La ausencia de consulta, la intervención violenta de la policía y la transformación del espacio público a espacio privado explican porqué la ocupación del parque Gezi no solo significó salvar árboles, sino salvar la democracia en Turquía. Pero mientras esta historia oculta el crecimiento rápido de una manifestación en un parque de Estambul hacia una revuelta a nivel nacional, también esconde un motivo diferente del conflicto: la agresión nacional al medio ambiente. Aquí nos centraremos en la perspectiva de justicia ambiental de las protestas.
El caso del parque Gezi está relacionado con otros conflictos ambientales en Turquía sobre recintos urbanos y megaproyectos (por ejemplo la construcción de presas, del tercer puente encima del Bósforo y la construcción de un canal paralelo al Bósforo) y también sobre conflictos de minería, conflictos nucleares y degradación ambiental −muchos en zonas que son ecológicamente sensibles y/o con alto valor de protección. Sin duda, estos conflictos, incluyendo la resistencia del parque Gezi, deben situarse en un contexto más amplio del metabolismo industrial, cambio estructural y dinámicas de crecimiento de Turquía, que es uno de los objetivos principales del proyecto EJOLT. Pero vamos primero a mirar los eventos sucedidos en las últimas dos semanas.
¿Cómo empezó todo en el parque Gezi?
Desde hace unos meses, un grupo de académicos, arquitectos, ecologistas y ONGs −conocido como la plataforma Solidaridad-Taksim– han estado protestando sobre los planes de transformación urbana de la Plaza Taksim bajo el lema de un proyecto de peatonalización y reconstrucción de las Barrackas Ottomanas (Topçu Kışlası) que se encontraban situadas en el parque Gezi y que fueron demolidas en la década de 1930. Este parque es la única zona verde que queda en Taksim, centro neurálgico de la parte europea de Estambul. Cuando se difundieron las noticias sobre las excavadoras que iban llegando al parque para arrancar los árboles, un grupo de activistas ocupó el parque con tiendas de campaña y estableció el hashtag #occupygezi en twitter pidiendo apoyo. Cada vez más gente se unió a los manifestantes en el parque, transformándose en un escenario de solidaridad de variados registros sociales e ideológicos.
La tensión se intensificó repentinamente en el tercer y cuarto día de la sentada en paz (30-31 Mayo, 2013) cuando la policía cargó contra los manifestantes a las 5 de la mañana desmantelando y quemando sus tiendas de campaña y lanzando gas lacrimógeno. El ataque violento fue grabado desde la cámara de un manifestante y distribuido inmediatamente en las redes sociales (twitter, Facebook, etc.). La brutalidad y la opresión de la policía así como el silencio de medios de comunicación masivos provocó a la población y en pocas horas una sentada pacífica contra la destrucción de los árboles del parque se convirtió en una protesta nacional contra el gobierno. La multitud de manifestantes coreaba el lema «¡Todas partes son Taksim, resistencia en todas partes!», mientras eran sometidos a cañones de agua, gas lacrimógeno y espray de pimienta.
En vista de la ausencia de cobertura por parte de los medios de comunicación convencionales, el uso de las redes sociales se disparó. Twitter fue la plataforma principal para difundir ideas, imágenes, e información sin censura y ayudó a los manifestantes a asegurar sus posiciones estratégicas en los enfrentamientos con la policía. Algunas estadísticas muestran que 2 millones de tweets fueron enviados en 8 horas el 31 de Mayo, y el 5 de Junio, 14 millones de tweets fueron enviados en total. Un graffiti merece especial atención pues explica la situación y la importancia de Twitter como el único medio de comunicación sin censura para acceder a la información: «¡La revolución no será televisada, sino tweetada!»
En una serie de discursos cada vez más agresivos, el primer ministro Erdogan declaró que sus planes de demoler el parque Gezi y reconstruir las Barrackas Ottomanas eran inalterables. Sus declaraciones ignoraron las demandas de millones de personas y desvelaron su opinión sobre los manifestantes: «Ya hemos tomado una decisión, vamos a reconstruir las Barrackas Ottomanas. Las palabras de un grupo de ‘capulcu’ son irrelevantes y no cambiarán nada.» “Capulcu” significa «saqueador», «merodeador», o «vagabundo» en turco, y fue adoptado rápidamente por los manifestantes. La palabra «chapular» se usa de forma común entre los manifestantes y en las redes sociales con el significado de: «luchando por tus derechos».
