Entrevista realizada por Iñaki Bárcena Hinojal*

Palabras clave: Vía Campesina Europa, Soberanía Alimentaria, procesos políticos, leche.

 

Paul Nicholson nació en el Reino Unido en 1947 y, como él mismo dice, por una casualidad en el exilio de sus padres. Estudió sus primeros años en Inglaterra y a los 8 años volvió a la tierra de su madre, Euskal Herria, siendo su lengua materna el euskera. Ha sido el portavoz de Vía Campesina en Europa y, aunque poca gente lo sepa esta organización internacional de campesinos tuvo su inicio o bautizo de honor en Lemona (Bizkaia). Le preguntamos sobre los orígenes de Vía Campesina y nos responde:

Paul Nicholson: De profesión soy ganadero y me tocó ser responsable del sindicato agrario EHNE1 en Bizkaia para el ingreso de España en el mercado común europeo. Agricultura era una de las partes fundamentales en la negociación y me tocó estar como observador en el proceso y participar en el debate. Rápidamente nos dimos cuenta, como organización, del impacto que las políticas neoliberales tenían en la agricultura y en los alimentos en Euskal Herria. En este proceso de entender los impactos de estas políticas, cuando aún no se hablaba de la globalización, la acumulación de experiencias de organización y de lucha política hizo que por nuestra parte se comprendiera que las decisiones que afectan a las condiciones y la calidad de vida de los campesinos y campesinas no se deciden simplemente en el marco local y que los marcos de decisión política eran cada vez más lejanos, más anónimos y no cabía pensar una lucha para defender nuestros derechos ante la Diputación y el Gobierno Vaco, ni en Madrid, ni en Bruselas, sin una visión más global. Así, la primera secretaría operativa de Vía Campesina se realizó aquí, en la sede de EHNE en Bizkaia en 1994.

Queremos que la entrevista gire en torno al futuro de la agricultura en Europa. Tratar de dibujar cómo sería el diseño de la agricultura de aquí a 20 o 30 años. Con la incorporación del Estado Español a la Unión Europea nos damos cuenta de cómo en Europa más del 50% del presupuesto se dedica a la agricultura. ¿Cómo se explica que todavía hoy en el 2009 la porción más grande de la tarta presupuestaria europea se dedique al campo? 

P.N.: Hoy probablemente persisten inercias políticas. En los cambios en Europa, las transformaciones o adaptaciones al nuevo modelo económico son claras pero la alimentación y la agricultura siguen siendo básicas para todas las personas. Gira alrededor de esas necesidades alimentarias y medioambientales la construcción social, lo que más identifica a una región o comunidad política. Y si a eso le añadimos la enorme preocupación que hubo en Europa por la falta de alimentos en los años 30-40-50 hace que la primera priorización de una futura Europa sea asegurar unos alimentos adecuados y sanos para la población. Esa es la base de la construcción europea. En un momento dado el 75% del presupuesto era agricultura y alimentos. Hoy es un poco menos del 50% pero la diversidad cultural, paisajística y alimentaria de Europa sigue siendo un factor fundamental de cohesión. Sigue siendo un factor esencial y nosotros pensamos que la política agraria tiene que ser solidaria. Solidaria con sus agricultores, hay que tener en cuenta que hoy en la Europa de los 27 cada minuto una familia campesina desaparece. Europa es un gran importador de alimentos para nutrir a la ganadería intensiva, principalmente soja y maíz, y al mismo tiempo es uno de los mayores exportadores de alimentos como negocio agrícola. Y las multinacionales europeas juegan un papel determinante en el mundo para controlar no solamente alimentos sino también la diversidad genética. Las transnacionales europeas juegan un rol importantísimo en la conquista del negocio de las patentes, son las primeras interesadas en mantener este modelo tan intensivo, productivista y globalizado.

Para el movimiento ecologista la crisis actual es una oportunidad para avanzar hacia otro modelo de producción y consumo. ¿Hacia donde debía caminar una Europa organizada de forma diferente en el terreno agrícola?

