Leah Temper*
El delta del Tana es territorio fronterizo. Este distrito marginal y aislado, que limita con Somalia en el extremo de la costa keniana, ha sido durante mucho tiempo un eje del contrabando, el bandidaje y el tráfico de armas. Pese a que la seguridad ha aumentado en años recientes, aún hoy los viajeros por esta zona deben ser acompañados por un oficial militar armado. Pero el delta es también donde se halla más del 50% de las tierras potencialmente irrigables y aún no explotadas del país. Con los precios de los alimentos y de la tierra todavía altos, pese a la crisis financiera, la pregunta no es cuándo llegará el desarrollo agrícola al delta, sino de qué clase será. Hay ya muchos jugadores tratando de conseguir un trozo del pastel: empresas azucareras kenianas, multinacionales de biocombustibles y gobiernos extranjeros acaparando tierras para exportar alimentos. Pero el delta está habitado por agricultores, pescadores y pastores que viven según costumbres ancestrales y que declaran estar dispuestos a luchar hasta la muerte para defender sus tierras y medios de supervivencia. La pregunta es cómo debería distribuirse la riqueza de este fértil delta, para el bienestar de sus habitantes y de sus medios de supervivencia, para el desarrollo económico del país y, finalmente, qué quedará del entorno natural para las demás especies que cohabitan con los humanos. En este texto se describe la ecología y a los pueblos del delta, se analizan brevemente algunos de los previos (y fallidos) planes de desarrollo para el delta, y luego se centra en los planes actuales, ofreciendo una visión alternativa para el desarrollo de la zona.
EL DELTA Y SUS HABITANTES
El Tana es el río más poderoso de Kenia. Fluye a lo largo de mil kilómetros, desde las laderas del Monte Kenia hasta desembocar en el Océano Índico, al este de Kenia. En su desembocadura se halla el delta, uno de los humedales más importantes de África, con una superficie de 1.300 km2 .
La gama de hábitats que comprende, incluyendo bosques de ribera, pastizales, sabanas arbustivas, lagos, manglares, dunas, playas y estuarios, implica que es un sitio clave para la biodiversidad; refugio de incontables especies vegetales y animales, entre ellas, 350 especies de aves. El Tana es también el hogar de dos especies de primates en riesgo de extinción: el colobo rojo del río Tana y el mangabey crestado. Otros animales que allí habitan son: búfalos, cebras, hienas, hipopótamos, elefantes y cocodrilos del Nilo. Hay dos comunidades étnicas básicas que viven en el delta: los pokomo, agricultores sedentarios cristianos de lengua bantú, y los oromo, pastores nómadas musulmanes de lengua kushitic. El resto de habitantes se reparte entre pastores wardei, pescadores luo y otras tribus. Los pokomo practican la agricultura en las riberas del río, al remitir las inundaciones; cultivan maíz, plátanos y otras variedades vegetales para su subsistencia, y mangos y arroz como cultivos comerciales. En la estación seca, el delta es una importante zona de pastoreo, llegando a cobijar 60.000 cabezas de ganado, mientras que durante el resto del año pastan allí unas 20.000 cabezas de ganado. En general, los pastores tienen mejor nivel de vida que los agricultores. Se oponen a cualquier proyecto que amenace a su ganado o reduzca sus tierras de pastoreo. Los pokomo, en cambio, están más abiertos a los proyectos de desarrollo agrícola, pero son cautelosos debido a las promesas incumplidas en el pasado.
DERECHOS DE PROPIEDAD, DISTRIBUCIÓN DE RECURSOS Y CONFLICTO
En el delta, la coexistencia entre las comunidades es delicada, y a veces desemboca en violencia. Un análisis de las causas que provocaron de una serie de conflictos tribales entre los pokomo y los wardei-oromo en 2000/01 nos permitirá comprender el papel de los derechos de propiedad y de acceso a los recursos, subyacente a las disputas.
En el delta, los derechos de propiedad son a menudo complejos y se superponen, al competir sistemas de propiedad pública, privada y tierras comunales, además de diversos derechos de acceso, usufructo, arrendamiento y bienes raíces. Gran parte de las tierras del delta están en régimen de fideicomiso, según el cual los terrenos son administrados por el consejo del condado para la comunidad. Estos fideicomisos pueden ser reservados para fines considerados benéficos para los residentes, o transferidos al gobierno. Pero hay muchas ocasiones en que se abusa de tal posibilidad.