¿Barrackas Ottomanas para qué?
Mientras el conflicto se va exacerbando, todavía existen especulaciones sobre el plan de la construcción, y el rol que este edificio podría tener en Taksim. ¿Cuál sería su función? ¿Cómo contribuiría a la vida urbana de los habitantes de Estambul? Nadie parece tener las respuestas. Lo más que se puede decir es que el primer ministro Erdogan todavía está indeciso −no sobre su construcción sino sobre su función. A principios de año, declaró que los planes de construcción contenían una zona residencial y un centro comercial. Después, anunció que Estambul era una metrópolis de primera categoría con pocos hoteles lujosos, y por ello el edificio nuevo debería ser un hotel, alrededor del cual existirían necesariamente tiendas, por ejemplo tiendas de alfombras. Recientemente declaró que una parte del edificio podría destinarse a alojar un museo de la ciudad.
Los planes para la Plaza Taksim y el parque Gezi sacan a la luz el proceso de apropiación de los espacios públicos para fines privados y/o comerciales; una tendencia que deriva en gran medida del aumento de precios de los inmuebles y de la especulación existente en la ciudad. La creciente tendencia de mercantilización del espacio público en Estambul ya se había convertido a un asunto de contestación económica y social. Algunos ejemplos conocidos incluyen el desplazamiento de los vecinos del barrio Sulukule, un barrio cuyos habitantes eran de origen predominantemente romaní, situado en la península histórica de Estambul, se presentó como una acción que formaba parte del programa de renovación urbana (Robins, 2011); la reubicación y reorganización de los mercados semanales al aire libre en un discurso que promovía «la ciudad higiénica» (Eder and Oz, 2012); y la demolición del cine-teatro histórico Emek como parte de la construcción de un centro comercial (The Guardian, April 2013[1]). Lo cierto es que el cercado de los bienes comunes urbanos cristalizó aún más como conflicto en el caso del parque Gezi. La firme opinión general de los ciudadanos de Estambul es que la ciudad no necesita otro centro comercial ni un hotel de lujo, sino un espacio verde público del que poder disfrutar todos juntos sin exclusión social alguna.
Mientras el Primer Ministro Erdogan decía que las manifestaciones no podrían terminar con los planes de la construcción en el parque, la red «Solidaridad Taksim» publicó estas demandas y solicitó los siguientes actos del gobierno:
- El parque Gezi debe seguir siendo un parque. Una declaración oficial debe anunciar que el parque no será convertido en ‘Barracas’ y que todos los proyectos sobre la construcción en el parque serán cancelados.
- Los jefes de policía y los gobernantes responsables de la ciudad y cualquier persona que habría ordenado, ejecutado o implementado tácticas de represión violenta deberán dimitir.
- El uso del gas lacrimógeno y de materiales similares debe prohibirse.
- Los ciudadanos detenidos deberán ser puestos en libertad inmediatamente.
- Las prohibiciones de celebrar reuniones, manifestaciones o concentraciones y los obstáculos de facto en las plazas y áreas públicas en el país −empezando por la plaza Taksim y Kizilay (Ankara) como área de manifestación el 1 de Mayo− deben ser eliminados; y los obstáculos a la libertad de expresión deben suprimirse.
Justicia ambiental por los manifestantes del parque Gezi
Las demandas de los manifestantes del parque Gezi parecen ser muy directas y estar de acuerdo con el movimiento global de justicia ambiental. En primer lugar, la gente demanda el derecho a la conservación ambiental y preservación de la integridad cultural. Se trata de un parque público y una plaza histórica, importantes para la gente no solo por los árboles, sino también por su pasado social y político. Como Caglar Keyder señala, la plaza ha sido un lugar simbólico de las aspiraciones occidentales de Turquía, con las ceremonias oficiales y manifestaciones, incluyendo el 1 de Mayo (May Day), que tuvo lugar ahí.
En segundo lugar, los ciudadanos quieren reconocimiento y respeto a sus diversidades, a sus experiencias de vida urbana y a sus expectativas. El gobierno se ha mostrado reticente a admitir la pluralidad de necesidades y preferencias en el país, y como Elif Safak anota, varias voces críticas han sido marginadas, y la autocensura no ha sido algo infrecuente.