P.N.: Antes de las manifestaciones de la crisis financiera ya teníamos una grave crisis alimentaria. Tenemos una crisis planetaria que es la convergencia de la crisis alimentaria, la climática y la económica. Eso nos lleva a plantearnos la necesidad de nuevos modelos de sociedad y la agricultura es una parte fundamental en esta transformación que será larga. El punto de partida es lo que importa y, por ejemplo, el sector de la leche, producto primario para la sociedad, existe una grave crisis y un enorme fraude. Crisis que significa la desaparición de muchas ganaderías familiares, de las explotaciones más sociales y más sostenibles, tendiéndose hacia una masiva industrialización de la producción de leche que significa la deslocalización hacia otros continentes. En septiembre tuvo lugar la primera huelga europea de productores de leche de la historia, con una resistencia feroz por parte de quienes defienden el modelo neoliberal, frente a quienes de manera intuitiva queremos darle una salida social y en defensa del empleo y del medio ambiente. El nivel de suicidios entre los ganaderos abocados a una carrera financiera y tecnológica, con una persistente robotización y la exclusión social principalmente de las mujeres, es el ejemplo al que pueden tender otros sectores productivos alimentarios si no somos capaces de darle vuelta.

El sector de la leche es paradigmático para saber hacia donde no debemos de ir, pero nos cuesta mucho encontrar los caminos de salida ante los retos planteados, encontrar señales y pistas alternativas para ese otro modelo.

P.N.: Creemos que los nuevos caminos y las nuevas políticas alimentarias y de agricultura deben basarse en la soberanía alimentaria, que no es simplemente un derecho del campesinado sino que es un derecho colectivo de los pueblos. Derecho ciudadano a poder determinar las políticas alimentarias y agrícolas, de poder tener acceso a los bienes comunes, al agua, a la tierra, a las semillas. Poder decidir como consumidores y consumidoras qué y cómo se produce y quién lo produce. Necesitamos políticas basadas en la solidaridad entre los ciudadanos y también entre consumidores y campesinado. Necesitamos la regulación de los mercados, no es posible mantener políticas agrarias basadas en la liberalización del mercado. Debemos producir alimentos en un modelo ecológico y socialmente sostenible y que además mantenga una ocupación de todo el territorio, tanto la llanura como la montaña. La teoría y práctica de ventajas comparativas es un instrumento de destrucción masiva del mundo rural porque el punto cero es reducir todo a criterios de competitividad sin ninguna base de derechos laborales y sociales, ni para emigrantes ni para trabajadores del campo. Y al mismo tiempo que se reducen los costos se genera un gran gasto medioambiental que socializamos.

Desde hace una década se está librando una batalla muy importante en el campo de los transgénicos. Ha habido una gran resistencia en Europa, se han declarado bastantes zonas y regiones libres de transgénicos, ¿Cómo valoras lo que se ha hecho y cuales son las tareas del futuro para una Europa libre de transgénicos?

P.N.: Los transgénicos son mucho más que una batalla de contaminación genética y mucho más que una lucha por la salud de la ciudadanía. Y más que la defensa de un modelo de producción social y medioambientalmente adecuado. Es probablemente el punto frágil de la cadena del modelo neoliberal, de la intensificación industrial de la producción, porque Europa ha desarrollado un modelo de producción intensivo y dependiente de la importación de alimentos animales. Los productos transgénicos son principalmente soja y maíz, más del 90% de la producción de Organismos Genéticamente Modificados en el mundo son estos dos y estamos hablando de alimentos para animales porque la batalla está ganada en el consumo directo de productos frescos. La alianza que ha incorporado los argumentos y sensibilidades de muchos sectores sociales ha triunfado. Ahora la batalla es cómo alimentamos a nuestro ganado y nosotras decimos que el ganado se debe alimentar con lo que tenemos, con nuestros pastos, nuestras hierbas y nuestras praderas. Y no comprar estas praderas con la deforestación de la Amazonía. La batalla para asegurar la tolerancia cero, esto es, sin residuos ocasionales ni no intencionados de transgénicos, es muy importante. Que nuestros animales puedan comer piensos libres de transgénicos significaría obligar a transformar la ganadería intensiva tanto aviar como porcina, de carne y de leche, pasando a un modelo ligado al territorio, usando los recursos locales. Por eso la batalla por la tolerancia cero es tan importante y, también, que los consumidores exijan comer carne y leche de animales alimentados con hierba y no con soja transgénica. Tal es la presión que probablemente la Comisión Europea, y esto es lo que ha dicho Barroso, permitirá que cada país regule por su cuenta la prohibición de piensos transgénicos. La preocupación es como van a alimentar a sus cerdos y vacas Holanda, Alemania, Francia o Inglaterra. Lo más lógico, para el bien de todos, es retornar las vacas al prado y conseguir un producto mucho más sano y de calidad. También se conseguiría la redistribución de la producción. La concentración es un problema porque significa que a este ritmo se producirá la carne y la leche sólo cerca de los puertos. ¿Qué vamos a hacer con el 90 del territorio europeo que no tiene puertos?

