China tiene un plan: el pico del carbón y la nueva ruta de la seda [1]
Federico Demaria y Joan Martínez-Alier*
Traducido por Iria Corral Naveira
Palabras clave: economía circular, Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda, energía, carbón, conflictos ambientales
Resumen: La extracción de carbón en China alcanzó su punto más álgido hace años y mucho antes de lo previsto. Aunque son buenas noticias, su economía está muy lejos de ser circular. Por ejemplo, la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda (Silk Belt and Road Initiative), un plan masivo de inversiones extranjeras, externaliza las emisiones chinas. Interpretada por la prensa como el “Plan Marshall chino”, esta iniciativa muestra la pretensión china de transitar del crecimiento orientado a las exportaciones hacia un nuevo modelo basado en el consumo y la inversión exterior. Este plan contradice el pico del carbón en China y su promoción de las energías renovables, además de socavar una acción global contra el cambio climático. Además, incrementa el poder político de China, así como la extracción y el consumo de recursos naturales, lo que conduce a nuevos conflictos ambientales tanto a nivel local como global.
Keywords: circular economy, Silk Belt and Road Initiative, energy, coal, environmental conflicts
Abstract: China’s coal extraction and consumption peaked years ago and sooner than anticipated. This is good news. However, China’s economy is very far from a circular economy. For instance, the Silk Belt and Road Initiative —a massive foreign investments plan— seems to outsource China’s emissions. This has been interpreted by the foreign press as the “Chinese Marshall Plan”. This is how China aims to transit from export-oriented growth to a new model based on consumption and outward investment. The Silk Belt and Road initiative contradicts China’s peak coal at home and its promotion of renewable energy, and undermines global action on climate change. It will increase China’s political power as well as extraction and consumption of natural resources, leading to more ecological distribution conflicts, both locally and globally.
Introducción
La extracción de carbón chino y su consumo han alcanzado sus máximos mucho antes de lo esperado. Pero la Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda (Belt and Road Initiative en inglés, en adelante BRI), un plan masivo de inversiones extranjeras, parece externalizar las emisiones chinas (Kuo y Kommenda, 2018). Esta es la misma estrategia que utilizamos en Occidente cuando trasladamos la producción hacia China.
En la actualidad, hay cientos —o quizás miles— de conflictos socioambientales en China (algunos indicados en el Atlas de Justicia Ambiental):[2] conflictos sobre las incineradoras de residuos, problemas ambientales y de salud ocupacional, plantaciones arbóreas industriales, represas y muchos otros. Con proyectos como el BRI, la contribución de China al cambio climático global se incrementará, y continuarán los conflictos ambientales relacionados con la minería y las centrales eléctricas del carbón, así como la actual represión.
La iniciativa BRI, lanzada en 2017, refleja que China necesita incrementar fuera del país las inversiones relacionadas con el carbón y otros combustibles fósiles. Los proyectos chinos en el extranjero frecuentemente son conflictivos debido a las malas condiciones de trabajo o a los daños ambientales asociados (Imagen 1). Sin embargo, el poder político del país asiático se percibe cada vez más y garantiza las inversiones y el pago de deudas mediante tribunales arbitrarios u otros métodos. Este poder también incluye una estrategia de desplazamiento de las manufacturas controladas por empresas chinas hacia otros países con el fin de desplazar las emisiones de carbono.
Imagen 1. La embajada de China en Quito, ocupada por la ONG medioambiental Acción Ecológica, en oposición a los contratos de minería. Fuente: EJOLT, http://www.ejolt.org/2012/03/chinas-ecuador-embassy-occupied-in-opposition-to-mining-contract.
En su libro Resigned activism (2017), Anna Lora-Wainwright explica que las informaciones sobre la salud o los daños ambientales en China son políticamente sensibles, y que los esfuerzos para su reparación se ven frustrados por el acceso limitado a la evidencia científica, el crecimiento socioeconómico desigual y las complejas realidades locales. La ciudadanía china se siente impotente y suele aceptar la contaminación como parte del medio ambiente; su activismo está limitado por su resignación.
El pico del carbón en China
China está extrayendo la extraordinaria cantidad de 4.000 millones de toneladas de carbón al año, es decir, tres toneladas per cápita. El total es cuatro veces mayor que el de Estados Unidos, mientras que la cifra per cápita es similar. En China, también se han incrementado las importaciones netas de carbón, pero no son relevantes para el suministro total de energía. China quemó un 4,7 % menos de carbón en 2016 que el año anterior y el consumo de carbón ha caído desde 2014 (Imagen 2; Green, 2016). Esto se debe a una desaceleración en el ratio de crecimiento de la economía y al cierre asociado de minas. Pero también a un cambio estructural: la retirada del carbón. La participación del carbón en la matriz energética china disminuyó del 72 % en 2009 al 62 % en 2016, mientras que el gas natural se ha incrementado tanto como las energías hidroeléctrica, fotovoltaica y eólica. Puesto que el carbón en China está probablemente en picos máximos debido a la necesidad de disminuir la contaminación interna, no van a faltar reservas en los próximos cuarenta o cincuenta años. Con una población similar, India está aún lejos de eso, con setecientos millones de toneladas de carbón extraído por año.
