Domingo Rafael Castañeda Olvera*
DOI: doi.org/10.53368/EP60MABr03
Resumen: La resistencia de algunos pueblos indígenas a la lógica extractivista del capital global ha dado como resultado que este despliegue estrategias de desarrollo que van más allá del ámbito económico, más allá del mercado y de la búsqueda del plusvalor; en ese sentido, irrumpe en los territorios para conquistar bienes, cuerpos y derechos a través del despojo biocultural. Frente a esta lógica de dominio extraeconómica, la cosmovisión de los pueblos originarios que han coevolucionado con el hábitat y la protección de sus territorios ha logrado confrontar al sistema capitalista imperante.
Nuestro objetivo es presentar un análisis del proceso de resistencia comunitaria que ha llevado a cabo la comunidad huave o ikoot en el istmo de Tehuantepec, en Oaxaca, México. A través de diversas estrategias comunitarias, los ikoots han logrado hacer frente al avance de megaproyectos eólicos que buscan explotar la región, debido a sus potencialidades geográficas.
Palabras clave: conflicto socioambiental, resistencia comunitaria, despojo biocultural, coevolución, indígenas
Abstract: The resistance of some indigenous communities to the global capital extractivist logic has resulted in the development of strategies beyond the economic sphere, beyond market and capital gain; in that sense, it bursts into the territories for the conquest of goods, bodies and rights through biocultural dispossession. In this logic of extra-economic domain, the worldview of the indigenous people who have coevolved with its habitat and the protection of their territories has managed to face the prevailing capitalist system.
Our objective is to present an analysis of the community resistance process carried out by the Huave or ikoots community, on the Tehuantepec Isthmus in Oaxaca, Mexico. Through various community strategies, the ikoots have managed to cope with the advancement of mega projects that seek to exploit the potential of the region, due to its geographical potentialities.
Keywords: socioenvironmental conflict, community resistance, biocultural offal, coevolution, indigenous
Introducción
En un contexto neocolonial, el análisis de los conflictos socioambientales se explica a partir de la continuidad del patrón de explotación primario exportador al que ha sido sometida la región latinoamericana desde la conquista europea, así como en la profundización del modelo extractivista que ha generado un modelo de despojo sistemático en los territorios (Quijano, 2014). Desde un enfoque de ecología política, asistimos a nuevas formas de dependencia con respecto a los países metrópoli (Delgado, 2014) que, en la etapa neoliberal, han profundizado sus formas de extracción de riqueza y de despojo biocultural de los pueblos originarios (Carreño et al., 2017).
En ese sentido, sostenemos que el núcleo de los conflictos socioambientales generados por los proyectos de energías renovables en México se estructura a partir de la confrontación de, por un lado, las cosmovisiones diferenciadas que enarbolan el capital y su visión monetizada de la naturaleza y, por el otro, las de los pueblos originarios en relación con sus territorios y los recursos naturales que ahí se encuentran. Las culturas indígenas y los campesinos poseen una noción de arraigo al territorio que no se basa en una visión extractiva ni en la objetivación de la naturaleza, por lo que su cultura, su identidad, su corporeidad, su estilo y ritmo de vida son profundamente comprometidos con la llegada e imposición de estos proyectos de desarrollo basados en el uso intensivo de estos ecosistemas.
Guardianes del mar y del viento: la comunidad ikoot
Los ikoots, conocidos como mareños o huaves (nombre impuesto por los zapotecos de la zona), ocupan un territorio que se extiende por la costa meridional del estado de Oaxaca, en la región del istmo de Tehuantepec (Imagen 1). La traducción al castellano de ikoot, en su voz, sería «nosotros» (Zárate, 2010).
Imagen 1: Ubicación de la comunidad ikoot en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca. Fuente: Google Maps.
La etnia, de aproximadamente veintisiete mil indígenas (Inegi, 2015), vive y ha vivido en esta región que comprende el mar Tileme o la laguna Superior y el océano Pacífico, en los municipios de San Francisco, San Dionisio del Mar y San Mateo del Mar, en una extensión de más de cien mil hectáreas, en una barra peninsular que se nutre de la afluencia de dos ríos: Los Perros y Chicapa. Debido a alteraciones importantes en los terrenos y a su peculiaridad geográfica, la tierra suele ser árida, salobre y se inunda constantemente a causa de los climas extremosos que caracterizan la región, lo que impide la actividad agrícola regular (García y Alonso, 2016).
