Eva Hernández Jorge*

 

Fluyendo desde la cordillera Tibetana hasta el Mar Arábigo, con sus 3.000 kilómetros de curso, el río Indo es la primera fuente de agua dulce de Pakistán. En su desembocadura, el gran Indo se convierte en una serie de riachuelos y meandros que crean un delta de 700.000 hectáreas —el sexto más grande del mundo—, en el que diversos ecosistemas costeros constituyen el sustento de una población de 2,7 millones de personas que se distribuyen desde los pueblos del este de Karachi a las costas de Thatta y Badin, al oeste, en las fronteras de Sindh-Gujrat.

La mayoría de las comunidades del delta del Indo dependen de la pesca y de las actividades indirectas que ésta genera. En 1999, las costas de Sindh contribuían con unas 333.000 toneladas métricas al total de las capturas de Pakistán (alrededor de 474.600 toneladas métricas), pese a que esta región tiene sólo 350 km de litoral de los más de mil kilómetros de costa pakistaní. La gran riqueza pesquera que se producía en el delta se debía, principalmente, a la existencia de grandes áreas de manglar en las zonas de intercambio de agua dulce del Indo y salobre del océano, que constituían inigualables zonas de cría y alevinaje para multitud de especies de peces y crustáceos.

Pero el Delta del Río Indo se está enfrentando en la actualidad a una profunda crisis ecológica, económica y social. Las prioridades de desarrollo de los sucesivos gobiernos del país han consistido en sobreexplotar el Indo, construyendo varios embalses de grandes dimensiones, con el objetivo de beneficiar a los grandes terratenientes de la región de Punjab, que poseen enormes extensiones de cultivos, y que tienen lí- nea directa con el gobierno en Islamabad.

En 1830, el volumen de agua que el Indo dejaba en su delta era de más de 180.000 hectómetros cúbicos. Hoy, el flujo de agua que un día llevó la vida a las zonas estuarinas ha disminuido gravemente. En 2002 el aporte del Indo al delta era casi nulo. El resultado ha sido la inundación de los canales y lagunas, y de los acuíferos costeros por el agua del mar, y la desaparición de las otrora extensas áreas de manglar, que de 600.000 hectáreas originales, pasaron a cubrir apenas 73 hectáreas en 2002, debido a la reducción de la descarga de agua dulce en la costa.

La dramática disminución del aporte del Indo no es el único problema que enfrentan las comunidades de pescadores del delta del Indo. Los modelos de pesquería industrial llegados a la zona están agotando los caladeros en la región. En 1996, Pakistán extendió sus aguas jurisdiccionales a 200 millas náuticas después de la declaración de su Zona Económica Exclusiva (ZEE), otorgando licencias a flotas extranjeras de arrastre de fondo y a grandes palangreros, principalmente de capital coreano, para explotar sus recursos pesqueros. La actividad de esta flota industrial no sólo está agotando vertiginosamente los caladeros pakistaníes, sino que los descartes (que se producen en un elevadísimo porcentaje) que echan al mar están generando una preocupante contaminación en la zona.

Como consecuencia, los pescadores del Delta del Indo no sólo están perdiendo sus recursos. También han comenzado a usar artes no selectivas muy destructivas, como las redes denominadas Boolo Gujo y Katra, en una lucha desesperada por acceder a las proteínas del mar. Estas redes, de malla muy fina y escasa luz, son colocadas en las zonas naturales de entrada y salida de peces y crustáceos con las mareas, y permanecen instaladas 8 días, con lo que la mortandad de peces es elevada, produciéndose a la vez la contaminación de las aguas someras del delta. Las mujeres de las comunidades costeras han sufrido especialmente la entrada de las artes industriales, perdiendo el sustento que les proveía el arreglo y preparación de redes tradicionales, desplazadas ahora por el nylon.

Junto a la situación creada por el agotamiento de los stocks pesqueros, de la mano de flotas extranjeras beneficiadas por las licencias de las autoridades de Pakistán, los pescadores del Indo se enfrentan a una situación que dificulta extraordinariamente su acceso a los recursos pesqueros, basado en un sistema de licencias pesqueras injusto. De un sistema de control en el que los gobiernos locales otorgaban licencia para pescar en las aguas interiores a cambio de una pequeña suma de dinero —mientras que para la pesca en aguas abiertas sólo era necesario registrar las embarcaciones— se ha pasado en la actualidad a un sistema de contratos, según el cual el derecho a pescar se reserva a las personas o empresas que puedan depositar las sumas de dinero más elevadas. Muchos pescadores se han visto obligados a abandonar su actividad, a mal alquilar sus embarcaciones, o a abandonar sus poblaciones originales, no pudiendo competir con lo que denominan en la región «Sealords», o «Señores del Mar». El sistema injusto termina de complementarse con la existencia en las costas, hasta hace poco tiempo, de los Rangers, cuerpo paramilitar que ejerce su actividad sobre los pescadores, detrayéndoles capturas o ingresos, saqueando poblados, y procediendo a multitud de detenciones ilegales.

