Verónica Moreno Uribe*

DOI: doi.org/10.53368/EP61FCrr02

Resumen: El estado de Veracruz, México, ocupa el segundo lugar por el delito de feminicidio en México. Se suma a ello un escenario de creciente precarización que pone en riesgo la posibilidad de reproducir la vida en condiciones dignas. Frente a ello, mujeres de diversas procedencias se han organizado para trabajar en la construcción de comunidades de cuidado para preservar sus vidas, territorios y cultura.

Nos acercamos a este problema desde las apuestas de la ecología política feminista y el feminismo comunitario, para comprender la complejidad de las tensiones que libran quienes buscan tejer estrategias para la reproducción de la vida, en medio de un sistema expoliador que agrede cuerpos, saberes y territorios, y lesiona los vínculos e intercambios entre mujeres.

Nuestra reflexión tiene como centro la experiencia de resistencia pedagógico-política Nikan Tipowih, vinculada a la defensa del territorio, los saberes y la lengua nahua de la sierra de Zongolica, Veracruz.

Palabras clave: interdependencia, comunidades de cuidado, reproducción de la vida, Veracruz

Abstract: The State of Veracruz, Mexico, ranks second for the crime of femicide in México, in addition to this, a scenario of increasing precariousness that puts at risk the possibility of reproducing life in decent conditions. Faced with this, women of diverse origins have organized to work in the construction of caring communities, as possibilities to preserve their lives, territories and culture.

We approach this problem from the stakes of feminist political ecology and community feminism, to understand the complexity of the tensions waged by those who seek to weave strategies for the reproduction of living, in the midst of a plundering system that attacks bodies, knowledge and territories and damages the ties and exchanges between women.

Our reflection is centered on the experience of Nikan Tipowih, political pedagogical resistance, linked to the defense of the territory, knowledge and the Nahua language of the Sierra de Zongolica. Veracruz.

Keywords: interdependence, comunnities of care, reproduction of living, Veracruz


Introducción

Localizada en la región de las Altas Montañas del centro de Veracruz, la sierra de Zongolica es el asentamiento del pueblo nahua desde tiempos que anteceden a la conquista. Es y ha sido a lo largo de su historia sujeto de transformaciones geopolíticas a partir de la disputa por su territorio y el control de sus poblaciones, en detrimento de la trama comunitaria, de la economía local y del entorno natural. Así, la sierra, catalogada por los organismos nacionales de medición de la pobreza como una región en la que prevalecen las carencias sociales (Coneval),[1] ha estado sujeta a un proceso de lo que Harvey llama «acumulación por desposesión», a partir de la presencia expoliadora de megaproyectos y más recientemente de la instalación, en 2010, de una hidroeléctrica (Díaz y Hernández, 2020). Sumado a ello, una creciente ola de violencia hace del estado de Veracruz y de la región de las Altas Montañas un lugar donde reproducir y cuidar la vida se convierte en un desafío de resistencia.


Una pequeña comunidad de cuidados

Enclavado en la sierra de Zongolica, se encuentra el barrio de Tecuanca, en el municipio de Tequila, Veracruz. Allí Gabriela Citlahua Zepahua[2] puso una escuelita al interior de su casa para sembrar la semilla de su lengua y cultura nahuas. La nombraron Nikan Tipowih, «A aquí pertenecemos/De aquí somos», y en 2017 iniciaron este proyecto pedagógico político. Niñas y niños de tres a once años, casi todos provenientes de familias nahuahablantes, se acercaron primero a jugar, luego a ir tejiendo entre todas las personas la pequeña comunidad de cuidados.

El proyecto de la escuelita Nikan Tipowih se concibió en 2016 a partir de un ejercicio de conversación con la comunidad, en el que las abuelas y abuelos mencionaron la necesidad de un espacio en el que poder compartir con sus nietas y nietos experiencias y saberes asociados al cuidado de la vida, ya que observaban que la brecha lingüística entre ambas generaciones impedía el intercambio de estos conocimientos. Por su parte, en este diálogo, las infancias compartieron el interés de contar con un espacio que no fuese la escuela tradicional, donde aprender lo que les interesaba, jugar y convivir, dentro de un horizonte de deseo no subsumido a la lógica escolar, curricular, y a la relación docente-estudiante.

Cuando Gabriela explica el sentido que le otorga al «de aquí somos», menciona la interdependencia que encuentra entre el cuidado y la defensa de la lengua y del territorio. Con pertenencia no se remite solo a ser parte de un espacio en la geografía de la sierra, sino a la posibilidad de construir un nosotros con quienes comparten las estrategias para reproducir la vida. Esta consideración básica se funda en la premisa de que los despojos al territorio, antes instrumentados por las haciendas y reactualizados por las grandes empresas y los caciques locales, no se pueden pensar como agravios disociados del continuo embate a los saberes y las prácticas del hacer común (Gutiérrez et al., 2017) ni a los cuerpos.

