William Sacher*
Resumen: En este artículo se procede en primer lugar a una caracterización sintética de las concepciones de la relación sociedad-naturaleza que coexisten en el pensamiento moderno, analizando las dimensiones ontológica, ética y metafísica de esta relación. Emergen dos grandes ontologías (el naturalismo «bipolar» y el «dialéctico») y tres visiones dominantes: la tecnocentrista, la conservadora y la socialconstruccionista. Se analiza luego cómo estas visiones se relacionan con las corrientes actuales del ecologismo. Este se abre en tres corrientes: los ecologismos liberales, los conservacionismos y los ecomarxismos, que, de manera transversal, son herederos de las tres visiones precedentes. A pesar de que la ontología naturalista bipolar y la visión conservadora sean las que más han influido en el pensamiento ecologista, este comprende un espectro ancho y complejo de propuestas y subcorrientes híbridas que recorren numerosas vertientes del pensamiento moderno y todo el abanico político desde el neoliberalismo hasta el socialismo.
Palabras clave: naturalismo, ecología, relación sociedad-naturaleza, naturalismo bipolar, conservacionismo, corrientes del ecologismo
Abstract: Abstract: This article offers first a synthetic characterization of the conceptions of the society-nature relationship that coexist in modern thinking, analyzing more specifically the ontological, ethical and metaphysical dimensions of this relationship. Two great ontologies «bipolar» and «dialectical» naturalism- and three dominant visions emerge: the «techno-centrist», the «conservationist» and the «social-constructionist». The article then turns to the analysis of how these visions relate to the current tendencies of ecology and environmentalism. Three main trends are described: liberal environmentalism, conservationism and ecomarxism, which, in a transversal way, are all related to the three afore mentioned visions. Although the «bipolar» ontology and the «conservative» vision have been the most influential in environmental thinking, the latter includes a broad and complex spectrum of hybrid proposals and sub-trends that run through many aspects of modern thinking and the entire political range from neoliberalism to socialism.
Key Words: naturalism, ecology, nature-society relation, bipolar naturalism, conservationism, trends of environmentalism.
Introducción
De reivindicación política marginal en la década de 1970, la ecología ha pasado a ser hoy uno de los principales temas de la actualidad y de la agenda política global, si no el principal. En los ámbitos político, institucional, académico, económico, social y cultural, una pléyade de actores pretende defender la naturaleza: la Organización de las Naciones Unidas; agencias de cooperación y organizaciones no gubernamentales internacionales; presidentes y ministros de Gobiernos neoliberales; las élites económicas globales reunidas en Davos,[1] militantes ecosocialistas anticapitalistas; ecofeministas; «colapsólogos» a favor del decrecimiento; survivalistas libertarianos; «etnonacionalistas ecofascitas».[2] A pesar de la diversidad de estos sujetos, todos y todas reclaman de una manera u otra la necesidad de proteger la naturaleza y el planeta y, por lo tanto, promueven una agenda «ecologista».
De igual manera, la ecología parece tener enemigos de todas las tendencias. Desde los primeros éxitos del movimiento ecologista global en los años setenta, la izquierda más radical ha contado con duros críticos de los ecologistas, estigmatizados por sus «preocupaciones pequeñoburguesas» sospechosas de desviar la atención de la lucha de clases (Benton, 1989).[3] Por otro lado, dirigentes políticos asociados tanto a la derecha como a la izquierda socialdemócrata a menudo han formulado críticas agresivas contra reivindicaciones ecologistas, tanto en el Norte como en el Sur geopolítico (Svampa, 2013; Martínez Alier, 2013).
En cualquier caso, tanto el ecologismo como proyecto político como también sus opositores —ya sean liberales o socialistas— parecen cubrir todo el espectro político. En medio de estas convergencias y divergencias esperadas e inesperadas, es difícil aislar una descripción unificada de la idea de ecología y del proyecto ecologista. Frente a este panorama, la tarea de desmenuzar las diferentes posturas ecologistas aparece como titánica, y tal vez aún no ha recibido la atención merecida. Por cierto, existen en la literatura esbozos de clasificación de las distintas expresiones del ecologismo. Es por ejemplo el caso de la tríada «evangelio de la ecoeficiencia», «culto a la vida silvestre» y «ecologismo popular» propuesta por Joan Martínez Allier (2006),[4] la oposición entre tecnocentrismos y ecocentrismos identificada por Noel Castree (2000) y otros trabajos destacables (Benton, 1989; Harvey, 1996; Bebbington y Bebbington, 2009). No he podido ubicar, sin embargo, trabajos que sinteticen la complejidad del espectro actual de los ecologismos, y sus orígenes filosóficos y políticos. Es la tarea propuesta en el presente trabajo.
