Gustavo Duch
No supimos verte
En el año 2009, en el atrio del convento de Maní de Yucatán, cuarenta y dos frailes franciscanos cumplieron una ceremonia de desagravio a la cultura indígena:
—Pedimos perdón al pueblo maya, por no haber entendido su cosmovisión, su religión, por negar sus divinidades; por no haber respetado su cultura, por haberle impuesto durante muchos siglos una religión que no entendían, por haber satanizado sus prácticas religiosas y por haber dicho y escrito que eran obra del Demonio y que sus ídolos eran el mismo Satanás materializado.
Cuatro siglos y medio antes, en ese mismo lugar, otro fraile franciscano, Diego de Landa, había quemado los libros mayas, que guardaban ocho siglos de memoria colectiva.
“No supimos verte” es el relato correspondiente al día 13 de abril de la obra Los hijos de los días, de Eduardo Galeano. Un libro con trescientos sesenta y cinco relatos, uno por día del año, de quien decidió cosechar primero, y regar después, esa memoria colectiva. Otro 13 de abril, el de 2015, Eduardo tomó provisiones, su bastón y se echó al monte, en ese su oficio de pastor trashumante que, repitiendo exactamente el mismo camino, sabe, impacientemente, que será sorprendido.
Porque quizás es eso lo que hace la ecología política: dejar de lado las miradas aburridas, dominantes, blancas, masculinas, burguesas y aburguesadas, adultas, mediocres y sabelotodo para dejarse sorprender por la ingenuidad de los ojos saltones de un niño absorto delante del rito nupcial de la mantis religiosa; por las retinas limpias y verdes como selva reflejada de las mujeres guaraníes; o, como dice Casaldàliga, con “els ulls dels pobres que hi veuen amb una altra llum”.
Así no es difícil encontrar, rebuscando en el costurero de la ecología política, retales cosidos con palabras de Galeano. De hecho, cuando hace unos años me pidieron que hablara de él, los encontré:
Tatiana Roa
Dice Tatiana, ambientalista colombiana, que la hicieron así —ecologista popular y ecologista política— su papá y su mamá. Asegura que ambos le enseñaron a amar la tierra, los paisajes, los caminos de piedra, a respetar las manos fuertes y la sonrisa humilde de la gente campesina, a nadar en los ríos, a gozar de un lindo atardecer, a disfrutar las ricas comidas campesinas, a respetar la vida. Esa forma de ser, de pensar, de hacer, se complementó, cuando:
“[…] siendo aún una adolescente mis manos acogieron por primera vez Las venas abiertas de América Latina de Eduardo Galeano. Una puerta se abrió y con ella la posibilidad de comprender que nuestras tragedias tenían historia y estaban ligadas a los mezquinos intereses que se posaban sobre un continente tan extremadamente rico. Nuestra pobreza, como bien nos decía en Las venas, ha sido resultado de la riqueza de nuestra Pacha Mama.
”Así conocí a Galeano, luego vendrían otros, Memorias del Fuego, El libro de los abrazos, El fútbol a sol y sombra, La Palabras andantes, Úselo y tírelo, y me preguntaba cómo podía ir con tanta facilidad de un tema a otro: política, amor, fútbol, ecologismo. Al final lo comprendí, las cosas no están sueltas, no están desarticuladas. La invitación de Galeano ha sido clara. Para comprender esta América India, se requieren muchos lentes, muchas miradas y muchos ángulos. Nada más claro para asumir el trabajo y construir alternativas.
”Este sistema de vida que se ofrece como paraíso —podemos leer en Úselo y tírelo— fundado en la explotación del prójimo y en la aniquilación de la naturaleza, es el que nos está enfermando el cuerpo, nos está envenenando el alma y nos está dejando sin mundo. Extirpación del comunismo, implantación del consumismo: la operación ha sido un éxito, pero el paciente se está muriendo.”