Tres motivaciones interrelacionadas llevaron a Gabriela a construir el proyecto de la escuelita. La primera, revertir el extrañamiento respecto a su propia lengua y demás representaciones y prácticas asociadas con su comunidad, que sentía vivas cuando se reconocía parte del pueblo nahua en su primera infancia. Observa hoy día la perpetuación de ese sentimiento de vergüenza al nombrar el mundo en nahua, que por diferentes vías se busca inocular en niñas y niños de la región. En segundo lugar, una motivación también de orden personal, pero que la trasciende: la posibilidad de inventar otras formas de ser mujeres y hombres al interior de su comunidad, revisar desde la práctica cotidiana, con las infancias que ahí acuden, cómo construir relaciones que no impliquen borrar los haceres de las mujeres y que permitan a los niños aprender todas las tareas de cuidados al interior del espacio doméstico e involucrarse más cercanamente en ellas. Esto es, como mencionan los feminismos comunitarios, «el derecho a ensayar la vida en libertad sin tener que salirse de la propia cultura» (Gargallo, 2015: 271). Por último, la posibilidad de construir un espacio común, donde se recreen los saberes y las experiencias de las y los sabios de la localidad.

Estas motivaciones se convirtieron en los ejes fundamentales del quehacer de Nikan Tipowih, que pasó de ser una iniciativa personal a un espacio de resistencia ontológica, epistémica y práctica. Por una parte, cuando Gabriela indica que la escuelita es la reproducción de lo común para el sostenimiento de la vida toda, y las clases consisten en que todas y todos aprendan a «hablarle a la tierra», a «cuidar la milpa como un bebé», a tejer y a curar con las abuelas, no solo están viviendo la posibilidad de trastocar los roles tradicionales que asignan a los varones el trabajo en el campo y a las mujeres el de cuidados, sino que incorporan en sus existencias una forma de relacionarse basada en el cuidado, la interdependencia, la dualidad (Gargallo, 2015) y el respeto a la vida, a los saberes de sus sabias y sabios, y a su lengua como referente de pertenencia.

Por otra parte, como expresión de resistencia epistémica frente a un sistema que desautoriza experiencias y deslegitima lenguas, la escuelita siembra en la infancia el sentipensar de que los abuelos y abuelas y sus palabras merecen respeto, y sus personas, cuidados. Las formas particulares en que este espacio construye conocimiento apuestan a la relación de ir siendo junto con otras y otros, y al aprendizaje de la experiencia como detonante de saberes prácticos y vitales sobre el territorio-cuerpo, ser haciéndose en la práctica de la relación, y en contraposición a las pedagogías monológicas e instrumentales que tienen por objeto asimilar conocimientos heteronormados.

Solo cuando los niños y niñas «sienten lo que están escuchando» y conversando en un encuentro con los otros, lo aprenden. Así, podemos comprender en qué sentido esta práctica resiste los embates de una escolarización descontextualizada, colonial y desvinculada de los referentes de significación cercanos a la comunidad y articulados con los saberes y las prácticas de cuidado de la vida en el territorio. Estas maneras de aprender mediante la construcción de vínculos afectivos con las personas arraigan los saberes al territorio en el que se gestan y reconoce autoridad a los sujetos y sus experiencias, restituye densidad ontológica, coloca en el centro el cuidado y la interdependencia, se acerca con amorosidad al encuentro entre subjetivaciones, porque ahí se detona con potencia la posibilidad de fortalecer las estrategias comunes para reproducir la vida.


Conclusión

La politicidad de Nikan Tipowih se despliega a partir de su potencia para poner en el centro las prácticas de cuidado de la vida de las personas y su interdependencia con el resto de las comunidades bióticas. En tanto ello ocurre en medio de una serie de tensiones y contradicciones que no dan valía a los trabajos, los saberes, las experiencias y las personas por cuya gestión se concretan, entonces se despliegan también como prácticas de resistencia. Con ello descolocan de su eje las coordenadas que impulsan violencias en la modernidad capitalista, patriarcal, individualista, antropocéntrica y racista y que se arrogan la determinación unívoca de qué podemos entender por riqueza y cuál es el sistema de valor que la sustenta. A contrapelo se nombran en la propia lengua Nikan Tipowih, «A aquí pertenecemos», porque ella da sentido a los haceres que dignifican las existencias y son la semilla para la reproducción de la vida.


Referencias

Coneval. Pobreza municipal, 2010-2015. Disponible en: https://www.coneval.org.mx/Medicion/Paginas/Pobreza-municipal.aspx, consultado el 3 de junio de 2021.

Díaz, G., y M. Hernández (coords.), 2020. Megaproyectos y acción colectiva. Acumulación por desposesión en el centro de Veracruz. Xalapa, Universidad Veracruzana.

Gargallo, F., 2015. Feminismos desde Abya Ayala. Ideas y proposiciones de las mujeres de 607 pueblos de nuestra América. Ciudad de México, Universidad Autónoma de la Ciudad de México.

Gutiérrez, R., M. Navarro y L. Linsalata, 2017. «Repensar lo político, pensar lo común. Claves para la discusión». En: D. Inclán, L. Linsalata y M. Millán (coords.), Modernidades alternativas. Ciudad de México, Ediciones del Lirio, pp. 377-417.

* Facultad de Antropología, Universidad Veracruzana. E-mail: veronic7@hotmail.com.

[1] Según los datos del Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), en el municipio de Tequila, en 2015, la población en situación de pobreza era del 86,9 por ciento y de pobreza extrema, del 40 por ciento.

[2] El presente texto fue puesto a consideración de Gabriela y ella validó su contenido.

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