¿Cómo podemos identificar concepciones diversas de la naturaleza y sobre todo de la relación sociedad-naturaleza en el pensamiento moderno? ¿Y cómo estas concepciones fundamentaron y orientaron al ecologismo y las diferentes corrientes que le componen? Organicé el trabajo alrededor de estos dos interrogantes y me nutrí de la literatura existente, que abarca varias disciplinas. Después de haber identificado las grandes concepciones de la dualidad naturaleza-sociedad coexistentes en la modernidad, intenté vincularlas a las actuales corrientes notorias del ecologismo. Presento los resultados en dos tablas sintéticas interrelacionadas. Advierto de antemano que las categorías presentadas en estas tablas son indicativas, pues el objetivo no es encerrar las diferentes expresiones del ecologismo en cajas rígidas, sino dar cuenta de la amplitud y complejidad de las corrientes ecologistas y de las ideas que las inspiraron.
El texto se divide en tres partes. En la primera, sitúo cultural e históricamente el concepto de naturaleza y la separación naturaleza-sociedad. La segunda parte está dedicada a detallar las grandes concepciones de naturaleza y de la relación naturaleza-sociedad que coexisten en la modernidad. En la tercera parte, uso estas concepciones y les articulo a un esbozo de espectro de las corrientes actuales del ecologismo.
La cosmovisión moderna: el naturalismo
La separación entre el mundo natural y el mundo humano, social y cultural, la dualidad sociedad-naturaleza, aparece como un elemento fundamental en la modernidad (Latour, 1997). En efecto, es parte integrante de lo que Bruno Latour llama la «constitución moderna»: asienta el marco conceptual dentro del cual se desarrolló y se sigue desarrollando la visión moderna del mundo. Desde luego, raramente se ha cuestionado la validez de esta dualidad como prisma para aprehender el mundo.
La antropología, sin embargo, ha demostrado que esta división no es universal, pues en numerosas ontologías no modernas incluso esta división aparece inoperante.[5] Con su división entre naturaleza y sociedad (o cultura), la modernidad impuso una forma inédita de ver el mundo en la historia de la humanidad (Descola, 2003: 47). A esta cosmovisión moderna, Philippe Descola la llama «naturalismo», una caracterización que encuentro útil y que usaré extensamente a continuación.
Por repercusión, el mismo concepto de naturaleza aparece histórica y socialmente situado, orientado por una visión específica del mundo heredada de la Ilustración y la filosofía griega. El ecologismo (o los ecologismos), en cuanto hijo de este «naturalismo moderno», ha hecho de este concepto de naturaleza la idea central alrededor de la cual ha construido su proyecto político. Descola nos muestra, sin embargo, que es posible pensar las relaciones entre lo humano y lo no humano fuera de las coordenadas que nos impone la modernidad y, ¿por qué no?, ahí encontrar fuentes de inspiración para otros ecologismos que nos permitan superar las eventuales paradojas e impasses actuales del ecologismo.
Primer momento: desglosar el naturalismo moderno
Si la dualidad naturaleza-sociedad es constituyente del naturalismo moderno, ¿cómo y con qué variantes concibe la relación entre los dos polos de esta dualidad? Este fue el interrogante que guio mi trabajo en el primer momento, y presento las conclusiones en la Tabla A. Con sus cinco filas, esta se organiza alrededor de varias dimensiones del naturalismo moderno: ontológica; ética; metafísica; su visión de la relación sociedad-naturaleza, y la filosofía política de la acción humana y los límites de la naturaleza. Procedo en esta sección a una descripción detallada de los principales elementos de esta primera tabla.
Naturalismo bipolar y naturalismo dialéctico[6]
Divido el naturalismo moderno en dos ontologías que remiten a dos concepciones contradictorias de la relación naturaleza-sociedad: el que propongo llamar «naturalismo bipolar» y el «naturalismo dialéctico», dos naturalismos que definen las dos columnas principales de la Tabla A (y luego de la Tabla B). De estas dos concepciones, se desprenden diferentes aspiraciones y visiones a nivel ético, metafísico y político.
