Tendai Murisa*

 

INTRODUCCIÓN

La mayoría de las economías y políticas de los países del África austral están condicionadas por el hecho de que la supervivencia de más del 70% de su población depende del acceso y uso de la tierra con diversos propósitos. La mayoría se alimenta de sus propios cultivos y de los animales que crían, algo que a su vez depende del acceso a tierras fértiles y con niveles suficientes de lluvia. En el ámbito rural, el cobijo, la energía y las medicinas provienen de los recursos naturales disponibles en las tierras a las que tienen acceso las familias. Gran parte de la población rural depende de la leña para cocinar y como calefacción, puesto que otras formas de energía no están a su alcance. Del mismo modo, el vallado de los terrenos y otros equipamientos rurales están hechos con troncos, ramas y pastos.

EL PROBLEMA DE LA TIERRA EN EL SUR DE ÁFRICA

El acceso desigual a la tierra se vio agravado por la expropiación colonial de las mejores zonas de cultivo, los bosques y los recursos hídricos, además del ganado de los pobladores autóctonos, que fueron desplazados a tierras comunales semiáridas y poco fértiles. Los pueblos autóctonos se vieron forzados a proporcionar mano de obra barata a los colonos mediante diversas modalidades (imposición de tasas, trabajo forzado, etc.) y a través de políticas económicas discriminatorias (desigualdad en los precios de las mercaderías y en las posibilidades de comercialización). Sólo en Sudáfrica, a lo largo del siglo XVIII, el 87% de las tierras fértiles fueron expropiadas por los colonos europeos. En Zimbabwe, aproximadamente 3.500 terratenientes blancos se repartían más del 60% de las tierras fértiles del país.

Actualmente, Namibia tiene la mayor cifra de colonos blancos, que suman el 8% del total de su población. Las tierras destinadas a cultivos comerciales están repartidas en unas 6.300 propiedades equivalentes a 36 millones de hectáreas. Los cultivos comerciales acaparan el 44% del total de tierras disponible y el 70% de los terrenos agrícolas más productivos. Sólo 2,2 millones de hectáreas de tierras destinadas a cultivos comerciales están en manos de propietarios negros. En el sur de África, las evidencias tienden a confirmar un incremento en la concentración de la propiedad de la tierra, al mismo tiempo que aumenta la ocupación «ilegal» de terrenos por parte de aquellos sectores populares que se han visto marginados por un cada vez más poderoso grupo de capitalistas rurales, élites nacionales y funcionarios estatales.

Esas injusticias sociales y la falta de equidad en la distribución de la tierra caracterizan la problemática rural de la región. En épocas recientes, la polémica en torno a la propiedad de la tierra se ha ido internacionalizando, debido a una mayor atención por parte de los medios de comunicación y de los foros donde se analizan el aumento de la inseguridad alimentaria y la pobreza rural, así como las ocupaciones de tierras en Zimbabwe entre 1998 y 2000. El problema de la tierra es un fiel reflejo de los procesos de descolonización inacabados que caracterizan a las regiones anteriormente ocupadas por colonos blancos, situación que ha empeorado a medida que el capitalismo globalizado se ha involucrado en los conflictos por la tierra, los minerales y demás recursos naturales que hoy sufren las zonas más ricas de África.

REFORMA AGRARIA Y CONFLICTOS

A pesar de haber quedado fuera de los debates políticos en la mayoría de los países de la región durante las décadas de 1980 y 1990, el tema de la propiedad de la tierra y de la reforma agraria ha vuelto a aparecer en la agenda política con una intensidad desconocida desde las luchas por la independencia en las décadas de 1960 y 1970. Los recientes acontecimientos en Zimbabwe han tenido una resonancia considerable dentro de los partidos políticos y entre los agricultores sin tierra de países limítrofes, especialmente en Sudáfrica y Namibia.

La reforma agraria es un proceso que implica la adquisición de tierras de los sectores hasta ese momento privilegiados de la sociedad para distribuirlas entre quienes nada tienen. El proceso de reforma agraria trae consigo un profundo cambio de las reglas y procedimientos que rigen la tenencia de tierras, con el fin de adecuar el sistema agrícola a los requerimientos generales de un desarrollo económico equitativo y que permita alcanzar un mínimo nivel de seguridad alimentaria. La reforma agraria es inevitablemente un proceso conflictivo; carga contra las estructuras económicas y polí- ticas establecidas y contra los intereses de las clases dominantes. Actualmente, los países del África austral presentan un amplio espectro de políticas agrarias, que comprenden diversos tipos de redistribución e iniciativas sobre la tenencia de tierras y que implican métodos que van desde el enfoque consensual y basado en el mercado hasta, en el otro extremo, la confiscación forzada. Entre los objetivos fundamentales que justifican la reforma agraria en el sur de África cabe mencionar: (1) la descongestión de zonas superpobladas, (2) la promoción de una distribución equitativa de las tierras agrícolas y (3) la expansión de la agricultura comercial entre la población autóctona, evitando los privilegios raciales.