La mayor parte del carbón en China procede de minas subterráneas, lo que provoca muchos accidentes mortales. La oposición a las centrales eléctricas de carbón se ha generalizado a causa de la contaminación, el hundimiento del suelo y otros costes socioambientales locales. Mucha gente sufre enfermedades pulmonares a causa del polvo, llamadas neumoconiosis. A pesar de eso, hasta ahora en China no hemos encontrado casos de alianzas entre las demandas socioambientales locales y el movimiento por justicia climática global que reclama dejar el “carbón en el suelo” (como los de Sompeta en Andhra Pradesh, India, o Fulani en Kwazulu Natal, Sudáfrica).
En el marco del Acuerdo de París de 2015, China se comprometió más a incrementar la eficiencia energética de la economía que a reducir rápidamente las emisiones totales.
La economía circular
Las autoridades chinas están preocupadas por las consecuencias de la gran explotación de recursos de la nación. En 2008 una Ley de Promoción de la Economía Circular incluyó objetivos para el carbón, el acero, la electrónica y las industrias químicas y petroquímicas. Esto se ha incluido en los tres últimos planes a cinco años (five years plans). Una economía circular se define como restauradora y regeneradora por diseño, y siempre busca mantener los productos, componentes y materiales en su más alta utilidad y valor. En términos simples, sería una economía con el 100 % de reciclaje, por lo tanto eso permitiría separar el crecimiento económico de los impactos medioambientales. Bajo la ilusión de la economía circular, parecería que el crecimiento puede continuar de manera ilimitada, pues reciclaremos los residuos y los convertiremos en nuevos recursos. De forma similar a la Unión Europea, el interés de China por la economía circular no se limita a las cuestiones ambientales, sino que incluye la competitividad y el aprovisionamiento de recursos naturales. Sin embargo, los resultados de esas políticas han sido limitados (Mathews y Tan, 2016). Esto no sorprende desde un punto de vista de la economía ecológica. Puesto que la energía se disipa y solo una pequeña parte de los materiales se recicla, incluso una economía sin crecimiento requeriría una incursión diaria en la naturaleza para extraer energía y materiales, lo que produciría contaminación y emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera. Esto es aún más cierto si hay crecimiento económico. Una economía industrial no es circular, sino entrópica: tiende a cambiar de un estado de orden a un estado de desorden.
En un artículo reciente, Willi Haas y sus colegas vieneses (2015) argumentan que, en conjunto, en el mundo actualmente no se recicla más del 6 % de los materiales extraídos. Estamos lejísimos de una economía circular. Una economía que funcionara exclusivamente con energías renovables también sería entrópica, sin duda, pero dependería del flujo continuo de energía solar. Tal vez consiguiera reciclar todos los materiales y evitar por completo nuevas extracciones. Sin embargo, estamos muy lejos de esta situación.
De hecho, China ha incrementado su consumo de recursos naturales cinco veces entre 1990 y 2011, de 5.000 a 25.000 millones de toneladas. La intensidad material de la economía ha mejorado, especialmente en 1990, de 4,3 kg de recursos por dólares estadounidenses de Producto Interior Bruto a 2,5. En otras palabras, la economía china tiene una desmaterialización relativa, pero no absoluta (Matthews y Tan, 2016). Esto confirma que el crecimiento económico y la sostenibilidad no son compatibles, al margen del eslogan que se esgrima: desarrollo sostenible, economía verde, crecimiento verde o economía circular. En China, el resurgimiento de la idea del marxismo ecológico[3] o “civilización ecológica”[4] tampoco vale, ya que se contradice con las otras políticas estatales (Bellamy Foster, 2015).
La Iniciativa del Cinturón y la Ruta de la Seda
China experimenta un significativo crecimiento del comercio. Aun así, se enfrenta a un exceso de capacidad, lo que significa que algunas industrias —desde la extracción del carbón hasta la producción del acero— sufren sobreproducción. Se están llevando a cabo planes para incrementar la demanda interna, con significativas inversiones desde la crisis financiera. Sin embargo, oficialmente la economía china ha ingresado en el “nuevo normal”[5] (new normal en ingles, xin chang tai en chino), una nueva fase desde el pasado patrón de crecimiento de alta velocidad, del 10 % o más, al actual 7 % (con ratios de crecimiento de la energía ligeramente más bajos). Las industrias manufactureras no pueden confiar únicamente en las fábricas de producción a bajo coste, dado que los precios de la mano de obra y la tierra están aumentando. El sector servicios experimenta un crecimiento importante. Además, la innovación tecnológica tiene expectativas de convertirse en la nueva fuerza motriz. Los cambios son muchos, incluido el alto nivel de endeudamiento privado y público.
