Nerea Morán Alonso,* José Luis Fernández Casadevante**

 

Resumen: Desde su origen, el concepto de biorregión pretende superar la dicotomía sociedad-naturaleza. En la actualidad se propone como soporte territorial y espacio de planificación para las transiciones ecosociales, mediante la relocalización de los metabolismos sociales, el aumento de la autonomía en la satisfacción de las necesidades humanas, y la preservación y restauración de ecosistemas. La biodiversidad es fundamental en la perspectiva biorregional, que entiende el territorio como espacio de interrelación de sistemas naturales, antropizados y urbanos; y que propugna la transformación de la economía, los modos de habitar y la cultura para avanzar a prácticas culturales en equilibrio con los ecosistemas que les dan cobijo.

Palabras clave: planificación biorregional, límites biofísicos, necesidades humanas, cambio cultural

Abstract: Since its inception, the concept of the bioregion has sought to overcome the dichotomy between society and nature. It is now proposed as a territorial support and planning space for eco-social transitions through the relocation of social metabolisms, increased autonomy in the satisfaction of human needs and the preservation and restoration of ecosystems. Biodiversity is fundamental to the bioregional perspective, which understands the territory as a space of interaction between natural, anthropised and urban systems; and which advocates the transformation of economies, lifestyles and cultures to move towards cultural practices in balance with the ecosystems that sustain them.

Keywords: bioregional planning, biophysical boundaries, human needs, cultural change

 

Biorregión, una toma de tierra para las transiciones ecosociales.

Asistimos a un cambio de época, entrando en lo que se ha definido como Antropoceno (Crutzen y Stoermer, 2000), era en la que las actividades humanas son el detonante del desbordamiento de los límites biofísicos del planeta, o Capitaloceno (Moore, 2020), si ponemos el énfasis en la responsabilidad del sistema capitalista en este cambio global. Unas transformaciones sintetizadas en la superación de seis de los nueve procesos ecológicos sobre los que se sostiene la vida humana (agua dulce, cambios en los usos del suelo, crisis climática, contaminación química, flujos del fósforo y nitrógeno, deterioro de los ecosistemas primarios y pérdida de biodiversidad) (Richardson et al., 2023).

De cara a analizar las posibilidades de equilibrio entre nuestra acción sobre los ecosistemas y la satisfacción de las necesidades humanas, se han planteado marcos como el de la «economía del dónut» (Raworth, 2012), que establece un espacio de «seguridad vital» entre el techo ecológico marcado por los límites biofísicos y un suelo de necesidades sociales. Según distintos análisis, prácticamente todos los países se encuentran fuera de ese espacio seguro y justo para la humanidad (Fanning et al., 2022).

La inevitable reorganización de nuestras economías y estilos de vida necesita un soporte territorial que la sustente, puesto que los circuitos globales de los que actualmente dependemos son altamente vulnerables en la dinámica de cambio global. La biorregión emerge como la unidad territorial y funcional de complejidad mínima necesaria para pensar las transiciones ecosociales y el soporte sobre el que planificarlas, reorganizando la relación sociedad-territorio-naturaleza y conformando redes cooperativas en las que reterritorializar la economía, la cultura y la política:

La biorregión tiene la escala adecuada para albergar una diversidad de ecosistemas y a la vez ser una unidad coherente y funcional desde la que reorganizar los metabolismos sociales, optimizando los recursos endógenos e impulsando procesos de proximidad y circularidad. Sería, por tanto, el soporte territorial básico desde el que diseñar estrategias orientadas a la autonomía energética, alimentaria y económica, preservando la integridad de los ecosistemas e incorporando atributos democráticos, participativos y de justicia social. (Morán et al., 2023: 28)

 

Apuntes históricos de una idea para rehabitar la biosfera

La perspectiva biorregional, que se viene tomando como referencia desde distintas disciplinas en las últimas décadas, tendría su origen en las primeras propuestas sobre modelos alternativos al desarrollo urbano industrial, en el siglo xix, de la mano de la geografía anarquista y del primer regionalismo, en una visión protoecológica de la relación entre sociedad y naturaleza (Oyón, 2011). Patrick Geddes, en una época en la que la urbanización y la economía se desarraigan de los territorios y creen poder superar los límites naturales, propone una visión en la que naturaleza y sociedad están íntimamente vinculadas y evolucionan conjuntamente. La Outlook Tower que crea en Edimburgo, como espacio de aprendizaje y laboratorio de análisis y planificación regional, albergaba una serie de recursos educativos y expositivos que, desde la cúpula hasta la planta baja, permitían recorrer distintas escalas: Edimburgo, Escocia, Reino Unido, Europa, Mundo. En la última sala, del mundo, dos grandes globos terráqueos diseñados por Élisée Reclus ilustran las regiones naturales del planeta, sus formaciones geográficas y comunidades vegetales. Geddes era biólogo y botánico, además de sociólogo y padre de la planificación regional, por ello no es de extrañar la centralidad que da a la flora y la fauna y a los distintos elementos de los sistemas naturales en su propuesta, asignando a las sociedades humanas la responsabilidad de su preservación y reproducción mediante una planificación y gestión adecuadas.