La contaminación también constituye un grave problema para los pescadores de la región, principalmente en el área de Karachi: el 70% de los vertidos industriales del país llegan aquí, en su mayoría sin tratar, al igual que los efluentes procedentes de la agricultura, cargados de pesticidas organoclorados —prohibidos ya en muchos países, pero de uso extendido en Pakistán. En la actualidad, muchos estuarios sufren avanzados procesos de eutrofización por contaminación orgánica, y se están encontrando elevados niveles de metales pesados como el mercurio en los sedimentos del puerto y las costas de Karachi.

Todo lo anterior se ha traducido en una profunda degradación de la vida de las comunidades del Delta, a un alarmante incremento de la miseria —en un país donde el 45% de la población vive por debajo de los umbrales de la pobreza—, y en una migración masiva a los cinturones de pobreza de ciudades como Karachi. La pobreza ha traído consigo el debilitamiento de las estructuras familiares y comunitarias, una gran fragilidad de servicios como la sanidad o la educación, ahora inexistentes en gran parte de la región del Sindh, o la pérdida de identidad y de tradiciones de estas poblaciones. La malaria y las enfermedades de la piel se han incrementado muy sensiblemente entre la población, y la incertidumbre sobre el futuro lleva a gran parte de la misma a situaciones de ansiedad y depresión, incrementándose los suicidios en toda la zona.

Afortunadamente, también aquí la sociedad civil organizada está, no sólo denunciando la situación a nivel nacional e internacional, sino proponiendo cambios en positivo. La organización Pakistan Fisherfolk Forum (PFF), que representa a millones de pescadores del país, viene trabajando desde 1998, para cambiar esta situación. Desde la visión de la necesidad de mejorar la economía y la prosperidad perdidas, de cohesionar a todas las comunidades de pescadores, de poder disfrutar de los derechos sobre los recursos naturales, y de la necesidad de promover la participación pública, de hombres y mujeres, en la toma de decisiones, PFF se ha impuesto la misión de movilizar y empoderar a las comunidades de pescadores, promoviendo su auto-organización, desde la igualdad de género, y de proponer cambios positivos, desde una estrategia de desarrollo sostenible. Su estrategia de movilización masiva es un éxito en el país, ya que cada marcha o manifestación pacífica cuenta con miles de participantes —aún conscientes de la alta probabilidad de ser injustamente detenidos y encarcelados, algo cotidiano para ellos en estas manifestaciones. PFF está promoviendo Servicios Comunitarios allí donde habían desaparecido, incluyendo programas de sanidad, educación, y de servicios en situaciones de desastre natural; o programas de restauración y conservación de los recursos naturales, incluyendo la replantación de manglares.

Su proyección internacional es ya importante. PFF cuenta con la colaboración y apoyo de entidades y personalidades de todo el mundo (desde Eurodiputados a personalidades como Thomas Kocherry Coordinador de National Fishworkers Forum e India’s National Alliance of Peoples’ Movements, Joan Martínez Alier, de la Universidad Autónoma de Barcelona, o Pedro Arrojo, de la Universidad de Zaragoza, en el caso de España, pasando por organizaciones como ISTAS —Comisiones Obreras, Sustainlabour, Intermon-Oxfam, WWF, Greenpeace, o Action Aid).

En los momentos en los que se terminan de escribir estas líneas, representantes de varias organizaciones del Comité de Acción para Salvar la Costa de Pakistán, entre los que se encuentra PFF, están denunciando en rueda de prensa en Karachi los efectos desastrosos para el medio ambiente y la población que traería el proyecto del Banco Mundial «LeftBank Outfall Drain (LBDO)», consistente en construir nuevos canales detrayendo agua del Indo. La primera fase del proyecto LBOD, del Banco Mundial, se inició en 1984. Entonces, 75 pueblos fueron inundados por 54 accidentes en los sistemas de drenaje, y 200.000 personas tuvieron que abandonar sus casas. De nuevo, a las amenazas procedentes de sistemas injustos, de un desarrollo insostenible, o de la actividad de grandes multinacionales, hay que sumar en un país pobre como Pakistán, la procedente de los proyectos de instituciones financieras internacionales como el Banco Mundial, en el caso pakistaní, en la forma de proyectos como el LBDO y de la presa de Kala Bagh.

Más información: http://www.pff.org.pk.

REFERENCIAS

• Biodiversity Action Plan Pakistan, 1999.

• Pakistan Country Assessment Report, 2002, for the World Summit on Sustainable Development.

• Environmental Impact Assessment of Indus Delta (Thatta & Badin Districts –Sindh). Pakistan Fisherfolk Forum.

• Pakistan Fisherfolk Forum Magazine, September/October 2005. «No more cuts, no more diversions, no more dams on Indus Waters»

* ISTAS (Instituto Sindical de Trabajo, Ambiente y Salud) – fisherfolkpk@yahoo.com.

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