En resumen, China pretende transitar de las exportaciones orientadas al crecimiento a un nuevo modelo basado en el consumo y las inversiones exteriores (Zhiqun, 2015). Pero ¿cómo? China tiene un plan. Para ser precisos, un Plan Marshall y mucho mayor que el original. Podría llamarse “Plan del Presidente Xi”, o “Plan Xi”. Nació de una propuesta que en 2009 un funcionario le hizo al ministro de Comercio, interpretada por la prensa extrajera como el “Plan Marshall chino” (Jiayi, Hallding y Guoyi, 2015). El contexto fue la crisis financiera, con el decrecimiento de las exportaciones y los debates sobre cómo incrementar el consumo doméstico. Xu Shanda, exsubdirector de la Administración Estatal de Tasación, propuso usar las reservas extrajeras de China para ofrecer préstamos a los países en desarrollo, a cambio de que contrataran empresas chinas para las principales construcciones y proyectos de infraestructuras. En sus propias palabras: “Está previsto que el plan pueda incrementar las exportaciones y digerir el actual exceso de capacidad de China, pero también promover el proceso de internacionalización del renminbi,[6] fomentar el consumo doméstico y en el futuro los recursos financieros domésticos”. China podría enfrentarse a grandes pérdidas financieras debido a este programa de alto nivel de inversión en el extranjero, pero el plan se ve como una salida necesaria para el exceso de capacidad industrial, así como para asegurar el suministro de energía.
La inversión china en Latinoamérica y África se ha incrementado. La iniciativa BRI, también llamada “un cinturón, una vía”, cubre el centro, norte, sur y medio-oeste de Asia, pero también Europa y el este de África. Se presentó oficialmente como una iniciativa para el “desarrollo compartido”, no como un plan unilateral. El objetivo es incrementar la conectividad y la cooperación entre los países euroasiáticos por tierra (Silk Road Economic Belt) y por mar (Maritime Silk Road). A mediados de mayo de 2017, funcionarios y líderes de alrededor de 110 países se reunieron en Pekín para el primer Belt and Road Forum. Se incluyen iniciativas para el comercio, las inversiones y la extracción de recursos.
Esta política tiene como objetivo canalizar inversiones en infraestructuras (como autovías, carreteras, aeropuertos, puertos y vías marítimas) para conectar la región y abrir nuevos mercados para los productos chinos, sus servicios y su capital. Las inversiones podrían enfocarse también en la energía, la minería, los oleoductos y las telecomunicaciones. Muchas de ellas se basan en energías renovables, pero también en combustibles fósiles. Por ejemplo, las empresas chinas ya tienen importantes inversiones en 240 grandes centrales eléctricas de carbón, con una capacidad total de 251 gigavatios, principalmente en India, Indonesia, Mongolia, Vietnam y Turquía. Esto contradice la idea del pico del carbón en China y el paso a las energías renovables, y, además, socava la acción global contra el cambio climático.
El Banco de Inversiones de Infraestructuras Asiáticas (AIIB en sus siglas en inglés) servirá como un arma financiera. El proyecto de desarrollo para la BRI será de 1,4 trillones de dólares (un poco más que el PIB español). El plan tendrá también efectos domésticos positivos pues va a integrar la parte oeste del país, menos industrializada que el este. Otro de sus objetivos es reubicar en el extranjero industrias manufactureras con uso intensivo de mano de obra y poco valor agregado, con la esperanza de desplazar también los impactos y conflictos ambientales.
Aparte de las razones económicas, hay una clara motivación política tras el proyecto: la expansión de la influencia china en la región y en el mundo. En tiempos coloniales algunos países practicaban la máxima “el comercio sigue a la bandera” (primero adquiere poder político y luego promueve la extracción de recursos y su comercialización), mientras otros, como Gran Bretaña o Países Bajos, lo practicaban a la inversa. En el siglo xxi, China está siguiendo este último ejemplo: su mantra es “la bandera sigue al comercio”.
Conclusión: el sistema energético y las inversiones extranjeras
El consumo de carbón chino ha alcanzado probablemente su punto máximo, y esto es una buena noticia. Sin embargo, la economía china está muy lejos de ser circular. Proyectos recientes como la BRI persiguen incrementar tanto su poder político como la extracción y el consumo de recursos naturales, lo que necesariamente conduce a más conflictos de distribución ecológica, tanto a nivel local como global, entre ellos, el cambio climático.