Casi un siglo después, el biorregionalismo de los años setenta realiza una invitación explícita a «rehabitar la biosfera», mediante procesos de restauración ecológica, de integración en la naturaleza, y de adaptación de la economía y los modos de habitar a los recursos y procesos específicos de cada lugar, además de proponer la desurbanización y la renaturalización urbana. Rehabitar significaría «solicitar el ingreso en la comunidad biótica y dejar de ser quien la explota» (Berg y Dassman, 1977).

Más recientemente, la escuela territorialista italiana propone «la construcción de sistemas de relaciones virtuosas entre los componentes del propio territorio: el ambiente natural, el ambiente construido y el ambiente antrópico» (Magnaghi, 2014: 92). Desde este enfoque, la planificación biorregional pone el foco en los espacios considerados tradicionalmente como «vacíos» disponibles para implantar infraestructuras y usos urbanos. Recuerda que el territorio no es un lienzo en blanco, y prioriza la restauración de los ecosistemas respondiendo a sus necesidades de continuidad ecológica y a sus ritmos de reproducción, y abordando procesos de regeneración de sistemas hídricos, agrícolas y forestales, para asegurar su multifuncionalidad como socioecosistemas complejos que alberguen biodiversidad y contribuyan al cierre de ciclos ecológicos.

 

Biodiversidad en la biorregión

Las estrategias de planificación biorregional persiguen la relocalización de los usos y actividades que permitan satisfacer las necesidades humanas, de tal manera que se adapten a los límites naturales y a los procesos ecológicos locales, respetando y ayudando a recomponer la integralidad de los ecosistemas, y poniendo el foco en su regeneración ecológica y su gestión activa. Algo que en la práctica y en los territorios concretos genera tensiones y obliga a afrontar conflictos, como los que ya estamos presenciando, por ejemplo, con la implantación de grandes infraestructuras de energías renovables y su impacto en la conservación de paisajes y biodiversidad.

¿Cuál es el lugar y la extensión que requieren los espacios de generación de energía, de producción alimentaria, las infraestructuras de transporte…? ¿Cómo pueden coexistir con los ecosistemas hídricos y terrestres, y ayudar a proteger y aumentar la biodiversidad? No hay recetas o modelos generalizables; en cada lugar, con sus potencialidades y necesidades concretas, se deben diseñar procesos de transición y estructuras de participación y gestión para conducirlos. Sin embargo, lo que sí es generalizable es que, en nuestros territorios, hay que ceder espacio y tiempo para que la naturaleza pueda regenerarse. Es necesaria una visión interescalar, intertemporal e intersectorial. En primer lugar, revirtiendo la fragmentación de ecosistemas y recuperando espacios para asegurar la conectividad ecológica en todo el territorio, también dentro de las ciudades. Además, considerando los tiempos necesarios para que se desarrollen estos procesos y planificando actuaciones en fases sucesivas que los refuercen. Y, finalmente, abordando la complejidad, entendiendo que no se trata solo de actuaciones desde los departamentos de medio ambiente, sino que las actividades económicas, el modelo urbano, la movilidad, los mismos estilos de vida están implicados en las transformaciones que se deben abordar. Se trata de un cambio sistémico que, como se plantea en el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, avance en acciones de protección y gestión, y en la integración intersectorial de la biodiversidad.

En su último libro antes de morir, el prestigioso biólogo Edward O. Wilson (2017) lanzó la idea de que para salvar la biodiversidad resultaba necesario dejar medio planeta para la naturaleza salvaje. Esta idea se sostiene en la evidencia de que cuanta mayor superficie tienen los espacios naturales, mayor biodiversidad y complejidad ecológica son capaces de acoger. La planificación biorregional se apoya en las estructuras naturales para reordenar y reecologizar proactivamente los territorios, Para ampliar la extensión y asegurar la continuidad ecosistémica, en la escala regional estos elementos podría ser parques naturales, tanto nuevos como existentes, y corredores que los conecten; en la escala urbana, anillos, cuñas y corredores verdes, que limiten la superficie destinada a la urbanización y recuperen espacios y procesos naturales dentro de la ciudad. El fin último de crear estos espacios interconectados es la regeneración ecológica de los territorios, el incremento de la complejidad de los ecosistemas mediante el aumento de su extensión y sus posibilidades de interacción y continuidad. Por tanto, en el diseño específico de estas redes se debe priorizar el cómo potenciar y recuperar biodiversidad, incluso en espacios urbanizados, supeditando otros usos y funciones que pueden ser complementarias (recreativas, de movilidad o agrícolas, por ejemplo) al correcto funcionamiento ecológico.

