Jaume Grau López*, Jesús Martín**

 

Resumen: La creciente amenaza de la crisis ecológica, alimentada por la retroalimentación entre los efectos del cambio climático y la aceleración de la pérdida de biodiversidad, nos asoma a un abismo preocupante y desesperanzador. La ciencia lo tiene claro: es un sistema socioeconómico enraizado en el capitalismo extractivista y neocolonial el motor que nos mueve hacia el colapso. Para impedirlo, es necesario un cambio transformativo de nuestros modos de vida y transitar hacia nuevos horizontes políticos y económicos. Esta tarea, lejos de ser imposible, debe ser ilusionante, apoyada en la colectividad y los nuevos paradigmas ecocéntricos.

Palabras clave: crisis ecológica, pérdida de biodiversidad, emergencia climática, acción colectiva, transición socioecológica, una salud, COVID-19

Abstract: The growing threat of the ecological crisis, driven by the interaction between the effects of climate change and the acceleration of biodiversity loss, shows us to a concerning and hopeless scenario. Science is warning us: this socioeconomic system based on extractivism and neocolonial capitalism is leading us to an end. To prevent it, we need a transformative change in our way of life and move towards new political and economic horizons. This task, far from being impossible, must be an exciting one, based on collectivsm and new ecocentric paradigms.

Key words: ecological crisis, biodiversity loss, climate emergency, collective action, socio-ecological transition, one health, COVID-19

 

La crisis de biodiversidad en la crisis global

La sexta extinción masiva en la que se encuentra el planeta Tierra es, probablemente, la expresión más feroz de una crisis global que se está cebando con las diversas formas de vida que pueblan este planeta, hasta el punto de que se calcula que entre uno y dos millones de especies (de los ocho millones que se estima que existen) estarían en riesgo de extinción en el corto plazo. Es la primera vez en la historia del planeta que una única especie es responsable de cambios a escala mundial tan grandes que están alterando absolutamente todos los ecosistemas. Esa especie es la humana. Aunque también es importante puntualizar que no son todos los miembros de nuestra especie quienes son responsables del desastre. Los países del Norte global tienen una responsabilidad histórica por ser los causantes de la expansión del capitalismo, ahora en su versión neoliberal, hasta los últimos confines de la Tierra. Las fronteras extractivas han alcanzado ya los mismísimos polos, la atmósfera exterior y los fondos oceánicos, en un nuevo colonialismo total.

 

Vínculo entre cambio climático, crisis de la biodiversidad y salud

Se ha hablado demasiado poco de la relación entre las dos principales crisis ambientales: la climática y la de biodiversidad. Ambas responden a causas últimas coincidentes, pero se expresan de manera diferente. Pese a ello, tienen una serie de vínculos directos e indirectos muy potentes que hasta muy recientemente no se han empezado a abordar. La publicación del informe conjunto de IPCC e IPBES ha puesto sobre la mesa las relaciones entre ambas crisis (Pörtner et al., 2021).

Por un lado, la degradación de los ecosistemas actúa como un acelerador del cambio climático. La pérdida de masas forestales, sea por tala o por incendios acelerados por el calentamiento global, libera cantidades significativas de carbono a la atmósfera y reduce la capacidad de captura. De igual modo, los ecosistemas marinos como los arrecifes de coral, grandes sumideros, se degradan reduciendo su capacidad de captación. Y a la inversa, el cambio climático es un acelerador de la degradación ecosistémica, mediante la reducción y alteraciones de los patrones de pluviosidad, que impulsan variaciones en la vegetación, normalmente hacia una simplificación.

Por otro lado, algunas de las medidas que se están adoptando para hacer frente al reto climático están teniendo ya un efecto dañino sobre la biodiversidad. Destacamos aquí como la minería de metales estratégicos y escasos se está expandiendo por todo el planeta, especialmente en los países del Sur global, donde las transnacionales actúan con mayor impunidad. A la vulneración sistemática de derechos humanos se une la destrucción de ecosistemas o la contaminación de suelos y aguas continentales y marinas. La instalación masiva y rápida de renovables en los países del Norte global está impactando de forma significativa sobre poblaciones de vertebrados amenazados, como las aves o los murciélagos. A todo lo anterior se debe añadir la amenaza para la biodiversidad de algunas medidas de mitigación y adaptación al cambio climático, como las «soluciones basadas en la naturaleza» o los mecanismos de compensación.

Al mismo tiempo, la pandemia de COVID-19 nos mostró de una forma cruda como las nuevas enfermedades infecciosas pueden causar estragos tanto en la salud de las personas (con millones de muertos, sobre todo en los países más vulnerables) como en una economía globalizada. Las evidencias científicas demuestran una relación directa y creciente entre la destrucción de ecosistemas y el incremento exponencial de enfermedades de origen zoonótico (Johnson y Thieltges, 2010).

Es por todo este conjunto de razones por las que numerosos expertos, y las organizaciones sociales más combativas, abogan por el tratamiento conjunto de ambas crisis. Este enfoque apenas se ha empezado pese a que ha sido reclamado por un importante grupo de científicos del IPCC e IPBES (Robaina, 2021).