Esta característica ha llevado a los ikoots al mar y a considerar la pesca como su actividad económica primordial. Es este, a su vez, uno de los puntos de arranque que nos permite comprender su cosmovisión y su mitología arraigadas en la variabilidad que el ecosistema marítimo presenta, expresada en metáforas de abundancia y escasez, que establece el ritmo de las actividades tanto productivas como ceremoniales. En el pensamiento ikoot, el agua tiene el mismo valor que el maíz para el resto de las culturas mesoamericanas; el agua es el punto de articulación que conecta a sus deidades y a los vientos, es el hilo conductor que nos permite comprender cómo, para este pueblo, cualquier alteración en los niveles freáticos en el sistema lagunario impacta de manera negativa en la visión mítica y los saberes locales que persisten en el grupo.
Aunado a esto, los fuertes vientos que caracterizan a toda la región del istmo constituyen uno de los factores que inciden en la riqueza biológica de la región, ya que garantizan el intercambio de aguas profundas y superficiales en las lagunas internas, así como una renovación de nutrientes que enriquecen fuertemente la variabilidad de peces, lo que la convierte en una de las zonas más biodiversas (Millán, 2004) y en una fuente de ganancia para los pescadores ikoots, quienes dependen de este frágil equilibrio.
Por ello el agua y el viento son dos elementos simbólicos fundamentales para comprender la defensa del territorio por parte de este grupo, ya que, a través de la interacción de ambos elementos, su cultura, su arraigo y su identidad están garantizados. «En el marcito —dicen ellos— somos uno, esa es nuestra ideología, ahí somos uno solo». Uno solo con ellos; uno solo con el mar.
Proyectos de energía eólica: irregularidades y conflicto
Por sus particularidades geográficas, una de las regiones con mayor potencial es la del istmo de Tehuantepec, en el estado de Oaxaca, debido a que la velocidad media anual de los vientos excede los diez metros por segundo; en promedio, en el mundo se aprovechan vientos de seis metros y medio por segundo para generar energía (Juárez-Hernández y León, 2014). Esto se puede transformar en unos mil doscientos vatios por metro cuadrado entre los meses de octubre y febrero (Segob, 2015). Esta región posee una enorme riqueza, caracterizada a su vez por una enorme fragilidad (Agatón et al., 2016), elemento de suma importancia cuando de construir infraestructura externa se trata. Su fragilidad se explica por la relación que existe entre los diferentes ecosistemas. Ahí confluyen zonas semiáridas donde el ciclo del agua es vital, ya que estos ecosistemas actúan como captadores de humedad, sensibles y frágiles frente a cualquier modificación que afecte al equilibrio natural; también hay regiones costeras y de manglares cuyas aguas inundan las zonas de frontera ecotónicas;[1] hay lagunas y humedales cuya función ecosistémica es proporcionar refugio a múltiples especies endémicas y migratorias.
Debido a estas particularidades, desde 2003 la empresa española Preneal mostró interés por construir un parque eólico en la Barra de Santa Teresa, en la localidad de San Dionisio del Mar, un sitio privilegiado con una velocidad de flujo de viento de entre 108 y 180 kilómetros por hora. A través de sus subsidiarias mexicanas Energía Eólica Mareña y Energía Alteña Istmeña, Preneal proyectó instalar el parque eólico más grande de Latinoamérica, con 132 aerogeneradores y tres subestaciones eléctricas.
Tras un rechazo inicial de la población de la construcción del parque, debido a la ausencia de información, la empresa Preneal cambió su nombre por el de Mareña Renovables y, bajo engaños y sin la debida observancia del derecho a la consulta libre, previa e informada, obtuvo el usufructo de cerca de diecisiete mil hectáreas de tierras de uso comunal de manos de la presidencia municipal de San Dionisio. En 2011, la empresa decidió vender el proyecto al grupo empresarial mexicano Fomento Económico Mexicano (Coca-Cola Femsa) en aproximadamente doce mil millones de pesos (cifra cercana a los 600 millones de dólares y a los 500 millones de euros[2]). Fue entonces cuando el conflicto se profundizó, ya que los pobladores de San Dionisio del Mar decidieron organizarse y confrontar las tácticas de esta empresa de comprar voluntades e insertar en las asambleas comunales informantes de la misma comunidad con el fin de presionarla (Mejía, 2017).
En 2012, y tras el simbólico y publicitado inicio de la construcción del parque eólico, la comunidad ikoot decidió tomar las instalaciones municipales, quitar de sus funciones al presidente municipal, quien había sido sobornado para facilitar su construcción,[3] y conformar así la Asamblea General del Pueblo de San Dionisio del Mar (Agpsdm), una organización no partidista en la que convergen campesinos, pescadores, hombres, mujeres, ancianos y jóvenes; la Asamblea no desea rechazar el proyecto en sí mismo, sino que denuncia la falta de información sobre este en su conjunto, sus repercusiones e impactos, así como sus dudosos beneficios para la población. Es importante señalar que Agpsdm recibió apoyo de diversas organizaciones que compartían experiencias similares, como las de Unión Hidalgo y La Venta, organismos comunitarios de la misma región del istmo, con experiencias con empresas españolas y conocedoras de las repercusiones socioambientales de los parques eólicos en sus comunidades, así como de los procedimientos legales.[4] La toma de las instalaciones ilustra el alto nivel de inconformidad y marca el inicio de la resistencia comunitaria ikoot.