En tercer lugar, la gente del parque Gezi pide el derecho a participar en la toma de decisiones especialmente en relación con el desarrollo local y el medio ambiente. En el caso del parque Gezi, el gobierno impuso un plan que incluyó la plaza Taksim y el parque Gezi −espacios públicos en la mente de millones de ciudadanos− sin abrir antes un debate público. El problema no era solo la falta de consulta pública, sino también la ausencia de participación en la toma de decisiones y de transparencia en los procesos y planes. Mientras estas demandas de justicia no eran algo nuevo en Turquía, la unificación y el uso de los antiguos y nuevos métodos de protesta para el activismo sí lo eran. La multitud marchando hacia al centro incluyó a muchos estudiantes jóvenes, miembros de clases media y obrera, y mujeres. Algunas personas se llamaron revolucionarios de media jornada, porque salieron a las calles después de terminar el horario del día laboral.
Los métodos clásicos de las protestas incluyeron juntarse en las grandes plazas y hacer manifestaciones, simultáneamente se hicieron barricadas en las calles para impedir que las fuerzas de la policía accediesen a la Plaza Taksim. Los enfrentamientos con la policía hicieron que las tiendas agotaran sus existencias de máscaras de gas y polvo, y de antiácidos en las farmacias, puesto que sirven para protegerse de los efectos del gas lacrimógeno. Unas mil personas bloquearon el tráfico encima del puente del Bósforo y cruzaron el Bósforo y marcharon en dirección a Taksim. Los sindicatos decidieron hacer huelga general para protestar por los ataques a la población asistente al parque Gezi. El activismo judicial también tuvo lugar y el Tribunal de Apelación suspendió el proyecto de la construcción en el parque para llevar a cabo una investigación más a fondo y la decisión definitiva todavía no se ha tomado.
Nuevos medios de protesta conllevaron el uso de las redes sociales de formas muy creativas, en pocas horas se llevó la manifestación más allá del parque, de Estambul y aun de Turquía. El uso de la etiqueta ‘capulcu’ por el Primer Ministro Erdogan inspiró y ayudó a la gente en su creatividad. Los activistas disfrutan de un gran sentido del humor que se visualiza en los vídeos, consignas y graffitis en las paredes[2]. En el caso de censura del gobierno a los medios de comunicación, no pasó mucho tiempo hasta que los activistas crearon reportajes “lifestream” enseñando la manifestación y generaron su propia página de Tumblr dedicada a las imágenes de enfrentamientos con la policía. Subir los vídeos y la música a la plataforma de las redes sociales reforzó este sentimiento de colaboración y de sentimiento compartido entre los manifestantes en las calles y frente a sus ordenadores. Cada información relevante fue traducida al inglés y otros idiomas rápidamente y difundida también en los medios internacionales.
La policía turca es famosa por su brutalidad en las manifestaciones y en esta ocasión los manifestantes estuvieron expuestos a presiones como violencia extrema y arrestos. El gobierno dedicó un gran esfuerzo a intimidar a las universidades, hospitales, grupos comerciales y hoteles que ayudaron a los manifestantes y los protegieron del gas lacrimógeno y otros ataques químicos. Según el informe publicado por La Cámara de Médicos de Ankara, 3 personas murieron en las manifestaciones y unos miles han resultado heridos, algunos en situación crítica. Docenas fueron detenidos por “incitar revueltas” usando las redes sociales.
¿Quién es mejor ambientalista?
Resulta interesante, que “la revolución del árbol” ocurriese en un país, donde el discurso medioambientalista está dominado por el deseo de plantar árboles y la nostalgia de vivir rodeado de la naturaleza en la metropolitana Estambul. El primer ministro Erdogan declaró ser un ferviente ambientalista, al mismo tiempo arremetía contra la gente que se manifestó en las centrales hidroeléctricas del nordeste de Anatolia y en la costa del Mar Negro. Basando sus argumentos en el número de árboles plantados, Erdogan declaró su punto de vista sobre la ecología otra vez durante de los eventos del parque Gezi. Declaró su simpatía con las personas que quieren proteger a los árboles con estas frases: “Durante del gobierno del Partido Justicia y Desarrollo en la última década hemos plantado casi 2,5 billones de árboles (luego el número fue corregido por 2,5 millones) en Turquía. El partido de gobierno lo está haciendo muy bien, y rápidamente. Mientras haya gente interesada en plantar árboles, no hay ningún problema, porque somos ambientalistas.”
