José Luis Fernández Casadevante* y Nerea Morán Alonso**
Resumen: Los relatos sobre el futuro nunca han sido narraciones neutrales o meros juegos literarios, pues en las imágenes sobre el mañana lo que principalmente se proyecta son los retos y valores del contexto socioeconómico del momento en que se escribe. La agricultura urbana ha sido un elemento presente en obras de referencia, ya sea como actividad cotidiana, aspiración, elemento de esperanza o isla de resistencia. Se observa una influencia recíproca entre el experimentalismo cultural y ambiental de las distintas épocas y las connotaciones que adquiere esta actividad en la literatura de ciencia ficción. Esto se manifiesta en las utopías del siglo xix en reacción a la ciudad industrial y en la aspiración a una sociedad ecológica de los años setenta, así como en las distopías y relatos recientes de recomposición social tras colapsos ambientales.
Palabras clave: agricultura urbana, utopía, ciencia ficción, distopía
Abstract: The stories about the future have never been neutral narratives or mere literary games, in the images about tomorrow what is mainly being projected are the challenges and values of the socioeconomic context of the moments in which they are written. Urban agriculture has been an element present in reference works, as a daily activity, an aspiration, an element of hope or an island of resistance. A reciprocal influence can be observed between the cultural and environmental experimentalism of different periods and the connotations that this activity acquires in science fiction literature. This can be seen in the utopias of the 19th century in reaction to the industrial city, in the aspiration to an ecological society in the 70s, and in the dystopias and recent stories of social reconstitution after environmental collapses.
Keywords: urban agriculture, ecology, science fiction, dystopia
Introducción
La agricultura urbana se ha convertido en un elemento estratégico para avanzar de forma práctica hacia una nueva cultura del territorio y abrir la discusión sobre la forma en que se van a alimentar las ciudades del futuro. Una actividad convertida en símbolo de las demandas de ecologizar y renaturalizar tanto los entornos urbanos como los imaginarios socioculturales. La huertopía (hortus y topos) reivindica que los huertos echen raíces en el corazón de las ciudades, ya sea en las descritas por la ciencia ficción o en las que habitamos.
Una ficción preocupada por echar raíces
Todo inicio tiene algo de arbitrario, pero podríamos empezar este recorrido recuperando la Utopía que escribió Thomas Moro en el siglo xvi, a caballo entre la desesperanza del inicio de los cercamientos de las tierras comunales y las ilusiones despertadas por el “descubrimiento del Nuevo Mundo”. Un relato crítico con su presente, que esbozó una sociedad alternativa en la que ciudad y campo se encontraban en armonía. En su obra, Moro contempló la necesidad de que todos los habitantes de estas ciudades autosuficientes conocieran de primera mano la actividad agraria: debían servir dos años trabajando en el campo, y contaban con huertos de autoconsumo en los patios de las viviendas urbanas para ejercer esta actividad de forma continuada a lo largo de su vida.
La simbiosis entre campo y ciudad, así como la proliferación de la agricultura urbana, inspiraron la imaginación política del socialismo utópico del siglo xix, en el contexto del entorno inhabitable y las condiciones de vida que siguieron al desarrollo de la ciudad industrial (Fernández Casadevante y Morán, 2015). Los falansterios de Fourier y las comunidades experimentales cooperativas como New Harmony, Icaria o la Ciudad Jardín las incorporaron a su ideario. La obra de William Morris, Noticias de ninguna parte (2011), publicada en 1890, es la que nos deja la imagen más seductora del futuro. Londres pierde su centralidad urbana, muchos barrios de casas inhabitables se desurbanizan y sus solares quedan para la agricultura urbana, la jardinería y el esparcimiento. En esta visión, se conservan las zonas centrales de la ciudad, incluso se recupera una cuidada arquitectura y se delimitan algunos de los espacios más densamente poblados para quienes desean mantener estilos de vida más urbanos.
La literatura utópica evolucionó desde la concepción de sociedades ideales ubicadas en lugares imaginarios o experimentos fuera de las ciudades preexistentes hasta sociedades ideales que no estaban pensadas en otro espacio, sino en otro tiempo. Este tránsito va de las utopías clásicas (Moro, Campanella…) a las que arrancan con saltos temporales (El año 2000 de Bellamy, Noticias de ninguna parte de Morris, La máquina del tiempo de H. G. Wells…) y desembocan en la ciencia ficción.
La época dorada de la ciencia ficción coincide con el periodo de bonanza económica y optimismo posterior a la Segunda Guerra Mundial. Los años cincuenta produjeron una inflación de imágenes futuristas (robots, coches voladores, domótica, colonización del espacio exterior…) que ignoraban la agricultura urbana en favor de los imaginarios asociados a la revolución verde y la mecanización del campo (cosechadoras voladoras, tractores manejados a control remoto, granjas controladas por científicos con batas blancas…).
Imagen 1. Astronautas agricultores. Fuente: Victory Gardens of Tomorrow.