Para China, la reestructuración de la economía y del sistema energético sirve a múltiples objetivos:
1) Invertir el superávit derivado de las malas condiciones laborales y los bajos salarios, de la explotación de la naturaleza y de la relativa facilidad para obtener tierras debido a la propiedad estatal. El superávit se manifiesta en una alta tasa de ahorro y un balance positivo en el comercio internacional.
2) Encontrar una salida para el exceso de capacidad mediante inversiones en el extranjero, donde se usarán mano de obra china e insumos como el acero.
3) Desplazar geográficamente los impactos y los conflictos ambientales.
4) Pasar de una economía manufacturera de exportación a una economía de servicios, lo que significa pasar del bajo coste de la economía a una economía de altos valores añadidos en los productos y servicios.
5) Cumplir los objetivos del Acuerdo de París de 2015 sobre las emisiones de gases de efecto invernadero.
Bibliografía
Bellamy Foster, J., 2015. “Marxism, ecological civilization, and China”. Monthly Review. Disponible en: https://mronline.org/2015/06/12/foster120615-html/, consultado el 6 de noviembre de 2018.
Haas, W., K. Krausmann, D. Wiedenhofer y M. Heinz, 2015. “How circular is the global economy?: an assessment of material flows, waste production, and recycling in the European Union and the World in 2005”. Journal of Industrial Ecology, 19 (5), pp. 765-777.
Geall, S., 2015. “Interpreting ecological civilisation”. China Dialogue. Disponible en: https://www.chinadialogue.net/article/show/single/en/8018-Interpreting-ecological-civilisation-part-one-, consultado el 6 de noviembre de 2018.
Green, F, 2016. “Beyond peak coal? The new outlook for China’s carbon emissions”. China Dialogue. Disponible en: https://www.chinadialogue.net/blog/8724-Beyond-peak-coal-The-new-outlook-for-China-s-carbon-emissions/en, consultado el 6 de noviembre de 2018.
Jiayi, Z., K. Hallding y H. Guoyi, 2015. “The trouble with China’s ‘One Belt One Road’strategy”. China Dialogue. Disponible en: https://www.chinadialogue.net/article/show/single/en/8001-The-trouble-with-China-s-One-Belt-One-Road-strategy, consultado el 6 de noviembre de 2018.
Kuo, L., y N. Kommenda, 2018. “What is China’s Belt and Road Initiative?”. The Guardian. Disponible en: https://www.theguardian.com/cities/ng-interactive/2018/jul/30/what-china-belt-road-initiative-silk-road-explainer, consultado el 6 de noviembre de 2018.
Lora-Wainwright, A., 2017. Resigned activism. Living with pollution in rural china. Boston: MIT Press.
Mathews, J.A., y H. Tan, 2016. “Circular economy: lessons from China”. Nature 531 (7.595). Disponible en: https://www.nature.com/news/circular-economy-lessons-from-china-1.19593, consultado el 6 de noviembre.
Ye, Q., N. Stern, T. Wu, J. Lu y F. Green, 2016. “China’s post-coal growth”. Nature Geoscience 9, pp. 564-566.
Zhiqun, Z., 2015. “China’s AIIB and One Belt One Road: ambitions and challenges”. China Dialogue. Disponible en: https://www.chinadialogue.net/article/show/single/en/8231-China-s-AIIB-and-One-Belt-One-Road-ambitions-and-challenges, consultado el 6 de noviembre de 2018.
Para más información
China Dialogue es una organización independiente dedicada a promover un entendimiento común de los desafíos ambientales urgentes de China (https://www.chinadialogue.net). Existe una versión en español, llamada Diálogo Chino (https://dialogochino.net/).
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* Institut de Ciència i Tecnologia Ambientals, Universitat Autònoma de Barcelona. E-mail: federico.demaria@uab.cat. Los autores agradecen a Juan Liu por haberlos invitado a la Northwest Agriculture and Forestry University en China.
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[1] Una versión previa de este artículo se publicó en The Ecologist el 25 de julio de 2017. Disponible en: https://theecologist.org/2017/jul/25/special-report-china-has-plan-peak-coal-and-new-silk-road.
[3] El marxismo ecológico es una escuela de pensamiento que se centra en la contradicción por la cual el capital tiende a destruir la naturaleza como parte del proceso de expansión del capitalismo.
[4] En el XVII Congreso Nacional del Partido Comunista de China, en 2007, se propuso oficialmente que China construyera una “civilización ecológica”, creando relaciones más sostenibles entre producción, consumo, distribución y crecimiento económico. Para más detalles (Geall, 2015).
[5] New normal (también llamado “estancamiento secular”) es una expresión que se refiere a la ralentización significativa y estructural del crecimiento de la economía tras la crisis financiera de 2007-2008 y las consecuencias de la recesión mundial de 2008-2012.
[6] El renminbi es la moneda oficial china, de la que el yuan es su unidad básica. En 2015, el renminbi se convirtió en la quinta moneda más negociada del mundo.
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