No es una sorpresa que el mercado inmobiliario adoptase también un discurso medioambientalista. Las agencias inmobiliarias compitieron para hacer un lavado de cara verde a sus proyectos, y las primeras páginas de los periódicos tenían anuncios como: “Eres de los que no puede vivir sin el mar”, “La naturaleza estará al lado de tu puerta”, “Nunca habías estado tan cerca de la naturaleza”. Resultó muy irónico que cuando la Plaza Taksim fue totalmente cubierta con gas lacrimógeno y espray de pimienta y la gente llegaba de en todas partes al parque, uno de los más conocidos programas de la TV estaba emitiendo un documental sobre pingüinos. El programa siguió ininterrumpidamente mientras una de las protestas más importantes antigobierno estaba ocurriendo.
Las manifestaciones del parque Gezi serán una contribución inmensa a la lucha por la justicia ambiental y la sostenibilidad. Esta revolución del árbol marcará la diferencia en la cultura de manifestaciones en Turquía, porque esta vez la población sabe bien que los manifestantes limpiaban cada día el espacio del parque ocupado, la plaza y las calles al lado del parque de forma pacífica.
Hoy mismo, 12 de Junio, el primer ministro Erdogan sigue insistiendo en construir las barracas. El martes por la mañana (11 de Junio) a las siete y media, la policía marchó a la Plaza Taksim con cañones de agua anunciando que no iban a tocar el parque, pero querían coger solo las banderas y pancartas encima del AKM (Erdogan los llamó “trozos”) y “limpiar” la plaza. De repente, un grupo de 30 personas atacaron a la policía con cócteles Molotov y fuegos artificiales, pero la policía parecía reticente a prevenir a estas personas. Existen firmes sospechas de que este ataque fuese una “escena de teatro” para justificar los actos del primer ministro y sus argumentos de que los manifestantes eran “vándalos y saqueadores”. La mayoría de los manifestantes estaban sentados y esperaban en el parque Gezi desde el primer día. La cadena de humana que los manifestantes formaron entre la policía y el parque fue atacada por la policía y ningún canal de TV lo mostró. Mientras tanto, docenas de abogados eran detenidos desde el Palacio de Justicia en Estambul por participar en las manifestaciones.
Relacionar los conflictos ambientales con el metabolismo social de Turquía
Uno de los argumentos recientes contra las manifestaciones se enfoca hacia los daños económicos. A causa de las manifestaciones muchos turistas cancelaron sus reservas en hoteles y el balance comercial cayó rápidamente en los primeros días. El economista simpatizante del gobierno Yigit Bulut hizo una estimación en la que el daño económico era de casi $1 billón, y preguntó al público: “¿Estáis contentos ahora?” La verdad es que para las gentes de Estambul, los árboles del parque Gezi: tienen un valor incalculable. ¿Cuál es entonces el precio de una disculpa por parte del gobierno?
Es claramente crucial ubicar el incidente del parque Gezi en un contexto más amplio. Desde los años 90, Turquía había experimentado un aumento en el número de conflictos ambientales. Mientras el tamaño de la economía se había más que duplicado en las últimas dos décadas, el nivel de urbanización aumentó desde el 60 por ciento al 75, y la población aumentó el 32 por ciento. Todo esto supuso una gran presión sobre el ecosistema de Turquía, un país con reservas naturales y biológicas globalmente críticas. La reacción de la sociedad civil se había manifestado en los movimientos de justicia ambiental a nivel local y nacional. Durante las últimas dos décadas, las denuncias contra los impactos recientes y potenciales de la extracción de los recursos naturales, el cambio en el uso de tierra, la producción de energía y contaminación, fueron muy comunes e involucraron a comunidades locales desde la base, hasta a organizaciones de sociedad civil a nivel nacional e internacional. La gente estaba luchando por su sustento, por el derecho democrático de vivir en un ámbito sano y por el derecho de participar en el proceso de tomar decisiones sobre los proyectos de energía, minería, agua y transformación urbana. Sin embargo, como el prominente economista Daron Acemoglu anota, el crecimiento estable y rápido del país en la última década no había llevado a un nivel de democracia más alto. Al contrario, este crecimiento fue acompañado por la opresión de las demandas de justicia y de los derechos democráticos.