Además de los derechos de propiedad, están los derechos de acceso al agua. Por ejemplo, entre los oromo, los pozos son propiedad de la persona que los cavó y de sus descendientes patrilineales (Esminger y Rutten, 1991). En tanto que los pokomo reclaman las tierras adyacentes a los ríos para practicar la agricultura, los oromo reivindican las aguas del río. El conflicto estalla cuando los oromo pretenden acceder al río con su ganado, que a menudo pisotea y devora los cultivos de los pokomo.
Las teorías sobre derechos de propiedad sostienen que si tales derechos están claramente definidos, se reducirían los conflictos al generarse expectativas compartidas y crearse mercados para los daños. No obstante, en la práctica, los derechos de propiedad no son tan fáciles de «definir claramente». En lo concerniente a los derechos de propiedad sobre el agua, «cuando una expectativa específica se enfrenta a un recurso fluctuante, esta situación puede ser fuente de conflicto» (Meinzen-Dick y Nkonya, 2005). Esta es la razón por la que los derechos de acceso al agua son frecuentemente ambiguos y basados en principios abiertos a la negociación, en lugar de ser normas claramente definidas. El intento de formalizar en derechos aquello que anteriormente estaba determinado por la costumbre es algo que puede generar conflicto (ibid).
Por lo tanto, uno de los detonantes de la violencia intertribal que estalló en 2000/01 en el delta fue la creación de la comisión para la adjudicación de tierras, que favoreció una política liberal basada en la propiedad individual. Dicha política generó un profundo cisma entre los pokomo y los oromo-wardei. Estos acusaron al gobierno de alimentar los conflictos étnicos al imponer, sin las consultas adecuadas, un sistema liberal de tenencia de tierras en una zona donde estas son de propiedad comunal. Para añadir más leña al fuego, ese año fue particularmente seco. Después de los enfrentamientos, más de un centenar de personas había muerto y muchos más perdieron sus viviendas.
Antiguos proyectos: parques para primates y los elefantes blancos del Banco Mundial
El delta del Tana podría albergar un museo donde se expusiesen los proyectos fallidos del Banco Mundial. Desde parques para la conservación construidos como zoológicos para mantener a la población fuera de ellos, pasando por granjas camaroneras que destruyeron valiosos manglares, hasta descabellados proyectos de irrigación, el delta es un testamento del fracaso de las estrategias del banco al apoyar proyectos jerarquizados, que no tenían en cuenta a las personas ni al medio ambiente. Por lo tanto, los intentos del gobierno keniano para civilizar y acercar la frontera occidental hacia el centro han tenido poco éxito, debido a una combinación de mala planificación, la resistencia de las comunidades locales y las campañas de los ecologistas.
La represa de Kiambere, acabada en 1993, fue un suceso al proporcionar 140 megawatts de energía eléctrica a la creciente población urbana de Kenia. Sin embargo, los pobladores del delta pagaron un precio muy elevado en nombre del interés nacional. Más de 6.000 personas fueron desplazadas sin ningún tipo de compensación, perdiendo esas familias el 82% de sus ingresos (Kagwanja, 2003). Como señala Hadley Becha, director de la East African Wildlife Society, las aguas del Tana venían proporcionando electricidad al país desde antes de su independencia, pero las comunidades del delta sólo disfrutan de este servicio desde hace un año.
La Reserva de Primates del Río Tana (TRPR) fue otro proyecto del FMI y el BM aborrecido por las comunidades locales. Basándose en la lógica conservacionista de la incompatibilidad de la coexistencia entre humanos y animales, los pokomo fueron desplazados de sus tierras ancestrales para crear una reserva destinada a los monos mangabey y colobos. Según describe Lonely Planet en una insólita referencia al delta, las cosas alcanzaron su clímax cuando 300 mujeres pokomo desnudas irrumpieron en el centro de investigaciones en señal de protesta. Irónicamente, según la historia oral de los pokomo, fueron sus ancestros quienes llevaron los monos colobo y mangabey a las orillas del río Tana cuando se asentaron allí, hace más de 600 años, procedentes de África central. Esta reivindicación está respaldada por el hecho de que los primates son más numerosos en las inmediaciones de las aldeas que en las zonas selváticas sin presencia humana (Horta, 1994).