Las estrategias biorregionales son transversales, puesto que abordan también la transformación de los sectores productivos, planificando sistemas económicos respetuosos con la biodiversidad (Oteros et al., 2022) y buscando la creación de circuitos locales, integrados en el funcionamiento de los ecosistemas, adaptados a los recursos regionales y que respeten en sus procesos los límites biofísicos.

 

Cambio cultural: hacia identidades biorregionales

La Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES, por sus siglas en inglés) ha identificado como uno de los principales problemas para proteger la biodiversidad el predominio de una mirada antropocéntrica basada en la explotación, el utilitarismo y el dominio sobre la naturaleza. El capitalismo ha dado consistencia a una cultura desarraigada donde se han perdido los conocimientos y se han devaluado los vínculos con aquello que nos mantiene vivos. Nuestra percepción se ha deformado, cuando contemplamos territorios solo vemos materias primas y recursos económicos. Resulta esencial cultivar una nueva sensibilidad hacia la naturaleza, mostrando e imaginando otras formas de existencia no centradas en la dominación, sino en la conexión y simbiosis de las especies con las que compartimos el planeta.

Necesitamos recuperar y actualizar la memoria biocultural (Toledo y Barrera-Bassols, 2008), es decir, los saberes territorializados que son transmitidos a lo largo del tiempo y expresados en forma de prácticas, normas y tecnologías concretas, que han permitido históricamente vivir en equilibrio con el entorno en una vinculación íntima entre sociedad y naturaleza.

En el pensamiento biorregional encontramos referencias constantes a la conciencia de ecodependencia y a la construcción de una identidad territorializada: ser nativos/as de un lugar (Berg y Dassman, 1977), guardianes del territorio (Sale, 2000), o coordinarnos bajo una nueva conciencia del lugar (Magnaghi, 2014). Todo ello remite a un necesario cambio antropológico, en el que nuestros estilos de vida, nuestras aspiraciones y prácticas cotidianas se adapten a los límites biofísicos con los que comenzaba este texto, y se sintonicen con los ritmos y procesos que permiten la diversidad ecosistémica, biológica y genética. Desde la geografía cultural se ha hablado incluso de una ciudadanía biorregional, aludiendo a un sentimiento de pertenencia a procesos y geografías más que humanas (Waterman, 2021). Biorregión no es solo el lugar de la vida (Thayer, 2003), sino el lugar del cuidado de la vida y el lugar de la diversidad de la vida.

 

Referencias

Berg, P., y R. Dassman, 1977. «Reinhabiting California». The Ecologist, 7 (10), pp. 399-401.

Crutzen, P., y E. Stoermer, 2000. «The Anthropocene», Global Change Newsletter, 41, pp. 17-18.

Fanning, A., D. O’Neill, J. Hickel et al., 2022. «The social shortfall and ecological overshoot of nations», Nature Sustainability, 5, pp. 26-36.

Magnaghi, A., 2014. El proyecto local: hacia una conciencia del lugar. Barcelona, Universidad Autónoma de Barcelona.

Moore, J. W., 2020. El capitalismo en la trama de la vida: ecología y acumulación de capital. Madrid, Traficantes de sueños.

Morán, N., J. L. Fernández Casadevante, F. Prats et al. (eds.), 2023. Biorregiones, de la globalización imposible a las redes territoriales ecosostenibles. Barcelona, Icaria.

Oteros Rozas, E., A. Gutiérrez Girón, C. Monasterio Martín et al. (coords.), 2022. Biodiversidad, economía y empleo en España: análisis y perspectivas de futuro. Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, SEO BirdLife, WWF.

Oyón, J. L., 2011. «Dispersión frente a compacidad: la paradoja del urbanismo protoecológico». Ciudad y Territorio, Estudios Territoriales, XLIII (169-170), pp. 515-532.

Raworth, K., 2012. A safe and just space for humanity: can we live within the doughnut? Oxford, Oxfam International.

Richardson, K., W. Steffen, W. Lucht et al., 2023. «Earth beyond six of nine planetary boundaries». Science Advances, 9 (37).

Sale, K., 2000. Dwellers in the land: The bioregional vision. Athens (Georgia), University of Georgia Press.

Thayer, R. L., 2003. LifePlace: Bioregional thought and practice. Berkley, University of California Press.

Toledo, V., y N. Barrera-Bassols, 2008. La memoria biocultural: la importancia ecológica de las sabidurías tradicionales. Barcelona, Icaria.

Waterman, T., J. Wolff, y E. Wall (eds.), 2021. Landscape citizenships. Londres, Routledge.

Wilson, Edward O., 2017. Medio Planeta: la lucha por las tierras salvajes en la era de la sexta extinción. Madrid, Errata Naturae.

 

* Universidad Politécnica de Madrid. E-mail: nerea.moran@upm.es.

** Kois, Foro Transiciones.

 

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