Por Joan Martínez Alier
El editorial del número 1 de la revista semestral Ecología Política trazó un rumbo que es el que más o menos hemos seguido en los 25 años de su existencia. Está escrito en el año del derrumbe de la Unión Soviética, que nosotros no lamentamos. Muchos años después vemos que la izquierda nacida de esa tradición tiene dificultad todavía en aceptar el ecologismo como tema principal. No definimos en este editorial qué era la Ecología Política pero quedaba implícito que significaba el estudio de la influencia del poder político en los conflictos sociales por el uso de los bienes naturales y las cargas de la contaminación. Esos son conflictos ecológico-distributivos, a distintas escalas geográficas. Nos interesaba el «marxismo ecológico» de James O’Connor, como también nos ha interesado el de Elmar Altvater, Michael Löwy, John Bellamy Foster. Nos apasionaba (excesivamente) el crecimiento de partidos verdes en Europa, sobre todo en Alemania. Pero pensábamos ya, especialmente por la gran influencia latinoamericana en la revista, que un sujeto principal del ecologismo popular eran los movimientos campesinos e indígenas. Un zapatismo ecológico. No pusimos tal vez el énfasis adecuado en el pensamiento descolonial y anti-racista pero escogimos bien al colocar un artículo de Víctor Toledo como primer artículo del primer número de la revista. Tardamos pocos años en introducir los temas del ecofeminismo, la ecología política urbana, la ecopolítica internacional o el decrecimiento. Aunque todavía no hemos publicado ningún número monográfico sobre China o sobre lo que eurocéntricamente llamamos Medio Oriente (y que en la India llaman Asia Occidental), pronto lo haremos. La revista sigue su buena marcha con el rumbo inicial y gracias al apoyo de tres sucesivos grupos de editores y colaboradores próximos desde 1991 hasta hoy. Una gran novedad es que hemos resuelto el problema de la distribución en América Latina al poner ya en la web con acceso libre los primeros 48 números.
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Editorial #1
Habida cuenta de la creciente sensibilidad ecológica y de la implantaci6n electoral de partidos verdes en casi toda Europa, no es de extrañar que aparezca esta revista, publicada en castellano en Barcelona y dirigida hacia lectores latinoamericanos y del resto de los territorios ibéricos. En ella recogeremos traducciones de artículos publicados en Capitalism, Nature. Socialism: A Journal of Socialist Ecology, editado en Santa Cruz, California, por un grupo vinculado al conocido economista marxista James O’Connor. Además, publicaremos artículos directamente escritos en castellano. Nuestro abanico será muy amplio. Ecología Política será asimismo eco-feminista (según las líneas indicadas por Lori Ann Thrupp en el presente número). Palabras como «anarquista», «populista procampesino» e incluso «neo-romántico» no serán insultos sino más bien elogios en las páginas de Ecología Política.
En efecto, ahora que los Estados con planificación económica centralizada y dictaduras burocráticas están cambiando de sistema político y económico por presión popular, hay que poner al día los viejos debates de la Primera Internacional, añadiéndoles un componente nuevo y muy importante: el ecologismo. Así, hay que reconocer que Bakunin tenía razón en su crítica a Marx, y hay que entender las razones de los narodniki rusos (con Lavrov) que tan próximos estuvieron al ecologismo. Las dos ramas principales de herederos del marxismo (la Socialdemocracia, adoradora del Estado y del crecimiento económico ilimitado, dispuesta a participar en la carnicería sin sentido de 1914-18 y también en guerras coloniales; el Leninismo, que ha desembocado en el desastre actual) no son las únicas corrientes nacidas del movimiento obrero y radical del siglo XIX. Es hora de recuperar no sólo las tradiciones de lucha social exteriores a Europa, como el pensamiento de Gandhi, sino también, en Europa y en la América Latina, el populismo ruso, y el anarquismo, a la vez que las ideas de Ruskin y William Morris (como lo hace Michael Lowy en su artículo en el presente número). El ecologismo recoge estas tradiciones emancipadoras y les da mayor fuerza ya que el ecologismo es una crítica demoledora contra el economicismo y contra el optimismo tecnológico de los poderosos y ricos.
Si al marxismo le faltó sensibilidad ecológica, eso no puede llevar, sin embargo, a una glorificación del mercado como mecanismo de asignación racional de recursos escasos. Los adoradores del mercado pretenden que los problemas ecológicos surgen de la ausencia de racionalidad mercantil privada, y así oímos hablar de la «tragedia de los bienes comunales» al tiempo que, en la realidad, observamos en la Amazonia las dramáticas consecuencias sociales y ecológicas de un gran proceso de privatización de tierras comunales y en todas partes vemos como el capitalismo agota los recursos ya que la 1ógica del beneficio privado es una lógica de horizontes temporales cortos y de infravaloración de las necesidades futuras. Ahora bien, las economías planificadas no son una alternativa porque no só1o han supuesto una explotación de los trabajadores en beneficio de una capa burocrática sino que además han estado bajo el peso de la ideología del crecimiento económico a toda costa (o del desarrollo de las llamadas fuerzas productivas) y, además, la ausencia de libertades ha impedido que nacieran movimientos sociales ecologistas que contribuyeran, con sus acciones, a incrementar los costos que empresas o servicios estatales deben pagar cuando destrozan el ambiente. Por ejemplo, no ha habido en Cuba un movimiento ecologista contra la central nuclear en construcción de Cienfuegos, no sería tolerado. Aunque si hubo en la Nicaragua sandinista un intento de control ecológico de las plagas del algodón (como se puede leer en el presente número) y aunque, también en Cuba, hay intentos de agricultura ecológica (como veremos en el próximo número de Ecología Política, en un artículo de Richard Levins).