La lógica de la TRPR se basa en una concepción de África como un zoo para extranjeros y científicos, una queja habitual en un país en el que el 7% de su territorio, una superficie equivalente a la de Dinamarca, está catalogado como Parques Nacionales y protegido por guardianes armados del Servicio Keniano para la Vida Silvestre (KWS), que disparan a los cazadores e invasores furtivos tan pronto los localizan. El caso de la TRPR ilustra muy bien las frecuentes posiciones opuestas entre los conservacionistas y las comunidades locales de Kenia; alguien ha llegado a afirmar que el accidente de aviación que provocó que el director del KWS, Richard Leaky, perdiese sus dos piernas, fue un acto de intereses de ambos bandos pueden coincidir, como en el caso de la oposición a las empresas azucareras en el delta, donde conservacionistas y pastores han alcanzado un temporario matrimonio de conveniencia. Vemos aquí la combinación sabotaje perpetrado por quienes se oponían a la reserva. No obstante, a veces los de dos corrientes del ecologismo alineándose para beneficio mutuo: el culto a la vida silvestre con el ecologismo de los pobres (Martínez Alier y Guha, 1997).
El siguiente proyecto que se intentó fue el Plan de Irrigación de Bura, con el fin de asentar cerca de 5.000 agricultores en 23 aldeas, para cultivar algodón y maíz en 6.700 hectáreas de tierra. Otras 4.500 ha de bosque irrigado proporcionarían leña a un total de 60.000 colonos. El Plan Bura fue un rotundo fracaso, víctima de la corrupción y de la mala gestión. Se escogieron bombas de agua cuyos componentes y piezas de recambio procedían de diferentes continentes. El limo destruyó las bombas y las dragas no se hicieron servir (BISS). Según Horta (1994), en un país cuyo ingreso medio anual per cápita es de 350 dólares, el proyecto gastó la increíble suma de 55.000 dólares por cada colono. Hoy día, los colonos son aún más pobres que antes y la zona es un erial en el que sólo crece el mathenge, un arbusto invasor.
El más reciente proyecto «elefante blanco» fue un plan arrocero denominado Tana Delta Irrigation Project (TDIP), gestionado por la Autoridad para el Desarrollo de los ríos Tana y Athi (TARDA). El TDIP representó un cambio en las anteriores políticas, de planes de irrigación con asentamientos y propietarios a nuevos planes para fincas comerciales «económicamente motivadas» y con unos pocos cultivadores. Tales planes, aunque no tendrían el mismo impacto sobre el desempleo y la carencia de tierras como los asentamientos, fueron pensados para que generasen un rendimiento económico. Tal cosa no se concretó, dado que el plan arrocero sufrió un colapso debido a las inundaciones provocadas por las lluvias de El Niño en 1997.
Las comunidades conservan una lista de promesas incumplidas por la TARDA, incluyendo el no pagarles las cosechas en los plazos convenidos y no construir las escuelas y hospitales que había prometido. Es más, después de construir el dique para el proyecto de irrigación, la TARDA reclamó los terrenos como de su propiedad. Las comunidades siguen aún en los tribunales, tratando de recuperar las tierras que se les expropiaron. Pese a que el caso está aún pendiente de un veredicto, el nuevo proyecto azucarero de Mumias está planificado en esa zona en disputa.
FUTUROS PROYECTOS: EXTERNALIZAR (OUTSOURCE) EL DELTA
Si los anteriores proyectos son un testamento de los errores del pasado, los futuros planes para el desarrollo del delta continúan en la misma línea. Ninguno de ellos pretende alcanzar la seguridad alimentaria o asegurar los medios de subsistencia para los habitantes del delta, sino que se centran en la producción de biocombustibles y alimentos para la exportación.
La empresa azucarera Mumias, asociada con la TARDA, tiene planes de destinar 20.000 ha del delta a la producción de azúcar. Además del azúcar industrial, el proyecto incluye la cogeneración de 34 megawatts de electricidad a partir del bagazo, una planta para la producción de bioetanol y también la crianza de ganado. El 11 de junio de 2008, la Autoridad Nacional para la Gestión del Medio Ambiente (NEMA) aprobó el estudio de impacto ambiental del proyecto. Las organizaciones ecologistas han llevado el caso ante la justicia, denunciando el impacto del proyecto sobre el medio ambiente, la biodiversidad y los medios de subsistencia de los pobladores del delta; el 11 de julio de 2008 lograron que se emitiese un mandato judicial que suspendía temporalmente el proyecto. Por el momento, se desconoce el destino de este proyecto y el de otro con similares características, propuesto por MAT International.
