Áreas marinas protegidas: una herramienta insuficiente para conservar los ecosistemas marinos *
Eduardo García Frapolli**
En un mundo en donde más del 70% de los peces está siendo explotado al máximo de su capacidad y en donde las poblaciones de especies de gran tamaño (atún, pez espada o emperador, pez aguja, bacalao, fletán, pez raya o la platija) han descendido en los últimos cincuenta años en aproximadamente un 90%, las áreas marinas protegidas (AMP) aparecen como una iniciativa de política interesante para proteger a las especies marinas, sus hábitats y ecosistemas, y revertir la tendencia actual de agotamiento de las pesquerías.
De hecho, podríamos pensar que antiguamente gran parte de los océanos eran áreas protegidas de facto, ya que gran parte de estas aguas se consideraban demasiado lejanas, muy profundas o simplemente inseguras como para pescar en ellas. Sin embargo, la mayor demanda de productos marinos y el desarrollo tecnológico han generado que en la actualidad la pesca industrial se aleje cada vez más de las costas, y se realice en zonas de mayor profundidad, con tasas de captura más eficientes y en lugares que antiguamente eran inaccesibles. Como menciona Greenpeace, los peces ya no tienen dónde esconderse. Por poner un ejemplo, de acuerdo con la Evaluación de los Ecosistemas del Milenio, durante los últimos cincuenta años la profundidad promedio a la cual se capturan los peces se ha duplicado de 150 a 300 metros. De igual forma, la pesca selectiva hacia cierto tipo de individuos, especialmente las hembras, está minando tanto la cadena trófica como la estructura y funcionamiento de los ecosistemas marinos. No cabe duda de que esta manera de interpretar y explotar la pesquería está teniendo efectos devastadores en el ecosistema marino. Sin embargo, no hay que perder de vista que aunque la manera en que se realiza esta actividad es uno de los principales causantes del deterioro de los ecosistemas marinos y costeros, existen otros factores como la pérdida o conversión de hábitat (el desarrollo costero: puertos, urbanizaciones, desarrollos turísticos o industriales, deforestación de los manglares), o la degradación del mismo (contaminación e invasión de especies), que también contribuyen de manera importante en el deterioro de estos sistemas.
A través de los años, las medidas regulatorias y la limitación del esfuerzo pesquero han sido las políticas más importantes para controlar los efectos negativos de la actividad pesquera. Sin embargo, durante las últimas décadas se ha venido argumentando que las AMP son una de las herramientas más eficaces y eficientes para salvaguardar y conservar los hábitats costeros que se encuentran en estado crítico. Básicamente, estas áreas consisten en zonas delimitadas en las que se prohíbe total o parcialmente cualquier actividad extractiva o que genere vertidos. Así como en las áreas protegidas terrestres existen diferentes categorías de manejo, en las AMP existen diferentes modalidades, siendo las reservas marinas (RM) la categoría de manejo más restrictiva.
Cada día se reconoce más la contribución de este instrumento de política para sostener la actividad pesquera, resolver conflictos de los usuarios, fortalecer las economías locales y regionales, dar poder de gestión a las comunidades, evaluar los recursos naturales, fomentar la recreación y mejorar el manejo ecorregional e integral. De igual forma, mucho se ha discutido y documentado sobre los efectos positivos que pueden generar la creación de RM a gran escala. Se argumenta que estas áreas protegen a las poblaciones explotadas permitiendo que el stock reproductor de éstas se vea incrementado (mayor tasa de renovación), recuperando en cierto plazo la biomasa explotable, además de que los animales en estas reservas presentan un tamaño más grande, lo que supondría que muchos individuos lleguen a la etapa adulta, promoviendo la producción de huevos y larvas.
Sin embargo, a pesar de que la creación de AMP o RM a gran escala está siendo promovida por los principales organismos internacionales de conservación, y que sus beneficios son rara vez cuestionados por los científicos expertos en la materia, la cuestión es que este enfoque de manejo puede paliar la situación a determinado nivel, pero no ataca los problemas desde la raíz. Si hoy el ecosistema marino está viviendo una de sus peores presiones y amenazas es porque actualmente y durante las últimas décadas existe una incompatibilidad intrínseca entre la racionalidad de la producción industrial (especializada, simplificadora y de corto plazo) y el uso conservacionista de la naturaleza y sus procesos y servicios. Por lo anterior, además de fomentar la creación de redes de AMPs se deberían potenciar aquellas formas que por razones históricas, culturales o socio-económicas se han mantenido al margen de la industrialización realizando una utilización más racional de los recursos pesqueros.
En este sentido, una iniciativa sumamente interesante que debería ser analizada con mayor detenimiento es la Red de Comunidades Pesqueras Artesanales por el Desarrollo Sostenible (RECOPADES), creada en 2004 y conformada por organizaciones de pescadores artesanales de Argentina, Brasil, Chile, España y Uruguay. Más allá de las actividades y el manejo sustentable que realizan estas comunidades pesqueras en su escala local, como parte de sus principales objetivos pretenden «promover que las políticas pesqueras, frente al avance de prácticas predatorias, prioricen la protección y el desarrollo de la pesca artesanal sustentable, y que el uso sustentable de los recursos pesqueros sirva prioritariamente para contribuir a la soberanía alimentaria de las comunidades locales».
No cabe duda de que por muy extendida y significativa que sea la red de AMP, éstas estarán constantemente amenazadas si más allá de sus límites la gestión pesquera se desarrolla con altos niveles de irracionalidad ecológica. No podemos perder de vista que estas zonas protegidas no son inmunes a los procesos de deterioro que tienen lugar en los ámbitos externos, sino que son sistemas abiertos inmersos en un espacio y por lo mismo dotados de una cierta escala. En pocas palabras, las AMP son indudablemente necesarias pero no suficientes para preservar los ecosistemas marinos.
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* Reflexiones motivadas a partir de la ponencia de la Dra. Jane Lubchenco en el Congreso DIVERSITAS: Open Science Conference – Integrating biodiversity science for human well-being. Oaxaca, México, 2005.
** Universidad Autónoma de México (totitos@yahoo.com).
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