Ecología Política presentará pues cuestiones teóricas y prácticas concretas de ecosocialismo, entendiendo que al socialismo hay que definirlo por la igualdad, por la visión mundialista, por el control comunal o social de los medios de producci6n. por el marchitamiento efectivo de los Estados. Pero en el ecologismo político confluyen también corrientes naturistas, vegetarianas, de medicina alternativa; corrientes defensoras de las tecnologías apropiadas; corrientes de «ecología profunda» y de derechos de los animales; corrientes tolstoianas y gandhianas de acción directa no-violenta. Todas caben en estas páginas, junto con las luchas ecologistas campesinas e indígenas, junto con las luchas obreras por la salud en el trabajo.
Las diversas corrientes eco-socialistas no siempre concuerdan entre sí (como puede verse en este primer número de Ecología Política), y el encaje con las tradiciones naturistas (un tanto irracionalistas) no siempre es fácil. Esta será pues una revista abierta a estos nuevos debates. En este primer número presentamos materiales americanos. En primer lugar un texto de Víctor Manuel Toledo, un ecólogo y etnobotánico mexicano especialista en biodiversidad tropical, un ecologista también, que da argumentos convincentes para ver en el campesinado el sujeto principal del movimiento ecologista. Ese artículo de Víctor M. Toledo es todo un programa político. De California, incluimos un debate sobre el ecologismo en Estados Unidos entre James O’Connor y alguno de sus colaboradores, y además una densa e importante aproximación teórica al marxismo ecológico por James O’Connor que insiste en la «segunda contradicción del capital». A saber, la expansión capitalista menoscaba sus propias condiciones de producción y esto da lugar al movimiento ecologista de protesta.
Sobre la India, donde hay un fuerte movimiento ecologista, presentamos un artículo de Brinda Rao sobre el uso de agua en Maharashtra, y una crítica favorable al libro de Vandana Shiva sobre el movimiento Chipko. De John Ely (el autor de un libro sobre los Verdes alemanes, con el desafiante título de «Una modernidad alternativa») presentamos un bien informado y optimista análisis del ecologismo político en Alemania y el este de Europa, escrito a mediados del 1990. Su tesis principal es que los intentos de la derecha de usar el «ecologismo» como bandera han fracasado. Finalmente Ecología Política incluirá textos de historia del pensamiento ecologista, como el de Jacques Grinevald presentado precisamente en Barcelona en una de las primeras conferencias internacionales de Economía Ecológica. Grinevald, un ecologista de primera hora, explica los antecedentes, en Lotka y Vernadsky, de las ideas del gran economista ecológico Georgescu-Roegen.
Ecología Política será pues una revista de ámbito internacional, con interés particular por Latinoamérica (tal como muestra su consejo de colaboradores), hecha en Barcelona (donde existirá a partir de este número un consejo de redacción) con la participación de la FUHEM de Madrid, en estrecha conexión con el grupo de Santa Cruz, California, y también con Giovanna
Ricoveri en Roma, que coordina la edición en italiano de Capitalism, Nature. Socialism. Su línea general será la de poner de manifiesto que el ecologismo, siendo algo nuevo, se inscribe sin embargo en una larga tradición de luchas sociales emancipadoras, y que los movimientos sociales rurales y urbanos que se han opuesto y se oponen a la dominación y a la explotación han sido y son a menudo movimientos ecologistas, aún cuando utilicen lenguajes propios indígenas distintos de los lenguajes del ecologismo occidental. ¡Ha habido y hay muchos Chicos Mendes! Asimismo, estudiaremos las relaciones internacionales desde el punto de vista ecológico: temas como el enorme colapso demográfico en América a partir de 1492 (cuyo quinto centenario algunos ridículos españoles de los estamentos oficiales pretenden celebrar), la actual restricción a la inmigración en Europa y Estados Unidos, y el intercambio ecológicamente desigual entre países, asunto muy pertinente en esta costa cristiana del Mediterráneo donde llega el gas y el petróleo de la orilla islámica a un precio muy barato. Estudiaremos también los intentos de una nueva eco-tecnocracia internacional para establecer normas ecológicas que perpetúen la desigualdad entre ricos y pobres. Propondremos otras soluciones más ecologistas y más igualitarias, con satisfacción al ver que ahora todo el mundo quiere apuntarse al «ecologismo», pero con cierta alarma porque las ideas incipientes del ecologismo de hace veinte o treinta años -la agricultura ecológica, las energías renovables- que fueron descalificadas como utopismos bien intencionados pero irrealistas, ahora se convierten en alternativas tan aceptadas que corren el peligro de tecnocratizarse.
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Descarga aquí el primer número de Ecología Política