. Febrero 2009
Cardona, Diego y Roa, Tatiana, «Industrias extractivas y REDD. El que peca y reza, empata. O cómo se legitiman la expoliación y la destrucción». En Cabello, Joanna; Gilbertson, Tamra; No Redd. Una lectura critica. Carbon Trade Watch. Editorial Tres Perros. Sonora, México. sf.
Clark, Ismael, La economía verde, ¿un último asalto a los bienes comunes? En http://www.cubarte.cult.cu/periodico/letra-con-filo/la-economia-verde-un-ultimo-asalto–los-bienes-comunes/21207.html
Di Risio, Diego, Hidrocarburos no convencionales ¿Novedad o el horror potenciado?, Observatorio Petrolero Sur – Oilwatch, Buenos Aires, 31 de Enero de 2012. Boletín electrónico.
Fernández Durán, Ramón, «Fin del cambio climático como vía para «salvar todos juntos el planeta»». En Forero, Lyda (Compiladora). Cambio Climático y justicia ambiental. Una introducción. Ilsa – Diakonia, Bogotá, diciembre 2011.
Forero, Lyda, Cambio Climático y justicia ambiental. Una introducción. Ilsa – Diakonia, Bogotá, diciembre 2011.
Gilbertson, T; Reyes, O., «El mercado de emisiones como funciona y como fracasa». En Forero, Lyda, Cambio Climático y justicia ambiental. Una introducción. Ilsa – Diakonia, Bogotá, diciembre 2011.
Goldtooth, Tom B.K. «Por qué REDD/REDD+ NO es una solución». En Cabello, Joanna; Gilbertson, Tamra; No Redd. Una lectura critica. Carbon Trade Watch. Editorial Tres Perros. Sonora, México. sf.
Grain, Aire no te vendas, diciembre 2004. En https://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Economia/Aire_No_Te_Vendas
Lander, Edgardo, La Economía Verde: el lobo se viste con piel de cordero, Transnational Institute, TNI, Noviembre de 2011.
Lohmann, Larry, Hacia Cancún la nueva mercancía mexicana, La Jornada, México, noviembre 2010. En http://www.jornada.unam.mx/2010/11/25/opinion/024a2pol
Lohmann, Larry, Mercados de Carbono. La neoliberalización del Clima. Abya Yala, Quito, Ecuador, 2012
Lovera, Miguel; Roa, Tatiana; Vélez, Irene, Los nuevos mercaderes. La vida como mercancía. Global Forest Coalition, Bogotá, enero de 2005
Moreno, Camila, “Rumbo a un mercado mundial de bosques”. En Forero, Lyda, Cambio Climático y justicia ambiental. Una introducción. Ilsa – Diakonia, Bogotá, diciembre 2011.
PNUMA, «Toward a Green Economy. Pathways to Sustainable Devolopment and Poverty Erradication», 2011
PNUMA, Hacia una economía verde. Guía para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. Síntesis para los encargados de la formulación de políticas, Francia, 2011.
Ribeiro, Silvia, Crisis climática y destrucción prolongada de los bosques, La Jornada, julio de 2010
Ribeiro, Silvia, Los verdaderos colores de la economía verde. Diciembre 2011. En https://www.ecoportal.net/Temas_Especiales/Economia/Los_verdaderos_colores_de_la_economia_verde
Solón, Pablo, «El paquete de Durban. Laisser faire, laisse passer (dejar hacer, dejar pasar)». En Forero, Lyda, Cambio Climático y justicia ambiental. Una introducción. Ilsa – Diakonia, Bogotá, diciembre 2011.
Tatiana Roa Avendaño (totuma07@yahoo.com), ambientalista columbiana, forma parte del equipo de CENSAT Agua Viva – Amigos de la Tierra Colombiana.
[1] Por parte del PNUMA se destacan dos documentos: uno que salió a la luz pública en 2009, titulado Un muevo acuerdo verde global. Informe de política, y otro informe, publicado en 2011, conocido como Hacia una economía verde. Rutas hacia el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza.
[2] «Al intentar integrar los sistemas comerciales de todo el mundo, el neoliberalismo reorganiza los regímenes de derechos de propiedad y lucha contra las regulaciones nacionales para procurar reducir el poder que pueden ejercer en el ámbito interno los gobiernos, los sindicatos y las comunidades locales sobre la actividad de las grandes empresas» (Lohmann, 2012). Falta colocar la cita bibliográfica correspondiente al autor, es decir el texto completo de donde se toma la cita.
[3] Las propias evidencias científicas confirman que la quema de hidrocarburos y carbón se constituye en la principal fuente de emisiones de gases de efecto invernadero
[4] Es un mecanismo que permite a los gobiernos u organismos intergubernamentales distribuir licencias para contaminar (o permisos de emisión) entre las grandes industrias.
[5] Es un sistema de compensación de emisiones. Las empresas y, a veces, los organismos financieros, los gobiernos y los particulares, financian proyectos de ahorro de emisiones fuera del territorio donde deberían reducir. Los proyectos de ahorro de emisiones van desde grandes represas, proyectos forestales o captura de metano en instalaciones ganaderas. En Gilbertson, T., Reyes, O., «El mercado de emisiones como funciona y como fracasa». En Forero, Lyda, Cambio Climático y justicia ambiental. Una introducción. Ilsa – Diakonia, Bogotá, diciembre 2011. Pag: 174 – 175
[6] En los países no industrializados, la deforestación es la mayor causante de gases de efecto invernadero.
[7] Más adelante surgiría REDD +, que incluye actividades como el “manejo forestal sustentable” y la “reporestación”.
[8] Solón, Pablo, «El paquete de Durban. Laisser faire, laisse passer (dejar hacer, dejar pasar)». En Forero, Lyda, Cambio Climático y justicia ambiental. Una introducción. Ilsa – Diakonia, Bogotá, diciembre 2011. Pag: 347 – 348
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