Alberto Acosta
“En Montecristi, un pequeño pueblo en la costa ecuatoriana, se elaboró y aprobó la última Constitución de este pequeño país andino. Desde 1830, la vigésima. Un récord indiscutible, pero no encomiable. Esa Constitución será recordada en el mundo sobre todo por la aprobación de los Derechos de la Naturaleza, de la Pacha Mama. Fue un paso trascendental, impensable y por cierto inaceptable para muchos. Se repitió la historia. La emancipación de los esclavos o la extensión de los derechos a los afroamericanos, a las mujeres y a los niños y niñas fueron rechazadas en su tiempo por ser consideradas como un absurdo. El derecho de tener derechos ha exigido siempre un esfuerzo político para cambiar aquellas normas que negaban esos derechos.
”La coyuntura del momento constituyente, la intensidad del debate y el compromiso de un grupo de asambleístas, junto a las luchas desde el mundo indígena en donde la Pacha Mama es parte consustancial de sus vidas, permitieron que finalmente se aceptara esta iniciativa. En el transcurso de este complicado proceso, merecen una especial mención los aportes de Eduardo Galeano.
”Cuando Eduardo Galeano conoció lo que se discutía en esa pequeña localidad del mundo global, preparó un artículo vibrante, denominado «La Naturaleza no es muda». Con dicho texto, Galeano llegaría a consolidar una posición que no parecía prometedora al inicio del proceso constituyente. Las incertidumbres de los constituyentes que apoyaban esta iniciativa eran muchas. Incluso él, Galeano, quien ha roto lanzas por la vida desde siempre, dudaba en difundir su escrito. En una comunicación dirigida a Esperanza Martínez, asesora de la Presidencia de la Asamblea, días antes de la publicación de su artículo, el 18 de abril del 2008, en Brecha, él demostraba su preocupación: «Prefiero esperar, para evitar que el artículo tenga vida efímera. Los hechos, a veces imprevisibles, podrían desautorizarlo como expresión de deseos, de poco serviría.»
”Dicho artículo, siendo entonces yo el presidente de la Asamblea Constituyente, hice que fuera distribuido entre los y las constituyentes para la sesión número 40 del pleno de la Asamblea, celebrada el 29 de abril del 2008, y fue citado en el pleno por más de un asambleísta. Entre otros, por el asambleísta Rafael Esteves, quien, en una intervención memorable, leyó fragmentos del artículo de Galeano: «La Naturaleza tiene mucho que decir, y ya va siendo hora de que nosotros, sus hijos, no sigamos haciéndonos los sordos. Y quizás hasta Dios escuche la llamada que suena desde este país andino [Ecuador], y agregue el undécimo mandamiento que se le había olvidado en las instrucciones que nos dio desde el monte Sinaí: ‘Amarás a la Naturaleza, de la que formas parte.’»
”La Asamblea Constituyente y luego el pueblo ecuatoriano, aprobaron masivamente la nueva Constitución en un referéndum en septiembre del mismo año. Escucharon, curados de la sordera capitalista, a la Naturaleza.”
João Pedro Stedile
“Galeano es un personaje raro y cariñoso para todos nosotros y nosotras que hacemos la lucha social en Latinoamérica, también para el Movimiento Sin Tierra y La Vía Campesina Latinoamericana de quien soy parte. Raro, porque parece ser un brujo, que adivina nuestros pensamientos colectivos y los pone en el papel. Además, sin consultarnos. Y los pone de forma clara. Sin rodeos. Como un río grande que anda orgulloso hacia el mar. Sin las vueltitas de los ríos chiquitos que se desarrollan en las academias…
”Cariñoso porque, aparte de su sabiduría, no se olvidó del fútbol. Y no hay nada más colectivo, social y cultural para nosotros que un partido de fútbol. En especial los bien jugados.
”Galeano engendra una obra que es, en cierta forma, un diario colectivo de las luchas y esperanzas del pueblo latinoamericano. Galeano es un pensador colectivo, un hombre común, un contador de memorias que no obedecen y que se merecen.”
Fátima Portorreal
“Un hombre que”, en palabras de esta antropóloga de la campesinidad dominicana, “descoloniza las señales y los vocablos, para aspirar a la igualdad de todos los seres humanos contradiciendo las palabras del padre, todas asumidas desde la reflexión occidental de la historia moderna y los grandes metarrelatos.