La contracultura y el land art: sembradores de ecotopía
Los años sesenta supusieron un terremoto cultural que removió los cimientos de las cosmovisiones sociales de Occidente, afectó a todas las instituciones y cortocircuitó las lógicas de la costumbre y la autoridad. El surgimiento del ecologismo se explica por la simbiosis de los nuevos conocimientos científicos críticos y el auge de la contracultura, que impulsa una oleada de iniciativas comunitarias basadas en la autonomía local y la autosuficiencia barrial. La agricultura urbana fue una herramienta clave en la generalización del experimentalismo que se tradujo en logros como la acuicultura, las placas solares, los primeros aerogeneradores, las miniplantas de etanol para convertir basura en energía, los proyectos de economía cooperativa, el compostaje, etc.
La agricultura urbana, más allá de su dimensión material en la producción de verduras y hortalizas, se convirtió en un símbolo que condensó las aspiraciones del ecologismo. El verde frente al gris, la vida frente al deterioro y la mercantilización, el esfuerzo colectivo frente al individualismo, la alimentación saludable frente al deterioro ambiental. Durante los años setenta, estos imaginarios se popularizaron más allá de los círculos activistas de la mano del land art o ecoarte, encargado de llevar las obras de arte a la naturaleza y las obras de la naturaleza a los museos.
Por todo Estados Unidos, se desarrollan experimentos que anuncian el reverdecimiento urbano y social. En la Costa Este, en Nueva York, la parcela renaturalizada con la flora del siglo xvi de Alan Solfist, el campo de trigo frente a las torres gemelas de Agnes Dees, las bombas de semillas de las Green Guerrillas y la proliferación de huertos comunitarios en solares abandonados de la mano de este colectivo y de otros artistas como Adam Purple y su Garden of Eden. En la Costa Oeste, epicentro del movimiento hippie, los espacios de colectivos como los Diggers en California y experiencias como The Farm de Bonnie Ora Shreck o el People’s Park en Berkeley.
En 1975, en este efervescente contexto, Ernest Callebach escribió la novela Ecotopía (2013), una ficción que mezcla la recopilación de artículos periodísticos y el diario de viajes del primer periodista en visitar un nuevo país surgido tras la independencia de un fragmento de la Costa Oeste de Estados Unidos. En sus escritos describe el complejo proceso de desarrollo de una sociedad ecologista y anticapitalista, las transformaciones socioeconómicas que se suceden, los cambios políticos y las alteraciones en los estilos de vida. Entre sus habitantes, la jardinería popular es una de las actividades más extendidas. Hay plantas hasta dentro de los trenes, se renaturalizan espacios emblemáticos como Market Street en San Francisco y se cultivan flores en los socavones del asfalto sistemáticamente. El texto describe los huertos escolares y el impulso al cooperativismo alimentario, y cómo los habitantes de las ciudades se implican en actividades relacionadas con el cultivo de alimentos, el compostaje o las granjas urbanas. La expresión “agricultura urbana” no aparece tal y como se maneja en la actualidad, no se habla de huertos comunitarios ni de cultivos en azoteas, pero ese espíritu sobrevuela el conjunto de la obra. El autor lo reconoció en una entrevista reciente.
De la ingenuidad y la ilusión por la viabilidad de hacer realidad la ecotopía, se pasó, en la década siguiente, al surgimiento del ciberpunk, en pleno auge del neoliberalismo, que describió un futuro colapsado ambientalmente, plagado de nuevas tecnologías, hackers y megacorporaciones, sin un atisbo de verde urbano ni mucho menos de agricultura.
Plantarse ante el colapso de las sociedades industriales
En 2009 Margaret Atwood creó a los Jardineros de Dios, una secta ecorreligiosa surgida al calor del colapso de las sociedades industriales y de la proliferación de las catástrofes ambientales descriptos en El año del diluvio. Estos viven en las plevillas, periferias de la ciudad amurallada que quedan fuera del control institucional, donde predican la defensa de la naturaleza y la reconstrucción comunitaria de estilos de vida sostenibles. Vegetarianos, feministas y pacifistas, enseñan a sus discípulos las artes esenciales para sobrevivir, la horticultura y la defensa personal. La sede principal de los Jardineros se encuentra en un edificio recuperado cuya principal seña de identidad es el EdenCliff Rooftop Garden: un huerto cultivado en la azotea, que les permite autoabastecerse de frutas y verduras, prueba del resurgimiento de una actitud regenerativa hacia la naturaleza.
Atwood pudo inspirarse en un episodio histórico de la Baja Edad Media. Los jardinistas fueron una de las sectas milenaristas que radicalizaron las concepciones del cristianismo. Bandas de desposeídos, lideradas por Aquilino de Tours, se entregaban al cultivo de la tierra sin descanso, y en ese furor hortensis mortificaban su cuerpo como forma de expiar los pecados. Con la consigna “plantad el cielo”, se afanaron en crear hermosos huertos y jardines, y por medio de esta actividad aspiraban a la salvación colectiva y a la construcción del paraíso terrenal (Beruete, 2018).