El naturalismo bipolar: la ontología dominante
Propongo llamar «naturalismo bipolar» a la ontología dominante de la relación sociedad-naturaleza en el naturalismo moderno, la cual se caracteriza por considerar ambos polos, naturaleza y sociedad, como dominios separados y relativamente autónomos, es decir, en interacción a distancia. En términos usados en la literatura en inglés, se trata de una naturaleza out there con la cual entra en relación una sociedad in here. La naturaleza tiende a ser considerada como un dominio estático ahistórico y universal, determinado y caracterizado por un conjunto de leyes y procesos inmutables. La humanidad, por su parte, está condenada a enfrentar esta naturaleza inmutable (externa, pero también su propia naturaleza interna).
El naturalismo bipolar otorga dos características adicionales a la naturaleza: es externa y es universal (Smith, 2008: 10-48). Neil Smith (2008) ilustra este argumento a partir del ejemplo de las concepciones manejadas por la ciencia moderna y la tradición poética norteamericana. La primera estudia una naturaleza considerada como externa, y pretende que el alcance de sus conocimientos sea universal. La segunda, heredada del romanticismo del siglo xix, celebra la experiencia sensible de los paisajes y de la naturaleza externa: salvaje, prístina y virgen. Asociada a los movimientos back to the land, también defiende una visión holística (y no mecanicista) de la naturaleza.[7] Estas dos posturas, a la vez «interrelacionadas y mutuamente contradictorias» (Smith, 2008: 27), constituirían dos raíces importantes del ecologismo (Pepper y Worster, citados en Bramwell, 1989).
El naturalismo dialéctico: la herencia marxista
La segunda ontología que identifico es el «naturalismo dialéctico», consistente en ver a la naturaleza y la sociedad como dos entidades involucradas en un proceso de coevolución (y no dos polos en interacción a distancia). En consecuencia, la naturaleza y la sociedad de hoy son las resultantes de un continuo proceso histórico de codeterminación mutua.
Esta visión debe mucho a Karl Marx (Schmidt, 2014: 15-17). En varias partes de su obra, resalta el carácter dialéctico de la relación entre seres humanos y naturaleza, que se expresa a través de lo que él llama el metabolismo entre sociedad y naturaleza, entendido como el intercambio físico de materiales entre ambas, mediado y controlado a través del trabajo humano.[8] Con su trabajo, el ser humano «transforma la naturaleza», y luego «transforma a la vez su propia naturaleza» (Marx, 1975: 215). Por lo tanto, la naturaleza es «humanizada mientras los hombres son naturalizados» y «en cada caso históricamente determinada» (Schmidt, 2014: 78). Sin embargo, a cada condición histórica y cada modo de producción corresponde una forma metabólica específica de mediación entre la sociedad y la naturaleza.
La ética naturalista: prometeicos contra conservadores
El estudio de la dimensión ética de la relación sociedad-naturaleza conduce a otro parteaguas, es decir, a dos imperativos normativos: el conservador y el prometeico. El primero influenció considerablemente al ecologismo. Plantea la necesidad para los seres humanos de respetar las leyes de la naturaleza desde una perspectiva arcadiana, estética, contemplativa, romántica, hasta teológica. El segundo considera la naturaleza como un objeto de dominación y de explotación de acuerdo con la racionalidad y la ciencia moderna. Esta división se hace eco de las dos tradiciones del naturalismo bipolar evocadas anteriormente, las cuales llevan a dos posturas éticas diferentes: el ser humano debe ser un Prometeo que enfrenta y domina la naturaleza, o bien un «pastor» a quien le toca cuidarla e incluso venerarla.
Tres grandes visiones naturalistas de la relación sociedad-naturaleza
Del cruce entre las dimensiones ontológica (naturalismo bipolar o dialéctico) y ética (prometeico o conservador), surgen tres grandes visiones naturalistas: la «tecnocentrista», la «conservadora» y la «socialconstruccionista». En la Tabla A, se pueden apreciar estas tres visiones (con un fondo de color diferente) y cómo derivan en concepciones distintas acerca de la naturaleza y su relación con la sociedad. La postura conservadora (es decir el naturalismo bipolar conservador), central en la tabla, es la que tiene mayor influencia en el ecologismo.