”Un hombre que no asume ya las representaciones sociales que colocan a las mujeres en los escenarios de la servidumbre, la opresión y la exclusión. Un hombre que reniega del poder y de los falsos profetas de la libertad que se escudan en la prioridad del mercado, las nuevas tecnologías y los diálogos sordos. Un hombre, que lejos de querer construir identidades universales, se decide y redecide en cada circunstancia, sin que nadie sepa, ni le impongan, cuál es su lugar, ni cuáles serán los diálogos… que abrirán la puerta a los abrazos.”
Carlos Marentes
“Escribo sobre la línea que divide un mundo en varios, un entero en parcelas, para así adueñarse de ellas el postor más fuerte. Redacto al pie de las fronteras que —sabemos— habrá que desalambrar. Desde El Paso, Texas, y desde el interior de las organizaciones campesinas, aquí, formadas por el campesinado inmigrante sin campo.
”No sé cuántas veces ha visitado Eduardo Galeano al imperio. Hace años supe que venía a Nuevo México a platicar en la Universidad de Albuquerque, a menos de 500 kilómetros de la frontera. Pero no coincidimos porque estábamos ocupados con un paro laboral en un campo de chile [pimientos], demandando un aumento a los miserables sueldos de los migrantes jornaleros. Pizcadores de chile que alguna vez fueron campesinos en su tierra, producían su propia comida y fueron desplazados por la agricultura comercial-industrial impuesta por el imperio. Como dicen estos pizcadores: «Antes éramos pobres pero teníamos qué comer, ahora somos más pobres y además tenemos que comprar la comida…»
”Lo que sí sé es que si Eduardo Galeano estuviera en la frontera de El Paso y Ciudad Juárez, les refregaría en la cara [a los racistas antiinmigrantes, particularmente a los de Arizona], a manera de advertencia, cómo la historia pudo ser: «Cristóbal Colón no consiguió descubrir América, porque no tenía visa y ni siquiera tenía pasaporte. A Pedro Alvares Cabral le prohibieron desembarcar en Brasil, porque podía contagiar la viruela, el sarampión, la gripe y otras pestes desconocidas en el país. Hernán Cortés y Francisco Pizarro se quedaron con las ganas de conquistar México y Perú, porque carecían de permiso de trabajo. Pedro de Alvarado rebotó en Guatemala y Pedro de Valdivia no pudo entrar en Chile, porque no llevaban certificados policiales de buena conducta. Los peregrinos del Mayflower fueron devueltos a la mar, porque en las costas de Massachusetts no había cuotas abiertas de inmigración.»
”Y les echaría en cara la hipocresía de los expropiadores. Y que es el hambre y la desnudez de los expropiados que cruzan las fronteras, precisamente la que alimenta y viste al imperio.
”Finalmente les informaría que la crisis de la migración, que les hace rajarse las vestiduras porque cruzar la frontera «ilegalmente» es una afrenta al estado de derecho —más bien al estado de derecha—, es la señal que ha llegado la hora de las expropiadas, de los expropiados…»
Jeromo Aguado
“Para mí, pastor de ovejas en tierras castellanas, las palabras leídas en galeanos significan, dicen, ESPERANZA, por haber encontrado en ellas fuerza, vida, y reconocimiento a nuestras culturas, a nuestras raíces, a nuestras historias. Historias de Pueblos campesinos masacrados, expoliados, ignorados. Gentes que siempre dieron un valor inmaterial a la palabra PALABRA. Palabra cumplida hablan, y así hacen. Palabras que Eduardo rescató y escribió para que los seres humanos de la modernidad, postmodernidad, la informática o la robótica, pudieran entender que hemos perdido el norte, anclado en la tierra que nos sostiene y nos alimenta.”
Decía que el pasado 13 de abril de 2015 Eduardo tomó provisiones, su bastón y se echó al monte, cual pastor trashumante que, repitiendo exactamente el mismo camino, sabe, impacientemente, que será sorprendido.
Dicen que no ha bajado aún.
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