Desde el movimiento ecologista y campesino francés y también desde Italia y Cataluña se está extendiendo a otros lugares del Estado y de Europa la consigna del decrecimiento. Concretamente, cambiar el modelo de producción y de consumo y sobre todo en ciertos parámetros, léase energía, residuos, transporte, ocupación de suelo, tender a decrecer. Tú como agricultor ¿cómo ves esta propuesta? Y ¿cómo ves la posibilidad de extender esta consigna a otros ámbitos?

P.N.: Lo entendemos perfectamente. No nos genera problemas. Al contrario, forma parte de nuestros objetivos. Quizás daríamos una vuelta de tuerca más, es decir, hay que adecuar la tecnología a nuestras necesidades. Por ejemplo, la dinámica de la robotización, de la hipermecanización, de la hiperutilización de agroquímica… las rechazamos y decimos que hay que introducir tecnologías para producir mejor y vivir mejor, tener mejores alimentos. No es simplemente decrecer, es más que eso. Necesitamos políticas para desintensificar, para facilitar el tránsito a la agroecología. No hablamos de la certificación ecológica sino de modelos agroecológicos que mantengan el empleo sobre el territorio. Para eso se requieren nuevos instrumentos políticos que regulen los mercados, que estabilicen precios justos, que regulen la importación y exportación. Estamos radicalmente en contra de toda subvención directa o indirecta a la exportación, pero también es nuestro derecho regular las importaciones. Si el objetivo es asegurar un mundo rural vivo, productor de alimentos, necesitamos instrumentos específicos políticos para cada cosa. Eso quiere decir que las políticas tienen que ser más locales, con modelos de transporte alimentario nuevos. La lucha contra las grandes infraestructuras de transporte en Europa, para Vía Campesina va en esa línea, porque están restringiendo nuestra capacidad productiva local.

¿Cómo afecta el cénit del petróleo y la crisis energética a la agricultura? Si hay que caminar hacia un modelo desfosilizado ¿cómo se va a realizar ese cambio en vuestro sector?

P.N.: Si tomamos los ejemplos globales, y hay que usarlos porque Europa juega un papel muy negativo, el 90% de los alimentos que se producen en el mundo se consumen localmente. Solamente el 10% va para la exportación y precisamente la agroexportación es la producción de la agricultura intensiva bajo el control de las corporaciones. Somos los pequeños campesinos los que alimentamos al mundo y además enfriamos el planeta. Otro argumento a favor de la agricultura de pequeña escala es que la agricultura industrial de cereales o de horticultura, como la ganadería intensiva calientan el planeta. Y la agricultura extensiva hace exactamente lo contrario. Ejemplos concretos existen en el suelo vasco. Las ayudas del Gobierno Vasco van para la robotización de la producción de leche o a la horticultura hidropónica, desgraciadamente. Es curioso que no haya ayudas para la agricultura extensiva. Todas las ayudas, toda la formación toda la investigación y ciencia van en la dirección de la intensificación y nuestra propuesta es la inversa. Las ayudas y la tecnología tienen que ir a apoyar modelos social y medioambientalmente sostenibles. Por eso es necesario declarar que los alimentos no son una cuestión que concierne al campo y la gente que vive en el mundo rural sino que concierne a toda la sociedad y tenemos que trasladar estas preocupaciones al conjunto de los habitantes del planeta.

Poco a poco empezamos a ver más y más nichos y experiencias de colaboración, no solo en el discurso sino en la práctica entre ecologistas, consumidores y agricultores. Las cooperativas de consumo ecológico y sus redes de distribución, los movimientos Slow… ¿Son la línea de colaboración a seguir entre los diversos sectores para generar alianzas para un modelo agroecológico? ¿Cuáles son sus fortalezas y sus debilidades?