Las visiones tecnocentrista y socialconstruccionista se asocian a la ética prometeica. Ambas avalan el papel de la ciencia y la técnica para mejorar el bienestar de la humanidad. Sin embargo, mientras los tecnocentristas son naturalistas bipolares y defienden una relación sociedad-naturaleza funcional al capital y su necesidad de acumulación perpetua, los socialconstruccionistas son naturalistas dialécticos y promueven una relación funcional al proyecto socialista y sus aspiraciones. El término socialconstruccionismo (Benton, 1989: 78; Castree, 2000: 15) remite a una visión que enfatiza el carácter histórico y socialmente situado y construido de la naturaleza.[9]
Dimensión metafísica y límites de la naturaleza a la acción humana
A cada una de estas tres visiones corresponde una concepción específica de los límites de la naturaleza (es decir, los límites inmediatos que impone la naturaleza a la acción humana[10] y su carácter finito). Para analizar esta cuestión, además de las dimensiones precedentes (ontológica y ética), interviene aquí la dimensión metafísica de la relación sociedad-naturaleza, es decir, el énfasis que se pone en su carácter inmanente o transcendente.
La visión conservadora resalta su carácter transcendente. Según esta, la humanidad no puede escapar de una serie de leyes y condiciones naturales transhistóricas e inmutables (asociadas a la naturaleza externa e interna al ser humano) que determinan el desempeño de las sociedades humanas y el tipo de relación que estas establecen con su entorno. Para Benton (1989), los conservadores se dividen entre evaluativos y epistémicos. Los primeros consideran que esta determinación es deseable y conduce al bienestar de la humanidad (por ejemplo, los supremacistas), mientras que los segundos reconocen que no lleva a situaciones éticamente satisfactorias, pero es imposible evitarlas.
La visión tecnocentrista, por su parte, reconoce el carácter transcendente de la naturaleza y sus leyes, pero cree en la existencia de fuerzas sociales internas (la creatividad, el conocimiento y la técnica) que permiten —al menos parcialmente— superar sus límites. Para terminar, los socialconstruccionistas consideran que las leyes que rigen la organización y la capacidad de acción de las sociedades humanas son en gran medida contingentes y el resultado de procesos inmanentes. Están histórica y socialmente situadas, y la humanidad podría superar los posibles límites que se presentaran si lograra construir una nueva dialéctica naturaleza-sociedad poscapitalista.
Para los socialconstruccionistas, reconocer la existencia de límites naturales es potencialmente legitimar («naturalizar») órdenes sociales desiguales ya establecidos (capitalismo, patriarcado, segregación racial, etc.) y frenar el advenimiento del socialismo. Remarcamos que los tecnocentristas y los socialconstruccionistas rechazan la existencia de límites naturales por razones tanto ontológicas como éticas y políticas, pues reconocer límites a la naturaleza representa un freno a la realización de sus utopías.
Cada una de las dimensiones analizadas en esta sección merecería un examen mucho más detallado, imposible de realizar en el marco del presente texto por restricción de espacio. Ahora bien, a continuación procedo a analizar cómo las tres grandes visiones del naturalismo moderno identificadas enmarcan, a su vez, el espectro de los ecologismos.
Naturalismo y ecología: el espectro de los ecologismos
¿Con cuáles de estas tres visiones de la relación sociedad-naturaleza se articulan las diferentes corrientes del ecologismo? Una síntesis de las respuestas a esta pregunta se puede apreciar en la Tabla B, en la que cada corriente ecologista considerada está ubicada en el espacio definido por las tres columnas de la Tabla A que corresponden a las visiones tecnocentrista, conservadora y socialconstruccionista (la Tabla B tiene que leerse conjuntamente con la Tabla A). Notamos que numerosas subcorrientes específicas del ecologismo (las corrientes y subcorrientes del ecologismo aparecen con un fondo verde) interceptan varias columnas de la Tabla A a la vez, lo cual quiere dar cuenta de la variedad y multiplicidad de influencias, concepciones y reivindicaciones que atraviesan las diversas tendencias del ecologismo existentes y el carácter híbrido de muchas de ellas. En el marco de este texto, me resulta imposible presentar una versión más completa de la Tabla B (por ejemplo, con autores y actores políticos específicos). Tal ejercicio será el objeto de próximos trabajos.
Las tres grandes visiones identificadas en la sección anterior coinciden parcialmente con tres corrientes: los tecnooptimismos antropomorfistas, los ecologismos y los socialconstruccionismos antropomorfistas. La segunda categoría es la que nos interesa muy en particular aquí; a continuación me centro en la descripción de las diferentes subcorrientes que la componen.
