Erich Pica*
El primer plan de British Petroleum para detener el escape de petróleo del subsuelo marino en el golfo de México fue dejar caer una caja de acero sobre la fuga. Fue un fracaso. Y, mirado en retrospectiva, no fue un plan muy inteligente. Jon Stewart, como es habitual en él, lo describió perfectamente : «¡Oh ¿estás sangrando? Ponte un sombrero!»
Ahora que el plan ha fracasado —o, en palabras de BP, «no ha funcionado»- el plan B es una desesperada «inyección de basura», consistente en pelotas de golf y neumáticos cortados en tiras que se inyectarían en la fuga con la esperanza de que logren obstruirla.
Extrañamente, dicha estrategia es equiparable a la saga sobre el proyecto de ley sobre el clima elaborado por los senadores Kerry, Graham y Lieberman, que fue presentado recientemente sin el apoyo del senador Graham. Durante meses, los tres colaboraron en un proyecto de ley que aspiraba a obtener 60 votos de apoyo. Pero en un cuerpo legislativo cada vez más dividido, una mirada retrospectiva ha hecho que el plan se viese condenado desde el principio. Cuando Lindsey Graham retiró su apoyo, pareció que el proyecto estaba muerto.
Pero los senadores Kerry y Lieberman formularon la disolución de su colaboración con Graham de otra manera; en lugar de fracasar, era sólo que no había funcionado. Al día siguiente, ambos presentaron su inyección de basura, involucrando a la Ley de Energía de EE UU dentro de un debate sobre nuestra crisis climática, a pesar de que la misma no puede verse ni por aproximación como una solución real.
De hecho, la Ley de Energía puede contribuir a empeorar las cosas. Cualquier proyecto de ley que incluya al carbón, el gas natural y la nuclear en su definición de energías limpias pone muy bajo el listón de qué se entiende por energías limpias. El día antes a que el senador Graham se retirase del proceso negociador, el senador Kerry había declarado a la prensa que BP, ConocoPhillips y Shell, junto con Edison Electric, estaban dispuestas a apoyar el proyecto. No era de extrañar que estas multinacionales de la contaminación brindasen su apoyo. Las garantías sobre préstamos para reactores nucleares, los excesivos gastos para la captura del carbono generado por la combustión del carbón y las exenciones a la contaminación de carbono provocadas por la agricultura industrial contempladas en el proyecto de ley, no eran sino bonificaciones a las multinacionales de la contaminación.
A pesar del desastre en el golfo de México, esta ley facilitaría los planes del presidente Obama para continuar con las perforaciones en mar abierto. Aunque permite a los estados vetar las perforaciones a menos de 75 millas de sus costas, también establece un sistema de ingresos fiscales que incita a los estados a «perfora, nene, perfora» («drill, baby, drill»), y abriría la puerta a los lobbies de la industria petrolera para que persuadan a los gobiernos estatales a que arriesguen la seguridad de sus playas y entornos naturales por un aumento temporal de sus ingresos fiscales.
La Ley de Energía de EE UU no pretende reducir la contaminación, sino aumentar la producción. No defiende la conservación, sino que promueve la producción interna de combustibles fósiles y otras fuentes de energía que son sucias, peligrosas e insostenibles. Durante el proceso de redacción del proyecto de ley, se cortejó y consultó abiertamente a la Cámara de Comercio. (Diazepam) No nos equivoquemos, el objetivo de la Cámara no es crear puestos de trabajo, sino proteger los intereses del comercio, y eso significa maximizar los beneficios. Tal cosa implica proteger y reforzar la llave de estrangulamiento que hoy ejerce un puñado de industrias sobre la producción energética de este país. Aquello que la Ley de Energía de EE UU define como «independencia energética».
Dada la situación en el Senado de EE UU y el abominable proyecto de ley Waxman-Markley que aprobó el año pasado, nada me sorprende de la Ley de Energía. Pero me siento decepcionado. Las reducciones de las emisiones de gases de efecto invernadero que dicha Ley establece —el 17 por ciento por debajo de los niveles de 2005 para 2020- son deplorablemente insuficientes para evitar los efectos más peligrosos de los trastornos climáticos. Y dudosamente ambiciosos si tenemos en cuenta que en 2010 ya estamos un 10 por ciento por debajo de los niveles de 2005. En el proyecto de ley que nos ocupa hay una notable falta de ambición y un alto grado de derrotismo. Al prever que el Senado no aprobaría una ley vigorosa y positiva a favor del clima, los senadores Kerry y Lieberman, con la ayuda del senador Graham, han diseñado una legislación débil e insuficiente que no será aprobada.
Defendiendo la estrategia del Senado en detrimento del fundamento, el senador Kerry escribe: «Nuestro planeta no puede esperar». Nuestro planeta no puede esperar a que los senadores reaccionen ante las realidades de nuestra crisis climática, para hacer aquello por lo que han sido elegidos para estar en Washington: tomar decisiones inteligentes y razonadas que beneficien a los electores, no a las grandes empresas que contribuyen a sus campañas. Nuestro planeta no puede esperar mientras la administración Obama sigue postergando la puesta en práctica de las protecciones contempladas en la Ley de Aire Limpio (Clean Air Act). Y nuestro planeta no puede esperar a que las industrias de combustibles fósiles propongan adaptaciones graduales que, finalmente, les aseguren seguir dictando las políticas energé- ticas de este país. Si tal cosa sucede, francamente, estamos fastidiados. Esbozar buenas intenciones después de proponer malas ideas no nos llevará a ninguna parte. Al contrario, servirá para perpetuar un sistema en que el status quo es disfrazado y presentado como una reforma exhaustiva.
Artículo publicado en The Huffingston Post del 20 de mayo de 2010.
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* Presidente de Friends of the Earth USA.
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