P.N.: Creo que estamos avanzando y logrando muchos espacios comunes, muchas alianzas. Tenemos que pensar que hace 10 años no había esos espacios. Aún estábamos muy sectorializados, cada uno en su nicho. ¿Que puede pasar? No estamos hablando de comer local y comer bien, estamos hablando de mucho más, de construir también desde lo local formas de vida alternativas concretas. Las asociaciones de consumidores no deben de perder su perspectiva de transformación política. No es simplemente un espacio donde uno asegura comida local sana. Son inicios de una transformación en la sociedad de las relaciones entre consumidores y productores, es conseguir el control y el protagonismo de lo que hacemos. Hay muchas experiencias en toda Europa y desde diferentes ámbitos estamos construyendo nuestras alternativas. Pero las políticas grandes se hacen desde los gobiernos centrales y ahí tenemos un grave problema. Las transnacionales tienen un gran poder y una gran influencia que tenemos que debilitar y destruir. En todos los ámbitos, en todas las instituciones denominadas democráticas tenemos que cuestionar el papel de Europa, que posiblemente hoy a nivel global es peor que el de EEUU. Las corporaciones están copando los lugares de decisión tanto en las instituciones internacionales (OMC, Banco Mundial…) como en la Unión Europea. La deslegitimación de las transnacionales es un desafío político de primer orden.

Hemos conocido la Vía Campesina en la lucha contra los transgénicos en India o en la ocupación de tierras en Brasil y ahora en toda Latinoamérica. ¿Cómo es la Vía campesina europea, que retos tiene y que perspectivas u objetivos?

P.N.: En Europa los campesinos somos el 5% de la población y por eso para esas organizaciones que participan en la coordinadora saben que el primer factor clave son las alianzas y de hecho las alianzas buscan que los alimentos y la agricultura sean un valor importante. Que se comprenda su complejidad y que sea un elemento de debate normal en la sociedad. Es curioso que, por ejemplo, en el Estado español desde la Guerra Civil el campo sea un gran olvidado y despreciado cuando realmente juega un papel esencial en la cohesión social. Por otro lado, habrá que ver cómo sale Europa de su crisis financiera pero se puede entrever que la correlación de fuerzas a nivel planetario va a cambiar y Europa va quedar debilitada como institución internacional. Creo que los movimientos sociales vamos a tener una oportunidad. Es decepcionante ver como la crisis nos hace ser terriblemente reaccionarios o conservadores de los supuestos privilegios pero eso no va a ser sostenible y vienen transformaciones sociales profundas.

Vamos a dar el salto a la política. Históricamente en Europa han existido los partidos agrarios. Ahora que la calidad de vida en las ciudades no es tan buena, ¿Dónde están las referencias políticas del campesinado? José Bové ha sido elegido parlamentario europeo en Francia con los Verdes. Piensas que los movimientos de agricultores y sus sindicatos tienen que apostar por la política electoral y el asalto a los parlamentos o crees más en estrategias movimentistas en red. ¿Por dónde giran las alianzas políticas para los próximos años?

P.N.: Hay una visión de corto plazo. Que Bové sea parlamentario europeo es una buena oportunidad y vamos a colaborar para llevar las luchas a las instituciones, como ya está pasando con la huelga de la leche. En los últimos 30 años hemos tenido un distanciamiento fuerte de las estrategias políticas y de las estructuras de los partidos. Vía Campesina ha estado orgullosa de mantener la autonomía e independencia con respecto a los partidos. En los últimos 2 años veo una reconsideración de esas estrategias y cada vez más se ve con interés el espacio político. La lucha social en varios países ha generado espacios políticos nuevos. La experiencia de Evo Morales y otros líderes campesinos con él, puede hacer que haya una reflexión en todo el mundo sobre como intervenir en la política institucional, no como partido político. No solamente con la movilización social sino en marcos institucionales. Existen casos como Nepal, Bolivia… y pueden llegar a 6 o 8 países en el mundo, pueden ser referentes políticos para cambios. Si hace tres años había un rechazo para la intervención política, hoy cada día más vemos posibilidades reales de intervención, aunque no en Europa, eso aún es muy difícil. La construcción de partidos políticos no es una prioridad.

Entrevista realizada en Bizkaia el 15 de septiembre de 2009 por Iñaki Barcena Hinojal

* Profesor del Departamento de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad del País Vasco.

1 Euskal herriko nekazarien elkartasuna.

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