Tres ecologismos dominantes: ecologismos liberales, conservacionismos y ecomarxismos
Estas tres grandes corrientes de ecologismos muestran preocupaciones por la destrucción medioambiental, pero los primeros tienden a acomodar los imperativos y las exigencias del capital y promueven el «desarrollo sostenible», la «modernización ecológica» y la «ecoeficiencia», es decir, el capitalismo verde. Operan una síntesis mediante diálogos, negociaciones y colusiones entre ecología y capital (y ecología y mercado), un aspecto que se refleja en las tablas por el hecho de que los ecologismos liberales interceptan a la misma vez las columnas definidas por las visiones tecnocentrista y conservadora. Los ecologismos liberales influyen en corrientes notorias del ecologismo como la biología de la conservación y las ramas liberales del ecofeminismo, del movimiento de justicia ambiental y de la economía ecológica.
Los conservacionismos, por su parte, son herederos del naturalismo (bipolar) conservador y conforman la corriente histórica del ecologismo. Abogan por la primacía del respeto de las leyes y la integridad de la naturaleza sobre el progreso económico y humano, así como por la acumulación del capital. De acuerdo con Castree (2000: 11), divido estos conservacionismos en dos subcategorías: los bioecocentrismos y los antropocéntricos. Los últimos corresponden a la franja más activa de la ola ecologista de las décadas de 1960 y 1970, con autores neomalthusianos, y tienden más a una visión conservadora epistémica. Por su parte, los bioecocentrismos se inspiran en gran medida en las visiones iniciales de la ecología, como los movimientos románticos del regreso a la tierra de finales del siglo xix en Estados Unidos y Alemania; plantean romper con el antropocentrismo y ponen el énfasis en el polo de la naturaleza en vez del polo de la sociedad. Promueven una visión integral y holística de la naturaleza, revindican que se la respete por sí misma, por sus «valores intrínsecos», y a menudo le prestan una dimensión ontológica (tienden más a una visión conservadora evaluativa, en los términos definidos por Ted Benton). Como vemos en la Tabla B, los conservacionismos influyen en la gran mayoría de los ecologismos conocidos: la ecología profunda y la biología de la conservación, por supuesto, pero también el sociobiologismo, el antiespecismo, la ecoteología, el survivalismo y el ecolibertarianismo, así como supremacismos y ecofascismos, ciertos ecologismos populares y el ecofeminismo de afinidad (Eaton y Lorentzen, 2003).
Los ecomarxismos constituyen una tercera gran corriente del ecologismo. Plantean la construcción de una ecología informada por la economía política marxista, la necesidad de tomar en cuenta la especificidad del capitalismo como modo de producción y el imperativo de acumulación infinita como motor de las destrucciones socioambientales. Desde un punto de vista político, se encuentran a la izquierda del espectro de los ecologismos, en la frontera entre las visiones conservadora y socialconstruccionista de la relación sociedad-naturaleza, y más generalmente entre el naturalismo bipolar y el dialéctico. Los ecomarxismos, sin embargo, tienden a vincularse más al naturalismo bipolar que al dialéctico (Sacher, 2019). Esta corriente influencia al ecosocialismo, el ecoanarquismo y la ecología social, y dialoga con ellos, así como con la rama socialconstruccionista del ecofeminismo.
Conclusiones
Varias concepciones de la relación sociedad-naturaleza coexisten en el pensamiento moderno, y parten de fundamentos filosófico-políticos variados. He analizado aquí cómo estas concepciones se relacionan con las grandes corrientes presentes en los ecologismos de hoy. Esta tarea, realizada a partir de una revisión parcial de la literatura sobre estos temas, dio lugar a la producción de dos tablas que sintetizan las diferentes corrientes y concepciones identificadas y analizadas.