Las economistas de la corriente dominante saben que el crecimiento en Turquía se fundamenta en los niveles de deuda externa y no se ha caracterizado por los estándares de las economías emergentes. Al mismo tiempo, nosotros como economistas ecológicos y ecologistas políticos tenemos que desvelar las fuerzas impulsoras que verdaderamente forman la base del aumento del número de conflictos ambientales y asociarlos al metabolismo social en aumento (en energía y materiales) y los indicadores ambientales en Turquía.
Los proyectos gigantes que el primer ministro Erdogan orgullosamente llama “proyectos locos”, forman una parte de la economía extractiva y son percibidos como el método para calmar los problemas estructurales de la economía de Turquía que tiene un gran déficit en su cuenta corriente y necesita ser atractivo para grandes corrientes de capital. Estos proyectos gigantes incluyen un tercer puente encima del Bósforo (que va a destruir los últimos bosques de Estambul), un tercer aeropuerto en Estambul (que debería ser el aeropuerto más grande del mundo), dos plantas de energía nuclear, proyectos de grandes centrales hidroeléctricas y el establecimiento de un canal gigante para conectar el Mar Negro con el Mar Mármara.
¿Mirar al futuro? Mapa de Injusticias Ambientales en Turquía
Estos proyectos gigantes en combinación con otros proyectos más pequeños que son extractivistas (como minería de minerales y materiales de construcción, proyectos de pequeñas centrales hidroeléctricas, disposición de residuos industriales) muestran muy claramente que el patrón de crecimiento en Turquía se caracteriza por recintos de espacios públicos (no solo parques urbanos, sino también parques nacionales, bosques, barrios), degradación ambiental extensa, y la subordinación de los intereses ambientales a los de los propietarios de capital nacionales e internacionales.
En este punto, se debe recordar el mapa de los conflictos de distribución ecológica en que estuvimos involucrados gracias a EJOLT y ser más conscientes de su significado. Una versión preliminar, que no está completa y una lista de los conflictos ambientales en Turquía que conocíamos como el “Mapa de la Injusticia Ambiental en Turquía” ha llamado mucho la atención. Los casos elegidos para incluir en el mapa no fueron representativos estadísticamente, sino que querían enseñar temas críticos en los conflictos ambientales en Turquía. Nos preguntaron: “¿Por qué nuestro conflicto no está en el mapa?”. La respuesta es clara: El mapa y nuestra fuerza/poder para resistir aumentará cuando tengamos más información y entendimiento de los movimientos ambientales de resistencia local y nacional.
A pesar de sus limitaciones, la compilación de estos casos ofrecerá un paso básico, pero importante para informar del debate público en Turquía sobre la distribución de los riesgos, costes y beneficios, y los argumentos de las comunidades locales expresados en diferentes lenguajes de evaluación en el nexo del desarrollo y el medio ambiente. En Turquía, las primeras fuentes de tensión en todos estos casos parecen ser la presencia de una ideología “modernista” del estado, y un compromiso indiscutido con el rápido crecimiento económico junto con la ausencia de un proceso de planificación deliberativa, la cultura científica democrática y la prensa libre sin censura.
El reto por el movimiento ambiental en Turquía es unir los movimientos locales entre ellos y también al movimiento nacional más dominante capaz llevar una acción robusta y sostenida, con el objetivo de transformar estos conflictos en fuerzas para la sostenibilidad ambiental. Esperamos que este ejercicio de mapa aumente la visibilidad de las luchas de justicia ambiental en un país como Turquía globalizado y con un crecimiento muy rápido, y que ayude a los activistas para establecer redes, compartir conocimientos, y acceder a los estudios científicos relevantes para ellos y que apoyen sus argumentos.
¡Con solidaridad y esperanza!
Autores: equipo EJOLT de Turquía. Begüm Özkaynak, Cem İskender Aydın, Pınar Ertör Akyazı e Irmak Ertör
Agradecimientos
Esta investigación se ha realizado con el apoyo del Programa “Personas” (Acciones Marie Curie) del Séptimo Programa Marco de la Unión Europea FP7/2007-2013 bajo el acuerdo REA “ENTITLE. European Network of Political Ecology (PITN-GA-2011-289374).