 

Causas directas y subyacentes

Además de la causas directas,[1] la ciencia está señalando las llamadas causas subyacentes o impulsores indirectos, que explican por qué se dan las causas directas: demografía, economía, comercio, consumo y riqueza individual, los factores culturales y religiosos y los cambios científicos y tecnológicos. Dicho con un ejemplo: la tala y quema del bosque tropical amazónico es la causa directa del retroceso de aquel ecosistema biodiverso. Pero es un sistema agroalimentario basado en la producción masiva de monocultivos para alimentar a la cabaña ganadera de los países del Norte global lo que impulsa indirectamente esa deforestación y la explica.

El sistema de valores basado en el crecimiento económico a toda costa, el beneficio a corto plazo y la mercantilización de las relaciones económicas, sociales y con la naturaleza son el acelerador que explica por qué no se detiene la crisis de biodiversidad (Pascual et al., 2023). Diversas estimaciones ponen cifras sobre la mesa. Un estudio calcula que en Europa se han perdido 520.000 millones de euros en cuarenta años. Y a escala mundial se proyecta un descenso del 23 por ciento del PIB total (Cáceres, 2016) durante este siglo por los impactos de la crisis climática. Aún más duras son las previsiones de organizaciones tan poco revolucionarias como Axa Research Fund, perteneciente al gigante del sector de las aseguradoras AXA, que prevé que la crisis de biodiversidad provocará unas pérdidas de 140 billones de dólares al año (Europa Press, 2020), lo que representa 1,5 veces el actual PIB mundial.

Lo que estos estudios ponen de manifiesto es la profundísima crisis del conjunto del sistema. Mantener el rumbo de la economía nos lleva al colapso ecológico y, en consecuencia, también económico y humano. Pero, por ahora, muy pocos se atreven a hablar de forma realista del alcance de las medidas que hay que tomar, en todos los órdenes, para reconducir la situación.

 

No todo está perdido si actuamos con contundencia y rapidez

La adopción del Marco Global Kunming-Montreal (2022), que debería haber marcado un punto de inflexión en la resolución de la crisis de pérdida de biodiversidad, fracasó precisamente en el aspecto más relevante que debía haber abordado: un cambio sistémico en el modelo socioeconómico. A pesar de las evidencias y el consenso científico que señalaba la necesidad de reformular nuestro modelo de producción y consumo, la presión de las corporaciones en las negociaciones resultó en un documento notablemente débil en las metas que estaban destinadas a abordar esta problemática.

Ante el panorama presentado, podría parecer que no hay nada que hacer y todo está perdido. Creemos que no es así. Existen múltiples razones para la esperanza que deben impulsar una toma de consciencia ciudadana para transformar las sociedades hacia un nuevo paradigma.

Los movimientos de resistencia crecen y se multiplican en proporción a las nuevas agresiones de las corporaciones a la Madre Tierra en su ansia por expandir las fronteras extractivas tanto hacia nuevos territorios físicos como hacia los cuerpos de las clases empobrecidas y las mujeres, mercantilizando todos los aspectos de la vida, también los cuidados. En paralelo, también en los países centrales del capitalismo global, como los Estados europeos y Estados Unidos, crecen nuevos movimientos de denuncia y resistencia, como Fridays for Future, Extinction Rebellion, Occupy End Fossil y Les Soulèvements de la Terre, entre otros.

Para poder actuar hay que conocer la realidad. Y la ciencia nos alerta de que estamos entrando en puntos de no retorno, y de que el tiempo se agota. El reto es reaccionar rápida y contundentemente, sin caer en la desesperación, sino desde la esperanza y la voluntad decidida de cambio. Pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad.

 

Corregir el rumbo de la humanidad y construir paradigmas ecocéntricos

La tarea es ciertamente abrumadora. El inicio de un cambio que permita detener la degradación de la biosfera pasa por modificar los valores individuales predominantes, especialmente (aunque no solo) en los países occidentales, y por poner por delante los valores que nos hagan reconciliarnos con la Madre Tierra y con nosotras mismas. Y dentro de cada contexto cultural y geográfico, estos cambios pueden incluir:

  • Recuperar la noción de límites: nada crece indefinidamente, obviamente tampoco la economía.
  • Incorporar la simplicidad voluntaria y la autocontención como actitud vital. Menos es mejor, casi siempre.
  • Volver la vista a la naturaleza: entender que somos parte de ella y disfrutar con su contemplación frente a la mercantilización del ocio que promueve el capitalismo.
  • Limitar el consumo a aquellos bienes realmente necesarios, descartando el consumismo dirigido por la publicidad, que nos vuelve dependientes e infelices.
  • Apostar por una alimentación de productos frescos, locales, ecológicos, de temporada y básicamente vegetales. El consumo individual y familiar es una poderosísima herramienta con la que cambiar las cosas.