Conclusiones, el conflicto en su etapa actual
Los pobladores ikoots unieron fuerzas con otros cercanos como los binnizás del municipio Álvaro Obregón, localidad clave para el éxito de su lucha, pues ambos convergen en una barrera terrestre que les permitió bloquear el camino que cruza esta localidad, por la que debían pasar los insumos necesarios para construir el parque eólico. Son, además, pobladores dependientes del mar, que han generado una relación simbólica desde generaciones ancestrales a través del territorio compartido, por lo que su unión garantizó la interrupción del proyecto. Otro obstáculo para Mareña Renovables fue su falta de contacto con el gobierno de esta localidad.[5]
Sin embargo, la tensión al interior de la población continuó presente, ya que se desataron antagonismos históricos visibles en las luchas entre quienes deseaban que el proyecto del parque eólico avanzara y quienes se oponían. Por otra parte, el carácter regional del conflicto logró activar redes de colaboración y solidaridad entre los pueblos pescadores de la microrregión lagunar, y esto convocó a su vez a actores políticos, institucionales e, incluso, cuerpos armados de seguridad, a quienes el consorcio utilizó para desequilibrar el frágil balance entre los poblados.
Finalmente, en 2013, siete años después, Mareña decidió retirar el proyecto. La comunidad sigue festejando este triunfo, sin bajar los brazos, como guardiana en la defensa de su patrimonio biocultural, de sus mares y sus vientos.
Referencias
Agatón, G., A. Santiago, M. Sautto y A. Montaño, 2016. «Estudio de impacto ambiental, económico y social en la región del istmo de Tehuantepec, Oaxaca, México, debido a la instalación de parques eólicos». Tlamati, 7 (1), pp. 14-21.
Carreño, F., C. Rodríguez y A. Castellanos (coords.), 2017. Patrimonio biocultural. Experiencias integradoras. Texcoco, Universidad Autónoma de Chapingo.
Delgado, R. (coord.), 2014, «Extractivismo, ecología política y construcción de alternativas en América Latina». Alasru, 8, pp. 47-73.
García, J., y L. Alonso, 2016. «Megaproyecto eólico y desposesión en el istmo de Tehuantepec». En: V. Ibarra y E. Talledos, Megaproyectos en México. Una lectura crítica. Madrid, Ítaca.
Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), 2015. Censo poblacional 2015. México, Inegi.
Juárez-Hernández, S., y G. León, 2014. «Energía eólica en el istmo de Tehuantepec: desarrollo, actores y oposición social». Problemas del Desarrollo, 178 (45), pp. 139-162.
Mejía, E., 2017, «Sociedad civil y violencia: el conflicto por el parque eólico en territorio ikojt de San Dionisio del Mar». Acta Sociológica, 74, pp. 81-106.
Millán, S., 2004. Lagunas del tiempo: representaciones del agua entre los suaves de San Mateo del Mar. México, Instituto de Antropología e Historia.
Quijano, A., 2014, «Textos de fundación». En: Z. Palermo y C. Quintero (coords.), El desprendimiento. Buenos Aires, Ediciones del Siglo, pp. 43-156.
Secretaría de Gobernación (Segob), 2015. La energía eólica en México. México, Segob, Comisión para el Diálogo con los Pueblos Indígenas de México.
Zárate, E., 2010. «La territorialización entre mareños y zapotecos en el sistema lagunajo del sur de Tehuantepec». En: N. Sittón, M. Dalton y A. Nahon (coords.), Aproximaciones a la región del istmo. Diversidad multiétnica y socioeconómica en una región estratégica para el país. México, Ciesas, pp. 56-78.
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* Profesor investigador en la Universidad Autónoma Metropolitana, México. Email:rafaelcastaneda7@gmail.com.
[1] Aquellos espacios de frontera entre dos distintos ecosistemas vinculados entre sí, espacios de una enorme biodiversidad y de una gran delicadeza sistémica.
[2] Información aportada por Edith Ávila, representante del Consorcio Mareña Renovables, en el documental Somos Viento (2012), dirigido por Kolektivo Kolibri.
[3] Véase: http://bit.ly/2LRz5Id
[4] Véase: http://bit.ly/3rgDtAX
[5] Véase: https://bit.ly/2KP0fPp
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