Imagen 2. Cultivar para sobrevivir a un apocalipsis zombi. Fuente: fotograma de la serie «Walking dead».
También distintas series televisivas como los apocalipsis zombis de «Walking dead» o «Revolution», en que ha habido un apagón energético, muestran la agricultura urbana como una característica omnipresente en los refugios y asentamientos de las comunidades de supervivientes más democráticas. Una actividad que, con mayor o menor intensidad, forma parte de las tareas obligatorias de sociedades que enfrentan una escasa disponibilidad energética y una pérdida de complejidad tecnológica y económica.
En Nueva York. 2140 de Kim Stanley Robinson, publicada una década después de El año del diluvio, con el agravamiento de la crisis ecosocial, se presenta la ciudad de Nueva York medio inundada a consecuencia del cambio climático. Allí conviven un capitalismo financiarizado y una constelación de iniciativas populares autogestionadas. Entre ellas, rascacielos reconvertidos en cooperativas de vivienda, huertos hidropónicos, granjas urbanas en las azoteas y sistemas de cría de pescado asociados a los edificios. Una visión optimista de la capacidad para adaptarse a la crisis ecológica, en la que la resiliencia de las ciudades permite un alto grado de autosuficiencia en la producción de alimentos.
Espacios para sembrar futuro
En los años noventa, Jesús Ibáñez (1994) distinguía una ciencia ficción conservadora, que imagina futuros idílicos y sin conflictividad social, y cuyo motor de transformación son los descubrimientos científicos o las innovaciones tecnológicas; un lugar deseable hacia el que conviene dirigirse para dar continuidad al presente. En contraposición, hay una ciencia ficción transformadora, distópica, opresiva y con una mirada más desengañada sobre las tendencias autoritarias, la falta de control social del conglomerado tecnocientífico y la insostenibilidad ambiental. Estas imágenes de futuros indeseables, desde 1984 hasta Un mundo feliz o Blade Runner, además de indagar sobre la evolución de la sociedad, persiguen tener un efecto en la realidad, provocar inquietud, llamar a la acción para cambiar el presente y evitar que el camino desemboque en el final proyectado.
Conclusiones
Como apunta Kim Stanley Robinson (2019), en el escenario actual de previsible colapso ecológico las distopías han devenido conservadoras y previsibles; transmiten la incertidumbre, los miedos o el malestar presentes en nuestras sociedades. Los futuros catastróficos ficcionados en el pasado comienzan a ser demasiado probables, y pierden su valor como detonadores del cambio social. El reto no es describir nuestras ansiedades, sino esbozar representaciones de sociedades alternativas al capitalismo, que estimulen la imaginación política, incentiven la acción y movilicen la esperanza. Y es que, como afirma Jameson (2009), lo que ofrece la literatura utópica cuando trata de pensar algo radicalmente distinto de lo conocido son imágenes invertidas o condicionadas de la sociedad que las ha generado. Por tanto, uno de los principales aportes de estos relatos utópicos es hacernos conscientes de nuestras propias limitaciones al proyectar nuevos mundos.
Imagen 3. Un hueco para la huertopía en el corazón de la ciudad. Fuente: mural del Teatro Polivalente Ocupado, Bolonia.
La agricultura urbana se vincula con las utopías reales investigadas en medio mundo por Erik Olin Wright (2014), en las que lo pragmáticamente posible no es independiente de nuestra imaginación, sino que, al contrario, toma forma a partir de nuestras visiones de la realidad y nuestras formas diferentes de habitarla. Ante la crisis ecosocial y la insostenibililidad del sistema agroalimentario, la huertopía siembra narrativas y estilos de vida que deben servir como avanzadilla en la reconstrucción de las alianzas entre el campo y la ciudad.
Bibliografía
Beruete, S., 2018. Verdolatría. La naturaleza nos enseña a ser humanos.Turner Noema.
Callebach, E., 2013. Ecotopía. Linterna Sorda.
Fernández Casadevante, J. L., y N. Morán, 2015. Raíces en el asfalto. Pasado, presente y futuro de la agricultura urbana. Madrid, Libros en Acción.
Ibáñez, J., 1994. Por una sociología de la vida cotidiana. Madrid, Siglo XXI.
Jameson, F., 2009. Arqueología del futuro. El deseo llamado utopía y otras aproximaciones de ciencia ficción. Madrid, Akal.
Morris, W., 2011. Noticias de ninguna parte. Madrid, Capitán Swing.
Olin Wright, E., 2014. Construyendo utopías reales. Madrid, Akal.
Stanley Robinson, K., 2019. “Dystopias now”. Commune, 2. Disponible en: https://communemag.com/issue/spring-2019/, consultado el 14 de mayo de 2019.
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* Garúa S. Coop. E-mail: kois@garuacoop.es.
** Germinando S. Coop. E-mail: nereamoran@germinando.es.
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