La organización Nature Kenya ha elaborado un análisis alternativo de costes-beneficios que demuestra que la riqueza generada en el delta es mucho mayor que los rendimientos de las plantaciones de azúcar (Mireri, 2008). Señalan que la rentabilidad prevista en el informe de impacto ambiental se basa en el supuesto de que TISP (Tana Integrated Sugar Project) no tendrá que pagar por el agua extraída del río Tana: unos 28 m3 /segundo o, aproximadamente, 2.420.000 m3 /día. Si tuviesen que pagarle a la Compañía de Aguas, les costaría el equivalente a 16.000 euros diarios o casi seis millones de euros al año. También consideran que la tierra ha sido subvalorada. Están interesados en hacer una evaluación más completa, que también tendría en cuenta los servicios ambientales que brinda el delta.
Hay otros argumentos técnicos, ecológicos y económicos contra los proyectos: el bajo EROI (Energy Return On Investment) del etanol de caña de azúcar cuando se lo compara con el valor energético de las pasturas producidas naturalmente que serían destruidas; los gastos de «agua virtual» que exige el cultivo de caña de azúcar; la creciente Apropiación Humana de Producción Primaria Neta (HANPP) a expensas de las necesidades de biomasa de las demás especies.
Pese a que la empresa Mumias, en sus actividades en la región occidental del país, cerca del lago Victoria, obtiene el 90% del azúcar de minifundistas, los planes para el delta prevén que de las 20.000 ha cultivadas, 16.000 lo serán en régimen centralizado. Las restantes 4.000 ha de caña serían cultivadas por empleados de la empresa. Por lo tanto, los 20.000 puestos de trabajo que se crearían serían como cortadores de caña. Es este un trabajo agotador, mal remunerado y estacional. O sea, los agricultores pokomo estarían cediendo sus tierras a cambio de una situación laboral más que precaria.
Una propuesta más reciente consiste en ceder una superficie de 30.000 ha al gobierno de Qatar a cambio de un préstamo para construir un puerto de 3.400 millones de dólares en Lamu. El gobierno de Qatar proporcionaría el know-how técnico y la tecnología para el proyecto agrícola, y todo lo producido, probablemente frutas y hortalizas, sería enviado a Qatar. Este plan es parte de un fenómeno mucho mayor, denominado «apropiación de tierras» (GRAIN, 2008). Originado en parte por la crisis alimentaria de 2008, que provocó un aumento exponencial de los precios de los alimentos, esto llevó a los países importadores, especialmente del Golfo Pérsico y Asia, a plantearse que no podían seguir dependiendo del mercado para garantizar su seguridad alimentaria. Por lo tanto, están adquiriendo extensas superficies de tierras cultivables, especialmente en África, y planeando externalizar allí su producción alimentaria. No obstante, como destaca el informe de GRAIN, otra motivación para este acaparamiento agrario es la crisis financiera. Las empresas y los inversores privados ven la tierra como una mercancía todavía subvalorada, y está siendo promocionada como un vehículo de inversión con buen rendimiento financiero.
El último proyecto que cabe mencionar es la cesión de tierras, a un dólar la hectárea, a una empresa canadiense que quiere sembrar jatrofa para producir biocombustibles en un proyecto que asciende a 300 millones de dólares. Pese a que se la elogia como una planta que crece sin necesidad de agua, la jatrofa requiere tres veces más agua que el maíz para producir una buena cosecha (Ariza, en preparación).
IMPACTOS: QUE COMAN AZÚCAR Y BEBAN ETANOL
Los impactos de estos proyectos de agricultura intensiva son numerosos e involucran aspectos sociales y ecológicos. Aun el Estudio de Impacto Ambiental de Mumias duda de que pueda mantenerse la extracción de agua para la irrigación durante los meses secos y en períodos de sequía. La reducción del caudal puede provocar daños en los ecosistemas que se hallan corriente abajo, reduciendo la disponibilidad de ganado y de vida silvestre, e incrementando la probabilidad de conflictos, tanto intertribales como entre humanos y la fauna y flora. Entretanto, la contaminación con fertilizantes y plaguicidas puede conducir a la acumulación de nitratos en las aguas subterráneas, y el uso de fosfatos puede provocar la eutrofización y la expansión de las algas en los lagos y ríos.