Si las actitudes y los valores personales son esenciales, también es cierto que el margen de actuación desde el individuo es limitado. Los grandes cambios provienen de grupos humanos que se organizan y luchan juntos en una misma dirección. Por ello hay que recuperar la dimensión más comunitaria de nuestra sociedad, como una acción política y de empoderamiento. Existen numerosas organizaciones sociales, ecologistas, sindicales, vecinales, feministas, juveniles, culturales, excursionistas en la mayoría de las ciudades y pueblos. Sumarse activamente a ellas nos socializa y nos permite compartir preocupaciones y anhelos, además de aumentar nuestras capacidades de incidencia para enfrentarnos a agentes políticos y empresariales.

 

Hacia otro modelo de sociedad y de economía

Y, al final, tanto desde lo individual como desde las organizaciones sociales, hay que plantear la necesidad de un cambio drástico de modelo. El actual, el capitalismo patriarcal neocolonial, está en guerra contra la vida, y sacrifica todo en el altar del beneficio inmediato. Usará todas las herramientas para permanecer, incluido el control férreo de la información o el recurso a regímenes neofascistas y la restricción de los derechos democráticos que todavía mantenemos. Por ello, necesitamos construir un relato que sea coherente y de respuesta a las necesidades de la mayoría, repolitizando a la sociedad, seguramente desde espacios alejados de la política institucional y partidista, pero con capacidad de incidir en ella.

No existe un único modelo que ofrecer a los pueblos del mundo para llevar a cabo este proceso de emancipación. Los paradigmas que en los siglos xix y xx planteaban una alternativa al capitalismo han quedado desacreditados por sus puestas en práctica o han quedado relegados por la creciente complejidad de las sociedades contemporáneas. Cualquier nuevo modelo debe ser diverso, plural, adaptado a las realidades culturales y sociales de cada grupo humano, étnico o nacional. Para construirlo, es probablemente necesario incluir ingredientes que se derivan de corrientes políticas como son el ecologismo político, el ecofeminismo, el ecosocialismo, los movimientos antiglobalización, por el decrecimiento, anticapitalistas y pacifistas, entre otros, en un proceso complejo, pero necesario, para que tenga credibilidad y sea asumido por una mayoría social suficiente para lograr los cambios estructurales necesarios.

En cualquier caso, la sociedad que necesitamos construir debe ajustarse a los límites del planeta y permitir que todas las personas vivan con dignidad. Y mientras no se materialice el proceso de construcción de nuevas utopías, será necesario luchar por medidas concretas que empiecen por incorporar de manera efectiva el vector biodiversidad en toda política en todos los niveles gubernamentales, la eliminación real de subsidios y flujos económicos vinculados a la destrucción de ecosistemas y la reformulación del sistema agroalimentario. Aunque la capacidad para enfrentarse a esta tarea por ahora no está disponible en la mayoría de las sociedades civiles del conjunto del planeta, esto no debe impedir que imaginemos colectivamente este futuro, y que sumemos fuerzas para que esta transición se lleve a cabo desde los principios de la justicia social y con la conservación de la naturaleza como fin último.

 

Referencias

Cáceres, P., 2016. «El cambio climático causa pérdidas millonarias a la economía mundial». La Vanguardia (16 de agosto). Disponible en: https://www.lavanguardia.com/natural/cambio-climatico/20160816/403942917808/cambio-climatico-perdidas-economia.html.

Europa Press, 2020. «La pérdida de biodiversidad repercute en la economía con pérdidas de casi 140 billones de dólares anuales, según estudio». Europa Press (9 de enero). Disponible en: https://www.europapress.es/epsocial/responsables/noticia-perdida-biodiversidad-repercute-economia-perdidas-casi-140-billones-dolares-anuales-estudio-20200109142504.html.

Johnson, P., y Thieltges, D., 2010. «Diversity, decoys and the dilution effect: How ecological communities affect disease risk». The Journal of Experimental Biology, 213 (6), pp. 961-970. Disponible en: https://doi.org/10.1242/jeb.037721.

Pascual, U., P. Balvanera, C. B. Anderson et. al., 2023. «Diverse values of nature for sustainability». Nature, 620, pp. 813-823. Disponible en: https://doi.org/10.1038/s41586-023-06406-9.

Pörtner, H.-O., Scholes, R. J., Agard, J., et. al., 2021. IPBES-IPCC co-sponsored workshop report on biodiversity and climate change. IPBES e IPCC. Disponible en: doi.org/10.5281/zenodo.4782538.

Robaina, E., 2021. «Biodiversidad y clima, las dos crisis medioambientales de nuestra época: “La anterior normalidad no es viable para el futuro”». Climática, La Marea (1 de julio). Disponible en: https://www.climatica.lamarea.com/perdida-biodiversidad-cambio-climatico/.

 

* Biólogo, miembro del Área de Conservación de la Naturaleza de Ecologistas en Acción.

** Responsable de la campaña Sin Biodiversidad No Hay Vida, de Ecologistas en Acción.

[1] Cambio de usos del suelo/mar, fragmentación de hábitats, sobreexplotación de recursos, cambio climático, contaminación y acumulación de nutrientes en ecosistemas acuáticos y especies exóticas invasoras.

 

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