Después de recordar el carácter fundamental de la dualidad naturaleza-sociedad en la visión moderna del mundo (el naturalismo), he mostrado que dentro de esta última emergen dos grandes ontológicas opuestas: el naturalismo dialéctico y lo que llamo el naturalismo bipolar. El primero concibe la relación entre sociedad-naturaleza como una continua y mutua codeterminación, al mismo tiempo que dota de historicidad a la naturaleza. En cambio, el naturalismo bipolar concibe la relación entre sociedad y naturaleza como una lucha entre dos entidades estáticas, conceptualmente separadas y en interacción a distancia. Desde un punto de vista ético, en la modernidad surgen dos enfoques normativos importantes, con puntos de vista opuestos acerca de cómo organizar la relación entre naturaleza y sociedad: el prometeico y el conservador. El cruce de las dimensiones ontológica, ética y metafísica de la relación sociedad-naturaleza en la modernidad da lugar a tres grandes visiones naturalistas: el tecnocentrismo, el conservacionismo y el socialconstruccionismo. Adicionalmente, a estas se asocian posturas específicas sobre los límites que la naturaleza impone a la acción humana.
El estudio del ecologismo, por su parte, demuestra que está dominado por tres grandes corrientes: los ecologismos liberales, los conservacionismos y los ecomarxismos. Estas tres tendencias son herederas, de manera transversal, de las visiones descritas en la Tabla A y abarcan una importante serie de subcorrientes ecologistas que corresponden a proyectos políticos y prácticas reales conocidos: el biocentrismo, el neomaltusianismo, la ecología profunda, la ecología popular, la justicia ambiental, el antiespecismo, el survivalismo, los ecosocialismos, el sociobiologismo, los ecofascismos, etc. Los ecologismos liberales interceptan tanto la visión tecnocentrista como la conservadora, mientras que los ecomarxismos interceptan al mismo tiempo la visión conservadora y la socialconstruccionista. Los conservacionismos, por su parte, representan el núcleo del ecologismo actual (inspiran al menos la gran mayoría de las corrientes ecologistas identificadas), y son exclusivamente influenciados por el naturalismo bipolar (y conservador).
Estos resultados evidencian que el espectro de los ecologismos es sumamente amplio y, desde el punto de vista de las ideas políticas, abarca desde posturas afines al socialismo hasta otras funcionales al neoliberalismo —por lo que, en efecto, se encuentra «a medio camino entre liberalismo y socialismo» (Flipo, 2017)—. Las oposiciones al ecologismo, por su parte, abarcan las utopías neoliberal y socialista por discrepancias filosóficas y políticas, incluido el rechazo de los límites de la naturaleza.
Espero que las categorías aquí identificadas constituyan un marco útil para analizar el ecologismo (y el antiecologismo) en sus declinaciones, ideas y prácticas pasadas, actuales y futuras. No se debe considerar, sin embargo, que las fronteras dibujadas aquí sean herméticas. De la misma forma que las tres grandes visiones de la relación sociedad-naturaleza (tecnocentrista, conservadora y socialconstruccionista) constituyen híbridos ontológicos, metafísicos, políticos y éticos dentro del naturalismo moderno, los ecologismos reales también son, en gran medida, híbridos de estas tres grandes visiones.
Imagen 1: Tablas A y B. Autor: elaboración propia
Referencias
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* Profesor del Área de Ambiente y Sustentabilidad de la Universidad Andina Simón Bolívar. E-mail: william.sacher@uasb.edu.ec.
[1]. https://www.weforum.org/agenda/2019/01/in-2020-we-need-a-new-deal-for-nature/.
[2]. Así se autoidentificó el autor de los atentados contra las mezquitas en Christchurch, Nueva Zelandia, el 15 de marzo de 2019 (Klein, 2019: 95).
[3]. Al contrario, los movimientos ecologistas han criticado el socialismo por sus tendencias productivistas.
[4]. Y otros análisis en publicaciones anteriores, como Martínez Alier, 1992.
[5]. Más bien, en las sociedades humanas, la dualidad interioridad-materialidad de los entes humanos y no humanos aparece como más frecuente para aprehender el mundo (Descola, 2003: 30-35).
[6]. Las reflexiones aquí presentadas se nutren en particular de Smith (2008) y Castree (2000).
[7]. Es decir, como un todo coherente, virtuoso y digno, al contrario de la civilización, vista como fea, sucia y confusa. Esta concepción se hace eco del monismo de Ernst Haeckel, el padre del concepto de ecología, y de otras corrientes europeas de los siglos xix y xx (Bramwell, 1989; Biehl y Staudenmeier, 1995).
[8]. Visto como una condición transhistórica de la humanidad (Marx, 1976: 290).
[9]. Este constructivismo se define de acuerdo con una perspectiva material, y no con el sentido común usado en los estudios culturales (Castree, 2000: 32).
[10]. Como la imposibilidad de crear energía.
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