A pesar de reconocerse la importancia de conservar los bosques de ribera, los planes no contemplan ninguna previsión sobre fuentes energéticas alternativas para los 20.000 trabajadores que se contratarían en las plantaciones de caña. Si calculamos un consumo de combustible (leña) de 67 kg por vivienda familiar a la semana, esto nos da 194.769 kg semanales, o 10.127.988 kg al año (EIA). También se reduciría la biomasa disponible para el ganado. Para los pastores del delta, esta es la única zona de pastoreo disponible durante la estación seca.
Irónicamente, a medida que los pastores se sedentarizan, su área de pastoreo se reduce y disminuye su disponibilidad de leche. Uno de los principales sustitutos de calorías en la dieta es el té muy endulzado. Preparar té implica hervir agua quemando leña, por lo que la presión sobre los recursos forestales aumenta aún más. Por lo tanto, al mismo tiempo que aumenta la integración de los pobladores en el mercado, también lo hace la presión que se ejerce sobre el medio ambiente. Con frecuencia, en la planificación de proyectos de desarrollo no se presta la suficiente atención a la compleja cadena de reacciones que se generan. El estudio de los proyectos de irrigación en el delta, realizado por Johansson, argumenta que «los planes de irrigación en zonas áridas y semiáridas provocan elevadas densidades de población en áreas con baja capacidad de carga ecológica» (Johansson, 1991).
CLAVES PARA EL DESARROLLO. SALVAR EL PANTANO
Históricamente, los humedales fueron percibidos como problemas a resolver, drenar, dragar y desecar. Sólo muy recientemente los científicos y los políticos comenzaron a comprender su valor. Hasta The Economist, una publicación que no se caracteriza por sus inclinaciones ecologistas, cuestionó la inteligencia del gobierno keniano al pretender plantar azúcar en el delta, cuando el gobernador del estado de Florida estaba comprando antiguas plantaciones de azú- car para que recuperasen su antigua condición de humedales (The Economist, 2008). La opción de desarrollar una región es a menudo irreversible y, en el caso del delta, poco se ha investigado sobre la filtración de agua y los demás servicios ambientales que proporciona.
Más allá de los conflictos en el delta, debe tenerse en cuenta que esos humedales son enriquecidos, más que empobrecidos, por la diversidad de usos de la tierra y de estrategias de supervivencia que practican sus pobladores. El mosaico de zonas de pastoreo, terrenos agrícolas y bosques contribuye al equilibrio ecológico y a la diversidad que prospera en el delta. Por ello, en cierto sentido, los conflictos entre pastores y agricultores, y entre humanos y vida silvestre contribuyen a la sostenibilidad de la vida en la región.
Los grupos ecologistas desearían que una parte del delta fuese declarada humedal protegido según la Convención de Ramsar. Pero ecologistas, pastores, agricultores y primates podrían coexistir pacíficamente si se incorporasen métodos para la resolución de conflictos y para optimizar la utilización de los recursos.
La ineficiente práctica local de quemar árboles para producir carbón podría acotarse mediante la introducción de cocinas más eficientes o de LPG (gas licuado de petró- leo). La irrigación de las zonas forestales puede contribuir también a incrementar la disponibilidad de leña. Además, una mayor integración entre agricultura y ganadería, como la venta de los residuos de las cosechas a los pastores, podría favorecer a ambos sectores (Gefu y Kalowale, s/f).
En base a las entrevistas realizadas a los residentes del delta, sus demandas de agregar valor a sus productos son claras y fáciles de poner en práctica. En palabras de un joven oromo, «Queremos que nos ayuden con la comercialización y la distribución, y con fábricas para curtir pieles y elaborar productos cárnicos». Así como los agricultores locales producen mangos para la exportación, se podrían incorporar otros cultivos compatibles. Actualmente, los grupos ecologistas están diseñando un plan maestro para el delta basándose en las visiones compartidas por las comunidades locales. Como afirma Hadley Becha, director de la East African Wildlife Society, «Necesitamos un desarrollo que aporte valor agregado a los modos de subsistencia que ya existen en el delta, no un desarrollo que pretenda convertir de un día para otro a los pastores y agricultores en cortadores de caña de azúcar» (Entrevista).
REFERENCIAS
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* Universidad Autónoma de Barcelona – Departamento de Historia Económica (leah.temper@uab.com).
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