Los conflictos por la tierra suelen originarse en: (1) demandas de restitución de tierras que alguna vez fueron de propiedad comunitaria, (2) un acceso desigual a la tierra en función de la superficie, su calidad y su utilidad, y (3) la reivindicación del acceso a recursos naturales como el agua, las plantas medicinales, los pastos y los derivados de la madera que esos terrenos poseen. Tales conflictos adoptan formas muy diversas de hostilidad, que van de los métodos de acción directa para ocupar tierras o extraer recursos naturales, hasta los pleitos legales ante los tribunales. Los conflictos suelen derivar en violencia directa, peleas y, en ciertas ocasiones, asesinatos. Otras disputas se manifiestan mediante «formas de resistencia cotidiana», como el incumplimiento de determinados reglamentos para el uso de la tierra.

DIFICULTADES ACTUALES PARA LA REFORMA AGRARIA

Mientras algunos países latinoamericanos, al igual que Japón y Taiwán percibieron ayuda económica de los anteriores poderes coloniales o imperiales (EE UU), especialmente debido al contexto de la guerra fría y los esfuerzos por lograr una hegemonía política, en África no se ha enfocado adecuadamente el cobro de indemnizaciones por las pérdidas que generó el colonialismo. Los gobiernos del sur de África, especialmente el de Zimbabwe, alegan que en el centro del dilema por la reforma agraria y las actuales controversias políticas hay que situar al racismo y la protección que brindan los donantes internacionales a sus «parientes y amigos» latifundistas y a sus intereses económicos en África. Además, los programas de ajuste estructural (PAE) y las estrategias para la reducción de la pobreza que condicionan los préstamos y la ayuda al desarrollo, están sometidos a modelos económicos y de gestión que limitan las capacidades de las naciones para corregir tales perjuicios según «lo que establece la ley». Una tendencia controvertida, generada por las políticas de liberalización de los PAE, es la conversión de tierras de cultivo en reservas de vida salvaje donde los usos de la tierra están muy condicionados, con la excusa de que así se logra una gestión de la tierra y de los recursos naturales ecológica, social y económicamente sostenible, en áreas particularmente frágiles. De tal modo, el turismo y el ambientalismo han creado un nuevo obstáculo para acceder a la tierra, tanto en los países del sur de África como en otras regiones del continente en las que los «tenedores de apuestas» extranjeros y locales se han embarcado en una lucha por la exploración y preservación de nuevas formas de biodiversidad y los subsiguientes métodos de explotación económica y social.

EL SURGIMIENTO DE MOVIMIENTOS SOCIALES CON BASE RURAL

En la etapa postcolonial, la reivindicación de la reforma agraria por parte de la sociedad civil fue avanzando con lentitud. La defensa del acceso a la tierra ha tenido diferentes manifestaciones según la naturaleza de las fuerzas sociales que la impulsasen. En África austral, las organizaciones de la sociedad civil son predominantemente de clase media y tienen fuertes vínculos con los organismos de ayuda internacional, por lo que son reacias a una reforma agraria radical. No obstante, ha surgido un poderoso movimiento social de base que ha radicalizado la exigencia de tierras de cultivo, especialmente en Zimbabwe y Sudáfrica. El movimiento por la tierra de Zimbabwe estaba dirigido por veteranos de guerra desmovilizados e incluía a campesinos y labradores sin tierra. La principal característica del movimiento por la tierra de Zimbabwe fue que se desmarcó de las organizaciones de la sociedad civil y trabajó con el Estado para hacer efectivo un programa radical de reforma agraria. Otro aspecto destacable en los movimientos por la tierra es su habilidad de soslayar los canales normales o «legales» para la reforma agraria y poner en práctica lo que se ha dado en llamar autoprovisión comunitaria de tierras.

CONCLUSIÓN

El problema de la tierra y las características de las reformas agrarias, se hayan intentado o no, son una fuente permanente de conflictos en las sociedades predominantemente agrarias y semiproletarias del África austral. Las luchas por la redistribución de la tierra son un aspecto decisivo en la agenda polí- tica de los países del sur de África, pero los conflictos no siempre son evidentes ni están separados de las demás batallas que libran los pobres contra la sumisión. Las luchas por el acceso a la tierra y en defensa del estilo de vida rural han ganado claridad e ímpetu durante la última década, con frecuencia en respuesta a modelos ineficaces de reforma agraria centrados en el mercado, como ha sido el caso en Namibia y Sudáfrica.

* Tendai Murisa es investigador en el Instituto Africano de Estudios Agrarios, con sede en Harare, Zimbabwe. Ha obtenido un MA en Estudios sobre el Desarrollo por la Universidad de Leeds, Reino Unido.

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